Lo que siempre soñé – Capítulo 3

Capítulo 3: «Optimistas y cirujanos dentistas»

Fanfic: Lo que siempre soñé


Al día siguiente, Bulma y Yamcha pasaron una tarde realmente encantadora. No salieron a ninguna parte; sólo se quedaron en la Corporación viendo una película. Cuando había caído la noche, encendieron la radio y se pusieron a bailar. Sólo había canciones románticas en la emisora que tenían sintonizada y habían atenuado la luz de la sala. Luego de bailar un buen rato, se sentaron en el gran sillón blanco que estaba junto a la ventana. Bulma se abrazó a Yamcha y comenzaron a acariciarse y besarse.

Todo había sido muy especial. Bulma estaba muy feliz, pero había algo que le faltaba. Yamcha era un hombre fuerte, atractivo y ella lo quería. Después de todo, llevaban años juntos, pero…

No sabía con seguridad lo que quería, pero estaba segura que el hombre que la estaba besando en ese momento no se lo estaba dando.

Fue en ese momento cuando la mirada de Vegeta volvió a su mente. Ese hombre tan extraño que vivía en su casa y al que todavía le tenía un poco de miedo, aunque demostraba lo contrario, tenía algo. Y estaba casi segura que ese algo que irradiaba era como un imán para ella.

Mientras sus pensamientos eran ocupados por cierto saiyajin, Yamcha la besaba en el cuello y de los labios de Bulma escapó una palabra.

BL: Vegeta… –susurró abrazando a Yamcha, quien inmediatamente abrió los ojos mientras sentía primero que se le helaba la sangre y luego que le empezaba a hervir.

YM: ¿Qué dijiste?

Bulma reaccionó y notó el «pequeño» error que había cometido.

BL: Que… Vegeta puede venir. «me salvé»

YM: ¿Y?

BL: Que… tú sabes cómo es. No me gustaría que nos hiciera pasar un mal rato.

YM: Bueno, yo estoy aquí.

VG: Eso no serviría de mucho –dijo mientras caminaba lentamente a través de la sala con dirección a la cocina.

BL: ¿Ves? Te lo dije –se incorporó y quedó sentada en el sillón mientras arreglaba su cabello.

YM: Y todo porque vive aquí. Dile que se vaya y se acaba el problema. Además…

VG: Por cierto, si quieren reproducirse, podrían buscar un lugar más adecuado, ¿no creen?

YM: ¡Cierra la boca! –se levantó furioso del sillón.

VG: ¿Y quién me va a obligar? –sonrió falsamente y echando chispas por los ojos.

BL: Bueno, niños, se acabó el recreo –dijo levantándose del sillón y tomando a Yamcha de la mano para que se fuera–. Yamcha, es mejor que te vayas.

YM: ¿Qué? «Éste» nos arruina la noche, ¿y a mí me pides que me vaya?

BL: Es lo mejor –Yamcha trató de calmarse.

YM: De acuerdo –le dio un beso a Bulma–. Cuídate.

BL: Sí.

Cuando Yamcha cerró la puerta, Bulma se volteó hacia Vegeta, que bebía agua de una botella.

BL: Gracias por echarnos a perder la noche –dijo molesta y cruzando sus brazos.

VG: ¿Yo? –fingió inocencia.

BL: Lo único que no te voy a aguantar es que interfieras en mi relación con Yamcha, porque…

VG: Se acabó –dijo tranquilamente.

BL: ¿Qué cosa? –preguntó extrañada.

VG: Eso que tú llamas «Relación» –acentuó esa última palabra.

BL: ¿Ah, sí? –dijo colocando sus manos en sus caderas–. ¿Y tú cómo sabes?

VG: Pruébame –dijo mirándola a los ojos.

Bulma no dijo nada y salió de la sala.

 

Pasaron unos días en los que Bulma y Yamcha trataron de revivir algo que ya había estado agonizando desde antes que se dieran cuenta. Ya no había esa química que tenían años atrás, cuando empezaban a conocerse.

La noche estaba fría, como presagiando el frío otoño que se acercaba. Vegeta se había ido a entrenar hacía bastante tiempo, y Bulma y Yamcha estaban solos en el jardín de la Corporación Cápsula.

Yamcha pasó un brazo por la espalda de Bulma y ella apoyó su cabeza contra él. Ambos miraban el cielo estrellado, que comenzaba a cubrirse de nubes.

Luego la mirada de Bulma se posó sobre uno de los árboles de su jardín.

La brisa nocturna arrancaba sin piedad sus hojas secas, haciendo que algunas cayeran al suelo y que otras volaran lejos, perdiéndose en la oscuridad.

El momento había llegado y ella lo sabía. Ambos lo sabían.

Bulma cerró sus ojos y dijo:

BL: Se acabó, ¿verdad?

YM: Creo que sí.

Yamcha caminó hacia el árbol y se volteó hacia Bulma.

YM: ¿Recuerdas este lugar?

