A Fuego Lento

por SUSY


Dedico este fanfic a mi amiga Claudia Barrales (Vejichan) en ocasión de su primera página en Internet sobre Dragon Ball Z.

Este cuento está basado en «¿Universos Paralelos?«, mi primer fanfiction en capítulos. Para su mejor comprensión, se aconseja su lectura.


En un universo paralelo, Vegetasei no fue destruida por Freezer, sino que éste fue vencido por el joven príncipe Vegeta, Bardock y el rey Vegeta, quien murió después del combate. Su hijo subió al trono y años después conoció en un lejano planeta a la Bulma de ese universo, quien estaba en una misión científica y cuya nave se había descompuesto…

Las rocas grisáceas del planeta Grotche daban un aspecto más lúgubre al atardecer de sus dos soles gemelos. La luz mortecina del ocaso reverberaba en la nave espacial semidestruida que podía verse en el árido valle. Un poco más lejos, una mujer de cabellos azules se retorcía las manos con angustia y desesperación, mientras contemplaba la destrucción de su equipo: «¡Qué horror, este planeta está deshabitado y no creo que pueda reparar esta cápsula, no tengo los medios. Para peor es el lugar más espantoso que alguien podría imaginar, no parece haber seres vivientes. ¡¡¡No quiero morir aquí!!!» Gritó finalmente, con desesperación.

Después de llorar por largo rato, reunió los restos de su equipo y se dispuso a explorar. Caminó por espacio de un día entero, hasta que sus instrumentos le avisaron de una presencia de seres vivientes detrás de unas montañas. Ella, esperanzada, se dirigió hacia allí, preparó su traductor universal (una de las pocas cosas que logró salvar) y se preparó a encontrarse con los supuestos grotcheanos.

Detrás de las montañas había tres cápsulas pequeñas, y una mayor, con un raro emblema. Al lado había cuatro hombres y una mujer, muy similares a los seres humanos, si se exceptúa que todos ellos tenían una cola larga, similar a la de los monos. «Majestad» dijo uno de los hombres, «creo que nos equivocamos al venir aquí, no hay una población para esclavizar ni riquezas para explotar, este planeta no vale nada». A lo que contestó, furiosa, la mujer: «¡Eres un idiota, aquí no hay nada de valor! ¿Dónde nos trajiste, estúpido? ¿Crees que Su Majestad y yo no tenemos nada mejor que hacer que comprobar lo erróneo de tus teorías? ¡Pagarás por esto, ya lo verás!», terminó ella, muy enojada, apuntando con su puño al que antes había hablado.

El hombre se puso de rodillas y le suplicó: «Perdóneme, Princesa Rya, Alteza, no fue mi intención» y dirigiéndose al hombre de cabello en punta y sonrisa maligna que comandaba el grupo: «Majestad, Gran Vegeta II, suplico vuestro perdón por esta equivocación»

Vegeta, entonces, miró con desprecio al hombre e intercambió una mirada con su hermana y le preguntó:

«Qué dices, Rya, ¿quieres golpearlo tú primero o prefieres que lo haga yo?». Ella se encogió de hombros y con un gesto le indicó que le cedía esa diversión, razón por la cual el monarca comenzó a patear despiadadamente a su súbdito hasta dejarlo inconsciente, bañado en sangre. «Bueno, creo que por hoy es suficiente» dijo riendo con ganas, acompañado por todos los presentes. «¡Un momento, mi scouter registra una presencia muy débil que se acerca!» advirtió uno de los hombres. Todos verificaron en el suyo la verdad de esa afirmación y se prepararon a recibir al extraño.

Entretanto, la mujer de cabellos azules divisó las cápsulas antes mencionadas y a sus ocupantes y experimentó una mezcla de alegría y temor. Esos seres, definitivamente, le daban miedo. Todos ellos tenían un aspecto salvaje y violento, tal vez fuera conveniente esconderse hasta conocer sus intenciones. Conectó entonces su traductor y se dio cuenta de que su presencia había sido detectada. Intentó huir, pero una mano de hierro la atrapó por el brazo, y a pesar de sus esfuerzos, fue llevada por uno de los hombres ante el rey Vegeta.

