El barco en la botella

por SUSY

«Bueno, hoy es el día» dijo Vegeta mientras saltaba eufórico de la cama. A su lado, Bulma apenas sí podía abrir los ojos ¡eran apenas las cinco y media de la mañana y todavía estaba oscuro… muy oscuro!

«Vegeta, vuelve a la cama, ¿quieres? Es muy temprano todavía y no creas que permitiré que saques al pobrecito Trunks de la cama a estas horas. Bastante hago con tolerar que quieras empezar a entrenarlo a sus tiernos cuatro añitos. Sólo espero que no lo lastimes» dijo ella preocupada.

Vegeta, para entonces, ya estaba de pie colocándose su ropa de entrenamiento «No te preocupes, mujer, él es un saiyan y sería peligroso que no lo hiciera. Debe aprender a manejar su gran poder. Por otra parte, no deberías preocuparte. Yo empecé antes que él, y en cuanto al horario es el más adecuado para entrenar, créeme» aseguró él jovialmente.

«¡Ay, Vegeta, tengo mucho sueño, nos acostamos muy tarde anoche! ¿No podrías prepararte tú el desayuno y a Trunks?» pidió tímidamente, segura de una negativa. Pero él estaba de un humor excelente, ya que era un día muy especial para los de su raza, así que asintió sin problemas y se dirigió a la habitación de su hijo. Bulma, en tanto, se quedó en la cama algo nerviosa, mientras pensaba: «Esto no me gusta, creo que tengo un mal presentimiento, Dios no lo permita. Pero probablemente él tenga razón, después de todo es su padre y debe estar con su hijo, aunque sólo sea para entrenarlo. Siempre es un comienzo, el niño lo necesita» Entonces, algo más tranquila, abrazó la almohada y retomó su interrumpido sueño.

«Trunks, Trunks, despierta, hoy empezarás a entrenar con tu padre como corresponde a un guerrero de tu categoría» dijo Vegeta, mientras quitaba todas las frazadas de la cama del niño. «Vamos, arriba, las horas de la mañana son las mejores para el entrenamiento» agregó, impaciente.

«¿Eh? ¿Ah? ¡Oh, papá, tengo mucho sueño! ¡Déjame un rato más, por favor!» le contestó el pobre Trunks, mientras bostezaba largamente e intentaba acurrucarse de nuevo. Pero su padre lo tomó del pijama, lo levantó, abrió la ducha y lo metió abajo del chorro de agua fría. El niño gritó, asustado y, secándose con una toalla, se preparó a entrenar. Ambos bajaron al comedor, y como Bulma permanecía en su alcoba, Vegeta fue a la heladera y preparó un desayuno bastante aceptable, pero eso sí, muy abundante.

«Mira, la primera lección es ésta: antes del entrenamiento, asegúrate de comer bien, de otra forma no tendrás energía» dijo mientras devoraba un gigantesco sandwich de jamón y tomate.

El pequeño lo miraba con admiración, y sin perder tiempo comenzó a imitarlo. En poco tiempo terminaron con todo lo que había sobre la mesa y se retiraron a los jardines, dejando la cocina como después de un desastre nuclear.

Una vez en los jardines de C.C., Vegeta comenzó a realizar con su hijo ejercicios de calentamiento y flexibilidad, tales como estiramientos varios, abdominales, lagartijas, etc.

Luego de esos «preliminares», comenzó la parte marcial propiamente dicha. En primer lugar empezaron los ejercicios con patadas, puñetazos, etc. para luego seguir con el entrenamiento de combate.

«Bien, Trunks –aseguró Vegeta–, ahora combatiremos. Veremos qué tal te desempeñas. Golpéame ahora» añadió con una sonrisa.

Trunks miró a su padre, luego su puño y… tuvo miedo. ¿Qué pasaría si le devolvía el golpe? Lo mataría tal vez. No había nadie tan fuerte como su papá, o al menos eso pensaba él. Pero había que obedecerlo… ya parecía impacientarse… después de todo, no iba a arruinar la primera vez que él parecía ser importante para su progenitor. Rápidamente cobró valor, cerró su puño y lo golpeó… o al menos intentó golpearlo, ya que el saiyan tomó su pequeño puño y lo lanzó por el aire haciéndolo aterrizar a unos metros de distancia. Vegeta rió, divertido, mientras le decía: «Vamos, Trunks, eres muy lento, no podrás vencer a nadie de esa manera. Deberás entrenar mucho. ¡Ven aquí, levántate ahora!». Trunks se levantó con esfuerzo, realmente él no se hubiera imaginado eso, pero en medio de su temor sintió un deseo inexplicable de pelear, pelear aunque fuera golpeado, pelear hasta morir, tal vez… más allá del límite… La sangre saiyan que corría en sus venas lo hizo superar el miedo y comenzó a intentar golpear a su padre, quien rechazaba los golpes y le propinaba algunos también. Sin retroceder, apenas, más que para contraatacar, el niño siguió combatiendo un rato más, hasta que, por ser el primer día y estar muy satisfecho con el potencial guerrero de su hijo, Vegeta decidió ponerle fin al entrenamiento, al menos hasta la tarde. Trunks había demostrado ser un digno hijo suyo, pensó.

