por Raquel Vásquez
Nota: Quiero aclarar que la historia que ahora les voy a contar no es mía. En realidad, es un relato muy viejo que he escuchado en varias ocasiones y en diferentes versiones, pero me pareció que Goku se adapta tan bien a ella que no pude evitar hacer una nueva basándome en Dragon Ball Z. Espero que les guste.
La felicidad llegó a la familia Son el día en que Milk se enteró que esperaba a su primer hijo. No sabía si sería niño o niña, pero de lo que sí estaba segura es de que ese bebé fruto del amor de ella y Goku, crecería en un hogar lleno de amor y cuidados. «Será un gran científico» pensaba la mujer mientras acariciaba su barriga que cada día se hacía más grande.
A partir del quinto mes de embarazo, Milk debió guardar reposo absoluto, quedando los cuidados de la casa a Goku, al igual que debía hacerse responsable de comprar todos los comestibles. Al principio sufrió mucho, ya que no estaba acostumbrado a realizar ninguna de esas tareas y la verdad es que no le salían muy bien, pero poco a poco fue acostumbrándose a ellas, llegando a mejorar considerablemente. Por ser su primer embarazo, Milk no estaba acostumbrada a los malestares típicos de su condición y mucho menos a la infinidad de antojos de que era víctima. La verdad es que Goku a veces prefería tener que enfrentar nuevamente a Piccolo en combate antes de tener que satisfacer los antojos cada vez más extraños de su mujer. En sólo unos meses, el pobre había tenido que recorrer medio mundo buscando los alimentos más exóticos y extraños que había visto; muchos de ellos ni siquiera podía pronunciarlos, ni que se diga de todas las veces que había tenido que salir a media noche a buscar todo lo que a Milk le provocaba en el momento. Por otra parte, ni los peores entrenamientos con Kamisama lo habían preparado para soportar los cambios repentinos y drásticos de humor de su esposa, que pasaba de la risa al llanto en sólo unos instantes y por las razones más insignificantes. En pocas palabras, el papel de esposo absorbió por completo a Goku, que ya realmente agotado esperaba con ansia el día en que su hijo naciera.
Un día estaba Goku en el supermercado haciendo las compras de la semana; se encontraba en la sección de cereales tratando de localizar el que Milk le había pedido: uno integral con frutas y sin azúcar; hacía mucho énfasis en esto último, ya que su esposa le dijo que el consumir azúcar en su estado hacía que retuviera líquidos. Goku no había entendido esto y la verdad sonaba tan grotesco que no quería averiguarlo. Se encontraba leyendo los ingredientes de un nuevo cereal que había salido a la venta, cuando una señora, ya mayor, se le quedó mirando con una caja de galletas en las manos. No pasó mucho tiempo cuando Goku se dio cuenta de esto, así que muy cortés quiso saber si podía ayudarla en algo. «Disculpe, señora, ¿se encuentra bien?» La mujer se ruborizó un poco y acercándose al saiya le dijo, «Lo siento, hijo, es que a mi edad ya no veo muy bien y no puedo leer cuál es el precio de estas galletas. ¿Me harías el favor de decirme cuánto cuestan?» «¡Por supuesto!» Dijo Goku tomando la caja. Inmediatamente pudo ver el precio en ellas, «Estas galletas cuestan dos dólares, señora» «Ya veo –dijo la anciana tomando nuevamente las galletas y colocándolas en su carrito lleno de diversos productos– muchas gracias, joven». Sin decir más, la señora se fue sin despedirse de Goku, que se le quedó mirando hasta que ésta desapareció de su vista.
Quince minutos después, Goku se encontraba en la sección de frutas y verduras. Quería encontrar el melón perfecto, ya que a Milk le encantaban. «Jeje, Milk se pondrá feliz cuando lo vea» pensaba mientras tanteaba todos los melones. Cuando finalmente lo localizó, una voz proveniente de su espalda lo asustó tanto que el saiya dejó caer el melón al suelo. Muy molesto al ver la fruta aplastada en el piso, giró para ver quién demonios lo llamaba. Cuál no sería su sorpresa cuando vio que era la misma mujer que unos minutos antes le había preguntado el precio de unas galletas. La anciana, al ver el rostro de furia que Goku tenía, se asustó, así que se apartó un poco de él. «¿Qué se le ofrece, señora?» Dijo un poco fastidiado el hombre. «Bueno… la verdad es que yo –dijo la mujer retorciéndose las manos– …Nada, hijo, olvídalo». Apenas terminó de decir esto, la mujer se fue nuevamente, dejando a Goku muy confundido. «Qué mujer tan extraña», pensó el joven mirando el destrozo que había hecho gracias a su intromisión.