«Majestad, mire lo que encontré. No está mal el hallazgo, ¿verdad? Me parece que es muy bonita y tal vez nos diga adónde están los demás. Si todas las mujeres de aquí son como ella, las podremos vender a buen precio»

Ella escuchó lo que dijo el guerrero y tembló por su libertad y por su dignidad. Estaba segura de que con esa gente le esperaba un destino tal vez peor que la misma muerte, además de que era imposible que ignorara la mirada lujuriosa de su captor. Éste era un hombre muy grande y fuerte totalmente calvo, quien la observaba relamiéndose.

«Majestad» dijo la mujer, poniéndose de rodillas y dirigiéndose a Vegeta «mi nombre es Bulma y mis intenciones son pacíficas. Vine de un lejano planeta en una nave que se destruyó casi por completo al entrar en la atmósfera, soy una científica y os ruego protección y ayuda»

Vegeta la miró, curioso e intrigado, se acercó a Bulma, se sacó los guantes y pasó sus manos por sus cabellos, tirando hacia abajo, para ver si eran naturales, a lo que ella contestó encogiéndose, atemorizada, luego él siguió tocando sus hombros y espalda hasta llegar a la cintura momento en el cual la joven intentó empujarlo, indignada por su escrutinio. Entonces el rey lanzó una carcajada, al tiempo que decía: «Vaya, mujer, qué arisca eres. Sólo quería comprobar si eras como nosotros, pero puedo ver que eres muy inferior a la gloriosa raza saiyan, a la que pertenecemos. En primer lugar tienes un poder de pelea mucho menor que el de nuestros bebés menos dotados, no tienes cola… no sé para qué puedas servir… aunque por la forma en que te mira, creo mi súbdito Nappa tiene algunas ideas al respecto» añadió, mientras señalaba al citado saiyan «¿no crees, muchacha? ¿Qué te parece, Nappa, la quieres para ti? Con ella podría quedar saldada esa deuda que sabes»

Los ojos del calvo brillaron de entusiasmo y moviéndose rápidamente levantó a Bulma entre sus brazos al tiempo que hacía una reverencia a su rey y barbotaba palabras de agradecimiento, pero una mirada de Rya lo contuvo y la depositó en el suelo.

«Hermano, Gran Vegeta II, por la lealtad que te profeso, creo mi deber advertirte que olvidas, al regalarle esa esclava a Nappa, lo que ella acaba de decir. Te dijo que es una científica, justo lo que necesitamos en Vegetasei para progresar. Sabes que nuestra gente no se destaca en la tarea científica, todos son guerreros, o intentan serlo, y los pocos que tenemos o son de otro planeta, o son como este idiota que aún sigue en el suelo. Consérvala para ti, hazme caso, trabajará para nosotros. Si la tuviera este tonto, hasta podría morir, ya sabes lo bruto que es, y ella parece muy frágil. Si eso pasara, perderíamos a alguien que tal vez nos resultara valioso.

«Desde la muerte de todos los Tsufurs, nuestra ciencia se estancó, debemos aprovechar todas las oportunidades», argumentó la princesa con elocuencia. Vegeta escuchó con atención lo que su hermana le dijo y le contestó, dudoso: «No sé, ¿y si nos mintió al decir que era científica?» Rya, entonces, le replicó calurosamente: «Yo le creo, por algo está aquí, tan lejos de su hogar, ¿no? Por otra parte, eso lo veremos pronto, y si miente siempre tendrás tiempo para dársela a él. Pero no creo que eso te convenga, es muy hermosa y podrías disfrutarla tú, ¿no es cierto?» Añadió con una sonrisa maliciosa.

«Sí, tienes razón. Supongo que así es, la conservaré para mí. Tanto si es científica o si no lo es, será mía de todos modos» afirmó Vegeta mirando a todos los presentes «¡Apártate de ella, Nappa! ¡Desde ahora aviso a todos que esta mujer me pertenece y mataré al que la toque!»

