Capítulo 1: «La Maldición de Jusenkyo»
Nota de las autoras: Antes de comenzar con nuestra historia, quisiéramos agradecer a algunas personas por su ayuda en la realización de ésta:
Raquel: Quisiera agradecer a Mr.Satan, de la página Ciudad Satan que, a pesar de lo ocupado que siempre se encuentra salvando al mundo de monstruos como Cell y Boo, me dio la idea para escribir este Fanfic, por eso le doy sus merecidos créditos. También a mi amiga Melinka por aceptar escribir la historia conmigo.
Melinka: Por mi parte, gracias a los amigos del #Bullautonomo por ayudarme a encontrar nombres feos, al amigo Miyagi por sus opiniones y en especial a Mr.Satan, ya que si él no le hubiese sugerido la idea a la amiga Raquel, ella no me la habría sugerido a mí.
Goku volaba junto a su hijo Goten rumbo a Kame House. Era un día soleado, ideal para que la pareja fuera a visitar a sus viejos amigos: El maestro Roshi y Krilim y su familia.
Ya había transcurrido todo un año desde la derrota de Boo, y la paz reinaba nuevamente en todo el planeta, es por esto que todos los guerreros habían dejado de lado un poco los entrenamientos para descansar y, en el caso de Goku, recuperar el tiempo perdido junto a sus familias. ¡Y bien que lo necesitaba!, no había sido tarea fácil adaptarse nuevamente a su vida pasada luego de tan prolongado período en el otro mundo, y, más aún, enfrentar la responsabilidad de un nuevo hijo al que apenas conocía y que había tenido que vivir siete años sin un padre a su lado… Afortunadamente, Goten había demostrado ser un niño sencillo y cariñoso.
Goku sonrió al pensar en su pequeño hijo que volaba a su lado. Se parecía tanto a él, y no sólo en el aspecto físico, ya que eran como dos gotas de agua, sino en carácter. Sí, eran bastante parecidos en muchos sentidos, cosa que facilitó mucho el acercamiento entre padre e hijo, y ahora, casi un año después, eran inseparables, y al verlos juntos, parecía como si siempre hubiesen estado uno al lado del otro. Además, era un excelente compañero de entrenamientos, su potencial de pelea era asombroso, superior incluso al que había tenido Gohan a su misma edad, y, aunque no existía un peligro latente que amenazara a la Tierra en esos momentos, la historia les había demostrado en más de una ocasión que la maldad, de una u otra forma, siempre vuelve a tratar de destruir y corromper, por eso era necesario estar preparados para cuando nuevamente se presentara.
Pero ese día era distinto. Después de una larga semana de entrenamientos, Goku había recibido una invitación del maestro Roshi para que fuera a Kame House a conocer a un viejo amigo de éste que venía de visita desde Japón. Parece que era, al igual que su sensei, un viejo luchador de artes marciales. Esto le dio mucha curiosidad al saiya, quien vio la oportunidad de, tal vez, aprender alguna buena técnica de pelea a su lado. Una ayudita nunca estaba de más… Después de todo, al lado del maestro Roshi él había aprendido muy buenas técnicas, como el Kamehameha, que era uno de sus ataques preferidos a la hora de pelear con algún oponente.
«Oye, papá, ¿cómo será el amigo del maestro Roshi?», preguntó, de repente, Goten a su lado, sacándolo de sus pensamientos.
«No tengo idea, hijo. Espero que sea tan simpático como el maestro», respondió su padre con una amplia sonrisa en su rostro.
«Sí, eso espero yo también. Tal vez hasta pueda enseñarnos alguna buena técnica de combate, ¿no crees?».
«Eso mismo estaba pensando yo». Apenas dijo esto, ambos comenzaron a reír a carcajadas. Una vez más habían demostrado su gran parecido.
Unos instantes después pudieron divisar la pequeña isla en donde descansaba la vieja casa que por mucho tiempo Goku había llamado «su hogar», y también pudieron ver al maestro, que, desde lejos, los saludaba con su brazo en alto.
«¡Hola, Maestro Roshi! ¿Cómo está?», preguntó su viejo pupilo apenas se posó en el suelo junto a su hijo.
«¡Hola, Maestro!», gritó Goten, que apenas llegó, salió corriendo a su encuentro.
«¡Hola, Goku y Goten! ¡Cuánto tiempo sin verlos a ambos!», respondió Roshi mientras acariciaba la cabeza del pequeño saiya que le sonreía con una mezcla de inocencia y picardía muy parecida a la de Goku cuando entrenaba con él, apenas un poco más grande de lo que era Goten en ese momento. «Igual que su padre», pensó divertido el viejo maestro.
«Sí, es que entre los entrenamientos y Milk, no me queda mucho tiempo para hacer visitas», comentó Goku al tiempo que sonreía un poco apenado y colocaba una mano detrás de su cabeza, pero luego se quedó mirando insistentemente la puerta de la casa, como esperando que alguien saliera por ella… «Dígame, maestro, ¿dónde está Krilim? Es raro que no haya salido a saludar».
