Cuando el alma sufre – Capítulo 1

Capítulo 1: «Se nos muere el amor»

Fanfic: Cuando el alma sufre


«Se nos muere el amor, tiene fiebre de frío.
Se nos cayó de la cama cuando lo empujó el hastío.Y está enfermo de muerte el mismo que era tan fuerte…»

El sonido del despertador le arrebató la semitranquilidad del sueño. Instintivamente llevó su mano a él y lo apagó. Nuevamente vuelve el silencio que tanto le agrada.

El calor de la cama lo invita a quedarse. Una cama desecha no sólo por la noche, sino por los juegos realizados en ella. Abre sus ojos lentamente y comprueba que el techo de la habitación está cada vez más cerca de él. Le cuesta respirar. Otro día más que vivir es un fastidio.

Bajo las sábanas que lo cubren escucha un quejido y siente sus brazos alrededor de su pecho. Sabe perfectamente que ella no quiere levantarse aún.

Observa su rostro que está muy cerca del suyo. Hermoso. Con unos cuantos cambios desde el día que la conoció. No quiere recordar todo eso, ni tampoco todos los años que llevan juntos, así que se levanta lenta y pesadamente de la cama, «la cama de ambos», que en el último tiempo se ha convertido en su único punto de encuentro. Ella rápidamente reemplaza su presencia abrazándose a una almohada.

Se viste sin ningún ánimo y sale de la habitación.

Una vez fuera de ella, respira profundamente tratando de encontrarle una respuesta a eso que siente. Pensó que se le pasaría, pero no fue así.

«…tiene anemia de besos, tiene cáncer de olvido
y por si fuera poco, tiene ganas de morir»

Al pasar por la habitación de su hijo, escucha una melodía. La misma melodía que se repite todas las mañanas desde hace unos cuantos días. De nuevo sigue la música pronunciando las palabras. Eso a lo que le llaman «cantar».

De un momento a otro la música termina y sale de su habitación acomodándose el cabello y la corbata. Cuando se encuentra con él, dice sonriendo:

TR: ¡Hola, papá!

VG: Hola.

TR: ¿Vas a entrenar?

VG: Como todos los días.

TR: Creo que deberías dejar un poco eso, ahora que…

Como impulsado por un resorte se voltea hacia él. Imagina la continuación de su frase y se enfurece.

VG: ¿Ahora que qué? –pregunta mirándolo fulminantemente.

TR: Calma, no te enojes. Sólo creo que como no hay peligros, puedes dejar de entrenar tanto –explica tratando de tranquilizarlo.

VG: No digas tonterías –termina de decir mientras ambos entran en la cocina.

Vegeta sacó del refrigerador todo lo que le apetecía desayunar y lo dejó sobre la mesa. Trunks, por su parte, sólo se sirvió una taza de café.

Lo primero que Vegeta tomó fue un vaso de jugo de naranja, una de las cosas que más le agradaba de este planeta.

VG: ¿A qué hora vuelves hoy?

TR: Creo que tarde. ¿Por qué?

VG: Para que entrenes un poco conmigo. Estás perdiendo condición.

TR: No creo que pueda, papá. Tengo una cita con Jenny y… bueno, cuando uno está con la persona a quien ama, el tiempo se le pasa volando, ¿verdad? –le dijo con un extraño brillo en sus ojos, que una vez más le recordaron los de Bulma.

VG: «Sus ojos. ¡Cuánto se parecen a los de ella!»–. Mmm… –fue su única respuesta–- ¿Cómo van las cosas con ella?

TR: Bien. Hemos estado conversando y… decidimos casarnos –Vegeta abrió sus ojos, sorprendido por la noticia.

VG: ¿Casarse?

TR: Sí –dice sonriendo y dándole un sorbo a su café. Muchos pensamientos pasaron por la mente de Vegeta.

VG: ¿Es por eso que cantabas esa extraña canción?

TR: ¿Eh? Bueno, je je, esa canción significa mucho para nosotros. Es como si con ella expresara todo mi amor por Jenny –dice sonrojándose–. ¿Nunca te ha pasado que escuchas una canción y ella simboliza todo lo que sientes por mamá? –Vegeta no encontró respuesta alguna para su pregunta.

VG: Ya es tarde, vete a trabajar.

TR: Sí, adiós papá.