Cuando finalmente pudo encontrar otro melón en buenas condiciones, Goku procedió a buscar la leche. No sabía dónde se encontraba, así que comenzó caminar por todos los pasillos del supermercado tratando de localizarla, pero cada vez que entraba en uno de ellos, la anciana hacía lo mismo. Lo más extraño de todo era que siempre se le quedaba mirando fijamente sin decirle nada. Esto puso muy nervioso a Goku, que no entendía el extraño comportamiento de la mujer. Rápidamente, el joven entró en la sección de quesos y charcutería, esperando que por ser un sitio frío, debido a todas las neveras que se encontraban en esa zona, la anciana no estaría ahí, ¡pero sé estaba! Apenas llegó se percató de la presencia de ella. Al verla, Goku frunció el ceño. «Para ser una anciana, realmente es muy rápida» pensó cada vez más incómodo con lo que estaba pasando. La mujer lo miraba a los ojos; casi al instante, el joven sintió cómo un escalofrío recorría todo su cuerpo; era como si la mujer lo estuviera esperando con algún fin desconocido para él, y eso no le agradaba en lo absoluto ya que no sabía qué pensar de todo eso.
La verdad es que Goku no aguantó más la situación, así que a toda velocidad y mirando en todas direcciones para asegurarse que esa mujer desconocida no lo estuviera siguiendo, se dirigió a la caja más cercana; estaba inquieto y deseaba irse corriendo a su casa. Por estar absorto en esto, no se dio cuenta de que la anciana se le adelantó en la caja, dispuesta a pagar todos sus comestibles. Cuando la vio, no supo qué hacer, así que trató de ignorarla. Después de todo, al fin se libraría de ella. Esto hizo que se sintiera mejor, tomó una revista y comenzó a ojearla dispuesto a esperar con paciencia su turno de pagar. Ella lo miró unos segundos no muy segura de lo que iba a hacer, pero finalmente se decidió, así que lentamente se acercó al saiya que no se percató de nada hasta que la tuvo frente a él. «Hijo, ¿puedo hablar contigo un momento?» Dijo la mujer con rostro suplicante. Al ver esto, Goku, bastante nervioso pero a la vez lleno de curiosidad, no pudo negarse, «¡Claro!, Dígame» «Verás –dijo la mujer– ¡es que al verte me sorprendí tanto!, y es que te pareces mucho a un hijo que tuve y que murió hace ya muchos años». Al decir esto, la anciana comenzó a llorar desconsoladamente abrazándose a Goku. Éste, muy confundido y sobre todo avergonzado por todos los terribles pensamientos que habían cruzado por su cabeza en cuanto a la mujer, no supo cómo reaccionar, pero finalmente, tratando de consolarla un poco, respondió a su abrazo y esperó a que ella, más calmada, lo soltara.
Así, la mujer le contó la trágica historia de su hijo menor que en plena juventud había muerto debido una terrible enfermedad aún sin cura. «Pobre mujer –pensó Goku– debió sufrir mucho con todo eso». La anciana pasó su mano por el rostro del saiya muy agradecida por su amabilidad. «Gracias, hijo, el verte me ha hecho sentir mucho mejor, pero ¿puedo pedirte un último favor?» «Lo que usted quiera», respondió él con una sonrisa en su rostro. «Me haría muy feliz que al irme alzaras tu brazo en señal de despedida y me dijeras: ¡Adiós, mamá!» «Eso es sencillo –dijo Goku– ¡Claro que puedo hacerlo!». Al escuchar esto, la mujer se puso feliz, le dio un beso a Goku y finalmente cuando todo estuvo listo y la anciana se fue, el joven cumplió su promesa, alzó su mano y fuertemente, ya que quería estar seguro de que la mujer lo escuchara, le dijo: «¡Adiós mamá! Te quiero mucho». Esto último lo dijo por su cuenta, esperando que con esto ella se sintiera mucho mejor.
Finalmente le tocó el turno a Goku de pagar, pero abrió sus ojos de par en par cuando la cajera le dijo cuánto debía: «Son quinientos dólares, señor» «¡¿QUÉ?!» Fue lo único que pudo decir al escuchar semejante noticia. ¿Cómo era posible que debiera tanto si sólo llevaba una caja de cereal y un melón? Al preguntarle esto a la cajera, ésta le respondió: «Es que su madre me dijo que usted pagaría su cuenta» «¡Mi madre! –dijo Goku confundido– ¡¿De qué madre me habla usted?!» La mujer se sorprendió mucho al escuchar esto, «Pues la anciana que estaba antes de usted. ¿Quién más, señor?». Ahora lo entendía todo, ¡esa anciana lo había engañado vilmente! Luego de decir toda una gama de insultos y de maldecir repetidamente su suerte, Goku, con mucho enfado, pagó su cuenta y la de la mujer que lo había estafado jurando que si algún día llegaba a verla se las vería muy mal.
A partir de ese día, Milk le prohibió rotundamente a Goku que volviera a hacer las compras de los comestibles. En su lugar, su padre se encargaría de realizar esa labor, y es que salía muy costoso que el saiya las hiciera.