«Oh, lo siento, Goku. Krilim y su familia se fueron de paseo hoy. Jijiji, es que se me olvidó comentarles que tendríamos visitas».
«Ya veo. Es una pena, hacía tiempo que no veía a Krilim y quería saludarlo», dijo Goku un poco entristecido al no poder ver a su gran amigo.
«Oiga, maestro, ¿y qué pasó con su amigo que vendría de visita?», preguntó Goten, saltando y corriendo, alrededor de la pareja.
«Hum, no sé que le habrá pasado a mi amigo. Ya debería haber llegado».
En ese momento pudieron divisar cómo un aerocoche último modelo de un color rojo intenso, aterrizaba muy cerca de ellos levantando tanto polvo a su alrededor que dejó ciegos por unos instantes a todos los presentes. Luego que la nave voladora apagó por completo sus motores, la compuerta de entrada de la nave se abrió, dejando al descubierto a un viejo sonriente.
«¡Ey, Roshi, viejo verde! ¿Cómo te va?», saludó el anciano con una enorme sonrisa en su rostro.
El maestro Roshi rió al escuchar a su viejo compañero de entrenamientos al tiempo que caminaba a su encuentro, mientras la pareja de saiyas se quedaba atrás observando, curiosos, la escena. «Bien, amigo, pero mira nada más qué viejo te has puesto, jejejeje».
El anciano salió con gran agilidad de la cabina de su vehículo, y al bajar pudo ver su reflejo en uno de los costados de su hermosa nave, cosa que le dio un gran orgullo. «Yo nunca seré un viejo, amigo Roshi, pero mira, ¿qué te parece mi nueva navecita?», preguntó con un guiño de ojos.
El maestro sonrió con su pregunta. La nave se veía que era nueva, y enseguida se figuró que la había comprado sólo para presumir con su eterno rival de peleas. Creía que podría dejarlo boquiabierto con una insignificancia como aquella, aunque realmente era muy hermosa esa nave. De sólo verla provocaba tocarla y recorrer sus curvas como si de una hermosa mujer se tratara…
«Es muy bella en verdad, Happosai. Pero llegas tarde, te esperaba hace horas».
«Lo siento mucho, pero me detuve en una tienda a comprar algunas cosas que nos harán falta mientras esté de visita aquí». Apenas dijo esto, caminó a la parte trasera del vehículo y abrió la maletera en donde guardaba todo su equipaje, pero al tratar de sacarlo, no pudo hacerlo, ya que estaban muy pesados. Al ver esto, el maestro se acercó a él para tratar de ayudarlo, ¡pero ni aún entre ambos pudieron!
«¡Vaya que están pesadas tus maletas! ¿Qué traes aquí, piedras?», preguntó, cansado, Roshi, al tiempo que secaba el sudor de su frente.
«Ya verás, ya verás», respondió Happosai con picardía, cosa que confundió un poco a su amigo.
«Bueno, afortunadamente un discípulo mío y su hijo se encuentran aquí. Les pediré que nos ayuden».
«Me parece una buena idea».
Roshi llamó con un gesto de manos a Goku y a Goten, y enseguida ellos se acercaron a saludar.
«Hola», saludaron padre e hijo al mismo tiempo.
Happosai se les quedó mirando sorprendido por su gran parecido. ¿Estaría viendo doble?. La verdad es que, a su edad, la vista comenzaba a fallarle, al igual que su memoria. «Pero… ¿estoy viendo doble, acaso?», preguntó finalmente.
«No, ellos son Goku y su hijo Goten, y como ya te habrás dado cuenta, son muy parecidos», dijo el maestro, conteniendo su risa. «Goku, Goten, él es mi viejo amigo, el maestro Happosai».
«Mucho gusto», volvieron a decir al unísono.
«H-Hola…», finalizó el hombre, aún un poco confundido.
«Goku, por favor ayúdanos con el equipaje de Happosai, que está muy pesado», dijo Roshi, mientras señalaba las maletas de su amigo.
«Claro, maestro, con mucho gusto. ¡Vamos, Goten!».
«Sí, papá».
En sólo unos instantes, la pareja tomó en cada mano las maletas de Happosai, levantándolas con tanta soltura que parecía que estaban llenas de plumas, cosa que dejó boquiabierto al hombre.
«¡Ustedes sí que son fuertes!», exclamó, muy sorprendido el anciano, al tiempo que se acercaba a la pareja y los observaba de arriba a abajo como si fueran unos fenómenos, cosa que los puso muy nerviosos.
«B-Bueno, sí… jijijij… Es que hemos entrenado mucho, mi hijo y yo», contestó, algo apenado, Goku.
«Sí, eso veo, y, ¿no les gustaría ser más fuertes?», preguntó.
«¡¿Cómo es eso?!», exclamaron, por tercera vez, al mismo tiempo.
«Bueno… –comenzó a hablar Happosai–. Es que yo conozco un lugar en donde pueden entrenar y aumentar su poder de pelea. De hecho, unos discípulos míos fueron a ese lugar y ahora son muy fuertes».
