Un final y un comienzo

por Sailor Plut


Era un nuevo amanecer en Capsule Corp. Como siempre, todos estaban en sus habituales labores de trabajo. Habían pasado ya casi 5 meses desde la aparición de Trunks, y los Guerreros Z habían empezado sus entrenamientos para el futuro incierto que les esperaba. Todos estaban ocupados: Bulma se encontraba trabajando en nuevos prototipos de cápsulas, mientras Yancha hacía su habitual «entrenamiento» en el gimnasio observando a todas las chicas en su rutina de aeróbicos. Vegeta, mientras tanto, se encontraba encerrado en la cámara entrenando con la gravedad aumentada casi a 200.

Bulma estaba concentrada en su trabajo cuando sus pensamientos interrumpieron su concentración…

Bulma (pensando): ¿Qué habrá pasado con Yancha anoche? No estuvo en la cena y tampoco lo vi en su habitación antes de acostarme… Ese maldito de seguro se fue de fiesta nuevamente con sus amiguitas, mientras yo tengo que matarme trabajando… Uyy, pero me la va a pagar cuando llegue.

Por la noche, al llegar la hora de la cena, Bulma se encontraba preparando los emparedados, ya que su madre y su padre estaban de viaje, así que ella tenía que hacerse cargo ahora, cuando…

Yancha: Hola, Bulma, qué tal. Mmmm, se ven deliciosos esos emparedados, y yo traigo mucha hambre. ¿Me das uno?

Bulma se volteó al oír las palabras de Yancha, y lo observó con una mirada fría y penetrante… Yancha, al sentir esa mirada, no pudo mover ni un músculo, ya que sabía que Bulma estaba enojada, y cuando ella estaba así, era de temer.

Yancha (asustado): Bu…Bu…Bulma, qué te pasa… A…a…acaso estás enojada conmigo?

Bulma (con cuchillo en mano): ¡Y todavía tienes las desfachatez de preguntarlo! Dime, Yancha, ¿a dónde diablos estabas anoche que no llegase a dormir?

Yancha (mas asustado): Yo…yo… estaba….. ¡entrenando! Sí, eso, estaba entrenando.

Bulma: Sí, claro, cómo no. ¡Crees que soy boba! ¡Crees que no sé que mientras estoy ocupada trabajado y haciendo las cosas de la casa, te largas con tu amiguitas de parranda y no regresas hasta muy tarde y en ocasiones hasta el día siguiente! ¡Ya estoy cansada de tus humillaciones y tu infidelidad, no soporto más esta situación!

Yancha: Ah, sí, ¿y cómo crees que me siento yo? Me tienes abandonado. Desde que me trajiste a tu casa, no me has atendido. No sabes hacer otra cosa más que trabajar y trabajar. No me pones atención, así que he tenido que buscar otras chicas que sí me sepan valorar y que me atiendan. Además de eso, que sean dulces y cariñosas como debe ser una mujer de verdad, no como tú, que eres una gruñona y antisocial.

Bulma se quedó con la boca abierto al oír la respuesta de Yancha. Sus ojos se fueron llenando de lágrimas y ya no había rabia en ellos, sino tristeza y decepción. No podía creer que aquel hombre al que tanto había amado le hubiera contestado de esa forma.

Bulma (casi sollozando): Bien, Yancha, ya sé cuál es el concepto que tienes de mi persona y creo que se ha dicho todo entre nosotros. Nuestra relación no puede continuar, será mejor que terminemos esto inmediatamente.

Yancha (todavía lleno de rabia): Bien, perfecto, hace tiempo estaba esperando esta oportunidad. Así me podré librar de ti y de tus celos tontos que me enferman. Voy por mis cosas y me largo de aquí de una vez por todas.

Yancha subió las escaleras de la casa para ir por sus cosas a su habitación. Iba tan enojado que no se dio cuenta por donde caminaba y se tropezó con Vegeta, que venía bajando.

