Las Tribulaciones de un Príncipe Saiyajin en la Tierra – Capítulo 5

Capítulo 5: «El Fugitivo»

Fanfic: Las Tribulaciones de un Príncipe Saiyajin en la Tierra


Al despertar, Goten se sintió solo al no ver a Goku. Tampoco sabía que éste le había levantado el castigo parcialmente mientras Milk no estuviera, así que pensó que tendría que quedarse encerrado en esa pieza hasta nuevo aviso y se quedó mirando el techo un rato. Una idea había estado rondando su cabeza hacía unos días: quería escapar de casa. Si su papá había vivido tanto tiempo solo, ¿por qué él no? Además, la vida de aventuras parecía interesante y se conocía mucha gente y lugares y no tendría que estudiar, ni volver a la escuela nunca más. Además, hasta donde él sabía, a Gohan también lo habían dejado viviendo solo en las montañas cuando Piccoro lo entrenó. Lo que no sabía era que lo había estado vigilando casi todo el tiempo. Por lo demás, ¿a quién le importaría si se iba? Al parecer, solamente a Goku, y seguramente él lo entendería, porque hasta el momento Gohan pasaba con Videl y a su mamá, según él, ya no le importaba pues se había vuelto muy dura y Trunks… bueno, Trunks no quería saber ni de su nombre. Sin embargo, la noche anterior su padre le prometió que las cosas mejorarían, ¿pero como? Tal vez sería mejor esperar un poco y, si la situación no cambiaba, se marcharía.

Se incorporó en la cama y vio que en la mesita de noche había una nota –¡Es la letra de mi papá!

La nota decía:

¡¡Buenos días, Goten!!

Gohan salió con Videl…

– «¿Sí? ¡Tremenda novedad! Podían contarme una nueva»

…Yo salí a entrenar y volveré muy pronto con un gran pescado para el almuerzo…

– «Pero si mi mamá no está, ¿quién va a cocinar?» –se preguntó Goten con un horrible presentimiento.

…¡Ah! Y no te preocupes, que yo cocinaré especialmente para ti.

Recibe un gran abrazo de tu papá.

  • ¡¡¡BUAAAA… MI PAPÁ TAMPOCO ME QUIERE!!! –lloraba Goten desconsolado, seguro que lo estaba castigando con la terrible tortura de obligarlo a comer su espantosa comida.

Fue ahí que decidió irse definitivamente del hogar, que ya parecía prisión de alta seguridad.

Agarró su mochila, una muda de ropa, su cepillo de dientes y su toalla (para que su mamá no se fuera a enojar). Recuperó sus dulces confiscados, guardó comida, se llevó su gorilita de peluche que no sabía porqué le gustaba tanto y le dejó una nota a Goku que escribió atrás de la nota que éste le dejara.

Goten estuvo por un buen rato volando sin rumbo fijo y sin saber qué hacer ni dónde ir, hasta que el cansancio y el hambre se fueron apoderando de él y decidió bajar a comer. Su mochila no era muy grande y por lo mismo no pudo guardar mucha comida, pero sí la suficiente para engañar el estómago. Se instaló a la orilla del río sacando algunas provisiones consistentes en jugo y pan de arroz, que su mamá había dejado hecho del día anterior… ¡Ñam, Ñam! (léase como ¡qué rico!). Nadie cocinaba tan bien como su mami, lástima que ya no lo quisiera… ¡¡Sniff!!

Mientras comía, recordaba las historias que Goku le había contado, las cuales eran muy emocionantes y esperaba que pronto él tuviera aventuras como las de su padre, sólo que no pensó que éstas podrían ser desagradables.

Cuando terminó de comer, se recostó sobre la hierba fresca y dejó volar su imaginación a medida que en el cielo avanzaban nubes con diversas formas; una parecía un barco y entonces Goten se veía como un capitán luchando contra piratas en medio de una tormenta y por supuesto venciendo al enemigo, rescatando prisioneros y el cofre del tesoro, que en vez de estar lleno de monedas de oro, estaba lleno de caramelos y chocolates; luego, otra nube parecía un enorme monstruo que pretendía atacar el lugar donde vivía, derribando los árboles del bosque cercano a su casa y asustando a su madre que gritaba desesperada, pero entonces aparecía Son Goten para defenderla venciendo al monstruo de un solo golpe (lo cual no sería nada raro, si es un SSJ).

De tanto soñar despierto, comenzó a quedarse dormido sin darse cuenta que muy cerca de él un grupo de monos lo estaba observando y esperaba el momento preciso para quitarle sus pertenencias, así que cuando Goten cerró los ojos, lo hicieron; uno tomó la mochila y el otro se llevó el peluche.

  • ¿Qué? ¿Qué pasa? –preguntó Goten despertando repentinamente y viendo que los monos se llevaban su mochila con sus preciados dulces y su gorilita regalón, a quien contaba todos sus secretos–. ¡Oigan, vuelvan acá, eso es mío! –les gritó–. ¡Eso no se hace! ¡Es robar, y es malo!

Y corrió y voló tras ellos, pero los monos eran un grupo grande y saltaban de árbol en árbol arrojándose entre ellos las cosas de Goten, llegando un momento en que la mochila se abrió y su contenido fue quedando regado por el bosque. Goten logró rescatar su gorila, que quedó atascado en una rama, pero nada más porque al bajar a tierra fue capturado por un pterodáctilo que lo vio como un buen aperitivo para sus crías. Sin embargo, el pequeño Goten reunió energía en una de sus manos lanzándole un «kame kame ha» con tal fuerza que el ave lo soltó haciéndolo caer directo en una madriguera de… ¡¡zorrillos!! Mamá zorrillo y sus pequeños estaban tomando una siesta cuando les cayó encima un regalito del cielo. Indignada, ella y sus crías atacaron sin piedad al pobre de Goten, que aunque corrió lo más rápido posible, no pudo esquivar la embestida ni el aroma que le dejarían.

Cuando se vio libre de las mofetas, siguió caminando bastante abatido, arrastrando los pies y también su peluche que llevaba cogido de una pata mientras el resto iba dejando un rastro en la tierra. Parecía que las aventuras no eran tan entretenidas después de todo, y cuando parecía que ya todo había pasado, apareció en frente de él un Tiranosaurio Rex. Goten ya no tenía energía para pelear ni volar, aunque sí para arrancar y corrió tan rápido como pudo hacia el lado contrario, con el tiranosaurio pisándole los talones.

  • ¡¡¡AUXILIOOOO!!! –gritaba el pobre Goten, pero no había nadie para ayudarlo.

En tanto, Vegeta ya había despertado más repuesto y permitió que Trunks se levantara para tomar un buen desayuno antes de empezar el día.

  • ¿Y qué has decidido hacer el día de hoy?
  • Mmm… ¿podríamos visitar las partes de la Corporación adonde no me dejan entrar?
  • Tú no tienes remedio –le dijo Vegeta moviendo la cabeza–. Pero está bien. Donde pueda llevarte, entraremos. ¡Aunque no sé para qué si de todos modos entras a escondidas!
  • Je, je… ¿ya lo sabías? –el inocente de Trunks pensaba que su papá no lo sabía… ¡Ja! si cuando él va, Vegeta ya viene de vuelta dos veces–. Oye, papá, ¿y al laboratorio de mamá, podemos ir? –preguntó después que le había prometido a Bulma no entrar sin permiso, claro que con esa bendita lógica de los niños, pensó que con su padre sí podría… ¡niños!
  • ¿Quieres que nos arranquen la cabeza a los dos? Si tu madre se llega a enterar que entramos a su laboratorio, ni Sheng Long nos salva. Por lo demás, lo que quieras.
  • Bueno –se resignó Trunks.

Estuvieron recorriendo la Corporación tal como Trunks solicitara, pero no sintió la misma emoción de cuando lo hacía sin permiso. Luego del recorrido, no sabía qué más pedir y lo peor es que se empezó a aburrir. Trató de jugar videojuegos con Vegeta, pero como éste no sabía jugar, Trunks fácilmente le ganaba. Finalmente desistió.

  • ¡Ay, papá! Eres el guerrero más poderoso, pero eres pésimo jugando videos –se quejó Trunks.
  • ¡Ni falta que me hace! –respondió Vegeta–. Esas tonterías no ayudan en nada, y en vez de jugar a esas cosas, que no te enseñan nada, deberías ponerte a entrenar.
  • Es que es muy aburrido entrenar solo.
  • Entonces, ¿por qué no haces las paces con Goten? –le preguntó Vegeta, a quien se le había ocurrido una idea. (Si este muchacho no da puntadas sin hilo)
  • Porque por su culpa me castigaste.
  • Pero saliste ganando, ¿no?… Además, él es tu mejor amigo y ya se han peleado otras veces. Yo creo que ya no deberías estar enojado –dijo tratando de convencerlo.
  • ¿Tú crees? –preguntó Trunks mirándolo.
  • ¡Claro!, ¿por qué no lo llamas?, pero debe ser como idea tuya.
  • Sí, creo que tienes razón. Eso haré –sonrió Trunks aliviado de no seguir enojado con su amigo.