Al escuchar esto, padre e hijo se miraron llenos de emoción. Su sangre saiya hervía y sus ojos comenzaron a brillar ante la posibilidad de aumentar sus poderes.
«Díganos, ¿dónde queda ese lugar que usted dice?», preguntó Goten sin poder contener su alegría.
«Verán, es en un sitio llamado ‘Las Pozas de Jusenkyo’, y queda en China… cerca de un pueblo donde viven unas chicas muy hermosas… Hum, si las vieras, Roshi, te mueres», dijo el anciano a medida que recordaba a las hermosas criaturas y se sonrojaba.
«¡Qué bien! –exclamó, Goku, sacando de sus pensamientos a Happosai–. Iremos enseguida. ¡Vámonos, Goten, a ver si Vegeta, Gohan y Trunks quieren ir a entrenar con nosotros a ese lugar!», dijo al tiempo que ponía dos dedos en su frente y desaparecía, con el niño, frente a los dos hombres.
«¿Y cómo son esas chicas, Happosai?», preguntó Roshi lleno de emoción.
«¿C-Cómo… h-hicieron… eso?», preguntó, consternado, Happosai.
«Es una técnica especial de Goku, llamada: Shunkan Idou… Estos jóvenes de hoy en día –dijo Roshi–, se van sin siquiera despedirse… Pe-pe-pero, cuenta, ¿cómo eran esas chicas, Hapossai?. Además, ¿qué traes en las maletas?».
«Y-Ya… v-veo…», finalizó, el hombre, sin haber entendido mucho la explicación de su amigo.
En ese instante, Goku y Goten volvieron a aparecer delante de la pareja, dándole un gran susto al pobre Happosai. «¡Ups!, jijiji… Casi olvido despedirme. ¡Hasta luego! Ahh, y muchas gracias, Maestro Happosai, por la información», culminó, volviendo a desaparecer en el acto, mientras el compañero de Roshi balbuceaba un «D-de… n-nada…».
«¡Bueno, Happosai, deja de hacerte el interesante y cuéntame cómo eran esas chicas!»
«¡¡Ah!! Las chicas… son como a mi me gustan, de cabello largo y ojos grandes… y además son muy fuertes…» contestó el aludido mientras sus mejillas se sonrojaban a medida que recordaba los buenos gustos de esas chicas para ‘ciertas’ ropas de vestir.
«Oye, ¿no crees que deberíamos haber ido con ellos a entrenar?… A mí no me haría nada mal poner mis músculos en acción», dijo con dobles intenciones el Maestro Roshi.
«¿Eh?… Ah, jejeje, me quedé pensando… es que siento que debí advertirles a tus amigos de algo referente a las Pozas de Jusenkyo, pero por más que me esfuerzo, no puedo recordar qué es…», dijo mientras se rascaba la cabeza y trataba de hacer memoria.
«No te preocupes, ya viste que son muy poderosos. Cualquier peligro que exista, ellos podrán resolverlo», dijo Roshi, que estaba más preocupado por el contenido de las maletas que por sus amigos. Sin contar también que estaba embelesado pensando en las hermosas mujeres que, seguramente, encontrarían Goku y los otros en las pozas…
«Y bien, dime de una vez qué traes en esas dichosas maletas», preguntó el hombre, lleno de curiosidad.
«Ya verás, es mejor que lo veas con tus propios ojos… ¡Abramos las maletas!», exclamó muy emocionado Happosai.
Los dos hombres tomaron las maletas y las abrieron, y, para sorpresa de Roshi, estaban repletas de revistas y películas de chicas hermosas (de esas que les gustan a ellos), además de botellas… Roshi miró a su amigo y lo interrogó con la mirada a lo cual Happosai no pudo más que reír. «Es el mejor sake que probarás en tu vida, viejo».
«¡Muy bien!», exclamó lleno de gozo, mientras un gran chorro de sangre salía expulsado por su nariz al ver la portada de una de esas revistas… Sin duda, le esperaban unos gloriosos días al lado de su viejo amigo.
«¡Pero papá! ¡Sabes que tengo un examen muy importante que presentar en unos días y debo estudiar!», protestaba Gohan, de muy mal humor.
«Lo sé, hijo, pero sólo te pido que entrenes un poco. El bienestar del planeta está por encima de todo… Además, recuerda que casi perdimos la batalla con Boo por no estar bien preparados», contestó su padre enérgicamente.
Gohan se le quedó mirando unos instantes. Sabía que su padre tenía toda la razón en lo que decía, pero de todas formas a él no le gustaba ni le había gustado nunca pelear…
«Sí, pero ya había quedado en encontrarme con Videl hoy…».
«¡Ahh!, ya veo, eso es lo que te preocupa –se burló su padre, mientras le daba una palmadita en la espalda al joven–. No te preocupes, ya le explicarás a tu novia luego que no pudiste verla porque estabas entrenando».