A la hora del almuerzo se reunieron los tres en la mesa. Vegeta, impulsado por la euforia del entrenamiento, trataba de iniciar una conversación.

«Muy bien, mujer, debo informarte que mi hijo es un verdadero guerrero saiyan de clase alta. Es una pena que no tenga un scouter aquí, ya que me gustaría medir su poder de pelea, pero te anticipo que es muy alto. ¡Es evidente que es mi hijo!» concluyó, orgulloso. Ella trató de aparentar algo de entusiasmo, pero la verdad es que seguía un poco preocupada, especialmente cuando notó las marcas en los antebrazos de Trunks, así como su ojo derecho hinchado por un golpe: «¡Vegeta! –empezó– ¡deberías tener más cuidado! ¡Mira el ojo de Trunks!» le reprochó.

Pero él le contestó despreocupadamente: «¡Bah, eso no es nada, debe acostumbrarse a los golpes, es la única forma de que aprenda. Recuerda si no cómo entrenaban esos amigos tuyos, en especial Kakarotto. Éste es el entrenamiento adecuado para él»

«Sí, mamá. Ya no me duele, papá tiene razón, me gusta más entrenar que hacer cualquier otra cosa. ¡Déjame seguir! No sabes lo bien que la pasamos» suplicó el niño con entusiasmo.

Bulma sonrió levemente. ¡Realmente era hijo de Vegeta! Bien, tendría que empezar a acostumbrarse a que su bebé era un saiyan, a pesar de ser su hijo, eso era algo complicado, pero ella no sería jamás un obstáculo en el desarrollo de Trunks. Además, le satisfacía profundamente ver a los dos compartiendo algo, ya que hubo épocas en las que pensó que eso no sería jamás posible. Tal vez ahora Vegeta pudiera demostrar a su hijo cuánto lo amaba, y empezaría a ser un padre en todo el sentido de la palabra. ¡Ya era hora! «Yo no digo nada, Trunks. Sólo quiero que tu padre tenga cuidado, aún eres pequeño» contestó, tranquilizándolo.

«Es también mi hijo, Bulma, te lo recuerdo. De todas formas te digo que su rendimiento ha sido tan bueno que mañana empezaremos a entrenar en la cámara de gravedad» le informó él.

«¡Oh, papá! ¿De veras? ¡Qué alegría! ¡Al fin podré ser tan fuerte como tú!» replicó mientras saltaba de alegría.

Ella se quedó pasmada al escuchar eso. ¡La cámara de gravedad! ¡Su niño en ese lugar tan peligroso, que el mismo Vegeta, a pesar de ser un gran guerrero, había salido varias veces muy lastimado de él! Y lo peor era que ella no sabía cómo evitarlo. Tratándose de estos temas, el saiyan era inflexible, su hijo debía ser un guerrero excepcional. Un escalofrío recorrió su cuerpo y la hizo estremecer: «¡Trunks… Trunks… mi chiquito!». Pero seguramente, pensó, él tenía razón, eran aprensiones suyas. Después de todo, Gohan había comenzado su entrenamiento con Píkoro a esa misma edad, e irónicamente para enfrentar al mismo hombre que ahora estaba comiendo frente a ella. ¡Quién lo hubiera dicho!

«Bulma, Bulma, ¿te pasa algo?» le preguntó Vegeta, mientras chasqueaba los dedos delante de su cara.

«No, sólo recordaba que Gohan empezó a la misma edad que Trunks, cuando supo que tú vendrías. ¿Lo recuerdas?» le recordó ella.

«Sí, claro que me acuerdo, y ya ves que obtuvo muy buenos resultados, aunque preferiría que no hablemos de ese tema delante de Trunks».

«¿Por qué, papá? Yo ya soy grande y quiero saber qué pasó cuando viniste. ¿De dónde viniste? ¿No estuviste siempre aquí, como yo?» preguntó ingenuamente Trunks.

«No, yo nací en Vegetasei, un planeta que fue destruido por un maldito llamado Freezer, y era allí el príncipe de los saiyanes, una poderosa raza guerrera, de la cual eres parte. Yo soy el último saiyan puro, y en cuanto a los que son sólo mitad saiyanes están los hijos de Kakarotto, Gohan y Goten, y tú, claro» explicó Vegeta con orgullo.

«¡Entonces yo también soy un príncipe! ¿Escuchaste eso, mamá? ¿Qué te parece?» repuso asombrado.