Los saiyanes obedecieron, respetuosos, y Bulma miró entre indignada y agradecida al rey y a la princesa. «Oigan, yo no soy una cosa para tener dueño…» dijo, pero fue interrumpida por Rya quien le respondió: «Cállate, imbécil, ¿prefieres ser el juguete de Nappa? Si has de ser esclava, al menos sé la esclava del rey, no de uno como él». Ella, entonces obedeció y subió a la nave grande en compañía de Vegeta y de su hermana.

Cuando llegaron a Vegetasei, el rey repitió delante de toda la Corte su advertencia con relación a su nueva esclava y además se ocupó de que su mayordomo la llevara al laboratorio y tomara nota de todas las cosas que ella necesitaría para trabajar. Bulma decidió empezar a fabricar en Vegetasei las famosas cápsulas Hoi-Poi de su padre, lo cual pareció muy bien a todos.

En esas tareas y preparativos llegó la noche, la hora de acostarse. Un lacayo llegó y condujo a Bulma a la habitación que le estaba destinada, la cual no parecía de una esclava o prisionera, sino que era bastante amplia cómoda y confortable y no tenía que compartirla con nadie. Ella se bañó y se puso la ropa que le dejaron en la cama, bastante sexy, por cierto, y con mucho miedo se resignó a su destino, esperar a su nuevo dueño. «¡Ay, Yamcha, amor mío! ¡Ya no te veré más! Pensarás que he muerto, con toda seguridad. Perdóname, esta noche te traicionaré con otro, no tengo opción» y lloró mucho mientras pensaba en sus seres queridos… sus padres, amigos… su novio… ya no volvería a verlos jamás.

Pero la noche pasó y Vegeta no entró en su habitación, ni se hizo ver de ninguna manera. Ella se levantó muy feliz por no haber tenido que acostarse con el rey, y se dirigió al laboratorio. Allí encontró a Vegeta inspeccionando todo, quien le sonrió con burla al verla y le preguntó: «¡Oh, aquí estás! ¿Dormiste bien anoche?»

Ella enrojeció al escuchar eso y se preguntó por qué él no la buscó la noche anterior, pero bajó la cabeza y no dijo nada.

«Bueno, mujer, creo no haber dicho nada para que te pongas colorada, ni mucho menos haberte hecho algo… al menos todavía no.» dijo él sonriendo con malicia. Sus palabras no hicieron más que aumentar la confusión de la joven, quien balbuceó: «No pensé en eso… lo siento… yo…»

Él la miró fijamente, luego se le acercó y la tomó del mentón, obligándola a que lo mirara. Clavó en ella sus ojos negros y pudo notar el miedo que ella le tenía, tal vez mezclado con algo más que él no supo descifrar. Por su parte Bulma sintió que no podía dejar de mirarlo, había en sus oscuros ojos como un imán, similar al de los ofidios sobre las aves. Sorpresivamente él la soltó y le preguntó en tono indiferente: «Dime, mujer, ¿cómo funcionan esas cápsulas que vas a fabricar? ¿Crees que puedas explicarme sobre ello?»

Ella despertó, bruscamente, de ese especie de encanto que él había creado, movió la cabeza y comenzó a hablar de su proyecto. Cuando terminó Vegeta aprobó sus ideas y puso el laboratorio y sus científicos a disposición de ella, de ahora en adelante tendrían que obedecerla. Al retirarse él, Bulma quedó bastante confundida, no era esto como ella lo había imaginado. Confusamente comenzó a sentir cierta alegría y tal vez algo de esperanza de no pasarla tan mal después de todo en ese extraño lugar ya que ella había imaginado recibir maltratos y vejámenes de todo tipo y en cambio su situación se asemejaba más a la de un científico contratado por el rey que a la de una esclava. Especialmente se asombraba cuando pensaba que aún él ni siquiera la había tocado, con lo que su principal preocupación pasaba a segundo término. Sin embargo, tal vez no hubiera sido tan desagradable, el rey era un hombre muy atractivo, se sorprendió a sí misma pensando. «¡Pero qué me pasa! Debo estar enloqueciendo, sin duda. Tengo que buscar un modo de volver a la Tierra»

Ese día transcurrió sin problemas ni mayores novedades, y otro, y otro más… hasta que pasaron dos meses. Bulma, en todo ese tiempo, vio muy poco a Vegeta. Los asuntos oficiales lo absorbían por completo, así como sus entrenamientos y algunas misiones especiales en las que participaba, por ser especialmente peligrosas. Una noche, en la que ella se quedó en el laboratorio, terminando trabajo atrasado, él hizo salir a todos y apareció ante la joven, vestido con su armadura y demás atuendos de batalla.