Vegeta: ¡Cuidado, insecto! Fíjate por donde caminas, idiota. Este tropezón te puede costar la vida.

Yancha: Ya cállate, chaparro. Ahora no tengo tiempo de discutir contigo…

Vegeta observó a Yancha extrañado de que no se hubiera puesto en guardia para pelear. «Debe haberse peleado con la mujer –pensó– bueno, esto no es de mi incumbencia. A mí qué me importa lo que le ocurra a esos dos».

Cuando llegó a la cocina, observó que la mesa estaba vacía, cosa que lo hizo enojar porque como buen sayayin tenía un apetito voraz.

Vegeta: ¿Qué pasa aquí, por qué no está la cena servida? –mirando a Bulma, que se encontraba de espaldas, apoyada con sus manos en el lava platos, dijo– Oye tú, mujer: ¿para qué rayos estás aquí si no es para cocinar? Vengo con mucha hambre y no encuentro nada, ¿o es que quieres que yo, un príncipe sayayin, me ponga a cocinar en tu lugar?

Bulma se volteó y miró a Vegeta con sus ojos llenos de lágrimas.

Bulma: Déjame en paz, Vegeta. No estoy para estar oyendo tus reproches en estos momentos, y además me importa muy poco que seas un príncipe, así que si quieres comer, cocina tú mismo…

Bulma soltó el cuchillo que tenía en su mano, empujó a Vegeta y salió corriendo escaleras arriba hasta su habitación, en donde se tiró en la cama a llorar desconsoladamente.

Mientras tanto, Vegeta miraba los emparedados a medio hacer que había dejado la mujer en la cocina y pensaba «Vaya, en realidad fue grande la pelea entre estos dos, jamás la había visto tan triste»… de repente sacudió la cabeza y se dijo a sí mismo «Qué diablos me importa lo que le ocurra. Un guerrero como yo no debe estar pensando en una terrícola como ella». De repente, sus palabras fueron interrumpidas por unas pisadas que sintió por las escaleras. Al mirar, vio a Yancha que bajaba cargando su maletín y que se dirigía a la puerta.

Yancha: Por qué me miras así? Te estás preguntando si me voy, pues fíjate que sí, me largo de aquí, así que ya te queda el camino libre con Bulma.

Vegeta: Qué dices, ¿crees que me interesa esa mujer? Por favor, para lo único que sirve es para que me repare la cámara de gravedad cuando esta averiada y para que cocine.

Yancha: Ja, crees que no me he dado cuenta como la miras a veces. Ni siquiera un sayayin como tú es invulnerable a una mujer como Bulma.

Diciendo esto, Yancha abrió la puerta de la casa y salió. Vegeta sólo apretó los puños fuertemente, pero no dijo ni una sola palabra.

Vegeta (pensando): Qué se habrá creído este insecto. Se salva de que no le dé su merecido porque no estoy de humor para ello, y además tengo mucha hambre. –Miró los emparedados y suspirando dijo– Bueno, tendré que terminarlos yo, porque creo que esta terrícola no bajará en toda la noche… Qué humillante, un príncipe de los sayayin cocinando, ja, pero ni modo, no quiero morir de hambre.

Una hora después, Vegeta se dirigía por el pasillo a su habitación, cuando escuchó unos sollozos que venían de la habitación de Bulma. Se detuvo por unos segundos frente a la puerta de la habitación de la mujer, iba abrir, pero algo lo detuvo. «No, no debo hacerlo, no me debe importar lo que le pase, no debo ser como Kakaroto» pensó. Luego soltó la perilla de la puerta y siguió caminando hasta su habitación. Una vez allí se quitó la camiseta y los vaqueros y se acostó a dormir, pero no puedo cerrar los ojos, pues el llanto de la mujer se oía hasta su habitación y no lo dejaban en paz. Se levantó y se puso los pantaloncillos, luego se dirigió hacia la habitación de la mujer y entró…

Vegeta: Oye, mujer terrícola, cállate la boca y ya deja de chillar, que no me dejas dormir y necesito descan…

Su frase fue interrumpida al observar aquella escena. Bulma se encontraba acostada en su cama, encogida de piernas y brazos, su rostro estaba rojo y empapado por las lágrimas que caían de sus ojos, su cuerpo temblaba por completo y casi se ahogaba en su llanto.

