por SUSY
Este cuento está basado en mi primer fanfic en capítulos: «¿Universos Paralelos?» y pretende ser la continuación de mi relato «A Fuego Lento«. Para su mejor comprensión, se aconseja su lectura.
Sucede en un mundo paralelo donde Vegetasei no fue destruido y Bulma llegó allí llevada por el rey Vegeta II…
Era casi el mediodía, después de esa noche memorable en la que al fin el rey Vegeta II y Bulma se habían amado, al fin. Ella dormía tranquilamente todavía, rendida de cansancio por el dulce ajetreo de apenas unas horas atrás, pero el rey, mucho más fuerte y resistente, estaba ya totalmente despierto y preparado para comenzar el día.
«Vaya nochecita que pasamos» pensaba él mientras la miraba dormir «Realmente es la mejor amante que recuerdo, o por lo menos la más apasionada. Creo que fue una buena idea ir a ese planeta, después de todo, y mucho mejor idea conservarla para mí. ¡Cuando pienso que podría habérsela dado a Nappa! Hice bien en escuchar a mi hermana, ella tenía razón después de todo, ¿por qué privarme de un placer? Pero sin duda lo mejor de todo fue ese juego de indiferencia e interés que le hice, definitivamente fue maravilloso ver hasta qué punto puede llegar una mujer cuando se la sabe llevar ¡Ella hubiera hecho cualquier cosa que yo le hubiera pedido! Y en cierta forma lo hizo, olvidó todos sus pudores conmigo, ¡hasta llegó a suplicarme que me acostara con ella! Bueno, es verdad que yo no soy un hombre común, pero creo que pocas mujeres me han deseado tanto y de ese modo ¡con esa ansia febril! Bueno, ahora debo ir a ocuparme de mi reino y después entrenaré unas horas. Por ser una esclava, ya le he dedicado bastante tiempo. Es realmente absurdo, pero mis súbditos deben entender que su rey tiene sus placeres, que deben ser respetados» Vegeta terminó de vestirse y la miró por última vez. En ese momento, ella se destapó un poco y se vio parte de su cuerpo desnudo. Él, entonces, la acarició suavemente con la punta de los dedos mientras sintió que la deseaba nuevamente. En verdad estuvo tentado de quedarse a su lado para volver a poseerla otra vez, y otra, y otra, hasta saciar todos sus deseos, pero finalmente decidió retirarse antes de que su compañera despertara.
Bulma se despertó por el ruido de la puerta al cerrarse y, con una sonrisa de satisfacción, aún con los ojos cerrados, acarició el otro lado de la cama, pero su hombre ya no estaba…
Ella sintió un profundo desencanto por esa situación, pero pensó que ya lo volvería a ver, y que los momentos que habían pasado se repetirían. Y así fue, durante el día no volvió a verlo, pero esa noche y la que le siguió a esa y la próxima, él mandó a su habitación a dos lacayos para que la acompañaran hasta la puerta su habitación, adonde pasarían la noche, ambos. Bulma se sentía muy avergonzada por el asunto de los dos sirvientes que la acompañaban, hubiera preferido que la cosa pasara más desapercibida, pero Vegeta insistía en que la costumbre así lo disponía en el caso de la concubina del rey.
«Me avergüenza entrar a su habitación como una prostituta, y además con dos hombres que me acompañan. Al día siguiente no puedo mirar a nadie a la cara, me parece que todos me ven y se están imaginando lo que hicimos la noche anterior» le decía la joven.
«No tienes nada de qué avergonzarte, mujer, todos saben quién eres aquí y cuál es tu papel en palacio, complacerme, como es natural, y te digo que hasta ahora tu desempeño, tanto en el área científica como en mi cama, ha sido inmejorable, tienes mucho talento. Tú sí que sabes tratar a un hombre, ahora, dime ¿lo aprendiste en tu planeta?» le contestó él como si sus palabras fueran un elogio.