«¡¿Qué dices?! N-no… p-papá… estás equivocado, Videl no es mi novia. Sólo íbamos a vernos para estudiar juntos, y…».
«Claro, hijo, claro, lo que tú digas», dijo Goku muy divertido al ver la cara de su hijo, roja como un tomate de la vergüenza. Era gracioso cómo, a pesar de los años que había estado lejos de Gohan, aún podía ver a través de él como si fuera un cristal.
Gohan, en cambio, se sentía apenado. No quería admitirlo, pero realmente no eran precisamente los exámenes lo que más le preocupaba en ese momento, sino Videl, esa extraña chica que había comenzado a querer; tenía muchos deseos de verla y no quería dejarla esperando, y mucho menos con su madre, ya que ellas no se la llevaban nada bien… Hum, seguramente se enojaría mucho con él al llegar a su casa y ver que se había ido… En fin, una vez más debía anteponer el bienestar de la Tierra al suyo… Estaba a punto de contestarle a su padre cuando sintieron que alguien protestaba a sus espaldas. No tuvieron que mirarlo para inmediatamente saber que se trataba de Vegeta. ¿Quién más, si no?
«¡¿Y ustedes qué rayos hacen aquí?!», preguntó Vegeta con un humor peor que el de Gohan. Mientras, Trunks, que también se había presentado en el lugar al sentir el ki de sus amigos, salió corriendo al encuentro de Goten.
Goku lo miró emocionado y, sin importarle sus palabras, se acercó al saiya dispuesto a compartir su hallazgo. «¡Vegeta! –exclamó–. Me he enterado que existe un lugar llamado las Pozas de Jusenkyo».
«¡Y a mí qué me importa que hayas aprendido algo en tus lecciones de geografía!», lo interrumpió Vegeta, cruzándose de brazos.
«Eso no es lo importante», dijo Gohan, algo molesto.
«Tranquilo, hijo. Mira, Vegeta, lo importante del asunto es que un viejo amigo del maestro Roshi, llamado Happosai, nos afirmó que si entrenamos en ese lugar, nuestro poder de pelea se incrementará», concluyó Goku.
Trunks, al escuchar la noticia, observó a su amigo Goten, y éste, con un gesto de cabeza, le confirmó la noticia de su padre, ante lo cuál el niño saltó de la alegría. «¡Genial! –gritó Trunks– ¡Vayamos a entrenar allá!».
Vegeta miró de arriba a bajo a Goku como si estuviera loco. «¡Si crees que voy a confiar en las palabras de un viejo senil, que debe ser tan estúpido como Roshi, estás muy equivocado, Kakarotto! ¡Si quieres ir, ve tú solo!».
«Pero Vegeta… –protestó Goku–. ¿No crees que vale la pena intentarlo? Sólo perderíamos un día si todo resulta ser falso, pero por otro lado, si es verdad, ganaríamos mucho».
«¡Ni hablar, ya te dije que no pienso ir! –enfatizó Vegeta–. Y si eso es todo lo que tenían que decirme, ¡ya se pueden ir! Yo tengo mucho que entrenar y no quiero seguir perdiendo el tiempo con ustedes».
«De acuerdo, como quieras. Y tú, Trunks, ¿vas con nosotros?», preguntó Goku.
El pequeño miró a su padre antes de contestar, y al ver que éste se encogía de hombros y se retiraba de la sala rumbo a su cámara de gravedad, decidió acompañar a sus amigos. Además, estaba realmente aburrido estando solo en casa y siempre se divertía mucho haciendo travesuras con su amigo Goten. «Sí, yo los acompañaré con mucho gusto, señor Goku».
«Muy bien, entonces no perdamos más tiempo. ¡Partamos de una vez!».
«Espera, papá. Primero debemos saber dónde quedan exactamente esas pozas», opinó Gohan.
«Es verdad. El Maestro Happosai dijo que en China, pero ese país es muy grande».
«No hay problema –dijo Trunks–, buscaré en mi atlas y así sabremos su localización exacta». Salió corriendo entonces, y a los pocos minutos regresó con una gran libro en sus manos.
Luego de buscar un rato, finalmente pudieron divisar el lugar exacto de las pozas, lugar que marcaron con un círculo de color rojo. Inmediatamente después, el grupo de saiyas partió en su búsqueda.
«Ya veo porqué le dicen a este sitio Las Pozas de Jusenkyo», dijo Goku al ver la gran variedad de estanques de agua cristalina que se encontraban ahí.
«Sí, es un lugar muy bonito», opinó Gohan.
«Pues a mí no me parece nada extraordinario. ¿Seguro que entrenando en este lugar nos haremos fuertes?», preguntó Trunks no muy convencido y cruzando sus brazos en una postura muy típica de su padre.
«Eso fue lo que dijo el amigo del maestro Roshi», contestó Goten.
«Sólo hay una forma de averiguarlo, chicos, y es entrenando».
«Tienes razón, papá. Ya que vinimos de tan lejos, es mejor comenzar ya», dijo Gohan.
