Cuando el alma sufre – Capítulo 4

Capítulo 4: «Adaptación»

Fanfic: Cuando el alma sufre


Bulma despertó sobresaltada. Miró a su lado en la cama y comprobó nuevamente que no había sido un sueño. Vegeta no estaba.

La noche anterior había salido con Yamcha como en los viejos tiempos y, al regresar tarde, inconscientemente esperaba que «él» estuviera allí, que todo se hubiera solucionado. Que nada de lo que había pasado fuera verdad. Pero lamentablemente no fue así.

En cierto modo, Yamcha tenía razón. Debía seguir adelante como siempre lo había hecho. Hablar con él le había ayudado mucho. Se sentía mejor, aunque seguía extrañando a Vegeta. Le había llevado años construir ese amor y estaba segura que no se lo iba a sacar de encima en unos días o semanas. Tal vez nunca dejaría de amarlo.

Se vistió rápidamente y bajó a la cocina. Allí estaban Trunks y Bra tomando su desayuno.

BL: Buenos días, muchachos.

BR: Hola.

TR: Buenos días.

BL: Disculpen por no haberles preparado el desayuno hoy. Me quedé dormida.

TR: ¿Estuviste ocupada anoche?

BL: La verdad…

BR: No, Trunks, la pregunta adecuada es: ¿lo pasaste bien con Yamcha anoche?

TR: Bra… –le susurró dándole una leve patada por debajo de la mesa.

BL: Bra, Yamcha es mi amigo y nada más.

BR: ¿Amigo con derechos?

BL: ¡Ya basta! –dijo sin siquiera levantar la voz, pero se veía molesta.

Bra se levantó de la mesa, tomó su mochila y salió dando un portazo.

BL: Creo que en cierto modo tu padre sigue con nosotros.

TR: Entiendo como se siente Bra –dijo dándole un sorbo a su café.

BL: ¿Tu también crees que hay algo más que amistad entre Yamcha y yo?

TR: No, mamá. No creo eso y Bra tampoco. Lo que nos molesta es que él está aprovechando la situación para estar contigo –dijo tranquilamente.

BL: Escúchame bien, Trunks: lo que hubo entre Yamcha y yo se acabó hace muchos años porque me enamoré de tu padre. Es cierto, él ya no está aquí, pero yo no he dejado de amarlo… como él a mí –lo último lo dijo bajando la voz.

TR: Lo siento, mamá, no quise…

BL: No te preocupes, hijo. Estoy bien –dijo sentándose frente a él con un vaso de jugo.

TR: ¿Ya no tomas café en la mañana?

BL: No, Trunks. Desde hace unos días empecé a detestar el café –ambos permanecieron en silencio unos momentos–. ¿Sabes? Una vez tu padre me dijo que si seguía consumiendo tanta cafeína iba a envejecer más rápido y me iba a poner más fea –sonrió con nostalgia.

TR: ¿Él te dijo eso? –Bulma asintió con la cabeza.

BL: Creo que tenía razón…

TR: No digas eso –su ceño se contrajo en molestia–. Voy a hablar con él –dijo levantándose decididamente.

BL: ¿Qué?

TR: No puede irse así como así.

BL: No, Trunks –se puso en su camino.

TR: Pero mamá…

BL: ¡Te dije que no! Prométeme que no le dirás nada –lo sujetó de un brazo–. ¡¡Prométemelo!!

TR: De acuerdo… –dijo mirando el piso después de dudar unos momentos.

BL: ¡Ah! Ahora que me acuerdo, ya mandé que hicieran las invitaciones para tu boda –buscó unos momentos dentro de su bolso–. Mira, ésta es la muestra. Es la que habíamos acordado, ¿verdad?

TR: Sí, ésta es –dijo viendo una de las invitaciones.

BL: «Parece mentira que mi pequeñito se vaya a casar dentro de un par de meses» –pensó viendo a Trunks guardar la invitación de muestra dentro del sobre.

TR: ¿Pasa algo, mamá? –preguntó al notar que Bulma lo miraba con mucha atención.

BL: No, nada. Mejor vámonos al trabajo. Tengo muchos asuntos que atender y ya estamos atrasados.

TR: Sí, vamos.


Los días pasaron rápidamente y Vegeta ya se había recuperado casi por completo de la herida de su pierna, que era la más grave que tenía.

El tiempo que había estado viviendo en el departamento de Meredith lo había ayudado a superar en parte la situación. Ya se sentía mejor de ánimo, e incluso había llegado a conversar durante horas con ella. Había aprendido a conocerla y era una mujer encantadora, dulce, agradable, sincera y de una sensibilidad increíble. En ocasiones, por no medir sus palabras, la había hecho sentir mal. Él nunca había tenido ese problema antes. Decía lo que sentía y le daba igual lo demás. Ni siquiera con Bulma medía sus palabras. Sabía que ella era una mujer de carácter fuerte y que no dudaría en decir lo que pensaba al igual que él. Por eso no se preocupaba, pero con Meredith era diferente. Le había tomado cariño y lo que menos quería era lastimarla. No sabía por qué, pero al menos se lo debía por lo bien que se había portado con él siendo un perfecto desconocido.

La noche en que se acabó de romper la agresividad innata de Vegeta hacia ella, fue con una fuerte reacción por parte de él.

Había tratado de mantener su silencio, pero ella insistía en preguntarle cosas. Vegeta detestaba los interrogatorios y se lo hizo saber a su manera.