VG: Mmm…

«Se nos muere el amor, se nos mueren las ganas.

Las vemos agonizar, convulsionando entre las sábanas»

Ha pasado un rato desde que Trunks se fue y sus palabras todavía le dan vueltas en la cabeza. Una canción que simbolice lo que siente por ella. ¿Y qué siente por ella? Creyó saberlo, pero de un tiempo a esta parte las cosas han cambiado mucho. Quizás en lo que le dijo Trunks está la respuesta a la pregunta que se ha estado haciendo, aún inconscientemente.

Encendió la radio de la cocina y una música infernal a la que llaman Techno casi lo deja sordo. Bajó un poco el volumen y empezó a recorrer las emisoras hasta que encontró una música agradable.

Justo en el instante en que empezó a escuchar la letra, Bulma entró en la cocina y sus miradas se cruzaron. Ella le sonrió, pero Vegeta permaneció igual de serio. Sólo la observó centímetro a centímetro buscando ese algo que lo perturbaba.

Frente a él encontró a una hermosa mujer. «Su» mujer. ¿Qué es lo que había cambiado en ella? ¿O sería él?

La canción siguió sonando en la radio mientras escuchaba sus palabras apenas perceptibles.

VG: «Tal vez… sí siento lo mismo» –pensó.

Se acercó a ella hasta que sus cuerpos se rozaron. Con uno de sus brazos rodeó su cintura y con su otra mano la sujetó suavemente del cuello, atrayéndola hacia él. Cerró sus ojos y buscó en la calidez de sus labios lo que hace tantos años sintió la primera vez que la besó.

Ella correspondió a su beso, pero aunque Vegeta no quería aceptarlo… ya no era lo mismo.

VG: «Se desvaneció esa sensación de paz, de ansiar protegerla, de desear su cuerpo, de saber que… la amo. ¿La amo?».

Dejó de besarla y buscó en sus ojos una última esperanza. Hermosos ojos azules, con la profundidad del mar y la paz del cielo.

Ella una vez más le sonrió y pronunció las palabras que más lo han perturbado en toda la vida:

BL: Te amo.

Vegeta acarició su rostro y luego salió de la cocina, dejándola allí.

«Y no existe un vino tinto que nos reviva el instinto.
Se nos muere la magia, la pasión, la locura»

 

No pudo decirle todo lo que siente. No pudo decirle que su vida se cae a pedazos. Sólo puede mirarla a los ojos e internamente pedirle, suplicarle que lo ayude. La necesita más que nunca, pero parece que ella no lo nota.

VG: «Ayúdame, Bulma. Me estoy muriendo» –grita silenciosamente dentro de su cabeza, mientras al salir de la casa vuelve a sentir esa pesadez que lo ha acompañado los últimos meses.

Cuando está a punto de entrar a la cámara de gravedad para empezar su entrenamiento, que se ha convertido en su único refugio, la vio salir de la casa.

Un aerocoche muy lujoso la esperaba. Saludó sonriendo al chofer y subió. La vio ordenar unos cuantos papeles hasta que el aerocoche desapareció.

Vegeta tragó saliva con mucha dificultad mientras acumuló toda la rabia que sentía por dentro y la descargó contra la cámara de gravedad. Esta vez ella la hizo más resistente y no la destruyó.

Finalmente se sentó en el suelo y unas cuantas gotas cayeron sobre sus pantalones. Comprobó su origen al sentir algo cálido corriendo por sus mejillas.

Levantó su vista al cielo, que se parecía tanto a sus ojos.

VG: «Ella ya no me necesita y yo… ya no la amo».

¡Ay! Amor traicionero. Viniste pa’ jorobarnos.
Yo sobrevivía sin ella y ella era feliz sin mí»

 

La conclusión le resultaba extrañamente dolorosa. Pensaba que tal vez el amor era así. Tal vez no era necesario amar para siempre como la primera vez.

Las horas pasaron rápido y, pese a que ya era tarde, no tenía hambre. Subió a su habitación y se sentó al borde de la cama. No supo cuánto tiempo pasó, pero de pronto sintió sus pasos en la escalera. Necesitaba hablar. Necesitaba hablar con ella.

Bulma entró en la habitación y lo quedó mirando. O por lo menos eso creyó él, porque al siguiente segundo de decirle «Hola», empezó a vaciar su guardarropas.