«¡Yo entrenaré con Trunks!», exclamó, lleno de emoción, Goten.
«Buena idea, hijo. ¿Y tú, Gohan?».
«Yo prefiero entrenar primero solo para calentarme. Luego, si quieres, podemos hacerlo juntos, papá».
«¡Claro! No hay problema».
De esta forma, cada uno tomó su camino y comenzaron a entrenar…
«No corras, Trunks. De todas formas yo te alcanzaré», gritaba el niño, cada vez más cerca de su amigo.
«Eso lo veremos», respondió el pequeño, que por andar mirando a su compañero, no vio un enorme trozo de bambú que tenía enfrente, así que tropezó con él, justo en el mismo momento que Goten lo había atrapado. Fue por esto que ambos rodaron aparatosamente por el suelo, cayendo cada uno en una poza distinta de las que habían en la planicie… Unos instantes después, un perrito de abundante cabello negro salió de un lado y un gatito de cabellos violetas salió por el otro…
«Me siento extraño», pensaba el gato mientras, dificultosamente, se apoyaba en sus patitas y trataba de levantarse. Una vez que lo consiguió, miró en todas la direcciones tratando de localizar a Goten, pero sólo vio a un perro a su lado que lo miraba extrañamente. Trató de hablar, pero sólo balbuceó un maullido… «Oh, oh, ¿qué está pasando aquí?», pensó…
El perrito también miraba a su peculiar acompañante sin entender lo que pasaba. «¿Qué habrá pasado? ¿Y dónde estará Trunks? Sólo veo a ese gato, aunque, un momento…». En ese momento, Goten notó, con asombro, que tenía patas en vez de piernas. «Yo… tengo… ¡patas!… Pero… ¡¿dónde se fueron mis piernas?!… ¡¿Y mi cuerpo?!». Trató de llamar a su padre, pero su hocico emitió un fuerte ladrido.
«¡Ay, no! ¡Ese perro me va a atacar!… Un momento… ¿y eso por qué habría de darme miedo? Si viene, lo ataco con mi poderoso puño y ya». Trató de levantar su mano para defenderse, pero en vez de eso, alzó una peluda pata. «¡¿Qué?! ¡¿Y esta pata de dónde salió?!»…
Goten sintió, en ese momento, unos deseos incontrolables de atacar al gato. Él sabía que no era un perro, pero aún así, era como si una poderosa fuerza animal lo jalara. Comenzó, entonces, a caminar hacía el gato mostrando sus afilados dientes en señal de un inminente ataque…
Trunks observó cómo el perro se le acercaba sin saber qué hacer… Tenía miedo, esto hizo que pusieran en alerta todos sus sentidos, sus cabellos se erizaron en punta y al instante unas afiladas garras se asomaron en sus patas… Pero instintivamente comenzó a correr, mientras Goten, como todo buen perro, salió corriendo tras él…
Estaba parado de manos cerca de uno de los pozos y miraba, divertido, su reflejo en el agua, cuando un gato de cabellos violetas y un perro de cabellos negros pasaron corriendo entre sus brazos rápidamente, haciendo que perdiera el equilibrio y cayera en el pozo… El agua estaba muy fría, así que apenas cayó, salió apresuradamente del agua lo más aprisa que pudo…
«¡Ufs! ¡Qué fría está el agua!… ¿De dónde saldrían esos animales?, no los vi cuando llegamos… En fin, yo de todas formas tenía calor, así que ya me refresqué un poco. Sigamos con el entrenamiento», pensó Goku, al tiempo que volvía a retomar sus ejercicios sin darse cuenta de su nuevo «aspecto».
Caminaba a la cocina con una toalla en sus manos, con la cual se secaba el sudor, cuando pudo ver el Atlas de Trunks, abierto, sobre la mesa del comedor. El saiya se acercó curioso y pudo ver que un círculo, de color rojo, señalaba la ubicación de un lugar…
«Las Pozas de Jusenkyo… –pudo leer–. Yo he oído ese nombre antes… Ah, ya sé, es el lugar donde ese tonto de Kakarotto y los demás fueron a entrenar», pensaba mientras se acercaba al refrigerador y sacaba la mayor cantidad de comida que sus brazos podían sostener. «¡Ja!, son unos ingenuos si piensan que por entrenar en ese sitio sus poderes se incrementarán». Pero repentinamente, una duda lo asaltó: ¿Y si era verdad?… No, eso era imposible… Pero si, por alguna burla del destino, todo resultaba ser cierto, Kakarotto se haría más poderoso, casi inalcanzable… Vegeta trató de borrar esos pensamientos de su mente, pero no pudo… Ya casi podía llegar a su nivel y si ahora éste se hacía más fuerte, todo habría sido en vano, y eso, ¡de ninguna forma lo permitiría, no ahora que estaba tan cerca! Tomó en ese momento una resolución, arrancó el pedazo de hoja del Atlas de su hijo y fue a entrenar allá también.