Por su parte, Goku ya había llegado a su casa y estaba leyendo la carta que le dejara Goten, con una ortografía que dejaba bastante que desear.

«kerido papa;

ya no zoporto bivir en esta kaza, azi que me boi a bivir abenturas como tu quando teniaz mi edad por fabor no me vusquez si yo no estoi todoz ceran mas felises

te kiere tu ijo

Son Goten»

Por lo menos, su nombre lo sabía escribir bien, pensó Goku. Primero pensó teletransportarse directamente donde sintiera el ki de Goten, pero después creyó más conveniente ver qué estaba pasando desde el Templo Sagrado y hasta allá se teletransportó, encontrando a Piccoro observando desde el borde lo que sucedía en la tierra.

  • ¿Ya te diste cuenta que te falta una de tus pertenencias? –le preguntó Piccoro.
  • Sí, ya lo hice. Ponme al corriente –respondió Goku mientras se ponía a observar cómo Goten huía del dinosaurio.

Piccoro le contó lo que estaba sucediendo con Goten y que, según él pensaba, muy pronto lo tendrían con ellos en el templo.

  • ¿Qué piensas hacer? –preguntó Piccoro.
  • Creo que lo mejor es que no intervenga por el momento –dijo Goku muy serio–. Goten ha elegido el camino difícil y ahora tendrá que aprender de sus errores. Si lo ayudo ahora, pensará que siempre será así y volvería a escapar cada vez que tenga un problema.
  • ¿Y entonces?
  • Aún no lo sé –dijo Goku con tono pensativo.
  • Pues yo tengo una idea –le dijo Piccoro.

Quedaron de acuerdo en que Goku se iría hasta que Piccoro le avisara telepáticamente que regresara. Durante ese tiempo, él, Dende y Mr.Popo recibirían a Goten como si nada supieran y le harían la estancia tan difícil, que el niño querría volver a su hogar él solito.

  • Muy bien. Entonces te lo encargo, Piccoro.
  • ¡Ah! ¡Goku! Dime, ¿has estado entrenando bien a Goten?
  • No, aún no. Luego de la pelea con Boo, Milk lo ha alejado un poco de las peleas. ¿Por qué?
  • Porque si es así, creo que recordaré viejos tiempos. Claro, si no te molesta –dijo Piccoro con una significativa sonrisa. (¡Pobre Goten!, no sabe lo que le espera)
  • Me parece muy bien –aceptó Goku entendiendo a la perfección el plan de Piccoro, ya que cuando entrenó a Gohan fue el maestro más terriblemente estricto.
  • Bien… ¡Mira, se dirige hacia acá!
  • En ese caso, me voy. Hasta luego.

Goku volvió a su casa y justo sonó el teléfono. Era Trunks, que quería pedirle que llevara a Goten a la Corporación, porque ya ni él ni su papá estaban enojados con él. Por otro lado, Vegeta estaba planeando que cuando Goku fuera hasta allá a dejar a Goten, le dejaría a las dos bestiecillas para descansar aunque fuera un par de horas.

  • ¿Le dará permiso, entonces?
  • Antes que nada, Trunks, necesito hablar con tu papá. ¿Está ahí Vegeta?
  • Sí, un momento –dijo Trunks y luego se dirigió a su padre–. El Sr. Goku quiere hablar contigo.

«¿Y qué querrá de mí Kakarotto?», se preguntó Vegeta, tomando el teléfono.

Goku le explicó la situación, desde que Goten estuviera castigado, hasta el momento, y que, de llevarlo a la Corporación, Milk no debería enterarse. Vegeta estuvo de acuerdo en eso y también en recibir las disculpas que el niño debería darle por la travesura que le había hecho.

  • Bien. En ese caso, cuando sea el momento lo llevo para allá.

Y de acuerdo con esto, Goku esperó el llamado de Piccoro.


Las Tribulaciones de un Príncipe Saiyajin en la Tierra – Capítulo 4

Capítulo 4: «El Muro de los Lamentos»

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Desde el día en que Goten fue descubierto por su madre de estar en peligro de reprobar el año, sumado al incidente del tratamiento de belleza que intentó practicar con Vegeta, la semana para él se había transformado en un verdadero infierno. Fue despojado de todos sus privilegios, sus dulces, su postre, la televisión, la radio, etc. Milk le había prohibido salir de su habitación, solamente le era permitido para ir a la escuela o al baño. En cuanto a las comidas, era lo justo y necesario y Milk se la llevaba personalmente para que no dejara un minuto de estudiar. En cualquier momento llegaba para revisar sus tareas o tomarle las lecciones y ¡pobre de él! si no estaba preparado o lo encontraba en otra cosa… ¡¡Uff!! En la escuela era algo similar; todas sus actividades extraprogramáticas fueron canceladas hasta nuevo aviso, como también los recreos, en que debía ir directo a la biblioteca a estudiar y para colmo de males, Trunks no le dirigía la palabra, lo cual era bastante lógico dadas las circunstancias. A Gohan casi no lo veía, pues desde que salía con Videl llegaba más tarde y muchas veces cuando él ya estaba durmiendo.

Goten se sentía el niño más desdichado sobre la Tierra. Luego de esa semana venían dos de vacaciones y él no disfrutaría ni un solo día y nadie sabía hasta cuándo duraría la condena.

A Goku, que era más comprensivo que Milk, se le oprimía el corazón de verlo tan triste. Sabía perfectamente que las acciones de su hijo merecían un castigo, pero que en este caso era un tanto exagerado. Esto no significaba que él nunca fuera severo, porque Goku era mucho más estricto que Milk cuando era necesario. Como sea, el asunto es que él le estaba haciendo más llevadera la sanción. En las mañanas, lo llevaba a la escuela, pero no con la teletransportación como hubiera sido más rápido, sino que en la nube voladora para que el niño se distrajera un poco y tomara algo de aire (ya se estaba viendo pálido por la falta de sol), y de vuelta era la misma historia, lo esperaba a la salida de la escuela para llevarlo a casa.

El resto del día ya lo sabemos y por la noche, luego de la cena, Goku iba al cuarto del pequeño a retirar la bandeja y avisarle que se preparara para dormir, claro que en su bolsillo siempre le llevaba algo escondido de Milk, de preferencia su fruta favorita o, si lo veía muy triste, un caramelo. Después, y mientras Milk limpiaba la cocina, nuevamente volvía con Goten para darle las buenas noches, se sentaba al borde de su cama y como no sabía cuentos, le contaba historias de su propia vida, de las muchas aventuras que de niño había pasado solo y junto a sus amigos, hasta que el pequeño se dormía.

Así pasaban los días cuando, en uno de ellos, Bulma y Goku se encontraron en la Kame House. Bulma sabía las consecuencias que Goten estaba sufriendo y, al igual que Goku, pensó que era un poco exagerada la actitud de Milk, así que se le ocurrió una idea y se la participó a quien era como su hermano.

  • Pienso irme unos días a la playa y estar con mis papás ahora que Vegeta se va a encargar de Trunks. ¿Qué te parece si me la llevo conmigo? De ese modo, Goten podrá tener un respiro y a Milk le hará bien. Le hace falta salir un poco y distraerse.
  • A mí me parece bien –le dijo Goku–, pero dudo que la puedas convencer, ya la conoces.
  • ¡¡¡Pero tú me ayudarás a convencerla!!! –le ordenó Bulma golpeando la mesa al tiempo que se paraba, quedando sobre la cabeza de Goku.
  • ¡Está bien!, ¡está bien! –exclamó Goku como siempre que Bulma lo reprendía.

Así, pues, entre los dos estuvieron trabajándose a Milk para convencerla de lo bien que le harían unas vacaciones. En un principio estaba completamente reacia, no acostumbraba dejar su casa y menos en este momento que tenía tan vigilado a Goten, pero la insistencia de ambos fue dando resultados; Bulma la llamaba o pasaba a verla y Goku le insinuaba a cada momento que se veía cansada y decaída, tanto así que Milk comenzó a pensar que tal vez sí necesitaba un descanso, pero ¿y Goten? Goku le prometió solemnemente cuidar que estudiara e hiciera sus tareas, pero no prometió nada más. El caso es que finalmente la convencieron y, ese sábado por la noche, Bulma pasó por ella. Milk no paraba de dar todos los consejos del caso a Goku y a Gohan, que no se olvidaran de esto, de aquello y de lo otro.

  • ¡Ya vámonos, Milk, o nunca nos iremos y menos llegaremos! ¡Adiós, Goku, Gohan! –se despidió Bulma arrastrando de un brazo a Milk y haciendo adiós con la otra mano.
  • ¡Adiós, pásenlo bien! –se despidió Goku.
  • ¡Hasta pronto, mamá, y no te preocupes por nada! –le dijo Gohan.

Como ya era tarde, Goten estaba en su cama, pero aún no se había dormido y estaba teniendo los pensamientos más tristes; su mamá se había ido y apenas sí se había despedido –»¡Ya no me quiere! ¡Ya nadie me quiere!»– pensaba Goten. Parecía que el único era su papá. En eso entró Goku con un chocolate que le había traído Bulma.