Ella enrojeció como un tomate cuando escuchó las palabras del hombre que, tal vez para su desgracia, ya amaba apasionadamente y, mordiéndose los labios para no llorar, le dijo:
«Señor, no me diga eso, por favor, se lo ruego. Me siento como un objeto, menos que eso, como un pedazo de carne… yo…»
Vegeta la miró, extrañado y repuso con indiferencia:
«En verdad no te entiendo. ¿No era esto lo que querías? Además no eres un pedazo de carne, sino mi esclava, creo que eso está claro ¿no? De todas formas, no eres una esclava común, tienes otras atribuciones y poderes aquí. Hice que los sirvientes y los científicos te obedecieran, tienes un rango, eres mi mujer, me perteneces solamente a mí»
La pobre Bulma sintió que su corazón se rompía al escuchar eso, sin embargo no tenía razones para imaginar que él la viera de diferente manera. Ella, sin duda, no era para el saiyan más que un objeto de placer… ¡Ah, cómo deseaba volver a la Tierra! Allí volvería a ver a sus padres, a sus amigos, a su novio… «¡Yamcha!» pensó. Al menos él la amaba y jamás la trató como a un objeto… Pero… ¿cómo podría volver a mirarlo a la cara después de lo que había vivido allí? Ni siquiera podía decir que él la había violado, fue ella quien se le entregó sin condiciones. Lo peor era que ni siquiera podía autoengañarse pensando que lo había hecho para evitar pasar a manos de cualquiera. Sabía muy bien que aunque ese peligro no hubiera existido, ella de todas formas se le hubiera rendido.
«Comprendo, señor», exclamó metiéndose adentro de la cama al lado de Vegeta, quien sin darse cuenta de lo que pasaba, comenzó a hacerle el amor, hasta que ella, casi odiándose a sí misma por su debilidad, hizo todo lo que él quiso y por último gritó de placer en sus brazos…
Y así pasaron dos meses, entre el trabajo cotidiano de Bulma en el laboratorio y las noches más que agitadas que pasaba en compañía del monarca… Pero un día Bulma comenzó a sentir una serie de malestares que pensó que podrían ser los primeros síntomas de un embarazo, pero… eso no era posible… él y ella pertenecían a razas distintas, lo más probable es que ni siquiera fueran compatibles genéticamente… Sin embargo, ese retraso de dos semanas, esas náuseas matinales, algo significaban… tal vez… Pero si así fuera, ¿qué diría el rey al enterarse? ¿Aceptaría tener un hijo de ella? ¿Y si la rechazaba ahora? Bueno, después de todo, él nunca se preocupó por evitarlo, pero lo mejor sería que Bulma lo averiguara por su cuenta sin decir nada y después vería. Entonces se dirigió al laboratorio y preparó un reactivo para improvisar un test de embarazo. Cuando lo tuvo listo, lo probó en sí misma… y ya no tuvo dudas, estaba embarazada. Cuando terminó su análisis, se retiró a su habitación y mandó decir que no trabajaría ese día a causa de una indisposición pasajera. Hecho esto, comenzó a pensar en las opciones que se le presentaban… muy pocas, por cierto. Era peligroso decirlo y tal vez una tontería callarlo… Su hijo… ¿tendría cola como su padre? ¿A cuál de los dos se parecería? Tal vez ni siquiera le dejaran criarlo y se lo quitaran desde su nacimiento… Seguramente, en el caso de que lo aceptara como hijo, Vegeta querría hacer de él un guerrero poderoso y sanguinario como todos los saiyanes… eso no podría tolerarlo ella. Sin duda lo mejor era callarse y ver la forma de regresar a la Tierra con sus seres queridos. Pero, ¿cómo presentarse nuevamente ante sus padres, embarazada de un extraterrestre? Ella sonrió entonces y pensó que, con toda seguridad, sus padres la perdonarían y la aceptarían tanto a ella como a su hijo, su nieto después de todo. Muy distinta era la situación de Yamcha, pediría explicaciones… aunque ella podría mentirle, decirle que fue obligada y, ¡quién sabe! tal vez él terminara aceptando al pequeño como suyo. Sin embargo, esta idea le pareció cobarde y repugnante, no solamente implicaba una mentira a alguien que la amaba, sino que además ella no creía que pudiera volver con su novio… no después de haber sido la amante de Vegeta. Por suerte, ella nunca le dijo a este último la localización exacta de su planeta… así que no había peligro de que él la fuera a buscar… no lo vería más… nunca más. Este pensamiento la angustió hasta lo indecible, porque realmente había llegado a amarlo, pero no tenía opción, debía protegerse y proteger a su hijo. Entonces comenzó a elaborar un plan: con el pretexto de un proyecto ultra secreto para mejorar el rendimiento de las naves espaciales, construiría una para ella, sin que nadie se enterara, la convertiría en cápsula y la llevaría encima y, cuando tuviera la oportunidad, escaparía.
