El Dios Noliyu

Capítulo 27: "Epílogo"


Cuando Gohan recobró nuevamente el conocimiento, tosió involuntariamente; estaba lleno de polvo, debajo de unos escombros y le costaba respirar gracias a ellos. En un primer momento no recordó dónde estaba ni qué había pasado. Recordaba vagamente la imagen del señor Piccolo, abrazándolo cálidamente, pero enseguida desechó la idea... él estaba muerto, igual que los otros... igual que su padre...

Todos muertos gracias a él, por sus manos, por su maldito poder saiya... y no podrían regresar.

Entonces decidió abrir sus ojos, ahora llenos de lágrimas y la primera imagen que pudo vislumbrar fueron las nubes impecablemente blancas en el cielo azul claro; su movimiento lento y calmado le produjo cierta sensación de tranquilidad, pero ésta enseguida desapareció al darse cuenta que una gruesa capa de polvo lo cubría por completo y comenzó a sentir un punzante dolor en su brazo derecho, intenso... su mano izquierda hizo a un lado todos aquellos extraños fragmentos que cubrían su diminuto cuerpo infantil y se posó sobre la herida que sangraba, manchando su ropa y manos, notando que era cálida y abundante...

Se puso en pie lo más rápido que sus magulladuras le permitieron, pero enseguida volvió a caer producto del asombro que provocó la desolación que lo rodeaba por completo... El antaño Templo de Dios completamente en ruinas. Pero... ¿qué había pasado? ¿Y cómo había llegado hasta allí? Fueron los primeros pensamientos que pasaron por su mente confundida, y volvió a pensar en su sensei y en que éste se encontraba en el templo cuando soñó con él... pero... quizá aquello no había sido un sueño, después de todo... no pudo evitar reflexionar.

Igual eso no explicaba lo sucedido. Ichiro estaba muerto, estaba muy seguro de ello y, que él supiera, no había ningún otro enemigo rondando, o al menos, su padre no se lo había advertido, entonces, ¿quién había podido destruirlo todo de esa manera?

Y fue cuando lo escuchó. Un sonido, a lo lejos.

Su primera reacción fui huir y esconderse, pues no pensaba volver a combatir jamás, nunca volvería a usar su poder de ninguna manera; ya había causado suficiente destrucción. Luego agudizó sus oídos, cuando esos extraños ruidos comenzaron a sentirse más cércanos, más... conocidos.

Eran risas acompañadas de murmuraciones... pero esas voces ya las había escuchado antes, desde siempre, pues había crecido oyéndolas. Si era cierto... el niño no pudo evitar comenzar a llorar nuevamente, mientras lentamente caminaba hacia ellas, su mano conteniendo la hemorragia de su brazo, pero el dolor era algo que había pasado a segundo plano, ya no lo sentía ni le importaba.

Y en medio de la desenfrenada emoción que sentía, el pequeño saiya no notó que a pesar que oía sus voces, no podía sentir sus kis. Sólo quería llegar a ellos y comprobar que era cierto y así lavar sus culpas, el horrible pecado que había cometido al utilizar su poder en contra de los seres que amaba. Jamás se lo perdonaría, pero quizá ahora podría seguir con su vida...

Y cuando finalmente terminó de rodear los escombros de la Plataforma Celeste, pudo verlos... a todos. Era increíble, pero cierto. Podía ver a su padre conversar alegremente con el señor Piccolo, y también Yamcha y Ten y Krilin, ¡todos estaban allí! Su aparente alegría contrastando con la horrenda miseria que los rodeaba, como si fueran incapaces de percatarse de ella. ¿Cómo era posible?

De todas formas no le interesó la respuesta en esos momentos, sólo quería aproximarse a ellos y... saber que era cierto, simplemente eso. Nada más era importante, nada...

Entonces su padre dejó de conversar y giró su rostro bruscamente, clavando sus ojos azabaches en los de su hijo. Gohan no pudo contener un fuerte estremecimiento cuando notó una chispa maligna en ellos, era algo que no había visto antes... aunque desapareció enseguida, perdiéndose en las profundidades de su mirada, ahora cálida, tal y como la recordaba.

"¡Hey, Gohan...! Pero, ¡¿dónde te habías metido?!", preguntó enseguida.

El niño no pudo evitar correr a sus brazos, cuando vio que éstos se habían extendido completamente para recibirlo. "¡P...papá! ¡¡Estás vivo!!", lloró entre sus brazos.

"Claro que estoy vivo... hijo. ¿Por qué no habría de estarlo, eh?", insistió, manteniéndolo abrigado en ellos.