«Bulma, necesito que me fabriques estos materiales para las armaduras» dijo, mientras le entregaba un papel.

Ella lo miró y su corazón comenzó a palpitar desordenadamente. No sabía por qué su presencia la perturbaba tanto, tal vez sería que había pasado bastante tiempo desde la última vez en que él le había dirigido la palabra.

«Sí, Majestad, ahora mismo empezaré» le contestó la muchacha.

«No hay apuro, mañana salgo en una misión a un planeta lejano que se distingue por ser cuna de guerreros poderosos, no sé cuándo volveré, pero seguramente tardaré al menos un mes» replicó Vegeta, mientras observaba el efecto producido en ella por sus palabras.

Bulma sólo se inclinó en una reverencia mientras pensaba que tal vez él no volviera de esa misión, esa idea le retorció el corazón, lo cual no dejó de sorprenderla, porque después de todo él era su enemigo ¿o ya no lo era?

«Lo haré como diga Su Majestad, sólo le suplico que se cuide y que vuelva ileso, señor» añadió en un hilo de voz, mientras sentía que sus ojos se humedecían. Él lo notó y acercándose a ella secó con sus dedos las lágrimas de Bulma mientras le decía: «No te entiendo: ¿por qué demonios lloras si se puede saber? Veamos, ¿te falta algo para tus proyectos? ¿Alguien intentó violarte tal vez? Sé que hay algunos de mis hombres que gustan de ti, sólo dime quién fue y yo mismo lo mataré. Nadie debe distraerte de tu tarea específica. Para eso hay prostitutas. «Entonces ella comprendió, o creyó hacerlo, el porqué de su supuesto respeto: ¡Ella estaba allí por su cerebro! ¡Tal vez él la considerara repulsiva por eso, en la Tierra misma había hombres que consideraban que las mujeres no debían ser inteligentes! Definitivamente ella era para él como una computadora, sólo eso.

«No lloro, Majestad, sólo es algo que me entró en el ojo» contestó Bulma, algo molesta.

«Déjame ver» dijo Vegeta mientras acercaba su rostro al de ella, casi como si fuera a besarla. El cuerpo de la joven comenzó a temblar y entreabrió los labios…

«Definitivamente no se ve nada» dijo él, retirándose bruscamente mientras se dirigía a la puerta y desaparecía.

Bulma, una vez más, se quedó muy confundida. El rey era el hombre más extraño que había conocido y, tal vez… el más fascinante…

Pasado el mes, no hubo novedades, pero a los dos meses, se presentó Vegeta con todos sus guerreros, los cuales habían vencido y fueron recibidos en triunfo. Bulma estaba en un rincón cuando él la vio y le hizo un gesto para que se le acercara… ella le sonrió y comenzó a caminar hacia él… hasta que se dio cuenta de que él no se había dirigido a ella, sino a una saiyan que se hallaba justo a sus espaldas. La mujer rió, emocionada por el inesperado honor y se colocó al lado del rey, quien la tomó de la mano… Bulma, entonces, se quedó en el lugar como si la hubieran abofeteado, y cuando reaccionó al fin, salió corriendo, desesperada, derramando abundantes lágrimas de dolor y humillación. Cuando pasó por los pasillos, Rya, quien no se mostraba demasiado impresionada por las hazañas guerreras de su hermano ni por ninguna otra cosa que él hiciera, la tomó de un brazo al vuelo, y le preguntó: «Oye, ¿qué te sucede? ¿Lloras porque volvió el rey? En ese caso debo avisarte que así será siempre ¿o no sabes que hierba mala nunca muere?» Bulma rió entre sus lágrimas y le contestó: «No, Alteza, al contrario, acabo de verlo y…» un acceso de llanto le impidió seguir.