En tanto, Vegeta concedió una audiencia a un científico saiyan, de los pocos que había de esa raza, el cual, después de una serie de cumplidos, le informó que estaba comprobado que si los saiyanes se unían con los tsufurs los hijos de esa unión serían más fuertes que el saiyan medio. El rey rió cuando escuchó esto y le preguntó si para decirle esa tontería le había pedido audiencia, ya que todos sabían que los tsufurs habían sido totalmente exterminados.
«Sin embargo, Majestad, este descubrimiento no sólo es válido para los tsufurs, sino también para las otras razas que se les parecen, en especial los humanos, especie a la que pertenece vuestra amante, la terrícola Bulma» contestó el científico.
«Oye de una vez, insecto. Ya les dije a todos que no permitiré que le falten el respeto, es mi voluntad que sea para Uds. la Sra. Bulma y así la llamarán, de otra forma se las verán conmigo. ¿Está claro?» repuso Vegeta tomándolo del cuello y levantándolo en el aire.
«Síi, Majestad. Perdón, no quise…» balbuceó el científico.
«Bien, que no se te olvide, ahora háblame de tu descubrimiento» siguió el monarca.
Y ambos hablaron largo rato hasta la noche, momento en el cual Vegeta se dirigió a sus habitaciones y fue informado por sus sirvientes de la supuesta indisposición de Bulma. A la noche siguiente la llamó, pero no le dijo nada sobre su descubrimiento, en tanto ella seguía con su plan…
Hasta que un día, él no pudo dejar de notar el aumento de su vientre, así como sus frecuentes malestares por las mañanas, razón por la cual le preguntó si estaba embarazada.
«Yo… eso sería terrible para Ud., ¿verdad?» Titubeó ella.
«Dime, ¿es cierto? No se te ocurra mentirme, porque lo averiguaré» le contestó él con tono severo.
Ella tembló de miedo y no supo qué hacer. Si le decía que no, él la llevaría a un médico, quien enseguida se daría cuenta.
«Sí, señor» contestó ella largando el llanto. «Nacerá dentro de cinco meses, según mis cálculos. Se lo ruego ¡déjeme conservarlo!»
«Naturalmente que lo conservarás, mujer, no llores. Se trata de mi hijo también.» le contestó él mientras la acariciaba.
«¿De veras? ¿No está enojado conmigo entonces? Ya verá, no lo molestaremos… nosotros…» dijo ella algo aliviada.
«Realmente ésta es una excelente noticia, es justo lo que esperaba» empezó el saiyan y fue interrumpido por una exclamación de alegría por parte de la joven quien lo abrazó y lo besó casi sin poder creer en su felicidad.
