La Compañera – Prólogo

Fanfic: La Compañera

Gohan volaba apresuradamente. Era medianoche y todavía le faltaba reunir una de las Esferas del Dragón. Esperaba que su madre no notara su ausencia, aunque desde que Goku había muerto, hacía ya un año, ella había dejado de ser tan sobreprotectora con él.

Involuntariamente recordó los primeros meses, luego de la derrota de Cell. Milk había estado muy deprimida con la muerte de su esposo, lloraba todo el día, no dormía ni comía. Permaneció en ese estado hasta que nació su segundo hijo Goten. El bebé le había devuelto la sonrisa a su madre. Era su consuelo y alegría. Ese niño había logrado que Milk finalmente pudiera superar, al menos en parte, el haber perdido a su adorado Goku.

Pero con Gohan había sido distinto… él no podía superar su pérdida… perder a su padre, ahora definitivamente, era lo más doloroso que había tenido que enfrentar en sus trece años de vida… pensaba que todo había sido su culpa… si le hubiese hecho caso a su padre cuando le dijo que exterminara a Cell… ahora estaría con vida, junto a ellos, como antes cuando eran una familia… ¡cuánto dolor había causado su inmadurez!… no había ni una mirada de reproche en los ojos de su madre, ni un comentario acusador proveniente de sus amigos, pero no eran necesarios. Él, como todo el mundo, sabía que era responsable de su muerte…

Comenzó entonces a evocar malos recuerdos de la batalla. Vio a su padre. Era como si viviese todo nuevamente… Cell a punto de explotar y volar todo el planeta en mil pedazos, y él… Goku junto a su hijo… despidiéndose… luego… nada… sólo su muerte y un gran vacío en su corazón que nunca nadie podría llenar…

Y a partir de ese día, la pena del niño se hizo más grande. Día con día, revivían las mismas escenas en su cabeza… viendo morir una y otra vez a su padre… la misma pena… el mismo nefasto final…

El cielo, poco a poco empezó a nublarse haciendo que la noche, hasta ahora hermosa y estrellada, se tornara oscura y tenebrosa… Gohan seguía volando a toda prisa sin notar esto. Lloraba amargamente, como casi todos los días desde que Goku había sacrificado su vida por salvar a la Tierra de Cell. Las lágrimas le impedían ver con claridad, así que no se percató de que cada vez volaba más bajo, hasta que fue demasiado tarde… y pasó lo que tenía que pasar… el niño chocó estrepitosamente con unos árboles y cayó al suelo muy adolorido.

Al caer, la bolsa que llevaba en su cintura se rompió y seis esferas anaranjadas se esparcieron en el piso… Gohan, aún aturdido por el golpe y lleno de rasguños, cerró sus puños con fuerza y golpeó el suelo. ¡¿Es que nada le podía salir bien?!, pensó al tiempo que se levantaba y sacudía el polvo de su ropa. Trató entonces de encontrar las esferas, pero la oscuridad de la noche le hacían muy difícil su labor.

Mientras buscaba, siguió meditando sobre su vida. Desde que habían logrado derrotar a Cell, él se había vuelto un niño muy solitario. No hablaba mucho ya que se había encerrado en sí mismo. Su madre, viendo esto, le había sugerido que asistiera a una escuela normal donde pudiera hacer amistad con otros niños de su edad, pero él se había rehusado. La única persona que soportaba cerca en esos momentos era a Piccolo…

«¡Rayos!, no puedo encontrarlas, bueno, mejor me transformo en SSJ, así podré hallarlas rápidamente», dijo para sí, el tiempo que se transformaba.

Y en efecto, todo el lugar se iluminó haciendo que todas las esferas fueran fáciles de encontrar. Cuando las tuvo todas reunidas nuevamente, sacó su radar del dragón y lo accionó. Seis puntos luminosos aparecían reunidos en un mismo lugar, mientras un séptimo punto se encontraba a unos pocos kilómetros de su posición actual.