«¡Ahora entiendo!» dijo mirando por la ventana a su hermano y a la mujer «Es por esa muchacha, ¿no? Pero en verdad no entiendo, creí que entre tú y él… bueno, que no había pasado nada»

«Y así es, él siempre me despreció, Alteza, nunca siquiera me consideró digna de compartir su cama. Debo ser espantosa, asquerosa, le debo dar asco» contestó Bulma sin parar de llorar.

«Ya veo. Tú lo deseas mucho, ¿verdad?» replicó suavemente Rya.

«No lo sé, señora, yo no me había dado cuenta, pero hoy me sentí tan humillada como no encuentro palabras para expresarlo» contó la joven.

«Eso que me dices es muy raro. Yo hubiera jurado que él te deseaba también, tal es así que me asombré muchísimo cuando me enteré de que todavía no se había acostado contigo. Por otro lado, esta situación te perjudica más de lo que crees, porque ahora, según nuestras costumbres, cualquiera de los guerreros podría tomarte ¿y adivina quién está primero en la fila? Exactamente, Nappa, quien todavía no intentó nada porque le teme al rey, pero ni el mismo monarca puede desafiar por tanto tiempo las costumbres» expresó Rya, pensativa.

«Pero Su Majestad dijo que mataría a quien me tocara»

«Mira, Bulma, entre nosotros mandan más las costumbres que el mismo rey, porque somos un pueblo orgulloso y se sobreentiende que esa prohibición está condicionada a que él te haga suya. Si por cualquier razón no lo hace, cualquiera te podría reclamar. Si hay más de un interesado, podrán zanjar el problema con un combate, y el que gane se quedaría contigo. Eso, en este caso, no sería obstáculo para que el rey siguiera empleándote en el laboratorio» explicó la saiyan con paciencia inusual en ella.

«Eso es horrible, yo no quiero acostarme con cualquiera. ¡Protéjame, Alteza, por piedad!» suplicó Bulma.

La princesa miró a la joven y movió la cabeza, casi compasivamente y le dijo «¿Piedad? ¿Pides piedad aquí, en Vegetasei? Eso es algo casi inexistente por estos lados. Por otra parte, yo no puedo ayudarte en esto. La tradición deberá ser cumplida, aunque no te guste. De todas maneras, creo que tú deberías decirle a Su Majestad lo que te pasa, basta con que te haga el amor una vez, y que los demás se enteren, para que ya no corras peligro alguno» contestó Rya mientras se retiraba rápidamente.

Bulma, entonces, se dirigió a su habitación, con la resolución de jugarse el todo por el todo. Estaba dispuesta a dejar su orgullo y su pudor de lado y a ofrecerse, si era necesario, al monarca saiyan. Obraba no tanto impulsada por el miedo de que cualquier otro la tomara para sí, sino decidida a investigar el porqué de la frialdad de aquél y también ponerle remedio, si era posible. Ahora sabía lo que quería y estaba dispuesta a luchar por eso.

Al día siguiente, continuaron los festejos. Bulma se arregló lo mejor que pudo, se perfumó con una fragancia que Rya le hizo llegar y se presentó ante su señor, haciéndole una profunda reverencia. Él estaba solo, sonrió al verla y la saludó, indicándole que se sentara a su lado. Ella obedeció, muy tiesa, ante los murmullos de envidia de muchas mujeres y le dijo: «Majestad, esta noche necesito hablar urgentemente con Ud., concédame una entrevista, se lo ruego humildemente» y agregó tímidamente «lo espero en mi habitación». Vegeta la miró fijamente, sorprendido por esa inesperada invitación, hasta que ella bajó la cabeza, avergonzada, pero sosteniendo su posición.

Cuando por fin llegó la noche, ella se retiró a su habitación, se bañó, se arregló lo mejor que pudo y se puso la bata más sexy que pudo encontrar. Luego se sentó frente a su tocador, se maquilló y perfumó y se preparó a esperar a Vegeta. Él llegó después de la medianoche, se sentó en un sillón que había allí y le preguntó: «Bueno, mujer, dime, ¿qué necesitas? Aquí me tienes»

Ella tragó saliva. Esto iba a resultar más difícil de lo que había imaginado, pero decidió comenzar a hablar: «Majestad, yo… quisiera preguntarle qué opina de mí» empezó con cierta vacilación.