«Sí, mujer, es la mejor noticia que he escuchado porque, ¿sabes que, según un estudio científico, los hijos de uniones mixtas entre saiyanes y humanos tendrán un potencial guerrero superior al de un saiyan puro? Claro que esa mezcla no se deberá repetir en la segunda generación, a riesgo de que el vástago pierda capacidad de pelea, pero todo indica que el hijo que esperas será un poderosísimo guerrero. Lo nombraré mi heredero y tendrá rango de príncipe, así como todos los otros hijos que me des. Serás la madre del heredero del trono, ¿qué te parece? Supongo que estarás muy contenta, no tienes nada que temer ahora. Inclusive dejarás el laboratorio, si lo deseas. No quiero que nada de lo que hagas pueda debilitar a mi hijo»
Ella lo escuchó espantada ¡ahora comprendía todo! Él siempre quiso tener un hijo con ella para que fuera el más fuerte y era por eso que la había hecho suya. Sin duda, ni siquiera la deseaba como mujer. De ser un objeto de placer, pasaba a convertirse en una incubadora andante. Esto hacía que volviera a la idea de escapar como fuera, para volver a ser considerada persona. Como era su costumbre, el rey no le explicó nada más ni siquiera que cuando él la embarazó no estaba enterado de la famosa teoría, ya que ni siquiera advirtió el dolor de su compañera, porque no concebía que alguien pudiera sentirse lastimado en esa situación.
Tres meses después, el embarazo de Bulma se hizo muy notorio y los malestares la reducían a sus habitaciones casi todo el tiempo. Sin embargo, había terminado su nave y la llevaba en su bolsillo, encapsulada. Ahora sólo tenía que esperar la oportunidad de huir hacia la libertad, porque cada día se convencía más y más de que a él jamás le había importado en lo más mínimo, ya que ahora que estaba tan deformada, él ni siquiera la llamaba ni iba a verla, salvo en raras ocasiones. Un día recibió la visita de Su Alteza Real la Princesa Rya, hermana del rey. Asombrada ante el inesperado honor, Bulma intentó doblarse en una reverencia, pero… no pudo… su vientre se lo impedía. La princesa lo notó y con un gesto le indicó que no se preocupara, luego se acercó y tocó su abdomen, al tiempo que le decía con una sonrisa: «Vaya, parece que el perfume que te mandé surtió su efecto, ¿no? Dime, ahora, ¿estás contenta?»
«Sí, Alteza, tengo mucho que agradecerle, no sé qué hubiera hecho sin su apoyo» le contestó la joven.
«Bueno, no lo hice por ti. Siempre le tuve antipatía a ese infeliz libidinoso de Nappa» repuso Rya. «Por otra parte, el rey está contentísimo. Escuchó las estúpidas teorías de un tonto que le dijo que si tiene un hijo contigo será el más fuerte y no sé qué otra sarta de estupideces»
Bulma prestó atención cuando oyó que la saiyan hablaba de la famosa teoría, si bien ella, en el laboratorio, había podido comprobar su certeza, pensó que le convenía hacerse la tonta.
«Alteza, ¿cómo es eso, en verdad? ¿Cuándo lo supo el rey?» le preguntó haciéndose la inocente.
«¡No me digas que no te lo dijo! Eso sería típico de él… déjame ver… hace tres meses le concedió una audiencia a ese fracasado de Mug y fue allí que se enteró… Sí, lo recuerdo bien porque al día siguiente yo partí en esa misión de la que volví ayer… Estoy algo molesta porque a mí no me recibieron en triunfo como hicieron la otra vez con el rey, ya que, créeme, lo hubiera merecido. Las batallas fueron memorables, no dejamos a ninguno vivo. Me hubiera gustado que hubieses estado allí, creo que un día le pediré permiso a mi hermano para llevarte. Tú nunca me viste combatir y es una pena que te lo pierdas… En cuanto a esa tontería, parece que la mezcla de ambas razas produciría guerreros más fuertes… no lo sé, no entiendo mucho de eso» replicó Rya.
Bulma entonces se sintió muy feliz ¡él no sabía eso antes de embarazarla! Sin embargo, no implicaba que no siguiera siendo para Vegeta un objeto de placer, y además debía pensar en la educación de su hijo… Si Rya, que había demostrado ser tan amable y comprensiva con ella, se jactaba de no haber dejado a nadie con vida y además creía que alguien podría disfrutar viéndola matar gente… mejor ni pensarlo… No obstante, todo hubiera sido más fácil si él hubiera correspondido a su amor… Tal vez hubiera podido convencerlo sobre la forma de educar al hijo de ambos… Pero indudablemente, para el saiyan era sólo una esclava… Una esclava de lujo, pero una esclava al fin y al cabo, una especie de animal doméstico, algo parecido al gato que su padre tenía siempre con él. Esta idea hizo asomar lágrimas a sus ojos. Debía marcharse, sin duda…
En ese momento, la conversación de ambas fue interrumpida por una serie de gritos y un gran escándalo. Las dos mujeres salieron al pasillo del palacio y pudieron escuchar algo que les congeló la sangre en las venas: durante un acto oficial, cuando Su Majestad estaba en el palco real, un guerrero desconocido había atentado traicioneramente contra su vida. El ataque había sido sorpresivo, y si bien los guardias dieron cuenta del agresor inmediatamente, Vegeta estaba moribundo.