En ese momento pudo ver cómo, a lo lejos, se encontraba Gohan entrenando, y el pequeño saiya vio en él su salvación. «¡Sí! ¡Es Gohan! Espero que me ayude». Corrió lo más deprisa que pudo, pero fue tanta su velocidad que chocó estrepitosamente con el joven, que, al estar de espaldas, no pudo verlo, así que cayó a una de las pozas… Mientras Trunks veía cómo su única salvación se hundía en el agua, vio que Goten se acercaba peligrosamente a él. No podía esperar a que Gohan saliera del agua, así que no le quedó más remedio que huir nuevamente…
Ya Goten y Trunks se encontraban muy lejos del lugar cuando, de las profundidades del pozo, emergió un ser de aspecto terrible, su apariencia era demoníaca, tenía enormes proporciones y su mirada estaba impregnada de un gran odio y maldad… Este nuevo ser salió muy despacio del estanque mirando en todas direcciones, luego cerró sus ojos y comenzó a concentrarse hasta que pudo sentir, a lo lejos, un ki muy poderoso pero al mismo tiempo familiar. Cerró sus puños con furia y se dirigió al lugar donde podía sentir esa extraña presencia. No sabía cómo ni por qué, pero un solo deseo inundaba su alma: eliminar ese ki que le molestaba.
Estaba a punto de volver a la CC cuando una visión lo detuvo… ¡Era la visión de una hermosa mujer!… Era alta, tenía una figura perfecta y unos hermosos cabellos negros que ondeaban al ritmo del viento… Luego de observarla detenidamente unos instantes, a Vegeta le pareció que estaba haciendo algún tipo de entrenamiento…
«¡Qué mujer tan hermosa! –pensó casi inmediatamente, a medida que se acercaba a ella–. Si no fuera porque estoy con Bulma… Hum, lo único que no me agrada es su forma de vestir; tiene puesto un kimono igual al de Kakarotto. ¡Bah!, eso no habla muy bien de su gusto, pero en fin… Igual sigue siendo bellísima ante mis ojos».
Estaba muy cerca de ella, casi podía tocarla… y estaba a punto de hacerlo cuando un poderoso brazo lo empujó violentamente hacia un lado. El saiya no pudo más que exclamar un grito de dolor y lo último que pudo ver antes de que su vista fuera nublada por el agua de uno de los pozos fue a un ser enorme que emitía un poderoso ki maligno… este ser lo miró unos instantes con unos ojos llenos de maldad, pero luego siguió de largo, rumbo a la hermosa mujer…
Goku seguía entrenando sin descanso, pero repentinamente pudo escuchar que alguien gritaba a sus espaldas… Giró rápidamente y pudo ver a un ser temible que lo miraba con unos ojos llenos de odio…
«¡¿Quién eres?!», preguntó, al tiempo que se ponía en posición y se preparaba para un posible ataque… En ese instante sintió que su voz era distinta, que era muy dulce, pero no tuvo mucho tiempo para pensar en eso, ya que el demonio que tenía a su lado comenzó a emitir una poderosa aura azul de energía…
La única respuesta que Goku obtuvo fue un poderoso rayo de energía que el demonio lanzó hacia él, y que afortunadamente pudo esquivar a tiempo…
«No sé quién seas, pero no quiero hacerte daño», volvió a insistir el saiya, pero una vez más la respuesta que consiguió de ese extraño ser fue un nuevo ataque, esta vez acompañado de una serie de terribles aullidos que lograron erizar la piel del guerrero que, hasta ahora, lo único que había hecho era defenderse… «Bien, no quería llegar a esto, pero en vista de que no quieres cooperar, tendré que atacarte», culminó, acumulando energía en sus manos… Energía que desapareció cuando vio, con asombro, aparecer al lado del demonio a una mujer que también emitía un poderoso ki. Si Goku hubiese tenido el tiempo suficiente, habría pensado que era hermosa, aunque un poco baja…
Apenas pudo reaccionar cuando ella, con una poderosa patada, arrojó al ser a muchos metros de distancia de donde se encontraban, luego de lo cual vino a su encuentro. «No tenemos mucho tiempo. Debemos huir, ¡ahora!… ¿Eh?, pero… ¿qué le pasa a mi voz?…», pudo escucharle decir a la enigmática mujer, que comenzó a ver sus manos y a recorrer su cuerpo con una mirada llena de asombro y terror.
Goku apenas tubo tiempo de empujar a la mujer, que había quedado en un estado de shock, antes que el enemigo se abalanzara sobre ella, dispuesto a vengarse del golpe que le había dado…
«¡No permitiré que le hagas daño a esta hermosa dama!, ¡¿me oyes?!», fue lo único que oyó decir a la hermosa criatura que, sin entender cómo, le había salvado la vida, y ahora se colocaba delante de él, dispuesto a defenderlo de un nuevo ataque… Por más que quería, no podía moverse, estaba demasiado impresionado como para hacerlo. Debía ser una pesadilla, sí, no existía otra explicación, porque no podía ser que una mujer, por más bella que fuera, lo defendiera a él, ¡el príncipe de los saiyajins!… Además, su cuerpo había cambiado, era un cuerpo… y ella se había referido a él como… ¿una dama?… Él, un guerrero tan poderoso, ¿una mujer? ¡No, maldita sea! ¡No era posible!