VG: Bulma… –le dijo levantándose de la cama y caminando hacia ella–… debo hablar contigo.

BL: Ahora no puedo, Vegeta, tengo prisa.

VG: ¿A dónde tienes que ir?

BL: Al viaje de negocios que te conté esta mañana –le respondió totalmente sorprendida–. Has estado muy distraído los últimos días.

VG: ¿Vas muy lejos?

BL: No mucho. Es en el distrito 387. Queremos implementar casas más modernas.

VG: ¿Cuándo vuelves? –preguntó sin querer conocer la respuesta.

BL: En dos semanas.

VG: ¡¡Dos semanas!!

BL: Tenemos que medir el terreno y ver el problema de la electricidad y… –le empezó a dar toda una cátedra de construcción de casas y nuevas cápsulas. Eso lo hizo sonreír. Algo no había cambiado.

VG: Necesito hablar contigo.

BL: ¿Puede ser cuando vuelva?

VG: Ahora.

BL: Ya te dije que no puedo.

VG: Pues me vas a escuchar –dijo empezando a molestarse. Ya se le hacía lo suficientemente difícil decirle lo que tenía que decir, como para que más encima ella estuviera nuevamente colocando obstáculos.

BL: Adiós, Vegeta.

VG: Adiós nada. Aquí te quedas –dijo sujetándola de uno de sus brazos con un poco más de fuerza de la habitual. Bulma volteó hacia él asustada.

BL: ¡¿Qué rayos te pasa?! –le preguntó mientras forcejeaba con él intentando zafarse–. ¡Me estás lastimando!

VG: Sólo quiero hablar contigo. Y no creo que tenga que pedirle una cita a tu secretaria para que me apunte en tu estúpida agenda para poder hacerlo.

BL: Tiempo para hablar conmigo tienes. Estoy contigo todas las noches.

VG: Sí, ya noté eso. ¡Desde hace un tiempo lo único que tú y yo tenemos en común es esa maldita cama y lo que hacemos en ella!

BL: Pues si estás tan a disgusto, ¿por qué no te vas?

VG: No me des ideas –dijo soltándola bruscamente.

BL: Vete al infierno –le dijo mientras salía de la habitación.

VG: Ya estoy en él –se dijo a sí mismo.

«¡Ay! amor con el tiempo te nos has oxidado.
¡Ay! amor susceptible, ¡Ay! amor delicado.¡Ay! amor no te mueras o muérete de un trancazo,que no hay peor agonía que la que es de paso en paso»

La casa quedó en un silencio absoluto. Trunks le había dicho que volvería tarde y Bra todavía estaba de paseo con unas amigas.

Su única oportunidad de compañía era la televisión o la radio.

VG: «Tal vez no debí prestarle atención al comentario de Trunks y esto no habría pasado. Quizás pensar que no la amo fue muy apresurado. ¡No! Esto se viene arrastrando hace meses. Lo de la canción fue una tontería que desencadenó lo de ahora. Ya no la amo, al menos no como antes».

Ahora la encontraba tan fría. Sólo la sentía con él cuando hacían el amor. Imaginaba que eso también estaba apuntado en su agenda y lo tomaba como un asunto más que atender.

VG: «¡Su diario!» –pensó.

Solía leerlo para entender lo que sentía, y sin pensarlo dos veces, se dirigió al cajón donde lo guardaba.

Buscó la última fecha escrita, que era dos días atrás. Leyó atentamente, pero no encontró nada que le indicara sus pensamientos con respecto a él. Sólo hablaba del gerente de no sé qué empresa, de su secretaria y de los zapatos que se había comprado. ¡¡Basura!!

Empezó a buscar hojas atrás, pero tampoco encontró lo que buscaba. La última vez que escribió su nombre fue cinco meses atrás, para el cumpleaños de Trunks.

«Hoy Vegeta se largó de la casa muy temprano, como cada vez que celebramos el cumpleaños de alguien»

VG: Lo último que escribe sobre mí, y más encima escribe algo desagradable –pensó.

Buscó en los días que siguieron, pero no encontró más su nombre. «Creo que ese día me sacó de su vida… para siempre».