Bulma, entonces, se lanzó en medio del gentío y fue a donde estaba él y, a pesar de su avanzado estado de gravidez, insistió en cuidarlo ella misma. Así permaneció a su lado todo el día y toda la noche, y cuando el médico le dijo que ya estaba fuera de peligro, decidió descansar un poco, para lo cual se retiró a su cuarto.
Allí pensó que lo mejor era aprovechar ese momento para marcharse, ya que no se le presentaría una oportunidad mejor. No sólo el rey no la perseguiría, sino que tampoco había nacido su hijo todavía. Sin duda debía apurarse, era probable que el parto se adelantara, le había dicho el médico. Los saiyanes tenían sólo siete meses de gestación, no nueve como los humanos.
Preparó entonces sus cosas, y con lágrimas en los ojos se despidió de su habitación… de la cama… donde él la había tomado por primera vez y la había hecho tan feliz… «Adiós para siempre, Vegeta. Ahora que no me escuchas puedo llamarte así… nunca te olvidaré… es una pena que no me hayas amado como yo a ti» y salió por la puerta, conteniendo su emoción a duras penas. Pero en el último minuto antes de su partida, no resistió la tentación de volver a verlo… «por última vez» pensó. El saiyan dormía tranquilamente al parecer, a pesar de que, según el médico, todavía no recuperaría la conciencia y se podía esperar que delirara un poco. Ella se acercó suavemente y lo besó en la frente y en los labios, y cuando acarició su mano le pareció que su boca se movía: «Bulma… Bulma…» parecía decir.
La joven acercó su cara a la del hombre y pudo comprobar que él estaba despertando. «Sí, señor, dígame, aquí estoy» Él abrió los ojos y la miró mientras le decía: «No te vayas, quédate conmigo» Cuando Bulma lo escuchó, creyó que estaba soñando, él jamás le había hablado así. ¿Sería efecto del delirio? Sin embargo, no tenía mucha fiebre, comprobó tocándolo, sólo estaba muy débil… y… no le soltaba la mano… Ella entonces pensó si era posible que él hubiera adivinado su proyecto de fuga. Pero no, bastaba verlo, su rostro estaba más tranquilo que de costumbre, con una serena felicidad en sus facciones… ¿la alegría del amor, tal vez? «Te necesito, Bulma, no me dejes solo» suplicó. La joven rió, feliz, mientras intentaba en vano soltarse. Aún convaleciente, él era demasiado fuerte.
«No se preocupe, señor, jamás me iré de su lado. Tendrá que echarme, se lo prometo» le dijo ella, besándolo otra vez. «Pero ahora debo descansar un poco, no quiero dañar al principito» añadió sonriendo mientras lo miraba con amor. Él había cerrado los ojos y no se podía saber exactamente cuán consciente estaba cuando pronunció esas palabras, pero para Bulma reflejaban sus verdaderos sentimientos… ahora sí estaba segura… no lo dejaría por nada del mundo… lo amaba, y quería estar siempre a su lado… indudablemente ella no era solamente un objeto de placer para Vegeta… algún día, él le confesaría que era importante en su vida… esperaría el tiempo que fuera necesario… ése era su hogar, después de todo. Entonces se sentó en la cama, metió la mano en el bolsillo de su ropa, sacando la cápsula que tanto trabajo le había costado fabricar, la puso en el suelo y, disimuladamente, la destrozó con el pie.