«Tus servicios en el área científica han sido inmejorables y has superado mis expectativas. Realmente estoy satisfecho de ti» contestó el saiyan, mientras en sus labios comenzaba a esbozarse una sonrisa maliciosa.

«No, mi señor, no es eso lo que pregunto» siguió ella. «¿No? ¿y entonces de qué se trata?» la interrumpió el rey con una inocencia fingida, mientras se levantaba del sillón y caminaba hacia ella.

«¿Le doy asco, Majestad? ¿Ésa es la causa por la cual todavía no se acostó conmigo a pesar de haber podido hacerlo a voluntad?» repuso ella, bajando la vista y comenzando a llorar.

«No llores, no tienes razón para eso. Además, hacerlo es de débiles. Vamos, te ordeno que seques tus lágrimas» le contestó Vegeta mientras acariciaba sus cabellos y su rostro.

Ella sólo le contestó abrazándose a él y repitiendo entre lágrimas: «¡Qué vergüenza, qué humillación! Debo ser muy repulsiva»

Él la apartó un poco y comenzó a acariciar su espalda, como el día en que se conocieron y le preguntó entre tanto: «Dime, ¿me deseas? ¿Es eso lo que te pasa? ¿Quieres que te haga el amor? ¿Es para eso que me llamaste?»

«Señor, yo… Ud… ¿me desea a mí? ¿Le parezco atractiva?» le contestó ella profundamente avergonzada y temerosa de un rechazo.

Vegeta rió suavemente y la tomó de los hombros, implacable hasta el último momento: «No es así como funciona. Dime si me deseas, quiero escucharlo de ti y no me iré hasta que lo hagas o hasta que digas que, como cuando me conociste, te causo horror»

Ella se sintió, completamente desarmada ante su mirada inquisitiva, intuyó que había sido parte de un juego, pero no le importó, ahora sólo quería que él la tomara en sus brazos. Entonces levantó la vista y valientemente le dijo: «Señor, lo deseo, quiero que me haga el amor ahora, por favor» Y lo besó apasionadamente, a lo que él correspondió de la misma manera. Ella suspiró cuando él la besó en el cuello y en la boca y en el momento en que el rey pasó su lengua por el lóbulo de su oreja, ella sintió que se caía, y en efecto, él la levantó antes de que se golpeara contra el duro suelo y la acostó, sin más trámite, en la cama…

Un rato después, ella descansaba con la cabeza apoyada en el pecho de su señor, muy feliz y relajada.

«Señor, quisiera hacerle una pregunta» empezó nuevamente Bulma.

«¿Otra pregunta más? ¿No te basta con la respuesta que te di? Yo hubiera pensado que sí. Estoy seguro de que todos en el palacio te escucharon, pero créeme, es mejor así, ahora estarás más segura y nadie osará tocarte porque ya saben que me perteneces»

Ella rió algo avergonzada y le contestó: «No me acordé de que Uds. tenían el oído tan fino, es sólo que no me pude contener»

«No te preocupes por eso, mujer. A mi lado estarás segura, te lo repito» repitió mientras acariciaba el cuerpo de ella.

«¿Por qué esperó tanto para esto? Yo lo deseé mucho, demasiado» protestó Bulma mientras ponía los ojos en blanco al sentir sus caricias.

«Eso es precisamente lo que yo quería, que me lo pidieras. Me pareció un juego interesante, aparte del hecho de que nunca me gustó obligar a una mujer a mantener relaciones conmigo. Prefiero verla desesperada de pasión como en este caso, ¿verdad?» repuso mientras la miraba, orgulloso.

«¡Oh, cómo pudo hacerme esto! ¡Y yo no estoy desesperada de pasión, sólo caí en una sucia trampa!» dijo ella mientras salía de la cama e intentaba vestirse, ofendida en su dignidad. Pero él la retuvo con fuerza y siguió besándola hasta que Bulma comenzó a ceder lentamente, le confesó que, en efecto, estaba loca de pasión por él, dejando de lado falsos pudores, y volvieron a comenzar el juego amoroso, hasta el amanecer.