Él los observaba lleno de odio, todo su ser le pedía a gritos que lo matara, debía matar al dueño de ese poderoso ki, no pensaba en las razones, sólo sabía que debía hacerlo a como diera lugar, y esas estúpidas mujeres no se lo impedirían, se habían puesto en su camino y ahora pagarían el precio… Pudo ver cómo la más alta de ellas protegía a la otra, que aún no reaccionaba. No importaba, eso le haría la tarea más fácil, pensó con sadismo al tiempo que sonreía.
Goku estaba muy preocupado. De alguna forma su cuerpo había cambiado, y ahora sentía que tenía menos poder que antes. Gracias a esto sabía que no podría ganarle a ese monstruo que, sin razón aparente, trataba de matarlos, pero lo que más le angustiaba era no poder defender a la mujer… No había nada que hacer, lo único que quedaba era escapar… Tomó a la mujer del brazo y se fue volando lo más deprisa que pudo.
El monstruo rugió con rabia al ver esto e inmediatamente se fue volando tras ellas al tiempo que les lanzaba bolas de energía tratando, de esta manera, de impedirles que huyeran. A pesar que la hembra alta llevaba a rastras a la otra, lograba esquivar todas las arremetidas del demonio, cosa que lo ponía de peor humor y acrecentaba su ira. Aumentó su velocidad y estaba a punto de alcanzarlas cuando oyó que una de ellas gritaba: «¡Taioken!». Al instante, una luz muy intensa lo dejó ciego, cosa que las mujeres aprovecharon para sacarle ventaja. Luego de unos minutos, el ser recuperó su vista y puedo ver cómo se refugiaban en un bosque cercano y, sin pensarlo siquiera, fue a su encuentro.
La pareja había logrado llegar a un pequeño bosque, e inmediatamente Goku trató de esconderse en él. Sentía el ki de su nuevo enemigo muy cerca y sabía que la ventaja que le había brindado el Taioken no duraría mucho tiempo, así que comenzó a correr tratando de encontrar un lugar donde poder ocultar a su acompañante. Si debía luchar, al menos que fuera sin ella, ya que estaba casi seguro que no podría ganar. El lugar era muy extraño, estaba impregnado de una extraña neblina. No pasó mucho tiempo cuando el saiya se dio cuenta de que ésta provenía de una serie de estanques de aguas termales que se encontraban diseminados por todo el bosque… El enemigo estaba cerca, muy cerca… ¿qué haría? Hum, tal vez si dejaba a la chica en el agua, ese sujeto no la notaría, así que la introdujo en el estanque y miró en la dirección en donde escuchó un ruido extraño.
«No era nada… menos mal», pensó al tiempo que giró en busca de la mujer, pero en vez de ella se encontró con… «¡¡¿¿Ve-Vegeta??!!», exclamó Goku, muy asombrado al ver que la linda chica con la cual venía huyendo se había convertido en su eterno rival al dejarla en el manantial…
«¿Cómo sabes mi nombre, niña?», preguntó Vegeta, dándose cuenta que su voz había vuelto a la normalidad. Miró y tocó su cuerpo para darse cuenta que todo estaba en su lugar. Ya nada sobraba y nada faltaba… tal vez todo hubiese sido producto de una terrible pesadilla…
«Pero Vegeta, si soy yo… –balbuceó, olvidando la cercanía del enemigo–. Goku…»
Vegeta abrió sus ojos desmesuradamente. «No… es…es…esto es una broma, ¿cierto?» dijo a medida que salía del agua dispuesto a encargarse del enemigo. Su rápida acción hizo que el agua saltara en todas direcciones, entonces sus ojos vieron asombrados cómo la hermosa mujer se transformaba en… «¡¡¡KA-KA-KAROTTO!!!»…
«¡¿Era esto necesario?!», oyó preguntar al más alto de los hombres al tiempo que cinco pares de ojos se posaban sobre ellos.
«¡Esto y mucho más, Kakarotto!», respondió Vegeta, realmente muy enojado, mientras se adentraba en la casa y veía al par de viejos maestros de artes marciales sentados en el suelo, con varias botellas vacías de licor a su alrededor. Inmediatamente se dirigió a Happosai y lo tomó de las solapas. «¡Tú! –exclamó lleno de ira–. ¡Por tu culpa fuimos a esas pozas y ahora hemos cambiado! ¡Si no quieres morir, dinos cómo podemos volver a ser los mismos de antes!».
El hombre miró a Vegeta muy asombrado. «Pero, ¿quién eres, muchacho? ¿Y a qué cambio te refieres?».