«Sí, yo ya estaba enterada. Es imposible conocer a tu padre e ignorar que es un príncipe» contestó Bulma con sorna.

«Supongo que lo dirás porque se nota a la legua mi alcurnia, ¿verdad? Pero sí, Trunks, es cierto, tú también eres un príncipe y deberás demostrar que mereces ese honor entrenando con todas tus fuerzas, como corresponde a un guerrero de clase alta como tú. Por eso, ahora, termina de comer, y ven conmigo a los jardines, tengo que enseñarte algunas cosas antes de que podamos ir a la cámara de gravedad» terminó la conversación el saiyan, mientras se levantaba de la mesa, seguido por Trunks.

Bulma se levantó también para ir al laboratorio, tenía que perfeccionar esos nuevos robots de entrenamiento que Vegeta le había pedido, ahora iban a ser dos para descomponerlos. Pero no pudo evitar recordar las palabras de Gohan de hacía dos días: en la última visita que el muchacho había hecho al Palacio Celestial, había sido informado por Dende de que, a causa de los abusos cometidos con las esferas, por un lapso de dos años posiblemente no sería posible su uso, razón por la cual deberían tener mucho cuidado en sus entrenamientos. Ella sintió un escalofrío cuando pensó en eso y decidió contárselo a Vegeta. Pero el saiyan no le hizo caso, eufórico como estaba, y desechó sus temores, diciendo: «No te preocupes, mujer. Cuando yo entrenaba en Vegetasei, no teníamos las esferas y eso no impidió que entrenara tan duramente hasta llegar a ser el más fuerte de mi raza» contestó él mientras, al pronunciar las últimas palabras, su frente se ensombreció. «Gokú –pensó ella– no puede dejar de recordarlo. ¡Pobre mi Vegeta! ¡Hasta qué punto es esclavo de su naturaleza guerrera!».

«Pero, ten mucho cuidado, no podría soportar que algo le sucediera a Trunks» le suplicó Bulma.

«Naturalmente que tendré cuidado. Es mi hijo también y lo cuidaré. Pero recuerda lo que te dije: es muy peligroso que no sea entrenado como un saiyan, en algún momento podría perder el control y sería desastroso para todos. Ya se dieron casos en Vegetasei. Por otra parte, yo soy el más indicado para entrenarlo, ¿o acaso no me tienes confianza?» le dijo mientras la atraía hacia sí y la besaba en la boca. Ella casi se tranquilizó por completo cuando sintió sus caricias. Era tanto lo que lo amaba ya, que bastaba el contacto de su piel para disipar aún sus peores temores.

Por la noche se repitió más o menos lo vivido durante el almuerzo, sólo que Trunks lucía más golpeado y más entusiasmado aún. Al final de la comida sonó el teléfono: era Chichi quien le anunció a Bulma que al día siguiente iría a visitarla junto con Gohan y Goten. Vegeta se sintió muy satisfecho al escuchar esto último. Para él era como un desquite que los hijos de Kakarotto y en especial Gohan vieran los adelantos de su vástago. «Es una buena noticia –dijo con su orgullo característico– al fin conocerán lo que es un guerrero de clase alta». Bulma no contestó nada, ¿qué podría decir que ya no hubiera dicho? y llevó a su hijo a dormir.

A las primeras horas de la mañana, Vegeta y Trunks ya estaban en la cámara de gravedad. El niño no podía más de la alegría que le causaba ¡al fin! entrenar en ese misterioso lugar donde hasta ese día se le había prohibido entrar. Vegeta comenzó con gravedad normal hasta que su hijo se acostumbrara al lugar y luego comenzó a aumentarla de a una. Cuando llegó al número tres paró y siguió con sus enseñanzas. El niño se sofocaba terriblemente en esa gravedad, pero su padre no pareció notarlo y le empezó a explicar la forma de emitir rayos de energía, para lo cual usaría a los robots como oponentes. Hacia el mediodía, Trunks ya estaba demasiado cansado y sus reflejos habían disminuido mucho.

En tanto, Bulma preparaba la mesa para llamarlos a comer, cuando una visión cruzó por su mente, como un relámpago: una mancha roja, líquida, viscosa. Cerró los ojos con fuerza y sacudió la cabeza. Tal vez había sufrido demasiado en los últimos años, debía ver al médico, esto no era normal, en modo alguno. Fue sacada de sus pensamientos por el timbre, eran Chichi y sus hijos. Goten corrió hacia los jardines en busca de su amigo y llegó hasta la cámara, en la puerta de la cual golpeó…

