The First Dawn

por Nyaar

Continuación de «Don’t be silly!»

«Debe de estar al llegar», pensó Bulma mirando su reloj. Efectivamente, cuando pasaban treinta y tres minutos de las siete, llamaron a la puerta. La mujer cruzó el salón y abrió la puerta, encontrando a la persona que estaba esperando. «Konban wa, Yamcha. Vamos, entra y siéntate». La mujer cerró la puerta y comenzó a andar hacia las escaleras que conducían al piso de arriba. «Espérame aquí, enseguida vuelvo». Tras decir esto, desapareció en el piso de arriba. Iba a cambiar sus zapatillas, puesto que había pensado que sin duda alguna se las mancharía al andar con la tierra y realmente no la apetecía nada.

Yamcha observó el salón de la Capsule Corp unos instantes y se sentó sobre un mullido sillón blanco que se encontraba cerca de una mesa de cristal, dejando que su mente divagara, recordando los tan dulces momentos que habían pasado sobre él no hacía más de un mes…

Las pisadas de Bulma le alejaron de sus ensoñaciones. Se levantó algo ruborizado por haber recordado cierto momento especial y se acercó a la puerta, justo en el momento en el que la mujer llegaba al salón.

«Eh, Yamcha, ve fuera y elige el sitio que más te guste para empezar, que voy a por los utensilios. Ahora te alcanzo», dijo con una sonrisa.

Él asintió y salió fuera, comenzando a andar por el paseo empedrado del jardín, observando centros de petunias y macizos de margaritas de muchos colores que él mismo había ayudado a plantar. Tras pasar por debajo de un arco formado por rosales trepadores, se acercó a un joven roble del que se veían algunas ramas secas. Utilizando su ki, se elevó hasta dichas ramas y sacando las tijeras de podar que había traído de su casa del bolsillo trasero del pantalón, las podó tal y como le había enseñado Bulma.

La verdad es que al principio él odiaba todo lo que tuviera que ver con plantas y vegetales, pero Bulma le dijo que la gustaría mucho que aprendiese jardinería para poder ayudarlas a ella y a su madre en el tremendo jardín de la Capsule Corp. A pesar de que no quería, lo hizo por no llevarla la contraria y curiosamente le acabó gustando, dedicándose a ello como hobby en su casa y ayudando a la mujer en su jardín.

Paseando, llegó a una parte en la que habían estado trabajando recientemente, un lugar donde los árboles eran aún pequeños y desde donde se podía ver la cámara de gravedad. Se paró y apretó los puños con fuerza, destrozando las secas ramas del roble que aún llevaba en su mano. Todavía no había aceptado que Bulma le hubiera cambiado por aquel hombre. No comprendía qué demonios había podido ver en ese bastardo insensible. Aún se preguntaba si habría conseguido hablar con él o si sólo le atraía por su físico. «Imposible», pensó, «¿Cómo se podría enamorar alguien del físico de un enano pelopincho?». Sopló con disgusto mirando hacia la cámara y de repente se dio cuenta que había algo anormal en toda aquella historia. Estaba negando asuntos evidentes, cegado por los celos. Era evidente que el Saiya tenía mucho mejor cuerpo que él, cualquiera podría decirlo, pero él conocía a Bulma, y ella no era una mujer que se enamore sólo por el físico, por lo que debía de haber algo más…

Apretó los puños con rabia, mirando fieramente hacia la cámara, sin darse cuenta de la presencia de Bulma

«Eh, Yamcha», le dijo tocando su brazo. «Te ocurre algo?»

«Eh… no, nada Bulma», dijo el muchacho riendo nerviosamente. «Vamos, mira, ese es el lugar que he elegido…»

Yamcha comenzó a andar hacia un pequeño claro, aún más cerca de la cámara donde entrenaba el Saiya tan duro como de costumbre. Bulma se encogió de hombros y siguió a Yamcha.

El joven, que estaba agachado cavando un hoyo para plantar un pequeño arbusto, se incorporó rápidamente

«Qué ocurre, Yamcha?», preguntó la mujer inquieta por la reacción de su amigo

Él miró hacia la cámara de gravedad. Estaba sintiendo cómo crecía a cada segundo la energía del Saiya, tanto que parecía llegar al infinito.

De repente, un resplandor dorado surgió desde dentro de la cámara y salió por sus ventanas antes de que ésta saltase por los aires.

Yamcha se colocó delante de Bulma para protegerla de la onda expansiva y de los escombros que salían despedidos a causa de la explosión. Ésta había destrozado más de media cámara y Yamcha consiguió vislumbrar en su interior a través del humo una silueta que desprendía destellos dorados justo antes de que el resto de la cámara se desplomase.