«¡Sí!, ya estoy cerca de la última esfera, debo apresurarme», dijo al tiempo que alzó el vuelo rumbo a ese paraje…

Mientras se dirigía al sitio donde se encontraba la esfera, pensaba en Piccolo. Él había sido su sensei por mucho tiempo, además, era su amigo. Después de su padre, era la persona que más respetaba en todo el universo. Pero el pequeño saiya sentía que había un vínculo que los unía más allá de la amistad o el respeto. Los unía su soledad… es verdad, ambos estaban solos en la vida, por eso se entendían tan bien. Podían estar juntos por horas, aún sin hablar, ya que el silencio no los incomodaba, al contrario, los confortaba… lo disfrutaban… Desde lo de Cell, Piccolo había sido un gran apoyo; sin él, no hubiese podido sobreponerse del golpe recibido por la muerte de su padre, a pesar que no lo había hecho por completo. Por él, por su madre y su hermano Goten, trataba ahora de seguir adelante con su vida a pesar de todo el dolor, la pena y la culpa que anidaban en su corazón… Sí, por Piccolo pediría ese deseo…

Luego de un rato, Gohan finalmente llegó al lugar que le indicaba el radar. Las nubes seguían manteniendo la excesiva oscuridad de esa noche sin Luna, así que una vez más, el pequeño tuvo que transformarse en SSJ y actuar como linterna para poder cumplir su objetivo: reunir las siete esferas e invocar a Shenlong.

Le costó un poco: a pesar de la iluminación, el lugar estaba lleno de maleza y tuvo que buscar largo rato antes de poder encontrarla. Luego de una hora de intensa búsqueda, pudo reunir todas las esferas… al verlas, sus ojos brillaron llenos de emoción.

«¡Al fin!», pensó lleno de alegría. Finalmente podría hacer algo bueno por alguien.

Las esferas comenzaron a brillar, lo que indicaba que estaban listas para cumplir su función. El saiya se les quedó mirando unos instantes antes de actuar, había esperado todo un año para poder pedir ese deseo, y ahora finalmente podría hacerlo… Se acercó a ellas y gritó a todo pulmón:

«¡SAL, SHENLONG, Y CUMPLE MI DESEO!»

Apenas dijo esto, las nubes comenzaron a moverse rápidamente, al tiempo que truenos y relámpagos comenzaron a sentirse por doquier. La Tierra, poco a poco, comenzó a quedar en penumbras…

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Piccolo se encontraba meditando sobre una enorme cascada cuando, de repente, comenzó a sentir que el cielo se estremecía… Las nubes corrían apresuradamente unas tras otras, y vientos huracanados azotaban todos los rincones del planeta. Supo al instante lo que esos cambios climáticos significaban.

«¡Oh, no! ¡Alguien ha invocado a Shenlong! Pero… ¿quién? Debo averiguarlo», dijo al tiempo que apresuradamente volaba en la dirección en donde podía sentir a todas las esferas reunidas… cualidad que tenía desde que se había fusionado con el antiguo Kamisama de la Tierra.

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El majestuoso Shenlong hizo su aparición ante Gohan. ¡Era increíble!, no era la primera vez que el niño lo veía, pero aún así estaba sorprendido, y para qué negarlo, algo intimidado ante su presencia… Su enorme poder podía sentirse sin mucha dificultad, y el saiya se le quedó mirando casi hipnotizado, hasta que el Dragón finalmente habló. Y a Gohan le pareció que esa voz sería escuchada en todo el planeta.

«Tú, niño, has reunido todas las esferas, por ello te concederé dos deseos», dijo el dragón.

Al escucharlo, el pequeño sonrió. El momento había llegado…

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Piccolo volaba a toda velocidad, sentía que Shenlong había resurgido de las esferas. Era increíble que ya hubiese pasado un año desde la derrota de Cell y la muerte de Goku… Tenía un mal presentimiento… Esperaba llegar a tiempo…

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Gohan dio dos pasos al frente. Tenía algo de miedo de que su deseo no fuera concedido, pero aún así debía intentarlo. Ojalá diera resultado.

«Shenlong, sólo tengo un deseo que pedir; luego que lo cumplas puedes irte», expresó el saiya finalmente.

«Bien, lo que tú digas», respondió Shenlong.

El niño suspiró y luego de pensar unos instantes en cómo pediría su deseo, habló finalmente.

«Mi deseo es…»

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El namekuseijin pudo ver cómo, en la lejanía, Shenlong desaparecía y las esferas, ahora convertidas en piedra, volaron en todas direcciones a través del firmamento.