«Ahora, Trunks, pon atención, te mostraré cómo destruir ese robot, ten cuidado» le dijo su padre mientras lanzaba un ataque energético contra la citada máquina. El robot se destruyó por completo y Trunks intentó imitar a su papá, pero en ese momento se distrajo con la llegada de su amigo: «¡Oh, vino Goten!». «¡Cuidado Trunks!» gritó Vegeta, desesperado mientras veía cómo el ataque de su hijo había rebotado en la máquina y le penetraba en el pecho. Como en cámara lenta, vio cómo el niño caía atravesado por el propio rayo que había generado y su sangre en un chorro le salpicaba la cara… Se quedó inmóvil y en una fracción de segundo recordó la muerte del otro Trunks, que tanto lo había afectado… «¡No, Trunks, no te mueras», pensó aterrado. Del otro lado, Gohan ya había abierto la puerta de la cámara y se había encontrado con el siniestro espectáculo… los gritos de Bulma y de Chichi, el llanto de Goten y él no podía casi moverse ni decir nada. «¡Vegeta, te dije que lo cuidaras, es tu culpa, te odio, mataste a nuestro hijo!» gritó Bulma en medio del llanto mientras lo golpeaba con sus puños. Él pareció salir de un sueño y le dijo «No, no, fue un accidente, él se pondrá bien… no murió… no». Entonces ella, cambiando bruscamente de humor, se abrazó a él mientras sollozaba.

Cuando llegó el médico, decidió internarlo de urgencia. Si bien las esperanzas eran escasas, no debía desecharse ninguna posibilidad de que se repusiera. Para peor, no había disponibles semillas del ermitaño. Según Gohan, no las habría hasta dentro de un mes. Bulma se quedó al lado de la cama de su hijo todo el tiempo y Vegeta permaneció en el pasillo como si no se animara a entrar. Y así pasó todo el día y toda la noche sin mayores cambios. El saiyan permaneció todo ese tiempo de pie, en una especie de infierno interior… Todavía podía sentir el sabor de la sangre de su niño cuando el accidente ocurrió. «¡Qué ironía y tal vez qué horrible castigo!», pensó. A imitación de Freezer y de Nappa, él se había relamido cuando derramaba la sangre de algún oponente… y ahora era su hijo la víctima… «¡Oh, Trunks! ¿Por qué no habré sido más afectuoso contigo? ¡Tantas veces te rechacé! Es la desgracia, el estigma de no poder demostrar nada de lo que siento, esa maldita educación saiyan que me impide amar, decir que amo… Con Bulma fue más fácil, el instinto sexual me ayudó… pero con Trunks… tal vez ya sea tarde…» pensaba mientras era atormentado por los remordimientos.

«Señor, ¿no quiere entrar a la habitación? Aquí hace frío y puedo conseguirle una silla. Si se queda allí parado se agotará y no podrá cuidar a su hijo» le dijo una enfermera, compadecida de él. Pero el saiyan no le contestó, sólo se limitó a mirarla como si no entendiera sus palabras, razón por la cual la mujer se alejó, dudando de su buen juicio. Entonces Vegeta siguió pensando cómo era posible cambiar a esa altura de su vida… sin duda era imposible… y si Trunks moría… ya nada importaba. Por su mente cruzó la imagen de un adorno que les habían regalado, un barco en miniatura dentro de una botella… tenía todo para navegar, para salir al mar, pero estaba encerrado… como él en sí mismo y sin esperanzas ya.

«¡Ah, Kakarotto –pensó– hasta en eso me superaste! ¡Tú sí que sabías amar a tu hijo!» y con el corazón destrozado recordó cómo Gohan se abrazaba a su padre y cómo se querían. Si en lugar de estar su pequeño en peligro de muerte estuviera él, el niño no tendría motivos para llorarlo, ya que siempre fue un bastardo con su familia. «Yo debería estar agonizando, no él. Pero las cosas son así, parece que son los buenos los que mueren, mientras que los malos nos pudrimos en el mundo» pensó mientras sonreía amargamente. En ese instante despertó Trunks «¡Oh, mamá, me duele mucho!» balbuceó, mientras que Vegeta se acercaba a la cama, infinitamente aliviado, pero sin poder hablar casi, y sin demostrar lo que sentía. «Papá ¿lo hice bien? No se preocupen, pronto estaré bien, me siento mejor» musitó el niño. Bulma lo abrazó, llorando, mientras que Vegeta, casi sin darse cuenta, tocó con las palmas el aire a su alrededor, como palpando las paredes de vidrio de la botella del barco que ya simbolizaba para él su incomunicación con los seres que más amaba. Desesperadamente quiso decir algo a su mujer y a su hijo, quienes lo miraban esperando algo de él. Pero nada salió de su boca más que una leve sonrisa y una inclinación de cabeza destinada al niño, como mostrándole su aprobación. Inmediatamente salió del hospital, voló a su casa, profundamente frustrado y angustiado y se puso a entrenar al máximo en la cámara de gravedad. Tal vez otro día lo lograría… no debía perder las esperanzas… ésta era una nueva batalla para librar. Y siguió entrenando.