Vegeta bajó la cabeza al ver esto y no pudo hablar más. Después de pensarlo un poco, se acercó a la cama de la mujer, se sentó y apartó el cabello de Bulma de su rostro.

Vegeta: Vamos, mujer, no tienes porqué ponerte así por un insecto como ése. No vale la pena, es un idiota que no merece tanto de ti.

Después de estas palabras hubo un silencio momentáneo. Vegeta se preguntaba por qué había dicho eso, por qué le inspiraba dolor lo que le pasaba a esa mujer. De repente, Bulma se incorporó y miró a los ojos de Vegeta. De un momento a otro, todo el temor que sentía por ese hombre había desaparecido. Al contrario, su presencia le inspiraba cariño y afecto. Sin pensarlo arrecostó su cabeza en el pecho de Vegeta, lo abrazó y cerró sus ojos.

Bulma: Vegeta… Gracias, gracias por quererme animar… Tienes razón, Yancha no merece nada de mí. Qué suerte que estés tu aquí para hacérmelo entender.

Vegeta no supo qué hacer cuando sintió el abrazo de la muchacha y sus palabras. Sin embargo, se dejó guiar por su corazón y la abrazó.

Vegeta: Bueno, ya, ya cálmate, mujer, no es para tanto. Ahora acuéstate a dormir, que ya es tarde…

Bulma: Vegeta… no me dejes sola. Quédate conmigo hasta que me duerma, por favor…

Vegeta: ¿Qué? Estás loca…

Bulma: Por favor, sólo esta vez, ¿sí?

Vegeta: Está bien…

Bulma se volvió a recostar en su cama. Mientras Vegeta la cubría con la cobija, se estuvo un rato observando a la muchacha atentamente. De repente le dio un beso en la frente, se levantó y se fue de la habitación. La muchacha ya estaba dormida.

Cuando estuvo acostado en su cama, estuvo un largo rato pensando en Bulma, en lo hermosa que era y en por qué sentía eso tan raro por ella… ¿Acaso me estaré ablandando? ¿Acaso me volveré igual que Kakaroto?, se preguntaba.

A la mañana siguiente, Vegeta se levantó muy temprano y, después de ducharse, se dispuso a ir a la cocina a prepararse algo de desayunar para luego irse a encerrar, como todos los días, en la cámara de gravedad. «Ella debe estar dormida todavía, así que tendré que hacerme de comer yo mismo», pensó, pero cual sería su sorpresa cuando al bajar se encontró con Bulma, que estaba muy sonriente preparando el desayuno.

Bulma (al sentir la presencia de Vegeta): Ah, Vegeta, pasa, siéntate, ahora mismo te sirvo el desayuno…

Vegeta observó sorprendido a Bulma y se sentó a la mesa, sin quitarle la vista a la muchacha.

Bulma: Bueno, aquí está el desayuno, espero que te guste.

Ella se sentó en la silla frente a Vegeta a desayunar también. Esperó a que el saiya hubiera comenzado a desayunar para agradecerle por su gesto de anoche.

Bulma: Vegeta… gracias por el gesto que tuviste conmigo anoche, te lo agradezco mucho. En realidad me sentía desesperada, pero tus palabras me ayudaron mucho.

Vegeta miró a Bulma. En sus ojos se reflejaba un sentimiento de calma, de resignación, estaban diferente a como se veían anoche. Él sólo sonrió y siguió comiendo sin decir nada, pero por esa sonrisa Bulma se dio cuenta de que Vegeta siempre estaría a su lado y que jamás la abandonaría.