  • No quiero, gracias –rehusó Goten con una voz apenas audible.

¡Eso sí que era grave! Goten rechazando golosinas, ¡¡IMPOSIBLE!!

  • ¡A ver, a ver! –dijo Goku sentándose en la cama–. Ése no es el Goten que conozco. ¿Qué pasa?
  • Nada –respondió Goten evitando su mirada y con los ojos llenos de lágrimas, pero sin derramar ninguna.

Goku posó su mano sobre la cabeza de su hijo.

  • Ya sé que ha sido una semana muy difícil para ti, Goten, y que pareciera que esto no terminara nunca, pero te aseguro que las cosas van a mejorar.
  • Sí, claro –dijo Goten nada convencido.

Goku tenía planes para realizar con su hijo; al día siguiente quería llevarlo de paseo luego de que Gohan lo llevara a vacunar, porque de preferencia él no pisaba el hospital. También quería enseñarle nuevas técnicas de combate y después de que estudiara jugarían el resto de la tarde. Pero como de costumbre, no revelaría sus planes hasta después… ¡mala costumbre!

  • ¿No me crees?

Goten se encogió de hombros.

  • Ya verás que no te miento… y ahora, ¡arriba ese ánimo, que la vida es muy bonita para estar con esa cara!

Pero Goten seguía con cara de funeral que parecía imposible de cambiar.

  • Así que no quieres reírte, ¿eh? –dijo Goku con expresión traviesa.
  • No y no hay nada que puedas hacer al respecto –dijo Goten muy convencido.
  • ¿Estás seguro? –preguntó Goku en el mismo tono juguetón, los ojos brillantes y una gran sonrisa.

Goten lo miró con extrañeza. ¿Qué podría hacer?

  • ¡Cosquillitas!, ¡cosquillitas! –empezó Goku uniendo el dicho al hecho.

¡¡¡¡¡¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA…!!!!!!

Esa noche, Gohan comenzó a preparar exámenes para vuelta de vacaciones, y como en las tardes se dedicaba a Videl, pues en las noches se dedicaría a estudiar, de modo que Goku se llevó a Goten a dormir con él para que Gohan pudiera concentrarse. Como todas esas noches, Goku le siguió contando más de sus aventuras, lógicamente sin mencionar aquellas donde aparecían sus actuales amigos como antiguos enemigos.

  • ¿Y dices que vivías solo?
  • Sí, pero también viví con el maestro Roshi en Kame House y también unos años en el Templo Sagrado para entrenar, ¿recuerdas que te lo conté?
  • Sí, verdad. Oye, ¿y es difícil vivir solo?
  • A veces sí, pero estaba acostumbrado. Tuve que cuidarme solo cuando mi abuelito murió, no tuve otra opción.
  • Cuéntame más –le pidió Goten, abrazándose más a él.
  • Déjame ver… Mmm…… Bueno, también hubo una vez que…

Goku siguió sus relatos hasta que el niño se durmió. Al día siguiente se levantó muy temprano, pero dejó que Goten siguiera durmiendo. Ese día, Gohan quedó de juntarse con Videl y luego ir a una exhibición de artes marciales de Mr.Satán, por esa razón no tendría tiempo de llevar a Goten al hospital, así que Goku se estaba resignando a la idea de llevarlo él mismo.

  • ¡Ah! y papá, por lo que más quieras, ve a rescatarme temprano. Si fuera por mí, no iría a esa famosa exhibición, pero se lo prometí a Videl. Además, de vuelta quiero pasar a visitar al Sr.Piccoro y a los demás.
  • Está bien, me llevaré a Goten e iremos todos juntos al Templo Sagrado.
  • ¡Estupendo, papá! Bueno, ahora me voy o llegaré tarde y Videl se enojará conmigo.

Gohan se fue y Goku, luego del desayuno, salió a entrenar y a buscar un gran pescado para el almuerzo dejándole una nota a Goten, quien dormía plácidamente.

En tanto, Trunks había despertado tan fresco como una lechuga y aún estaba en brazos de su cansado, extenuado, desfallecido, fatigado, rendido, exhausto y pobre, pobre, pobrecito padre que no tenía idea de todo lo que le esperaba todavía. (Si cuando termine este fic, Vegeta aún no ha cometido un saiyajinicidio con su… pequeñín, es que habrá que levantarle un monumento al mejor padre de todos los tiempos)

Trunks quiso bajarse de la cama despacio para no molestarlo, pero Vegeta, por cansado que estuviera, estaba alerta y despertó.

  • ¿Adónde crees que vas? –le preguntó a Trunks, reteniéndolo.
  • Ya me siento bien y quiero levantarme para…
  • ¡Nada de eso!, todavía es temprano y está fresco. No quiero que recaigas, así que te quedas aquí hasta que te lo ordene.
  • Pero si ya estoy bien y se supone que puedo hacer lo que quiera, ¿o ya lo olvidaste?

«¡¡¡¡GRRRRRR…… NIÑOS!!!!»

  • Escúchame bien –le advirtió Vegeta–. O me haces caso y más tarde te levantas y haces lo que quieras, o te olvidas de todo el cuento.

A Trunks no le quedó otra posibilidad que aceptar y resignarse a ver las caricaturas de la mañana junto a su padre, que se puso a dormitar.

Lo cierto era que Vegeta lo quiso mantener en la cama, no tanto por la recaída, no creía que pudiera suceder. Más bien era porque él necesitaba descansar un poco más y quería asegurarse que su… criaturita de Dios, que era bastante propensa a meterse en problemas, sobre todo últimamente, no fuera a cometer ningún desastre mientras él dormía.


Las Tribulaciones de un Príncipe Saiyajin en la Tierra – Capítulo 3

Capítulo 3: «Fiebre de Sábado por la Noche»

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Vegeta salió completamente relajado con el baño de sales que se había dado, pero cuál fue su sorpresa cuando al salir de ahí se encontró a Trunks muy instalado al medio de su cama, con una gran fuente llena de palomitas y el control remoto de la televisión en la mano.

  • ¿Y tú qué estás haciendo aquí?
  • Como mamá no estará esta noche, quiero quedarme contigo.
  • ¡Vete a tu cama! –le ordenó Vegeta.
  • No me corras, por favor –suplicó Trunks con carita ídem.
  • ¡A tu cama! –volvió a ordenar Vegeta, apuntando fuera de la habitación.
  • Pero tú dijiste que podía hacer lo que yo quisiera estos días y eso incluye las noches también.

«¡Rayos!», el chico tenía razón y no podía hacer nada al respecto. «¡¿Pero en qué demonios estaba pensando yo cuando hice esa maldita promesa?!… ¡Y ese insecto antenudo que tiene la culpa de todo este asunto!»


  • ¡¡AT-CHIS!
  • Kami Samas, debería acostarse. Parece que agarró un resfriado –dijo Mr. Popo a Dende–. Ésta es la segunda vez que estornuda en la noche.

Vegeta se resignó a compartir su cama con Trunks, que para el niño era de lo más cachilupi (o sea, genial) y además ahí podía ver televisión hasta tarde en una pantalla como de chorrocientas pulgadas que parecía cine. En buenas cuentas, era el niño más feliz del mundo.

Cuando Bulma entró, se encontró a padre e hijo instalados viendo… ¿adivinen? No, fútbol no… Un programa de artes marciales y métale a los dos criticando a los participantes.

«¡Qué lindos se ven! –pensó Bulma sonriendo–. Espero que se sigan llevando tan bien. Creo que es buena idea que yo me vaya por unos días».

  • Me tengo que ir –les dijo Bulma–. Llamé a Milk y me está esperando. Hasta pronto, mi vida (dándole un beso a Trunks), pórtate bien y no le des problemas a papá, ¿sí?
  • Lo intento, mamá, de veras que lo intento –se defendía Trunks.

Vegeta acompañó a Bulma hasta el jardín para despedirse más a gusto.

  • ¿Todavía piensas dejarme con ese chiquillo a mí solo? –se quejó Vegeta.
  • Lo haces muy bien, Vegeta. Te aseguro que eres mejor padre de lo que piensas. Además, debes aprovecharlo ahora que aún está en edad, mira que en pocos años más no lo verás tanto en casa.
  • ¡Si el problema es que él se está aprovechando! ¡Supieras las que me hizo pasar el día de hoy!, que si hubiera sido un día normal, no lo cuenta.
  • Bueno, no te preocupes tanto, sólo me iré unos días y luego… pues verás que valdrá la pena –dijo Bulma guiñándole un ojo–. Además, ya te he dicho que lo haces muy bien.
  • ¡Por supuesto!, eso es algo obvio –respondió él con picardía.
  • ¡Me refiero a como padre! –exclamó Bulma roja hasta las orejas.
  • ¡Ah, sí!, eso también –respondió él fingiendo no darle tanta importancia.
  • ¡Ay, hombre!, mejor me voy antes de empezar a pelear contigo. Llamaré apenas pueda. Hasta luego –agregó Bulma dándose la media vuelta.
  • ¿Te vas así nada más? –reclamó Vegeta.
  • ¡Claro! ¿Qué más querías?
  • Siempre te despides de mí con un beso.
  • ¡Ah, sí!, eso también… lo había olvidado –dijo Bulma en son de burla.
  • Conque olvidado, ¿eh?