Bulma miró hacia donde estaba Yamcha y comenzó a recordar. Los dos dijeron al mismo tiempo:

BL y YM: Nuestro primer beso.

Yamcha se acercó a Bulma y la abrazó.

BL: Fue lindo…

YM: …muy lindo.

 

Yamcha también se fue de viaje de entrenamiento y Bulma comenzó a sentirse muy sola. Trataba de distraerse con su trabajo, pero no lo conseguía del todo. Además, no podía avanzar mucho, porque tenía la mitad del trabajo sin terminar, ya que Vegeta se había ido y no tenía idea de cuándo regresaría.

Unas cuantas semanas después, su soledad encontró cierto alivio. Vegeta regresó. Aparentemente no lo encontraba cambiado, pero sí había experimentado un cambio. Bulma no le dijo nada de su rompimiento con Yamcha, y él parecía no haber notado que ya no la visitaba.

Por lo menos eso creía ella.

Lo que sí la sorprendió, fue que Vegeta no entrenaba como antes de irse y parecía estar continuamente con dolor de cabeza.

BL: La cena está lista.

VG: Hoy no cenaré.

BL: ¿Qué?

VG: Lo que oíste.

BL: ¿Te sientes bien?

VG: Eso no te incumbe –dijo molesto mientras entraba a su habitación y Bulma lo siguió.

BL: Vegeta, tienes una mancha en la cara.

VG: ¿Dónde? –preguntó limpiándose la frente.

Bulma se acercó a él y con la mano trató de limpiar la mancha que tenía cerca de la mandíbula.

VG: ¡¡¡¡Aaaaaayyyy!!!!

BL: ¡Qué! No me digas que te dolió –preguntó irónicamente.

VG: Grrr… –No contestó, pero le saltaron las lágrimas del dolor.

BL: Ve-ve-ve-Vegeta… lo siento… no sabía que te dolía tanto… yo…

VG: ¡¡Cállate!! –Bulma dio un salto por el miedo.

BL: Grítame de nuevo y te vuelvo a tocar para que te duela.

Vegeta guardó silencio y se acercó a una mesa que había en su habitación. Se iba a sentar en la silla cuando notó que Bulma seguía allí con él.

VG: ¿Todavía estás aquí? –dijo en un tono muy desagradable.

BL: Abre la boca.

VG: ¿Qué dices?

BL: Tengo que hacer una prueba –le explicó.

VG: A mí no me vas a usar como conejillo de indias.

BL: Tal vez son tus muelas.

VG: ¿Y?

BL: Las muelas del juicio duelen cuando salen. Aunque tú estás algo crecidito como para que recién te vayan a salir.

VG: Mira quien lo dice.

BL: Abre la boca.

VG: No.

BL: A ver… dime si te duele –Bulma tocó la cara de Vegeta en los cuatro puntos donde se suponía que por dentro tenía las muelas.

Vegeta, que sujetaba el respaldo de la silla en la que se iba a sentar, lo hizo añicos al apretarlo para aguantar el dolor.

BL: ¿Te dolió?

VG: ¿Y en qué me lo notaste?

BL: Ya es muy tarde. ¿Crees poder aguantarte hasta mañana?

VG: ¿Hasta mañana? ¿Y para qué?

BL: Para tu cita con el dentista.

VG: ¿Quéeeee?

BL: Tienes que ir al dentista para que vea lo que tienes.

VG: ¿Lo que tengo? Yo no quiero ver lo que tiene él.

BL: Es probable que te estén saliendo las muelas.

VG: A mí me terminaron de salir las muelas hace años.

BL: Entonces puede que tengas caries.

VG: ……

BL: Bueno, eso lo vamos a saber mañana. Buenas noches.

A eso de las 10 de la mañana del día siguiente, Bulma fue a buscar a Vegeta a la cámara de gravedad donde solía estar a esa hora, pero no lo encontró. Así que fue a su habitación y entró sin golpear.

Vegeta estaba acostado, semicubierto con las cobijas y, al escuchar a Bulma, abrió los ojos.

VG: Creí que había que golpear la puerta antes de entrar –dijo sin moverse un centímetro.

BL: Ay, tú, ¡qué delicado! –dijo abriendo las cortinas y el ventanal.

A Vegeta le molestó el sol directo en los ojos y se tapó la cara con la almohada.

BL: ¡Levántate! Recuerda que debemos ir al dentista.

VG: Yo no voy a ir a ningún «dentista» –dijo bajo la almohada.

BL: ¿Quieres seguir sufriendo?

VG: ……

Vegeta sacó la cabeza de debajo de la almohada y se incorporó un poco en la cama observando a Bulma que estaba de pie frente a él, de brazos cruzados y mirándolo fijamente.

VG: ¿Qué tanto me estás viendo? –dijo un poco molesto.

BL: ¡Qué mal te ves cuando despiertas! –dijo despectivamente.

Una gota de sudor apareció en la cabeza de Vegeta y luego puso cara de asesino.

VG: ¿Quieres ver qué tan mal me puedo ver?