Se nos muere el amor, se le acabó la ternura.
Ya la libertad la convertimos en dictadura…»

 


Es extraño. Tenía tantas ganas de llorar. Hacía tiempo que no lo hacía. En realidad no había tenido tiempo. Las cosas habían sucedido tan rápido.

BL: «Si tan sólo a él le importara» –pensó.

Se obligaba a sacarlo de su mente, pero no podía. A veces creía odiarlo, pero al minuto después, comprobaba que cada día lo amaba más.

Al parecer ya no era feliz con ella. Desde unos meses todo empezó a cambiar. No sabía cuando, pero tenía miedo. No quería perderlo. Lo amaba demasiado y eso también era lo que la impulsaba a dejarlo ir.

Ya no era el mismo. Parecía que no quería estar a su lado. Tenía razón, lo único que compartían era la cama, pero… no quería acercarse a él. No quería darle la oportunidad de decirle que se iba… para siempre.

Es verdad que lo había echado de la casa varias veces, pero él sabía que era sólo por la rabia del momento.

Esa noche había escapado. Vio algo extraño en sus ojos esa mañana. Cuando le dijo que lo amaba, después de tanto tiempo, no le respondió palabra alguna. ¡Cuánto valor había necesitado para pronunciar esas palabras que a él le resbalaron como lluvia en un cristal!

«Se contagió de costumbre.
Le faltó fuego a la lumbre…»

No sabía qué es lo que había hecho que había acabado con todo. Tal vez no pasó el tiempo necesario con él, pero el trabajo era su única distracción. Necesitaba mantenerse activa. Sentir el estrés y la adrenalina. Quizás no debió dejarlo solo tanto tiempo. Pero es cierto que estaba todas las noches con él. Nunca le dijo nada y le daba gracias a Dios por eso. No creía haber podido soportar su despedida… y no creía estar preparada aún.

BL: «No debí portarme tan grosera esta tarde» –pensó tomando su teléfono portátil y marcó el número de su casa. Nadie contestó. ¿Se habrá ido? ¿Estará allí y no quiso contestar?

Cómo le hubiera gustado rebobinar la cinta y encontrarse en el día que todo cambió. Así podría torcerle la mano al destino y cambiar esa situación que la tenía destrozada.

Lo amaba tanto y no podía confesarle el miedo que la invadía cada vez que la miraba. Quería saber qué pensaba y así poder saber si luchar por él o resignarse a haberlo perdido. Nada había cambiado dentro de ella, sólo que lo amaba cada día más.

Antes podía ver a través de sus hermosos ojos negros. Veía su alma, lo que sentía, lo que le gustaba y lo que no. Pero ahora sentía que esa enorme muralla de acero, que tanto le costó atravesar, nuevamente se interponía entre ellos.

«Se nos mueren los sueños,
los versos, los besos…»

Aún recordaba ese día. El día más doloroso de su vida.

Cuánto le había dolido escuchar esas palabras salir de su boca y sentir su mirada fría sobre ella.

Vegeta salía de la casa, pero no volando. Caminó para cruzar la calle. Llovía como nunca, pero no le importó.

Bulma corrió tras él para disculparse por lo que le había dicho. No le resultaba fácil disculparse. Tenía un carácter fuerte y un orgullo tan grande como el de él.

VG: No me interesa tu disculpa. Guárdatela –le dijo sin detenerse y sin voltear a verla. Bulma intentó sujetar su mano, pero él la empujó–. ¡¡No me toques, Bulma!! –rugió convirtiéndose en súper saiyajin.

BL: Vegeta… –susurró con lágrimas en sus ojos.

VG: No quiero verte, ni escucharte, ni nada que tenga que ver contigo. Sólo desaparécete.

Luego de eso se elevó en el cielo y ella lo perdió de vista.

Estuvo un buen rato bajo la lluvia, totalmente petrificada por sus palabras y su mirada. Si sus ojos negros eran fríos, sus ojos verdes lo eran aún más.

BL: «Sólo te había pedido que fueras un poco más ordenado, y al parecer por eso… te perdí».

Las dos semanas habían pasado. Bulma había vuelto de su viaje, al igual que Bra. Trunks había empezado con los preparativos de su boda, en lo que Bulma le estaba ayudando. Sin embargo, toda esta aparente tranquilidad era interrumpida por las numerosas peleas que Vegeta y Bulma tenían a diario. Cualquier inocente conversación era motivo de discusión y pelea. Antes por lo menos uno de los dos cedía y la pelea se acababa, pero ahora ninguno de los dos se guardaba nada y lanzaban al aire insultos y palabras hirientes, haciendo que lo que quedaba de su relación se desgastara cada vez más.