Vegeta atrajo a Bulma por el talle con una mano mientras con la otra le tomaba suavemente la barbilla, acercando su rostro para besarla tiernamente. Al despegar sus labios de los de ella, observó con una sonrisa que Bulma continuaba con los ojos cerrados como si no saliera del encanto, y es que sus besos eran tan dulces como la miel y a ella le encantaba la miel. –¿Aún quieres irte?– le preguntó Vegeta esperando que desistiera de marcharse. Bulma dio un largo suspiro –…sí, es necesario– y huyó rápidamente antes de arrepentirse… «¡Rayos! –pensó Vegeta– siempre hay una primera vez que falla» y entró a la casa.

Regresó con su hijo, que luchaba valientemente tratando de mantenerse despierto e intentando ver una película. Vegeta sabía de sobra que con palabras no lo convencería de ceder al sueño, así que atenuó la luz de la habitación al máximo y le dijo que bajara el volumen porque él quería dormir. Su plan funcionó a la perfección: momentos después, Trunks yacía completamente dormido.

La noche continuó relativamente tranquila porque Trunks se había apoderado casi de toda la cama dejando a su padre durmiendo en el borde, pero a eso de las tres de la mañana Vegeta despertó repentinamente sintiendo que algo no andaba bien. Encendió la luz y vio que Trunks no estaba. Como buen saiyajin podría estar asaltando la cocina, pero presintió que no era eso y se dirigió a la habitación del niño. –¿Trunks?– lo llamó al entrar y no verlo. –¿Trunks?–. El pequeño salió del baño, se veía decaído y ojeroso. Durante la noche comenzó a sentirse mal, había despertado con náuseas y para no molestar a su padre se marchó a su cuarto. Al tocar su frente, Vegeta notó que tenía una fiebre altísima y lo mandó de vuelta a la cama. Trunks pensó que se refería a su propia cama y procedió a acostarse ahí mismo. –¡Por donde viniste!– exclamó Vegeta a medio perder la paciencia y volviendo a su habitación para buscar el botiquín de primeros auxilios, seguido del chico. Trunks se acostó mientras Vegeta volteaba el botiquín sobre la cama. El niño observó el contenido con curiosidad y al ver unas jeringas se preparó a emprender la retirada, ya tenía más que suficiente con sentirse tan mal y el dolor que sentía en el brazo a causa de la vacuna, para que más encima le pusieran otra inyección. –No te preocupes, que no es eso lo que busco –lo tranquilizó Vegeta– ¡Ah!, aquí está el termómetro. Le tomó la temperatura, tratando de imaginar qué podía haberlo enfermado, y al ver que tenía cerca de 39°, las náuseas persistían y presentaba una especie de alergia, decidió llamar al médico. Primero intentó comunicarse con Bulma, pero el celular estaba fuera de zona o bien estaba desconectado… lo más seguro era esto último. Tomó la agenda y llamó a Nice, una de las mejores amigas de Bulma, médico de cabecera que había atendido el parto de Trunks y de las pocas personas que a él no le desagradaban. Esa noche tenía turno en el Hospital.

  • Buenas noches, Vegeta –lo saludó la doctora con voz terriblemente cansada, pero muy dulce y cordial–. ¿Qué puedo hacer por ti?

Vegeta le explicó la situación.

  • No te preocupes, ésa es una de las posibles reacciones después de una vacuna, todo depende de cada organismo. Si tiene mucha fiebre, no lo arropes demasiado, dale mucho líquido y ponle compresas en la frente y abdomen, y cualquier problema no dudes en llamarme.

Vegeta siguió sus instrucciones quitando algunas frazadas, buscando una fuente con agua fría y paños que humedeció y colocó sobre Trunks, quien cada vez se sentía peor, debiendo levantarse al baño unas dos veces. Luego que regresó a la cama, Vegeta fue a la cocina en busca de un jarro con agua y vasos, pero al regresar se encontró a Trunks muy afligido porque débil como estaba no consiguió levantarse nuevamente y volvió el estómago sobre su pijama.

  • Lo siento mucho, papá –se disculpó preparado para ser reprendido–. De nuevo te estoy causando problemas.

Mas para su sorpresa, Vegeta se limitó a quitarle la ropa sucia y colocarle una de sus playeras que al niño le quedaba como camisón. Por una parte no era un asunto que el chico pudiera controlar, y por otra le alegraba tener que sacarle de una vez por todas ese horrible pijama de conejito que él odiaba y que más de alguna vez había intentado hacer desaparecer. Luego lo acomodó colocándole algunos cojines bajo la cabeza y dándole a beber mucha agua. Aún así la fiebre subía mientras Vegeta seguía cambiando las compresas, tratando de mantener lo más fresco posible al pequeño, hasta que por fin la temperatura comenzó a ceder y el niño durmió más tranquilo. Vegeta decidió que podía descansar un poco y se apoyó en la cabecera de la cama cerrando los ojos para dormitar, pero tan cansado estaba que se durmió de plantón hasta que despertó súbitamente en el suelo.

  • ¿Qué?, ¿cómo?, ¿dónde?, ¿cuándo? –listo para atacar al enemigo con un Energy ha en la mano… pero no había ningún enemigo.
  • ¿Papá? –preguntó Trunks medio dormido al sentir el golpe–. Papá, ¿dónde estás?

La cabeza de su padre se asomó por el borde de la cama, nada contento.

  • ¿Papá? Estaba soñando que me peleaba con Goten y lo lanzaba lejos.
  • ¿Ah, sí?, no me digas –dijo Vegeta incorporándose y pensando «Solamente lo perdono porque está enfermo».
  • ¿Y tú por qué estabas bajo la cama? –preguntó Trunks inocentemente.
  • ¿Tú qué crees?… Escúchame bien, te prohibo que sueñes con peleas si vas a dormir aquí conmigo… ¿Cómo te sientes? –preguntó tocándole la frente, sintiéndola más fresca.
  • Me siento muy cansado, pero mejor.

Nuevamente Vegeta le dio a beber agua para después tomar su temperatura y mientras lo hacía, Trunks, como todos los niños cuando se sienten mejor, comenzó a darle trabajo a la lengua.

  • Oye, papá, ¿puedo hacerte una pregunta?
  • ¿Qué quieres? –preguntó Vegeta sirviéndose también un gran vaso de agua.
  • ¿A qué te dedicabas antes de vivir en la Corporación?

Vegeta escupió toda el agua y comenzó a toser.

  • ¡Papá! ¿Qué te pasa? –preguntó el niño, muy asustado.
  • Nada, nada –respondió Vegeta recuperando el aliento «¿Cómo le digo? Mejor dicho, ¿y ahora qué diablos le respondo?»
  • ¿Dije algo malo? Yo sé que tú eras un príncipe, pero ¿qué hacías? ¿o no debo preguntar?
  • No, no es nada de eso… Verás, yo… bueno… yo me dedicaba a tomar planetas que tuvieran buenos recursos naturales para luego venderlos.
  • ¡¡Ahh!! ¿O sea que eras algo así como un corredor de propiedades?
  • Eeehh… podría decirse que algo parecido –respondió Vegeta rascándose la frente. Por lo menos no le había mentido.
  • ¿Y cómo te conociste con mi mamá? ¿O eras amigo del Sr. Goku y él los presentó?
  • ¡¡Cof, cof, cof, cof…!! –»¡Pero qué preguntas hace este niño!»
  • ¿Te sientes bien, papá?
  • Sí… Bien, la conocí una vez que ella viajó a cierto planeta y…
  • ¿Y ahí se enamoraron?
  • No, eso fue mucho tiempo después, acá en la Tierra.
  • ¿Cómo? ¿Y por qué no se han casado?
  • ¿No te cansas de preguntar? ¡Mejor duérmete! –le ordenó Vegeta, que ya se estaba sintiendo bastante complicado.
  • Por favor, papá, cuéntame, ¿sí? –le rogó Trunks con carita de niño bueno.
  • Es una historia muy larga y tienes que descansar –»y yo también»–. Ahora, ¡¡duérmete!! –respondió terminantemente arropándolo hasta las orejas para poder cubrir su boca.

Pero Trunks ya no tenía sueño y quería aprovechar la situación de que su padre lo consintiera para hacer todas las preguntas posibles, todas las que antes no había podido hacer o las que nadie le respondía.

  • Pero, ¿puedo hacer una pregunta más? –siguió Trunks, bajando nuevamente las mantas.
  • ¿Qué quieres saber ahora? –preguntó su padre con resignación.
  • ¿Cómo se hacen los bebés?

¡¡RING!!