Gohan se acurrucó en esos brazos tan queridos y anhelados, sus ojos fuertemente cerrados para no seguir llorando; lo menos que quería en ese momento es que su padre y los otros lo consideraran un llorón, ya era grande para eso...

"Pues... porque, yo los ataqué... los vi caer, en medio de mi poder y pensé... pensé que habían perecido...".

Una extraña risa siguió a sus palabras, la risa de Piccolo. "Pero ya ves que no estamos muertos, Gohan... eso no pasó. Fue sólo un mal sueño".

"¿Un... mal sueño...?".

"Así es... cómo crees que un niñito como tú podría eliminar unos guerreros tan poderosos como nosotros... eres tan ingenuo...", dijo sarcásticamente Krilin.

Gohan comenzó a sentirse incómodo. Algo no estaba bien allí... y repentinamente comenzó a sentir frío; los brazos de su padre, el aura que emanaba todo su ser se sentía desagradable... como si abrazara una cosa, no a un ser vivo, ¡y mucho menos a su papá! "Pero...".

"¿No crees que este niño es un tonto, Kakarotto?".

"Siempre lo he pensado, claro que sí, un tonto y un llorón... es una vergüenza que sea mi hijo".

"¡¡Qué!!", exclamó el niño, apartándose bruscamente de ese cuerpo que ahora le parecía repulsivo. ¿Quién había hablado? ¿Vegeta? Pero él no estaba allí.

"¿A quién buscas?", preguntó su padre, mirándolo y sonriéndole cálidamente de una manera falsa. Se le notaba a leguas.

Gohan frunció el ceño. "Tú no eres mi papá...".

El saiya sonrió más abiertamente, divertido. "Oh, sí... Para mi desgracia, lo soy", concluyó serio, mostrando nuevamente esa maldad a través de sus ojos.

Gohan dio algunos pasos hacia atrás, posando su mirada en cada uno de los guerreros y notando que cada uno de ellos había cambiado. Realmente no lo podía explicar. Físicamente eran iguales, pero sus miradas... eran diferentes, llenas de una maldad abrumadora. Hasta el señor Piccolo... él, lo mirada con odio también.

"Mientes", respondió finalmente, desafiante. No perdonaría a quien se hiciera pasar por sus seres queridos.

"Tienes un hijo demasiado rebelde, Kakarotto, ¿no lo crees?", preguntó inesperadamente Ten, con una sonrisa torcida en su rostro.

El saiya suspiró, disimulando una pena que no sentía realmente. "Así es... ¿pero qué le vamos a hacer?".

"¡Pero si puedes hacer muchas cosas!", exclamó Yamcha, cruzando sus brazos y mirando fijamente al pequeño de arriba a abajo, con desprecio. "Si me dejas, yo te lo puedo demostrar".

El otro se encogió de hombros, como si no le interesara en lo más mínimo. "Sólo quieres una excusa para divertirte, ¿no es cierto?".

"Veo que has aprendido a conocerme, ¿eh?".

"Eres demasiado latoso como para no hacerlo... En fin, has lo que quieras, pero no lo mates tan pronto, que yo también quiero divertirme con él".

Yamcha tronó sus nudillos. "¡Lo que ordenes, Kakarotto!".

Gohan sonrió. ¿Kakarotto? Yamcha dispuesto a atacarlo, ¿a él? Por más débil que estuviera en esos momentos, si este ser era realmente el guerrero que había conocido desde siempre, era una locura pensar en que sus limitados poderes humanos pudieran sobrepasar los suyos... ¡una completa estupidez! Pero, ¡¿qué demonios estaba pasando allí?!

"¡ALTO!", gritó, alzando una mano hacia Yamcha. "¿Quiénes son ustedes? ¡¿Y dónde está mi familia?!".

"¿Tu familia?", repitió el mayor de los saiyas, desconcertado.

"¡Sí! ¿Donde está mi madre? ¿Y Dende y Lunch y Bulma y los otros? ¡¿Qué han hecho con ellos?! Fueron ustedes los que destruyeron el Templo, ¡¿no es cierto?!".

Piccolo cruzó sus brazos, y por un instante, Gohan pensó que era el mismo de siempre, aunque inmediatamente desechó la idea. "Nosotros no destruimos el Templo, eso te lo puedo asegurar".

"Pero las chicas... y Dende, ellos han muerto", continuó Ten.

"¡¿Có... CÓMO?!".

"Mi más sentido pésame, Gohan –dijo el saiya, con una fingida dolencia–. Tu madre está muerta, junto al hijo que esperaba... Lamento decirte que lo único que te queda soy yo...".