«¡Demonios!, llegué tarde… y ahora, ¿quién sabe lo que habrán pedido como deseos? Espero que esto no signifique nuevos problemas», pensó muy consternado.

Repentinamente pudo sentir un Ki conocido. ¡Era Gohan!, pero… no estaba solo, había alguien más con él. No podía reconocerlo a esa distancia; aunque su vista era excelente, la oscuridad de la noche le impedía ver con claridad. Al menos, ahora estaba más tranquilo: si Gohan había pedido los deseos a Shenlong, seguramente no representarían un peligro para el planeta, aunque tampoco podía dejar de lado su instinto, y éste le decía que algo malo pasaba… Así que se apresuró en llegar hasta donde se encontraba el niño y su acompañante.

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Gohan estaba parado, mirando fijamente a la persona que tenía delante, cuando sintió un Ki conocido acercándose a ellos.

«¡Vaya!, el señor Piccolo se aproxima. ¡Qué bueno!, así ya no tendré que buscarlo», dijo Gohan lleno de alegría.

Esperó unos minutos hasta que Piccolo finalmente llegó al lugar. Se posó con suavidad y caminó hacia donde se encontraba la pareja. Cuando estuvo a unos metros de distancia, repentinamente se detuvo y comenzó a temblar…

«¡Hola, señor Piccolo!», dijo el niño sonriente.

«Gohan, tú invocaste a Shenlong… Pero… ¡¿qué has hecho?!».

Piccolo miraba fijamente a la persona que tenía enfrente, pero aún así no podía creer lo que veía… era… imposible…

Gohan tomó de la mano a la persona que lo acompañaba y le dijo:

«Ella es Piccolina… Yo pedí una compañera para usted a Shenlong … ¿Le gusta su nombre?, yo lo elegí».

Luego volteó hacia la mujer y le dijo:

«Piccolina, él es Piccolo y será tu compañero de ahora en adelante».

«¡¿ÉSE FUE TU DESEO?!», dijo Piccolo muy sorprendido señalando al compañero de Gohan.

«Ajá, es que usted está tan solo, que yo quería que tuviera una pareja de su propia raza», respondió el niño inocentemente.

Un relámpago repentino iluminó el cielo y entonces Piccolo pudo ver con claridad el deseo de su pupilo… Era verde y con antenas como las de él… ¡era namekuseijin! Pero… sus formas y rostro eran de mujer… ¡Ella era una mujer!… también… llevaba puesto un traje idéntico al suyo, pero sin la capa y el turbante blanco.

«E-Ella… es… una… namekuseijin… m-mujer…», dijo Piccolo muy pálido y casi desmayado por la impresión.

Lo que veía no era natural, ya que la raza namek era unisexo, es decir, no eran ni hombres ni mujeres. Llegado el momento, y si lo desean, los namekuseijins tienen su descendencia a través de huevos que expulsan por su boca. Shenlong acababa de crear una nueva raza: ¡Una mujer Namekuseijin!

«¡Claro que es una mujer! ¿No es bonita?», expresó Gohan.

Piccolo miraba a Gohan y a la vez a la mujer…

«Veo que no sabes nada de la raza namekuseijin… ¿No notaste nada extraño cuando fuimos al planeta Namek?».

«¿Extraño?… Pues… a ver…», el niño se quedó unos instantes pensando en la pregunta de su sensei, «La verdad… es que… no, señor Piccolo, no noté nada raro».

Piccolo colocó una mano en su rostro como gesto de desesperación.

«¡Qué tonto! ¿Cómo pudo no notar que no habían mujeres en Namek? ¡Vaya!, por algo es hijo de Goku. Ya salió a relucir su herencia genética», pensó.

Su cerebro funcionaba rápidamente tratando de encontrar una solución para su situación. Por un lado estaba esta mujer, primer espécimen de una nueva raza creada por Shenlong. Y por el otro estaba Gohan, ¡estaba tan feliz! Desde la muerte de su padre no lo veía tan animado, realmente pensaba que había hecho algo bueno por él, y la verdad, no tenía corazón para desilusionarlo.

«¿Se encuentra bien, señor Piccolo? ¿No le agrada mi deseo?», preguntó el saiya, algo preocupado de que no le gustara su nueva compañera.