Salvado por la campana, nunca Vegeta se había sentido tan feliz de contestar el teléfono, aún si hubiese sido Goku, porque a esa hora no tenía ningunas ganas de estar dando clases de biología.

Era la doctora que llamaba para saber cómo seguía Trunks. Vegeta le informó los cambios, le dijo también que ahora no se quería quedar dormido y sobre todo que hablaba como perico.

  • ¡Qué bien!, eso significa que está mejorando. En cuanto a lo de dormir, existe una manera, pero…

Nice conocía bien a Vegeta y dudaba mucho que quisiera seguir su consejo, así que luego de dárselo alejó un poco la bocina de su oído.

  • ¿¿QUE DICES QUE HAGA QUÉ? –gritó Vegeta–. ¿QUIÉN TE CREES QUE SOY, MARY POPPINS? ¡¡NO Y DEFINITIVAMENTE NO!!
  • Ya te expliqué –respondió ella suavemente–. Puedes hacer lo que te digo y el niño se dormirá, o bien puedes pasarte charlando el resto de la noche.

Eso ni pensarlo, sobre todo con las preguntas que estaba haciendo Trunks, así que decidió tomar el consejo, a regañadientes sí, pero parecía la única salida. Primero revisó el termómetro y comprobó que la temperatura ya era normal, luego se metió en la cama junto al pequeño acomodándose con varios almohadones para quedar semiacostado.

  • Ven conmigo, Trunks –le ordenó estirando los brazos hacia él.
  • ¿Qué? –preguntó el niño, sin entender.
  • Ven aquí –le dijo Vegeta tomándolo y abrazándolo sobre su pecho.

En un principio Trunks se sintió muy tonto e incómodo, pues sentía que era un niño grande para ser tomado en brazos de ese modo.

  • Pero papá… –comenzó a protestar.
  • ¿Querías saber qué pasó entre tu mamá y yo? –preguntó haciendo caso omiso a sus protestas.
  • Sí –respondió Trunks levantando la vista hacia su padre.
  • Entonces guarda silencio y te contaré –le respondió a su vez devolviéndole la mirada.
  • ¿Y no me vas a explicar lo de los bebés?
  • Eso te lo explicaré otro día –le respondió Vegeta, que para semejante explicación lo necesitaba bien despierto y no medio dormido.
  • Pero es que a mí me gustaría…
  • ¡¡¡Shsss!!!

Trunks se resignó y apoyó nuevamente la cabeza sobre el pecho de su padre. Vegeta comenzó su relato, eligiendo muy bien las palabras y omitiendo muchos hechos y personas, como era el caso de Yamcha. Su voz era muy suave, melodiosa, casi hipnotizante que parecía sonar a «tienes sueño, mucho sueño». Trunks escuchaba atentamente la historia y al mismo tiempo sentía el latido del corazón de su padre y su suave calor, lo cual empezó a relajarlo cada vez más y más. «¡Qué bien se siente!… Mi papá nunca antes me había tomado así y se siente muy rico» pensó. Era como si el cielo, la luna y las estrellas pudieran caerse a pedazos y él se sentía completamente seguro y protegido. Empezó a sentirse soñoliento y más aún cuando Vegeta comenzó a acariciar suavemente su cabello y su mejilla mientras seguía hablando. Sus ojos inevitablemente se cerraban y por más que luchó por mantenerse despierto, finalmente no pudo evitar quedarse completamente dormido.

Había sido un truco bastante sucio, pero efectivo y, como decía Nice, nunca fallaba. Además, y muy, pero muy a pesar suyo, había sido agradable hacer dormir a Trunks… ¡¡¡Grrrr!!!

Lo observó cariñosamente, pensando que cuidar niños era un trabajo bastante agotador, pero a la vez muy gratificante. Pensar que en el pasado nunca tomó en serio la posibilidad de formar una familia y ahí estaba, cuidando celosamente a su pequeño niño, incluso mejor que muchos padres, pues él había librado muchas batallas internas antes de poder lograr este tipo de acercamiento. Una pequeña puerta se abrió al momento de sacrificar su vida en la última batalla, y luego que tuvo la oportunidad de regresar con su familia, esa puerta se fue abriendo cada vez más. Aún faltaba, pero algún día esperaba poder conseguirlo completamente. Por el bien de Trunks era necesario, el niño cada día se parecía más a él, era su modelo a seguir y por lo mismo no quería que sufriera sus mismos problemas.

Vegeta recordaba que, desde muy pequeñito, Trunks siempre había seguido sus pasos, imitándolo en todo; si él no comía algo, Trunks también se negaba a comerlo; cuando lo veía entrenar, intentaba imitar sus movimientos; y cuando se encerraba en la cámara de gravedad, en más de alguna ocasión Trunks se quedó afuera, llorando.

Debió comenzar a entrenarlo alrededor de los tres años. Había pensado esperar un poco más, pero un accidente lo convenció de lo contrario.

Al ver que su padre volaba, Trunks pensó que él también podía hacerlo y un día que Bulma se descuidó, se encaramó al balcón del segundo piso y se lanzó desde ahí, siendo salvado por su padre que estaba cerca y que, al ver la escena, lo atrapó justo antes de estrellarse contra las baldosas. La segunda vez no tuvo tanta suerte y se hizo tanto daño que para un niño normal habría significado la muerte.

Recordando y meditando, Vegeta sintió como todo el cansancio del día y de la noche caía sobre él pesadamente, pero al fin, casi al amanecer, pudo descansar y dormir un poco aún con Trunks en sus brazos.


Las Tribulaciones de un Príncipe Saiyajin en la Tierra – Capítulo 2

Capítulo 2: «Borrón y Cuenta Nueva»

Fanfic: Las Tribulaciones de un Príncipe Saiyajin en la Tierra

A Trunks le pareció extraño que entraran a ese lugar. Que él supiera, no había ningún conocido enfermo. Pensó que tal vez iban a recoger algún examen de uno de sus padres o de sus abuelos. Se quedó observando en el pasillo el trajín de las enfermeras y médicos mientras Vegeta hablaba con la recepcionista. No le gustaba nada ese lugar, quería irse luego, el olor a medicamentos lo hacía sentir mal y los pacientes que ingresaban de emergencia, algunos en muy mal estado, lo ponían nervioso.

Caminaron por unos pasillos, bajaron escaleras y llegaron a la sección de pediatría, donde habían varios padres y madres con sus niños. Nuevamente Vegeta se acercó a una recepcionista que tomó unos datos y le dijo que esperaran.

  • ¿Por qué estamos aquí? –preguntó Trunks, que ya se estaba empezando a preocupar.
  • Pronto nos iremos.

Ésa fue toda la respuesta que consiguió. Como no sabía cuánto tiempo tendrían que estar allí, se sentó en una banca, moviendo los pies muy inquieto. De una sala, una enfermera se asomó nombrando una persona y una señora entró con su hijo. Así, rápidamente fueron entrando y saliendo varios. Lo que a Trunks no le gustó nada es que muchos de ellos salían llorando. Luego le tocó el turno a él.

  • ¡Pero si yo no estoy enfermo! –protestó Trunks.
  • Precisamente por eso estamos aquí, para que no lo estés.

Vegeta entró delante de Trunks y cruzó unas palabras con la enfermera, luego tomó a su hijo y lo sentó en una camilla ordenándole que se quitara el polerón. Trunks no entendía nada y tampoco podía ver nada, porque Vegeta se había puesto en tal posición que le impedía ver lo que estaba preparando la enfermera.

  • Papá, ¿qué me van a hacer? –preguntó asustado.

En ese momento la enfermera se acercó con lo que para Trunks era una TREMENDA AGUJA y Trunks abrió también TREMENDOS ojos.

  • Ni se te ocurra hacer escándalo –le advirtió Vegeta.

A Trunks no se le hubiera ocurrido hacerlo, sobre todo delante de su padre. No quería que pensara que era un completo cobarde aunque por dentro se estuviera muriendo de miedo. Lo que no pudo reprimir fue cogerle la mano para darse ánimo y Vegeta no la retiró por mucho que el niño la estrujara. Afortunadamente el proceso fue rápido y le dolió menos de lo que esperaba.

  • Toma, pequeño –le dijo la enfermera entregándole una paleta de dulce–. Esto es por ser tan buen niño y no quejarte.

«Tremendo consuelo», pensó molesto Trunks.

Más tarde, llegaron al parque y Trunks, que había salido bastante triste del hospital y sin decir ni media palabra en el camino, se alegró un poco más.

Subieron a todos los juegos, pero el que repitieron más veces fue una inmensa montaña rusa que viraba en todas direcciones dejando muchas veces los carros boca abajo, al igual que otro juego que parecía un pulpo y que a medida que daba vueltas, los compartimientos se giraban para todos lados y tenía a Vegeta completamente mareado.

Después de haberse subido a cada uno sus cincuenta veces, Vegeta sugirió a Trunks que descansaran un rato, por no decirle que necesitaba que se le encajara bien el estómago. Luchar era una cosa, pero estar dándose vueltas por horas era otra bien distinta.