Gohan quedó en shock. No... era demasiado. Su madre y hermano, muertos... y ese extraño ser diciendo ser su padre... No pudo seguir pensando, pues recibió un golpe tan fuerte en el rostro que cayó al suelo irremediablemente.

El dolor hizo que cerrara sus ojos, pero apenas los abrió, notó que Yamcha estaba sobre él, pateándolo brutalmente. El niño no opuso resistencia, aún cuando el dolor y el sufrimiento del que era víctima su cuerpo le dejaba sin aliento, no emitió ni un lamento, nada... como si estuviera muerto, muerto en vida.

"¡Deténte, Yamcha!", gritó el saiya, exasperado. Luego se aproximó y, apartando al guerrero de su camino, tomó al niño del cuello de su gi destrozado, alzándolo hasta que su mirada furiosa estuvo a la altura de la de su hijo, pero éste enseguida desvió su mirada. Era insoportable ver esa mirada de odio y rencor en el rostro de un ser al que amaba tanto... aunque no fuera en realidad su padre. "¡¿Qué maldita cosa te pasa?!".

Gohan no respondió, no tenía por qué hacerlo y esto sólo aumentó la ira del hombre que lo sostenía, así que lo agitó fuertemente, tratando de arrancarle una respuesta. "¡RESPÓNDEME, MALDITA SEA!".

"Déjame...", fue lo único que respondió.

El saiya abrió sus ojos, sorprendido a pesar de todo. "¿Es que no piensas defenderte? ¡¿NO PIENSAS CONTRAATACAR?! –silencio de parte del niño, haciendo que el hombre moviera su cabeza hacia ambos lado, en desaprobación–. definitivamente no puedo creer que tenga un hijo tan patético... ¡y tan cobarde!".

"Yo. No. Soy. Tu... ¡¡HIJO!!", bramó el chico, su orgullo saiya imponiéndose a pesar de todo.

El saiya sonrió nuevamente. "Claro que lo soy, aunque no te agrade la idea. ¿Por qué lo dudas? ¿Es que no me ves? ¡Soy yo, soy papá...!", dijo, con un gesto burlón en su rostro desfigurado por el odio.

"¡No, no lo eres! ¡Mi padre jamás hubiera permitido que lo llamarán Kakarotto! ¡Él siempre se sintió un humano, NO un saiya, y no dejaba que nadie tratara de convencerlo de lo contrario! ¡No sé quién seas, pero definitivamente no eres él...!".

"Hum... ya veo. Supongo que hablas de ese pusilánime ser al que llamaban Goku...".

Gohan se agitó, lleno de rabia al oír el comentario. "¡No te atrevas a insultarlo, maldito...!".

Un fuerte bofetada lo obligó a callar. El ser que afirmaba ser su padre se la propinó sin ningún remordimiento. "No me hables de esa forma, mocoso, que aún soy tu padre, ¡¿lo oyes?! –lanzó entonces una carcajada–. Veo que no lo entiendes... el hombre al que conociste y amaste, ese Goku, murió. Yo soy Kakarotto, el verdadero dueño de este cuerpo saiya poderoso... soy la verdadera esencia que debió predominar en él, sólo que no había podido despertar y salir a la luz sino hasta ahora..."

Gohan lo miró completamente confundido, sin comprender nada. Kakarotto se percató de esto enseguida y entonces, para demostrarle con hechos sus palabras, comenzó a aumentar la energía de su cuerpo, formando una intensa e incandescente aura azulada a su alrededor, una aura que el pequeño fue incapaz de sentir, por más que lo intentó.

Un ki que no podía sentir, igual al de Ichiro... pensó.

"Parece que ya lo va entendiendo", dijo Piccolo, colocándose a su lado.

"¿Tú crees? Este chiquillo es más estúpido de lo que pensé".

"Bueno, no es fácil comprender que la esencia de un ser cambie de la noche a la mañana".

"Es un ser débil... como lo era Goku, demasiado sentimental. Afortunadamente me deshice de él para siempre. ¡Su nobleza siempre me causó nauseas!".

"¡Igual que a todos nosotros! –dijo Krilin, adelantándose también–. Menos mal que esas esencias inútiles han desaparecido por fin... ya era hora de que tomáramos dominio de estos cuerpos que son nuestros por derecho".

"Fue demasiado tiempo encerrados en lo más profundo de sus subconscientes, incluso llegué a pensar que no seríamos liberados nunca", opinó Yamcha.