En ese momento Goku entró en acción, tratando de lograr que Vegeta soltara al pobre viejo, que se veía realmente borracho. «Suéltalo, Vegeta. Estoy seguro que el maestro Happosai nos dirá todo lo que sabe sin necesidad de violentarnos». Entendía la angustia que enfrentaba su compañero; si no hubiese sido por esas pozas de aguas termales, que de alguna forma inexplicable, revirtieron el efecto de su transformación, seguramente ahora estarían muertos. Un escalofrío recorrió su cuerpo al recordar la cara de su hijo Gohan al salir del estanque de agua termal, ¡su hijo!, el mismo demonio que unos segundos antes había querido matarlos a Vegeta y a él. Afortunadamente no recordaba nada de lo que había hecho, aunque fue inevitable darle una explicación cuando casi muere del susto al ver cómo su hermano Goten y Trunks volvían a la normalidad luego de verlos convertidos en un perro y un gato. Menos mal que había recordado el incidente con los animales y luego de ver el cambio producido en ellos se figuró que el par de animalitos podrían ser su pequeño hijo y su amigo.
«¡Tal vez no sea necesario, pero me producirá mucho placer violentarme con él!», insistió Vegeta, mientras su eterno rival seguía tratando de que se calmara. «Espera… si lo matas, nunca nos dirá lo que sabe». Al escuchar esto, al saiya no le quedó más remedio que soltarlo. Odiaba admitirlo, pero Goku tenía razón.
«¿Qué pasa, Goku?», preguntó el maestro Roshi.
Gohan, Goten y Trunks se había quedado atrás con rostros cansinos y sin muchos ánimos de intervenir en la conversación que iba a comenzar. En realidad, todos estaban muy cansados, pero a Goku no le quedó más remedio que comenzar a contar todo lo sucedido ese día en las pozas de Jusenkyo, y pasó la siguiente hora haciéndolo, mientras Vegeta se recostaba en la pared y cruzaba sus brazos tratando de no matar a ese tonto viejo que los había metido a todos en ese lío. Estaba realmente furioso de sólo pensar que le había atraído Kakarotto, aunque estuviese convertido en una hermosa mujer. Sentía que la sangre le hervía…
Finalmente Goku terminó de explicarle la situación al par de hombres…
«Oh, vaya, ya sabía que algo se me había olvidado decirles respecto a esas pozas…», dijo Happosai.
«Pero dinos, ¡¿hay forma de revertir estas transformaciones?!», preguntó, mientras todos los demás esperaban, ansiosos, su respuesta.
El viejo movió su cabeza negativamente. «La verdad, no tengo idea… A ver, déjenme pensar… –dijo el viejo mientras se rascaba la calva–. Mis discípulos llevan como tres años buscando solucionar su problema, pero no lo han logrado aún… Roshi, si vieras la hermosa chica en que se transforma mi discípulo Ranma, rogarías porque nunca solucione su problema… Bueno, lo que ustedes sufren es la maldición de Jusenkyo. No se sabe si hay solución»
«¿La Maldición de Jusenkyo? ¿Es eso lo que nos pasa?», intervino Gohan, sin entender bien.
«Así es. De ahora en adelante tendrán que cuidarse mucho, porque cada vez que entren en contacto con el agua fría sufrirán una transformación, y sólo con el agua caliente volverán a su estado original», culminó Happosai, tomando un trago de licor sin darle mayor importancia al asunto.
Gohan se sintió desesperado con la noticia, todos habían cambiado, pero sólo él se había convertido en un terrible monstruo, que no sólo era capaz de destruir al planeta entero, sino que, por alguna extraña razón, quería eliminar a su padre… El contacto de una fuerte mano en su hombro lo volvió a la realidad, era Goku, que lo miraba con su acostumbrada sonrisa. El joven se sorprendió, una vez más su padre había visto a través de él dándose cuenta de toda su angustia. «No te preocupes, hijo, nada malo pasará», le oyó decir, e inmediatamente le creyó ya que nunca le había mentido en su vida por más delicada que fuera la situación.
Una nueva vida comenzaba para todos ellos ahora que sufrían la maldición de Jusenkyo, y todavía faltaba lo peor: ¡darle la noticia a Bulma y Milk! Todos se miraron muy preocupados con el mismo pensamiento en su mente, y tragaron saliva al darse cuenta que tarde o temprano ellas se enterarían de lo sucedido.
«Y… y… y… ¿en qué pozas cayeron, muchachos?» preguntó el maestro Roshi esperanzado; tal vez tendría tanta suerte como su amigo Happosai si uno de ellos se convirtiera en una linda chica.
«Por lo que nos dijo el guía de Jusenkyo, Gohan cayó en la poza del parricida ahogado, Goten en la del perro ahogado, y yo… y yo… e-este… yo creo que ya es tarde, chicos, volvamos a casa». De esa forma se retiraron los tres sin hacer mayor comentario.
Por su parte, Vegeta tomó a su hijo de un brazo al tiempo que le decía escuetamente: «Vámonos, Trunks. Ya estoy cansado de escuchar tanta estupidez». Y así, ambos se fueron volando de aquella isla sin despedirse de nadie. Sólo Trunks alzó su mano en señal de despedida, pero sin pronunciar palabra.