  • ¿Por qué no vas a comprarte algo o a jugar en ésas… ¿cómo se llaman?… ¿máquinas de video? Mientras tanto yo te espero aquí –le dijo Vegeta pasándole algunas monedas y sentándose en una banca.
  • ¿Te sientes bien?, te ves un poco pálido.
  • Sí. Anda, ve… ¡Ah! ¡Y no te metas en problemas!

Trunks dio vueltas por el parque en busca de algo interesante, pero lo cierto es que era muy aburrido jugar solo. De verdad era una lástima que estuviese enojado con Goten. Se gastó casi todo el dinero en videojuegos y después compró varios globos sólo para después soltarlos e ir reventándolos uno a uno con pequeños rayos de energía mientras surcaban el cielo (si leyeron «El león no es como lo pintan», verán que es de familia). Esta actividad lo sacó un poco de su aburrimiento, pero duró poco. Cerca de donde estaba había un carro donde se vendía algodón de dulce y allí fue a comprar, luego se alejó, pero en el camino se le ocurrió que a lo mejor a su papá también le agradaría comer uno y se devolvió para comprarlo. Casi llegando al carro, una puerta semiescondida entre los autos locos y el tiro al blanco llamó su atención; tenía un cartel que decía «ACCESO SÓLO PERSONAL AUTORIZADO». Una sonrisa se dibujó en el rostro del pequeño. «¿Qué habrá ahí?». Disimuladamente se escabulló hasta adentro. No era un lugar demasiado grande, pero estaba lleno de palancas y botones, algunos de colores. «¡Qué extraño! ¿Será una computadora?». Se quedó observando un momento y luego comenzó a probar qué pasaba si movía tal palanca o presionaba tal botón. «¡Qué aburrido, no pasa nada! A ver, ¿y si muevo esto y bajo esta palanca?… ¿nada? ¡Bah!, mejor me voy, aquí no hay nada interesante». Abrió la puerta para salir y se encontró de frente con un guardia que, debido a la carrera hecha hasta ahí, estaba jadeando.

  • ¡Así… que… fuiste tú! –exclamó recuperando un poco el aliento.
  • ¿Yo? –»¿Y yo que hice si sólo estuve aquí?»

Lo que él no sabía, es que había estado jugando con los controles que manejaban todo el parque y que por su entretenimiento había dejado un soberano desastre. Muchos juegos se habían vuelto locos, la montaña rusa había quedado parada en una de las vueltas que dejaba a todo el público colgando de cabeza, la casa del terror que de por sí era oscura tenía a mucha gente atrapada en su interior provocando gran pánico, las tasas voladoras habían aumentado su velocidad y dos de ellas salieron disparadas… Por suerte Vegeta estaba cerca y pudo evitar que se estrellaran contra la rueda de la fortuna, evitando así una desgracia mayor. Algunas máquinas se sobrecargaron de corriente y los controles de algunos juegos explotaron, así como también las luces que adornaban todo el parque. La gente corría desesperada, el carrusel giraba a gran velocidad con niños arriba y madres que suplicaban auxilio y que también fueron auxiliados por Vegeta, como a tanta otra gente a quienes ayudó.

De pronto el parque se detuvo por completo y el pánico general cedió por fin. La gente comenzó a buscar a sus familiares, la guardia civil se encargó de ver si había heridos y Vegeta por su lado se dedicó a buscar a Trunks sin ningún éxito. «¿Dónde se habrá metido este niño?», se preguntaba preocupado. La respuesta llegó a través de los altoparlantes: «Se solicita que el señor Vegeta se acerque a la cabina de guardias». Un extraño presentimiento se apoderó del saiyajin y rápidamente llegó al lugar donde era requerido. Cuando entró a la cabina se encontró a Trunks sentado en una silla, todo compungido y rodeado de guardias.

  • Disculpe, señor. ¿Esta criaturita le pertenece? –le preguntó el encargado, indicando al malhechor.
  • Es mi hijo –respondió Vegeta mirando fíjamente a Trunks con cara de «espero que no sea lo que estoy pensando»… ¡Era!

Le explicaron la situación y solicitaron todos sus datos, ya que la Corporación tendría que hacerse cargo por todos los daños.

  • Una última cosa, señor. Si yo fuera usted mantendría a este diablillo fuera de circulación por un largo tiempo, algo así como encerrarlo en una celda de máxima seguridad, bajo siete llaves y tirarlas al fondo del mar.

No era una mala idea, para nada. A medida que salían del parque, Vegeta recordaba que durante su vida de mercenario había aprendido miles de técnicas de tortura que había practicado a sus víctimas y que en este momento hubiera deseado aplicar más de alguna a su hijo y a su vez pensaba tratando de calmarse «es mi hijo, mi heredero, sangre de mi sangre… 994, 995… ¡Pero qué ganas tenía de descuerar a su vástago!. Él, que había destruido planetas, arrasado galaxias completas, nunca en su vida había sido tan, pero tan… ¡¡¡Grrrr!!!, ni causado tantas dificultades, ni tenido tales ocurrencias… 996, 997, 998… ¡esto no está funcionando!… 999… ¡¿Cómo lo hará su madre?!

Mientras tanto, Trunks caminaba a prudente distancia de su padre mirándolo de reojo por si las dudas.

  • Lo siento mucho, papá –se animó a decirle.
  • ¿Lo sientes? –se detuvo Vegeta mirándolo indudablemente molesto–. ¿¿Dices que lo sientes?? ¡¿¿PERO EN QUÉ ESTABAS PENSANDO??!
  • Papá, tu promesa.
  • ¿¿MI QUÉ?? ¡¡AGRADECE QUE NO CANCELE TODAS MIS PROMESAS Y TE ARRANQUE LAS OREJAS AHORA MISMO!! ¿¿Qué es lo que te está pasando, Trunks?? ¿¿Es que no te puedo dejar un condenado minuto para que tú corras a meterte en problemas?? ¿¿Tienes idea de las consecuencias que…??

Vegeta regañó bastante a Trunks. No podía evitarlo, no era posible que cada vez que le daba la espalda él hiciera de las suyas con o sin intención. Trunks estaba cabizbajo, totalmente consciente de que su padre tenía toda la razón y también el derecho de estar enojado y pensó que hasta ahí había llegado el paseo, aunque en esto se equivocaba, el paseo no sería cancelado, pero Vegeta no podía dejar pasar así nada más aquel incidente. Por otro lado, Trunks estaba muy apenado, pues no quería que su padre se avergonzara de él sino todo lo contrario, quería ser un ejemplo de buen hijo sobre todo siéndolo de un príncipe, sólo que a veces las cosas no resultaban como él esperaba. Así pues, se propuso firmemente no causarle más disgustos, aunque fuera por el resto del día.

  • Papá, tienes mucha razón. De veras lo siento. Te prometo que intentaré no causarte más dificultades y si quieres que nos vayamos a casa, yo lo entiendo.

Vegeta sabía que su hijo era realmente sincero por lo que le dio una nueva oportunidad. Quedaron de acuerdo en olvidar lo sucedido, empezar de cero nuevamente si Trunks se portaba bien y, hecho el acuerdo, siguieron su camino.

Ya eran alrededor de las siete de la tarde. A los dos les había bajado toda el hambre y se dirigieron a una de esas cadenas de comida rápida que había en un Mall.

  • ¿Qué quieres comer?

Trunks tomó la carta y la leyó entera a excepción de los precios, por supuesto.

  • Yo quiero todo esto –dijo mostrándole el menú completo.
  • Muy bien. ¡Camarero!… Traiga dos órdenes de esta carta, y si necesitamos más, le aviso luego.
  • ¿Está bromeando, señor?
  • Yo no bromeo –dijo Vegeta con una mirada que no dejaba lugar a dudas, o sea ésa que cala los huesos–. Trae lo que te ordené y ¡¡rápido!!, si no quieres que te convierta en parte del menú también.
  • Sí, sí, señor –respondió el muchacho todo tembloroso.

El camarero no se demoró nada en traer las órdenes y rogaba al cielo que no demoraran en irse. Tuvo suerte; con el apetito que tenían fue cuestión de segundos para que todo lo que había en los platos desapareciera como por encanto y se retiraran.

Siguieron recorriendo la ciudad hasta que llegaron a una gran tienda de juguetes que se estaba inaugurando, los ojitos de Trunks brillaron, debía haber miles de juguetes muy bonitos en ese lugar. Él tenía muchos en casa aunque aún así era muy divertido tener otros nuevos y sobre todo si compartía ese momento con su papá.

  • ¿Quieres entrar? –le preguntó Vegeta
  • ¡¡Sí, sí quiero, papá!! ¿Podemos? –saltaba Trunks con ilusión.

Entraron y el lugar estaba atestado, apenas podían moverse adentro. Vegeta fue empujado, pisado, estrujado y hasta algunas frescas… bueno, ustedes se imaginarán. Y a Trunks, por su parte, le costaba trabajo respirar tratando de moverse entre las piernas de la gente hasta que llegaron a un pasillo menos congestionado para descansar un poco y seguir adelante.