"Y si no fuera por el brillante plan de Noliyu, así sería, créeme. Quién iba a pensar que esas mujeres miserables eran tan importantes para ellos... y que verlas morir despertaría la energía y la ira necesaria para dejarnos salir a nosotros...", repuso Ten. Todos ahora formando un círculo alrededor de Kakarotto y su hijo.

"Ciertamente fue una fortuna para nosotros".

"Es cierto, Piccolo. Ahora sólo queda solventar un detalle... No quiero ningún recuerdo del pasado vergonzoso de mi cuerpo y mucho menos a este chiquillo necio. ¡Es hora de eliminarlo!".

Kakarotto alzó su mano libre, colocándolo en el diminuto pecho que se movía al compás de la respiración dificultosa del pequeño que era su hijo, su misma sangre... se deleitó cuando sintió que ésta se aceleraba, producto del miedo que debía estar invadiendo a su espíritu en sus momentos finales.

¿Suplicará por su vida? Se preguntó, divertido, comenzando a formar una bola de energía en su mano.

No... no lo hará, se respondió a sí mismo, pues a pesar de todo, es mi hijo... y no perderá el escaso orgullo que aún debe tener.

El niño observó a Piccolo y luego a Kakarotto. Estaba adolorido y asustado... muy asustado. A pesar que lo había escuchado todo, las palabras se habían arremolinado en su mente embotada y no había logrado entenderlo todo.

Pero sabía lo más importante: Esas personas que tenía delante, no eran los amigos y familia que había visto en su vida, desde que fue consciente de su propia existencia. Su padre, el señor Piccolo, Krilin y los otros... ellos habían muerto y lo que observaba ahora eran sus conchas, ocupadas ahora por otros seres con una maldad superior a ninguna otra que hubiese visto nunca.

Ya nada importaba, su madre estaba muerta también y ahora sólo deseaba morir finalmente y reunirse con ellos en el otro mundo... pensar en ello lo llenó de una sensación gratamente reconfortante. Entonces sonrió, sin importar nada, ya no podían tocarlo ni hacerle ningún daño, pues su espíritu ya estaba lejos... inmerso en viejos y felices recuerdos de su vida pasada. Allí esperaría mientras llegaba el momento final.

Cerró sus ojos cuando la esfera de energía que crecía de tamaño en su pecho le dejó enceguecido. Quizá habría podido luchar, ¿pero para qué? ¿Por quién? Ya no quedaba nadie por quien hacerlo... ya no quedaba nada.

Y finalmente, cuando escuchó la palabra, cuando Kakarotto sentenció: "Muere...", sintió que un dolor desgarrador atravesaba su pecho, lanzándolo de espalda, contra el suelo a lo lejos... y pudo sentir el dolor que le produjo chocar con él, la sangre que abandonaba su cuerpo a borbotones por la profusa herida de su pecho, por su boca... cómo descendía en ríos rojizos por la comisura de sus labios hacía su cuello, esparciéndose por el suelo que una vez fue blanco y resplandecía producto del Sol.

Una vez más pudo observar al cielo, las nubes viajando apaciblemente sin rumbo fijo, llenándolo de una paz indescriptible. Ya no había dolor...

Su último pensamiento fue para su madre. Ya pronto te veré, mamá... susurró, casi inaudiblemente, pero no importaba, pues el mensaje era sólo para él.

Y entonces sus ojos azabaches se cerraron... para siempre.

~*~

Sonoros aplausos inundaron el lugar, Kakarotto desvió su mirada y sonrió al recién llegado.

"Conmovedora escena, Kakarotto. Definitivamente digna de ti".

"Muchísimas gracias, Vegeta. Hice mi mayor esfuerzo", se burló, haciendo una reverencia.

"¿Dónde estabas? –preguntó, Krilin–. Estábamos esperándote".

"Terminando de resolver algunos asuntos. Por cierto, ¿han notado que la puerta dimensional que abrió Noliyu está cerrada?".

"¡¡Es cierto!!", exclamaron al unísono.

"Hum, seguramente fue ese Kaioshin. Ya me extrañaba que no se hubiese aparecido por aquí para causar problemas", reflexionó Piccolo.

Kakarotto rió a carcajadas, feliz. "La situación no podía ser más perfecta... sin Noliyu aquí, podremos hacer lo que nos plazca".

"Ya lo había pensado. No hay nadie que nos estorbe –dijo Vegeta, cruzando sus brazos, divertido–. Ni ese imbécil de Kaio... él no es nada para nosotros juntos".

"Así es".

Todos se quedaron mirando, observándose en silencio, pero sabiendo que el mismo pensamiento cruzaba sus mentes.

Había llegado el momento de comenzar la conquista.


F I N
de la primera parte


Índice