VG: ¡¡¿¿Quieres dejarme en paz??!! ¡¡¡Maldita sea!!! –gritó arrojando al otro lado de la habitación un vaso de agua–. El que esté en tu casa no significa que tenga que contarte toda mi vida. Tú me trajiste aquí por iniciativa propia, nunca te lo pedí. ¿Crees que me interesa todo lo que me has contado sobre ti? Pues no. Eres una mujer estúpida y desagradable. Y si no me he largado de aquí es porque no puedo, no porque quiera quedarme.

Meredith quedó congelada desde el momento que empezó a gritarle. Temblaba de pies a cabeza. Quería salir de esa habitación, peor aún, quería que se la tragara la tierra, pero no podía moverse. Había tratado de ser lo más agradable posible para que se sintiera bien, pero a él le daba igual, y aparte de eso le decía esas cosas tan horribles. Las lágrimas escaparon de sus ojos y no paraban de caer por sus mejillas.

Retrocedió lentamente hasta la puerta y después de salir se encerró en el baño.

Vegeta todavía estaba molesto con ella, pero después de tranquilizarse se puso a pensar en lo que había pasado, y se dio cuenta que se había comportado como un idiota. Ella se había portado muy bien con él y así le devolvía el favor. Insultándola e hiriendo sus sentimientos.

VG: «Esto no está bien» –pensó–. «No debí… ¡Rayos!»

Al día siguiente, Meredith entró a la habitación de Vegeta con el desayuno y lo encontró despierto. Al principio tuvo la duda de si entrar o no, pero al final se acercó a la cama y dejó sobre la mesita de noche el desayuno. Se disponía a marcharse cuando escuchó:

VG: ¡Espera! –Meredith no volteó a verlo. Sólo se quedó estática dándole la espalda–. Discúlpame por lo que dije ayer. No debí… –no terminó.

Después de unos momentos, ella se dio vuelta y lo observó con tristeza.

MD: Olvídalo –se disponía a marcharse cuando Vegeta volvió a hablarle.

VG: Si no has desayunado… podrías acompañarme.

MD: Creí que querías estar solo.

VG: …ya no.

Desayunaron juntos y empezaron de nuevo, como si fuera la primera vez que se veían, y en cierto modo lo era.

VG: ¿Cómo me encontraste?

MD: Bueno, venía de la Ciudad del Oeste, y para cortar camino siempre cruzo ese desierto. De pura casualidad te vi ahí, desmayado entre las rocas, y decidí traerte. No podía dejarte ahí solo y en esas condiciones. Pero ahora tendrás que explicarme tú cómo fuiste a terminar así.

El príncipe saiyajin quedó pasmado al escuchar eso. Si le decía la verdadera razón, tal vez la chica no le creería y lo tomaría por loco. O si le creyera, lo echaría. A él no le debería importar lo que la desconocida pensara, pero algo más fuerte le indicó que debía quedarse un poco más.

VG: Bueno, yo…

MD: ¿Acaso eres uno de esos escaladores que siempre vienen a acampar? –interrumpió.

VG: (¡Genial! La excusa perfecta) Eh, s-sí, sí, soy escalador. Lo que pasa es que estaba en la cima de la montaña y…

MD: Bueno, no necesitas contarme toda la historia. A mí me gustan otro tipo de deportes, no me gusta poner en peligro mi vida –rió.

La conversación siguió un buen rato, pero Vegeta trataba de mantener en privado ciertas cosas. No es que no se las quisiera contar, sólo era que no estaba preparado para hablar de «eso» todavía.

Después de ese día, ambos empezaron a llevarse mejor. Vegeta se mostraba más abierto en las conversaciones y no le desagradaba pasar tardes completas con ella, ya que Meredith trabajaba por las mañanas. Vegeta se había recuperado por completo y decidió que ya era tiempo de partir. No tenía idea de a dónde, pero debía irse.

Ya era de noche. Meredith estaba en la terraza de su departamento. Se encontraba sentada en el barandal, mirando las estrellas. De pronto, sintió que unos pasos se acercaban a ella. Percatándose de quién se trataba, dijo:

MD: Linda noche, ¿no?

VG: Sí… –contestó el príncipe saiyajin, apoyándose en el barandal– hay un clima muy agradable…

MD: Pero supongo que no estás aquí para hablarme del clima, ¿verdad?

VG: Tienes razón, vine a despedirme y a agradecerte lo que hiciste por mí.

MD: ¿Despedirte? ¿Te vas tan pronto? No estoy muy segura de que te hayas recuperado por completo…

VG: No te preocupes, estaré bien. Estoy acostumbrado a recibir esa clase de golpes.

MD: Como quieras, pero… ¿tienes dónde quedarte? –Al escuchar eso, Vegeta miró a Meredith y luego al piso, pero no articuló palabra alguna–. Lo sabía, no tienes dónde pasar la noche. Puedes quedarte el tiempo que quieras.

Vegeta estaba sorprendido. Al parecer ella quería que se quedara, a pesar de que prácticamente era un completo extraño. Habían conversado un poco, pero no sabía nada de él. Pero aparte de eso, lo que más le causaba sorpresa era que en realidad él no quería irse, al menos por ahora…

VG: Bueno, pensándolo bien, creo que aceptaré tu oferta.

Meredith sonrió. Hacía mucho tiempo que no tenía visitas en su departamento, sobre todo desde que las cosas comenzaron a deteriorarse entre ella y su novio. Eso la tenía muy mal, pero por alguna extraña razón, sintió que en Vegeta podía encontrar alguien para aliviar su dolor.