Trunks y Bra también lo habían notado. Estaban acostumbrados a escucharlos discutir, pero la cosa había pasado a castaño oscuro. Prácticamente no había tregua. Diariamente eran testigos silenciosos de los insultos y gritos de sus padres.

Un día por la mañana, cuando ambos hermanos se preparaban para tomar su desayuno y partir a sus actividades diarias, empezó una más de las discusiones.

TR: Aquí vamos de nuevo –dijo frente a un espejo, arreglando su corbata.

BR: Primer round –dijo cepillando su cabello.

Mientras, en la cocina…

VG: No me gusta el café tan dulce. ¡Te lo he dicho cientos de veces!

BL: Sírvete otro y problema arreglado.

VG: La próxima vez no te equivoques.

BL: La próxima vez nada. No soy tu sirvienta. Tienes dos manos que puedes usar.

VG: ¿Dónde está el café? –dijo buscando en unos estantes.

BL: Llevas años viviendo en esta casa ¿y todavía no sabes dónde están las cosas?

VG: Cállate y dime dónde está.

BL: Búscalo.

VG: ¡¡Ya basta!!

BL: ¡¡No me grites!!

VG: ¿Quién empezó?

BL: Por favor cállate.

VG: Dime dónde está.

BL: Toma –dijo Bulma extendiéndole el envase de café luego de haberlo sacado de uno de los estantes.

Vegeta lo tomó de mala manera, volvió a la mesa y se sirvió de nuevo. Casi nunca tomaba café, no le gustaba. Pero esa mañana lo necesitaba. No había podido dormir bien la noche anterior y debía despertar.

«Ay, amor implacable, yo ya no sé qué prefiero.
Que me odie de corazón o que me ame sin amor»

Ring!

Bulma se dirigió al teléfono de la cocina y contestó.

BL: ¿Hola? ¡Yamcha! –la mirada de Vegeta se posó sobre ella en un instante.

La observó atentamente hablar en un tono muy dulce con él. No podía creer que con ese insecto fuera tan cariñosa y a él lo tratara como si fuera la peor calamidad que le hubiera pasado.

No soportó más y se levantó de la silla. Caminó hacia ella y le quitó el auricular para después colgar.

BL: ¿Qué estás haciendo? –dijo enfadada.

VG: ¿Qué hay entre tú y ese gusano? –preguntó muy molesto.

Obviamente Bulma y Yamcha sólo eran amigos, pero ella quería herir a Vegeta y contestó:

BL: Nada que te importe.

VG: ¿Que me importe? Tú a mí no me importas, pero tampoco voy a permitir que te burles de mí.

BL: A estas alturas cualquiera se burla de ti –dijo empujándolo y pasando por su lado.

VG: Tú no.

BL: ¡Ja!

¡¡CRASH!!

Bulma dio un salto y se volteó. Vegeta había arrojado al otro lado de la cocina la taza de café. En ese momento la miraba fríamente. Ella no le tenía miedo. Hace años había superado esa etapa. Nunca la había golpeado y estaba segura de que nunca lo haría.

VG: No te vas a burlar de mí, Bulma. Antes te mueres.

BL: Pues ya no me morí. –dijo en un tono bastante irónico.

¡CRASH!, ¡CRASH!, ¡CRASH!

En unos cuantos momentos, lo que fueron los estantes estaba regado por el piso, al igual que el refrigerador. Había restos de todo tirado por la cocina.

BL: ¡¿Te volviste loco?!

VG: ¡¡Tú eres la culpable!! ¡¡Ya me tienes harto!!

BL: Y tú a mí. Lárgate. No sirves para nada. No hay un lugar para ti aquí.

VG: Esto nunca debió empezar. ¡¡¡Cómo es posible que me encuentre en esta situación!!! ¿Qué fue lo que hiciste para que esto pasara? ¡¡Yo sólo vivía aquí y ahora tengo dos hijos contigo!!

BL: Yo sólo cometí un error… creer que te amaba.