Compraron toda clase de juguetes y Vegeta salió cargando cajas hasta más arriba de la punta del cabello. Luego ordenó a Trunks que sacara de su bolsillo la cápsula y la accionara, transformándola nuevamente en el convertible.

  • Bien, Trunks, ya es hora de volver a casa, recuerda que tu mamá sale de viaje esta noche.
  • ¡Es cierto! Entonces apurémonos para poder despedirnos.

Ya era de noche cuando abandonaron la ciudad con rumbo a la Corporación y Vegeta llamó a Bulma para que no se fuera antes que llegaran.

  • ¿Sabes, papá? Estoy muy contento –dijo Trunks acomodándose en el asiento.

Vegeta miró a su hijo con cara de pregunta.

  • Sí, porque Kami Sama escuchó mis ruegos y me concedió este día y los que vendrán. Yo le pedí varias cosas y entremedio que tú tendrías paciencia y lo pasaras conmigo unos días. Es mejor que cualquier deseo de Shen Long, ¿no crees?
  • Sí, claro –respondió Vegeta, pensando «Así que Kami Sama… Conque ésas eran las inspiraciones que sentí cuando hice las promesas… ¡Ese gusano verde me las va a pagar!»

  • ¡¡AT-CHIS!!
  • ¿Y a ti qué te pasa? –le preguntó Piccoro a Dende.
  • No sé, tal vez una corriente de aire.

En el auto, Trunks fue abriendo algunas de sus nuevas adquisiciones y se puso a jugar con un videojuego personal hasta que se aburrió y le empezó a dar sueño.

  • ¿Falta mucho? –preguntó refregándose los ojos y bostezando.
  • Más de la mitad.

Eso era bastante camino por recorrer, y el pequeño comenzó a cabecear hasta que se durmió completamente, quedando como un ovillo acurrucado muy cerca de su padre. Al observarlo, Vegeta pensaba qué tranquilo e inofensivo se veía su niño cuando estaba durmiendo, sobre todo si lo comparaba con mismo niño cuando estaba despierto… ¡¡¡¡Brrrr!!!!

Comenzó a refrescar y Trunks se acurrucaba más y más cerca de él, por lo que Vegeta comprendió que tenía frío y bajó el capote del auto.

Todo iba bien hasta que pasaron la mitad del camino y el auto se detuvo; el motor había fallado y no era posible hacer nada por el momento. Vegeta buscó en uno de sus bolsillos cápsulas de repuesto, pero éstas se habían caído al subir a la montaña rusa. ¡Qué genial! ¡Qué fantástico! ¡No cabía en sí de la felicidad!

  • ¡Trunks! ¡Trunks, despierta! –lo remeció Vegeta.
  • ¿Qué pasa? –preguntó el niño, suspirando adormilado.
  • Tendremos que irnos volando porque esta cosa se descompuso.

Convirtieron nuevamente el auto en cápsula con todos los juguetes y se elevaron. Vegeta iba bastante rápido, pero Trunks se estaba quedando atrás y perdiendo altura.

  • ¡Trunks, apúrate! –le ordenó Vegeta.
  • Sí, papá, ya voy.

Pero Trunks estaba muy cansado y algo decaído, por lo que no podía avanzar mucho y prácticamente se estaba quedando dormido en el aire, perdiendo cada vez más altura. Al verlo, Vegeta pensó que a ese ritmo o se iría a pique si se quedaba dormido o simplemente llegarían al día siguiente, así que optó por lo más sano y se devolvió hasta donde el niño, lo tomó en brazos y voló rápidamente hacia la Corporación. Cuando llegaron, Bulma estaba terminando de arreglar algunos asuntos del laboratorio.

  • ¿Qué le pasa a Trunks? –le preguntó preocupada a Vegeta al ver que lo traía en brazos.
  • Sólo está dormido.
  • Pobrecito, debe estar cansado. Y ¿cómo les fue?
  • Ésa es una larga historia.
  • Entonces me la cuentas después, ahora tengo que terminar esto y luego llamar a Milk para que esté lista cuando la pase a buscar.

Vegeta dejó a Trunks en la cama después de sacar un montón de juguetes que el muy desordenado había tirado ahí; en eso era idéntico a su madre en esos días en que empezó a conocerla cuando él recién llegó a vivir a la Corporación. Luego se fue a dar un baño de agua tibia con una bolsa de hielo en la cabeza, un par de aspirinas y una música suave, lo más suave posible, con la intención de acostarse muy temprano y dormir lo más posible para poder seguir batallando al día siguiente.


Las Tribulaciones de un Príncipe Saiyajin en la Tierra – Capítulo 1

Capítulo 1: «Ardiente Paciencia»

Fanfic: Las Tribulaciones de un Príncipe Saiyajin en la Tierra

Había pasado casi una semana desde que Goten había convertido a Vegeta de un orgulloso, fuerte y duro guerrero a un simpático payasito. Este episodio trajo graves consecuencias para él y su amigo Trunks, que nada tuvo que ver en el asunto. El caso es que Trunks había sido severamente castigado por su padre, quien creyó que el autor de la travesura que le causó tantos dolores de cabeza había sido su hijo. Debido a esto, y al saberse la verdad, Vegeta quiso compensar a Trunks pasando con él todo el sábado, domingo y lunes, que era el comienzo de sus vacaciones de medio año, concediendo al pequeño todos sus caprichos si se portaba bien lo que quedaba de la semana.

Vegeta siempre se levantaba muy temprano, pero ese sábado dormía como tronco. Había pasado toda la semana entrenando fuerte durante el día… y bueno, haciendo otro tipo de entrenamientos durante las noches, sobre todo el viernes, ya que Bulma viajaría a la playa ese sábado y por eso estaba un tanto más cansado que otros días. Sin embargo, Trunks, quien se había portado como un sol sin dar ni un solo motivo de queja cumpliendo así su parte del trato, ya se encontraba en pie. Se había duchado, vestido con su ropa de entrenamiento, desayunado, había hecho su cama y ordenado su cuarto que para él significaba simplemente poner todo lo que estaba tirado en el suelo sobre la cama. Cuando estuvo listo fue a la habitación de sus padres, encontrándolos profundamente dormidos.

  • ¿Papá?… papá, despierta –llamaba Trunks jalándolo de un brazo–. Papá, papá.
  • ¿Hmm? –Vegeta abrió los ojos y volvió a cerrarlos.

Trunks no estaba dispuesto a esperar más y se trepó a la cama y luego a su papá.

  • Papá, despierta, tú me prometiste pasar el día conmigo –le decía sentado sobre el tronco del saiya zamarreándolo por los hombros.

Vegeta intentaba despertar, pero no lo conseguía, entonces Trunks vio que sobre la mesita de noche había un jarro con agua. Sin bajarse de donde estaba tomó el jarro, metió los dedos y empezó a tirar chispitas de agua a la cara de Vegeta, consiguiendo su objetivo, pero no como esperaba.

  • ¿Hmm? ¿Qué pasa?

Vegeta comenzó a pestañear por la lluvia que estaba sintiendo y al levantar la mano para secarse, accidentalmente chocó el jarro que sostenía Trunks quedando completamente empapado y despertando de muy mal humor.

  • ¡¿¿QUÉ RAYOS ESTÁS HACIENDO, TRUNKS??! –gritó Vegeta incorporándose al tiempo que Trunks caía de espaldas sobre sus piernas mojándose con el resto de agua–. ¡¡BÁJATE DE AQUÍ INMEDIATAMENTE!!
  • ¿Qué sucede? –preguntó Bulma, despertando con tanto alboroto.

Trunks aprovechó para ir a refugiarse en los brazos de su madre.

  • ¿Qué pasó, cariño? –le preguntó Bulma abrazando a Trunks.
  • ¡Ay, mamá! Es que trataba de despertar a mi papá y le cayó el agua encima.
  • ¿Y por qué tenías que despertarme? –preguntó Vegeta muy enojado secándose el rostro con la sábana.
  • Porque tú prometiste pasar el día conmigo, ¿no te acuerdas? –preguntó Trunks con carita triste.

¡La promesa! Lo había olvidado, ¡y vaya forma de recordárselo!, pero en fin, él cumpliría su palabra tal como lo había prometido aunque no tuviera ningún ánimo de levantarse a las seis de la mañana ese día sábado.

  • No, Trunks, ya lo recordé –dijo Vegeta con desgano–. Y dime, ¿qué has pensado para hoy?
  • Tú dijiste que haríamos lo que yo quisiera, ¿verdad?
  • Sí, eso hice –respondió mirando a Trunks con desconfianza.
  • Entonces lo primero que quiero es que me prometas algo.
  • ¿Qué cosa? –preguntó Vegeta, sabiendo que algo desafortunado le iba a pedir.
  • Quiero que me prometas que, pase lo que pase, no te vas a enojar –pidió Trunks poniéndose el parche antes de la herida.