Ya habían pasado casi tres meses de este acontecimiento. Bulma no había vuelto a saber de Yancha, y la relación entre ella y Vegeta iba cada vez mejor. Se estaban entendiendo muy bien y ella ya estaba sintiendo un afecto muy especial por Vegeta, algo que iba mucho más que amistad, todo esto a pesar de los gruñidos de Vegeta y de los berrinches que hacía todos los días, pero su relación no llegaba a nada concreto.

Un noche como cualquiera otra, Bulma preparaba la cena cuando de pronto sintió un fuerte ruido que estremeció toda la casa; al oír eso, la muchacha salió corriendo hacia el lugar de donde provenía aquel ruído: era la cámara de gravedad donde entrenaba Vegeta. Bulma se disponía a entrar en ella cuando la compuerta se abrió y Vegeta salió con la cara y parte de su cuerpo lleno de sangre, tambaleándose por el dolor de las heridas. Bulma gritó al ver a su saiya en tales condiciones, corrió hacia él para ayudarlo, pero éste la rechazó.

Bulma: Vegeta, ¿qué te ocurrió? A ver, déjame ayudarte…

Vegeta: Suéltame, mujer. Yo soy un guerrero y puedo solo, no necesito de ti.

Pero al decir esto sintió que todo le daba vueltas y no tuvo otra opción que dejar que Bulma lo ayudara. La chica llevó al saiya a su habitación, le quitó la ropa y lo acostó en la cama. Luego fue por algunas medicinas y vendas para curarle las heridas. Una vez que curó las heridas de Vegeta iba a levantarse de la cama para dejar que el saiya durmiera, pero éste la detuvo agarrándola por el brazo. Bulma se volteó y miró a Vegeta…

Bulma: ¿Qué te pasa, por qué no me dejas ir? Debes descansar y no quiero molestarte.

Vegeta: No me molestas, al contrario, me gusta tu compañía. Por favor, quédate.

Bulma se sentó en la orilla de la cama y tomó de la mano a Vegeta.

Bulma: Está bien, Vegeta, me quedaré, pero por favor trata de descansar, lo necesitas. Has estado entrenando muy fuerte y te has hecho mucho daño.

Vegeta miró fijamente a Bulma y sin pensarlo colocó su mano debajo de la barbilla de la muchacha, acercó su rostro al de ella y la besó.

Bulma al principio se sintió sorprendida, pero el saiya lo había hecho con tanta ternura y delicadeza que no pudo rechazarlo y pronto le respondió el beso con la misma ternura con la que él la había besado.

De ese inocente beso pronto nació la pasión y, pese a las heridas de Vegeta, ambos pasaron una noche llena de amor y calor.

Al día siguiente, Bulma se encontraba en el jardín arreglando sus plantas. De repente apareció Vegeta y abrazándola por detrás le dijo…

Vegeta: Ahora soy yo el que te tengo que dar las gracias, no sólo porque curaste mis heridas, sino por la noche que pasamos.

Después de decir esto, le dio un beso y se fue a la cámara a seguir entrenando. Bulma se quedó paralizada mirando al saiya cómo se alejaba. No podía creer que aquel sujeto, al cual ella había temido tanto, el cual había acabado con tantas personas y destruido tantos planetas y que además había matado a sus amigos, se portara de esa manera tan tierna con ella y encima de todo la había hecho pasar una noche tan maravillosa como ésa. ¿A qué se debía eso? ¿Acaso había logrado que Vegeta dejara de ser el sangrón de siempre? ¿sería que ella se estaba enamorando de él o ya lo estaba? La muchacha se hacía todas estas preguntas mientras seguía arreglando sus plantas sin imaginarse tan siquiera el lazo tan fuerte que la uniría a Vegeta para siempre.