Vegeta miró a Bulma que se cubría la cara con una mano y permanecía apoyada en el mesón de la cocina. Después de unos momentos, se decidió a hablar.

VG: Acabemos con esto ahora, antes que sea tarde.

BL: Estoy de acuerdo.

Se miraron un momento. Bulma, al no poder resistir más la situación, salió de la cocina encontrándose con Trunks y Bra, que habían presenciado todo.

«Si todo era tan bello, dime amor qué nos pasa.
Hoy ya no somos ni amigos, no cabemos en casa…»

 

Esa noche, Vegeta entró a la habitación de ambos. Bulma leía una revista recostada en la cama.

VG: Quiero hablar contigo.

BL: Yo no.

VG: Por favor.

BL: No hay nada de qué hablar.

VG: Quiero solucionar esto. –Como Bulma permaneció en silencio, continuó–: Yo creo que… ya no te amo. Necesitaba decírtelo. Las cosas han cambiado mucho y yo ya no siento por ti lo mismo que antes –le costó una enormidad decir esas palabras.

BL: Eso me dolió –susurró.

VG: Nunca quise causarte dolor y lo sabes. Pero esta situación ya no da para más. Ya no sé si te quise, si tú me quisiste, si esto está bien o no. Y francamente no me siento capaz ni tengo ganas de buscar respuestas. Ya estoy demasiado cansado de todo. Sólo quiero olvidar, así que… me iré.

La mirada de Bulma se posó sobre Vegeta, que le daba la espalda. Ella no quería que se fuera, lo amaba. Pero si él quería tirar por la borda una familia, años de vida compartida y todo lo que eso acarreaba, tampoco le iba a rogar que se quedara.

Cerró la revista que leía y la dejó encima de la cama junto a ella.

Quería golpearlo por causarle ese dolor. Por tomar a la ligera una decisión que afectaba a ambos. Quería gritarle en su cara todo lo que se merecía, pero no pudo. Por primera vez en su vida junto a él, se tragó sus palabras. A pesar de lo que le dolía el corazón, se guardó sus sentimientos y lo dejó ir.

Se levantó de la cama y se dirigió al tocador. Buscó en uno de sus joyeros aquella medalla en forma de medio corazón que tanto significaba para ambos, o al menos en ese momento, para ella. La apretó fuertemente en su mano, como queriendo obtener valor.

BL: Vegeta… esta vez… no te esperaré…

VG: No te preocupes… no creo que vuelva.

A Bulma, madurar la respuesta que acababa de obtener le costó unos momentos que se le hicieron eternos. Cuando se sintió capaz, miró su reflejo en el espejo del tocador.

Allí estaba Vegeta. Mirándola, y comenzó a acercarse a ella lentamente.

BL: No lo hagas más difícil. Sólo… vete –dijo bajando la cabeza y cerrando los ojos.

Quería como nunca sentirse protegida entre sus brazos, pero no se mostraría débil frente a alguien que ya no sentía nada por ella.

Segundos después sintió abrirse el ventanal. Cuando levantó la vista… él ya no estaba.

«¡Ay! Amor tan ingrato. Quítame sólo una duda:
Si eres tú el que te mueres o soy yo el que te mato»

 

Voló a toda velocidad sin mirar atrás. El dolor que sentía era enorme. Nunca se imaginó que dejar atrás a esa hermosa mujer le causara ese enorme vacío. No quería hacerlo, pero era necesario. Ya no tenía caso continuar con algo que se deshacía como hielo en una taza de té.

No sabía lo que le pasaba. Quería controlarse, pero no podía y no sabía si quería. Necesitaba echar fuera de sí todo. Por un momento hacer lo que sentía sin importarle nada más.

Llegó a un lugar desierto. Ese lugar donde había estado entrenando luego de haber sido derrotado por nº18. En ese entonces luchaba por ser el mejor. Pero ahora el dolor y la tristeza habían ganado la batalla. Él no quería dejarse ganar, pero las lágrimas eran más fuertes. Expulsó su poder con un inmenso grito de angustia, y luego de haberse convertido en SSJ, rompió en llanto. Sin medir sus fuerzas, el príncipe saiyajin dio un fuerte puñetazo al piso, sin darse cuenta que se encontraba sobre una alta roca. Evidentemente, la montaña se quebró, dejándolo caer…