Al oír el estruendo, Bulma, que no se había dado cuenta de lo que había pasado, se asomó por detrás de la espalda de Yamcha y abrió la boca totalmente asustada cuando descubrió una montaña de escombros donde antes se encontraba entrenando su Saiya.

Empujó a Yamcha a un lado y corrió hacia el lugar totalmente desesperada, comenzando a quitar los escombros que le cubrían. De repente, una mano surgió de entre los cascotes, asustando a la mujer, que cayó hacia atrás y quedó sentada en el suelo.

Vegeta surgió de entre los escombros, jadeando. La sangre salía por las numerosas heridas en todo su cuerpo y su pelo negro estaba totalmente enmarañado. Avanzó unos pasos, tambaleándose, con la vista perdida en el horizonte.

Bulma se levantó del suelo, susurrando su nombre: «Vegeta…»

Él bajó los ojos hacia la mujer antes de desplomarse sobre los cascotes

«¡¡Vegeta!!», exclamó Bulma escalando los escombros para intentar llegar a su lado

Antes de que ella llegara, él se incorporó de nuevo e intentó levantarse, lo que consiguió tras algunos intentos fallidos.

Cerca de él, Bulma le regañó: «¡Vas a terminar con ese entrenamiento tan bestia ahora mismo, Vegeta! ¡Vas a conseguir acabar con tu vida antes que llegar a ser un SSJ como Gokuh si no lo dejas!»

«No hará… falta…», dijo con dificultad esbozando una pequeña sonrisa antes de desplomarse de nuevo

Bulma colocó su cabeza sobre sus rodillas y acarició su frente suavemente, manchándose la mano con su sangre, que resbalaba por su cara contraída por el dolor. En ese momento se fijó en sus heridas, que al principio no la habían parecido importantes pero, tras mirarlas de cerca, descubrió que eran más graves de lo que ella había supuesto

«L-lo… con…seguí…», musitó antes de quedar inconsciente sobre la mujer.

«¡¡Yamcha, llama a un médico!! ¡¡Rápido!!», le urgió muy preocupada.

El joven, que había contemplado la escena desde lejos, reaccionó ante las palabras de Bulma. Tras musitar algo que la mujer no entendió, corrió hacia la casa.

Ella le siguió con la vista hasta que se perdió en el interior. Luego bajó la mirada hacia el hombre que tenía sobre sus rodillas y suspiró. Yamcha aún no había perdonado que hubiera elegido al Saiya antes que a él. Cuando levantó la vista, descubrió que el joven ya había regresado.

«Por favor, ayúdame a llevarle dentro…», pidió ella.

Yamcha miró al cuerpo inconsciente primero y luego a los ojos azules de la mujer. «Por favor…»

Él suspiró y le levantó, colocándole sobre su hombro. «Que conste que esto lo hago por ti y no por él», dijo duramente. Bulma no pudo más que sonreír débilmente a sus palabras antes de guiarle hasta una habitación, donde Yamcha le dejó acostado.

Al momento, llamaron a la puerta. Bulma iba ir a abrir, pero el joven se le adelantó: «Quédate aquí, ya voy yo».

Ella le sonrió y él bajó a abrir.

En un momento el médico estaba vendando las heridas del Saiya. Cuando terminó, colocó una mascarilla de oxígeno en su cara

«¿Se pondrá bien, doctor?», preguntó la mujer.

«Seguro que sí, pero necesita descansar. Creo que no he visto a nadie tan cansado en mi vida…», comentó el doctor acercándose a la puerta. «De todas formas, llámenme si para mañana no ha despertado, ¿de acuerdo?».

«De acuerdo. Gracias por venir».

El médico hizo un saludo con la mano y se marchó de la habitación. Pocos segundos después, el sonido de la puerta al cerrarse les indicó que se había marchado.

Yamcha, que había estado todo el tiempo en la puerta de la habitación, se decidió a hablar «Bueno Bulma, veo que hoy no vamos a dar clase de jardinería» –Dijo el joven sonriendo y medio en broma– «así que me voy. Mañana volveré para ver cómo estás»

Cuando se iba a marchar, Bulma le llamó «Yamcha…»

Él se giró y vio que la mujer se había acercado a él «Gracias por todo, Yamcha, eres un sol…» Le dijo dándole un beso en la mejilla. Él sólo sonrió y besó su frente; luego se marchó.