Luego de unos instantes de gran debate interior, Piccolo suspiró como gesto de resignación, y dijo finalmente:

«Si me gusta, Gohan. Muchas gracias», respondió con una sonrisa forzada.

El niño se puso feliz y Piccolina también. Apenas Piccolo dijo esto, ella salió corriendo hacia él. Al llegar hasta donde estaba, lo abrazó con fuerza. Por la impresión, el namekuseijin no pudo mantener el equilibrio y ambos cayeron al suelo…

«¡Qué bueno que me aceptas! –dijo ella finalmente– ya pensaba que no lo harías».

«¿Cómo pudiste pensar tal cosa?», respondió irónico Piccolo, al tiempo que pensaba: «Bueno, al menos sabe hablar… y piensa».

«Me alegra estar viva… a tu lado».

Luego que dijo esto, lo besó apasionadamente en los labios. Piccolo estaba muy sorprendido… ella se levantó y se dirigió hasta donde estaba el pequeño saiya. Mientras, el namekuseijin se levantaba; al hacerlo se limpió los labios y comenzó a escupir. Era la primera vez que lo besaban, y la verdad, no sabía por qué le gustaba tanto a los humanos. A él no le había parecido la gran cosa.

Piccolina tomó las manos del niño y le dijo:

«Gracias, amiguito, no te preocupes, cuidaré muy bien de Piccolo. Yo lo protegeré».

«M-Me… p-protegerá…», pensó Piccolo al tiempo que tragaba saliva. Eso que dijo no le había gustado nada. ¡Ni que fuera un bebé! En ese momento, algo muy dentro de él le dijo que su vida cambiaría totalmente a partir de ese día…

«Lo sé, Piccolina. Ahora el señor Piccolo no estará solo», dijo Gohan. Estaba feliz de que su deseo hubiese sido concedido.

Ella sonrió y caminó nuevamente hacia Piccolo al tiempo que le decía:

«Bien, Piccolo. Vámonos a casa».

Él la miró sorprendido, «¿A casa? ¿Cuál casa?».

«Al sitio donde vives».

«Creo que se refiere al Templo de Dios», opinó Gohan.

«Ah, ya veo. De acuerdo, vamos», respondió Piccolo bastante fastidiado.

Apenas dijo esto, Piccolo comenzó a levitar, pero ella no lo siguió.

«¿Qué sucede? ¿Por qué no vienes?», expresó Piccolo algo molesto.

«B-Bueno… es que yo… no sé volar», respondió Piccolina algo avergonzada.

«¡Lo que me faltaba! ¡Maldición!, ahora deberé llevarla yo, ¡es una inútil!», pensó al tiempo que se acercaba a ella. «Bueno, ven, yo te llevaré».

Ella se puso feliz al oír esto. Apenas se posó sobre el suelo, lo abrazó nuevamente mientras él la sujetaba en sus brazos.

Luego que ambos se despidieron de Gohan, Piccolo se fue volando a toda velocidad. Quería llegar pronto al templo para poder quitarse de encima a la mujer. ¡Diablos!, lo sujetaba tan fuerte que no lo dejaba respirar con libertad. Además, sus manos inquietas comenzaron a recorrerlo y eso lo incomodaba, aunque prefirió guardar silencio y no decir nada al respecto.

Piccolina, en cambio, estaba emocionada. Desde que había visto a Piccolo se había quedado prendada de él. ¡Era tan guapo!, y besaba muy bien, pensó al tiempo que se ruborizaba un poco. Al principio estaba algo asustada por la altura y la velocidad a la que se desplazaban… pero ahora que la llevaba en sus brazos ella aprovechaba para recorrer todo su cuerpo con sus manos… sentía sus músculos muy desarrollados y firmes. Su color verde era muy hermoso y lo hacía ver muy varonil. Y su mirada la impresionó mucho…. era profunda, y ella sentía que podría perderse fácilmente en lo negro de sus ojos… Era el único ser adulto que había visto en sus escasas horas de vida, pero ella sentía que no existiría alguien más en todo el universo tan perfecto como Piccolo…

Suspiró entonces, estaba algo cansada, así que se recostó en su hombro y, poco a poco, comenzó a quedarse dormida…