Vegeta se pasó la mano por el rostro y luego se quedó observando a Trunks, pensando que su retoño de tonto no tenía un solo pelo y nuevamente una inspiración divina lo hizo acceder, tal como le sucedió cuando se le ocurrió hacerle la anterior promesa.

  • Está bien, lo intentaré –dijo por fin, dando un bostezo–. ¿Y ahora qué más quieres?
  • ¿Me muestras los robots con que entrenas?
  • Bueno. Espérame abajo, que ya voy.

Trunks bajó feliz mientras Vegeta se metía a la ducha fría para desperezarse y, cuando salió, Bulma lo estaba esperando para hablar con él. Ya que Vegeta pasaría todo el día con el niño y ella tenía que arreglar sus cosas para el viaje, le pidió que llevara a Trunks al hospital, pues en las noticias del día anterior informaron que había un brote de sarampión y una campaña de vacunación comenzó de inmediato. Vegeta no se opuso, ya que lo más probable era que Trunks quisiera salir y pasarían cerca de alguno. Bulma tenía además que darle un consejo antes de empezar el día; Vegeta estaba sentado al borde de la cama poniéndose las botas y ella se acercó por detrás, abrazándolo.

  • Otra cosa –le dijo al oído–. Sé que tienes las mejores intenciones de cumplir tu última promesa y que Trunks tratará de portarse bien, pero en el supuesto caso de que hiciera algo que te moleste mucho, suspira profundo y cuenta hasta diez antes de enojarte. Como te dije, es un buen niño, sólo que a veces hay que tenerle paciencia.

Vegeta la quedó mirando incrédulo.

  • A mí me ha funcionado, ¡en serio! –le aseguró Bulma, que muchas veces lo había hecho.
  • Pues deberías hacer eso antes de gritarme cada vez que te enojas conmigo –le reclamó Vegeta.
  • ¡Ah! Es que a mí me gustan las reconciliaciones –le respondió Bulma besando su mejilla.

«¡Vaya! –pensó Vegeta–. ¡Y después se queja que el fresco soy yo!»

Trunks estaba jugando en el jardín cuando bajó su padre y al verlo corrió hacia él. Se dirigieron a la cámara de gravedad que Trunks conocía desde hacía ya un buen tiempo, pues Vegeta lo había estado llevando ahí para que fuera acostumbrando su cuerpo a entrenar con gravedad, pero lo que ahora interesaba a Trunks era ver los famosos robots que usaba su papá.

Entraron a la cámara y Vegeta presionó un botón del panel apareciendo varias esferas que se mantuvieron flotando. Trunks se elevó para observarlas mejor y las miró por todos lados, pero quedó decepcionado; él se imaginaba robots más imponentes.

  • ¡Bah! Yo pensé que estas cosas eran más poderosas –dijo acercándose a su padre.
  • Trunks, nunca subestimes así a un enemigo. Sólo porque su apariencia parece inofensiva, no significa que lo sea.
  • Pero papá, ¿cómo esa cosa podría…?
  • Pon mucha atención.

Para hacer más clara la lección, Vegeta ordenó a Trunks que se pusiera en guardia y no le quitara los ojos de encima a la esfera que había menospreciado, y luego activó el robot. Trunks vio que la máquina se abalanzó sobre él, lo cual no le preocupó nada. «¿Y eso es todo?», pensó con una despreciativa sonrisa y se preparó para el ataque, pero de pronto el robot se movió tan rápido que para el niño fue como si hubiera desaparecido y eso sí lo preocupó. Rápidamente se volteó y vio cómo una bola de energía estaba encima listo a traspasarlo. No alcanzó ni a pestañear y hubiese sido atravesado si no es por la rápida acción de Vegeta que desvió el ataque y destruyó al robot. Trunks se quedó paralizado, pero su corazón latía a gran velocidad.

  • Y eso que éste es uno de los lentos. ¿Qué habrías hecho si no estoy aquí? –le preguntó seriamente Vegeta.

Trunks no salía de su asombro. «¿Y éste es uno de los lentos? ¡¡Cielos!!»

  • Que no se te olvide, Trunks. Y ahora, vamos a entrenar.

Estuvieron practicando algunas horas en que Vegeta le enseñó nuevas técnicas junto con aumentar la gravedad. El niño aprendía rápidamente y mientras más aprendía más presionaba Vegeta hasta que Trunks cayó de rodillas, respirando con dificultad.

  • ¿Qué pasó? ¿Te cansaste tan rápido? –preguntó Vegeta con ironía.
  • No… Estoy… bien. Continuemos –respondió Trunks intentando ponerse en pie, pero cayendo nuevamente varias veces.

Trunks se sintió muy avergonzado, no estaba a la altura de lo que su padre esperaba.

  • No te puedo decir mentiras, papá. Estoy muy cansado –dijo agachando la cabeza muy apenado.

Eso era precisamente lo que Vegeta esperaba escuchar, porque desde hacía algún tiempo Trunks se había estado descuidando en los entrenamientos, sobre todo esa semana que Vegeta no había entrenado con él, y como estaba enojado con su compañero de juegos y entrenamiento, se dedicó a hacer otras cosas. Pero además existía otra razón, todo lo encontraba muy fácil y sentía demasiada seguridad en sí mismo. Por eso Vegeta había presionado al máximo.

  • Eso te pasó porque estuviste toda la semana jugando en vez de entrenar, y con pocos días que lo dejes, ya ves los resultados –lo regañó sin enojo.
  • Lo siento, ¡pero seguro que me pongo al día si entreno contigo! –exclamó Trunks, que disfrutaba entrenar con su padre.
  • Conmigo o sin mí, tú debes entrenar, aunque por hoy puedes escoger lo que prefieres hacer.

Trunks se quedó pensando un momento, luego le pidió que lo llevara al parque de entretenciones, así que se arreglaron, comieron algo y salieron. Vegeta pensó que lo mejor era irse en automóvil en vez de volando, porque de vuelta seguro vendrían cansados.

  • ¿Me dejas conducir? –preguntó Trunks.
  • ¿Te volviste loco? En primer lugar no alcanzas los pedales, en segundo lugar nos detendría la policía y en tercer lugar quiero llegar vivo.

Con tales argumentos, Trunks no pudo alegar.

Viajaron en un convertible y Trunks iba feliz mirando el paisaje con el cabello todo revuelto y jugando a ser discjockey cambiando las señales de radio y cassettes hasta que a lo lejos divisó los juegos.

  • ¡Mira, papá, ya estamos llegando! ¡Allá se ve la montaña rusa! ¡Y mira, allá está el splash y la rueda! –exclamaba Trunks muy emocionado señalando los juegos–. ¿Verdad que hoy te vas a subir conmigo? ¿Verdad? ¿Verdad?
  • Sí, Trunks –respondió Vegeta sin el mismo entusiasmo de su hijo–. Pero primero tenemos que pasar a otro lado.
  • ¿Adónde?
  • Ya verás.

Trunks pensó que su papá le tenía una sorpresa y en verdad así era, pero nada bonita. Vegeta pensó que lo mejor sería llevar a vacunar a Trunks en primer lugar para que de ese modo la parte agradable del día no se viera empañada por la desagradable.

Cuando llegaron a la ciudad se bajaron del auto y Vegeta lo transformó en una cápsula que guardó en su bolsillo. Se dirigieron por la calle principal y Trunks se empezó a entusiasmar con las tiendas de juguetes, videojuegos y dulces quedando pegado a las vitrinas. «¡Mira ese portaaviones, papá!» o «¡Mira qué helado tan grande!», «¡Wow, ese juego no lo había visto!». Así caminó sin atender muy bien por dónde iba y en una oportunidad que vio un inmenso telescopio giró la cabeza para mirar a Vegeta deteniéndolo con una mano mientras levantaba su otro brazo hacia la vitrina en que justo se paró a mirar una señora inmensa de gorda subiéndole completamente el vestido. Al darse cuenta de lo que había hecho, Trunks se escondió detrás de su padre y cuando la señora agraviada se volteó indignada, se encontró cara a cara con Vegeta.

  • Yo… –trató de hablar Vegeta.
  • ¡¡ATREVIDO!! –la mujer trató de darle un puñetazo, pero él rápidamente la esquivó– ¡¡LADINO!! ¡¡SINVERGUENZA!! –seguía gritando.

Vegeta tomó a Trunks de un brazo y corrió lo más lejos posible llegando justo a la entrada del hospital. Una vez allí, lo soltó mirándolo con ojos furiosos y listo para darle una buena reprimenda, pero Trunks se adelantó.

  • Papá –dijo Trunks temeroso–, tú me prometiste que no te ibas a enojar.
  • Grrrrrr…

En ese momento Vegeta recordó el consejo de Bulma: «suspira profundo y cuenta hasta diez antes de enojarte», «…7, 8, 9, 10»

  • Está bien, Trunks –habló Vegeta más calmado–. ¡Pero ten más cuidado! ¡Y no te separes de mí! ¿Entendido?
  • Sí, papá.
  • Entonces, sígueme.

Y ambos entraron al hospital mientras Vegeta pensaba «Creo que éste será un laaaargo fin de semana»