Bulma colocó una silla cerca de la cama y se sentó en ella «El bueno de Yamcha… sería capaz de ir a la Luna si yo se lo pidiera…» Pensó con un suspiro

Acto seguido, cogió entre las suyas la mano de Vegeta y entonces, en su muñeca pudo ver el corte que ella misma se había hecho tres semanas atrás…

Vegeta andaba hacia su cuarto con la intención de ponerse una camiseta para marcharse durante unas horas lejos de la ciudad. En el momento que atravesaba un pasillo, Bulma pasó corriendo a su lado, llorando y llevando un cuchillo en su mano. Le empujó contra la pared en su frenética carrera y entró en el baño, cerrando la puerta de golpe.

«¡¡Maldita sea, mujer!! ¡¡Vuelve a hacer eso y…!!»

«¡¡DÉJAME EN PAZ!!! Déjame en paz…» El fuerte grito del principio se convirtió en petición entre sollozos «nunca más volveré a molestar a nadie…»

El Saiya miró hacia la puerta cerrada y frunció el ceñó, pensando que era otra tontería humana. Cuando se iba a marchar, de pronto, algo se le pasó por la cabeza «El cuchillo…» Pensó inconfortable

«¡Mujer, abre la puerta!» Ordenó

«¡Vete! Déjame…» Respondió entre sollozos

«¡No me obligues a tirar la puerta, mujer! ¡Abre de una vez!»

Como ella no le contestaba, con un certero golpe rompió la cerradura de la puerta. Al entrar, descubrió a Bulma cortándose la muñeca derecha con el afilado cuchillo

«Se puede saber qué demonios estás haciendo?»

«¡¡A-atrás!! ¡¡Atrás o te apuñalo!!» Dijo empuñando el cuchillo, amenazadora

«¿Qué se supone que vas a hacer? ¿Matarme antes de acabar con tu vida? ¿Y eso de qué te va a servir? Los humanos tenéis unas ideas realmente estúpidas…» Dijo fastidiado

«¡Cállate! ¡A ti que te importa si me suicido! ¡No es asunto tuyo!»

«Lo ves? ¡Además de ser la mujer más fea que he visto, estás como una cabra! A mi me da lo mismo si te suicidas o no, lo que me parece una tontería es la razón» Explicó cruzando sus brazos «Es una completa estupidez que te quites la vida por un patético humano como ese Yamcha»

«¡¿Qué?! ¿Cómo te has enterado?»

«Con las voces que habéis dado, hasta Kakarot en su nave espacial se habrá enterado» Exageró, acercándose más a ella

«¡Estate quieto! ¡¡Estate quieto o te juro que te apuñalaré con él!!»

«Dame ese cuchillo» Dijo cada vez más cerca

La mujer cumplió su amenaza y dirigió su mano contra él, con la intención de clavarle el cuchillo. Él, con mucha calma, sujetó la muñeca de la mujer cuando la punta del cuchillo se hallaba a escasos centímetros de él.

«Una mujer como tú no debería dejar que un baka como Yamcha le incitara a cortarse las venas por él. No se merece semejante honor» Dijo con suavidad

Se escuchó el tintineo del cuchillo al caer al suelo de baldosas. Acto seguido, la mujer se desmayó por la pérdida de sangre.

Él la cogió en sus brazos y la llevó a una habitación, donde vendó su muñeca para que dejara de sangrar y la dejó descansar.

Cuando se despertó y se encontró en el cuarto, deseó saber si él la había llevado hasta allí…

Vegeta abrió los ojos lentamente y se quitó la mascarilla de oxígeno «Qué ha pasado?» Pensó tocando las vendas en su cabeza. Al ir a mover su brazo derecho, encontró que algo lo aprisionaba. Giró sus ojos y vio que la mujer tenía su mano entre las suyas y la cabeza apoyada en su brazo.

Una pequeña sonrisa cruzó su cara y con mucho cuidado para no despertarla, sacó su brazo de debajo de ella. Se levantó sin hacer ruido y salió después de la habitación.

Nunca había pensado que le importara tanto a la mujer como para estar toda la noche a su lado.

«Humanos…» Pensó «Siempre preocupándose demasiado…»

En ese momento, algo contradictorio a sus pensamientos le impulsó a volver sobre sus pasos. Dentro de la habitación, cogió una manta de la cama, se la echó a la mujer por los hombros y acarició su cara suavemente.

Después de esto, dejó la habitación y salió fuera, con la intención de ver amanecer. Puede que después de todo, el también se preocupara por alguien…

Al llegar fuera y ver el sol comenzar a elevarse en el cielo, intuyó que ese iba a ser un nuevo amanecer; el primer amanecer de una nueva vida.

Tras esto, se elevó a la altura del astro y los rayos dorados que de la esfera surgían se mezclaron con los cabellos rubios del Saiya, convertido en SSJ…