Bulma se asustó al verlo tan calmado y con esa cara, así que prefirió retirarse.

BL: No, no, ya me voy. Date prisa, que no quiero llegar tarde.

VG: ¡¡Espera!!

En ese momento Bulma temió por su vida.

BL: ¿Q-qué pasa?

VG: Es lo que te pregunto yo. ¿Por qué te vestiste así?

Bulma vestía unos jeans muy ajustados al cuerpo y un chaleco que permitía apreciar su silueta.

BL: ¿Así cómo?

VG: Estás vestida –dijo irónicamente.

BL: Pasaré por alto ese comentario, sólo porque estoy de muy buen humor. La verdad es que el dentista al que vamos a ir es un hombre muy apuesto y oí decir que le gustan las chicas que usan pantalones –dijo imaginándose al dentista y sonrojándose.

VG: ¿O sea que le vas a ir a mostrar tus pantalones? –Bulma salió de su encantamiento.

BL: ¡Ay, Vegeta! No tienes sentido del romanticismo. Bueno, de qué me extraño. Mejor levántate luego y date prisa –Bulma salió de la habitación y Vegeta se quedó mirando la puerta.

VG: Romanti-¿qué?

Una hora después, los dos iban entrando a la consulta del dentista.

BL: Vegeta, cambia la cara.

VG: No tengo otra. «Además, ni siquiera debería estar aquí»

BL: Si el dentista te ve, se va a asustar.

VG: Eso me agrada –sonrió y Bulma sólo miró el cielo con una expresión de «¡Ay, Kamisama!»

BL: Aquí es. Voy a hacer unas consultas y enseguida vuelvo.

Bulma se dirigió a la recepcionista y le hizo las preguntas pertinentes. Vegeta sentía que la cabeza le iba a explotar. Cada pequeño sonido que escuchaba era como una gran bomba que explotaba en sus oídos y el dolor se concentraba aparentemente en sus muelas. Cerró los ojos tratando de no escuchar nada a su alrededor.

BL: Tenemos que esperar que…

VG: Sssshhhhh… –hizo un gesto de disgusto y se tapó los oídos–. ¿No puedes hablar más bajo?

BL: Tenemos que esperar que te llamen –dijo en una voz apenas audible.

VG: ¿Qué?

BL: ¿No querías que hablara más bajo?

VG: Ssshhh, no importa, déjalo así. Sólo cállate.

BL: Grosero. –Le hizo un desprecio y se sentó en una de las sillas de la sala de espera.

Vegeta permaneció de pie, apoyado en una de las paredes. Bulma sacó un espejo de su bolso y se estaba poniendo un poco más de lápiz labial cuando pasó al lado de ella su dentista.

BL: ¡Hola, doctor Carter!

Dr: Bulma, ¡hola! –Vegeta abrió los ojos y observó. Bulma se puso de pie y le dio la mano al doctor–. ¿Viniste a controlar tus dientes?

BL: No, un amigo tiene un dolor de muelas y quisiera que Ud. lo atendiera.

Dr: Me encantaría, pero debo ir al hospital porque está a punto de nacer mi hijo.

BL: ¡Ah! No sabía que se había casado.

Dr: Pues sí, y como ves, voy a ser papá. Hace más de un año que no te veía.

BL: He estado ocupada.

Dr: Sí, el trabajo puede llegar a esclavizar. Ahora te dejo. Cuídate.

BL: Sí, y muchas felicidades, Dr. –Bulma volvió a sentarse en la silla.

VG: ¿No le gustaron tus pantalones?

BL: Por lo menos yo me veo bien con lo que me ponga, en cambio tú, dejas bastante que desear.

VG: Mmmm.

En ese momento, una de las puertas de la consulta se abrió y una enfermera llamó a Vegeta.

EN: ¿Sr. Vegeta? –dijo mirando en todas direcciones. Vegeta se acercó a ella–. Pase, por favor.

Vegeta entró y la puerta se cerró.

BL: Sólo espero que no cause ningún desastre…

Dos horas después, Vegeta salió de la consulta como si nada hubiera pasado y con un papel en la mano.

BL: ¿Cómo te fue? –Vegeta la miró de reojo y siguió caminando sin contestarle nada–. Oye, vuelve aquí. ¡Rayos! –Bulma se acercó a la doctora y le preguntó a ella–. Doctora, ¿qué tenía?

Dra: Aparentemente no tenía nada. Todas sus piezas dentales están en perfecto estado, pero como tenía esas molestias, le extrajimos los terceros molares.

BL: ¿Sí? ¿Y cómo reaccionó?

Dra: ¿A qué se refiere?

BL: No, a nada, olvídelo. Pero, ¿y no le recetó nada para el dolor?

Dra: Sí, le di la receta a él.

BL: ¿Podría darme una copia?

Dra: ????

BL: Estoy segura que la va a perder –dijo sonriendo–. «Ese Vegeta nunca me diría que le duele algo ni que le compre los remedios. Y mucho menos los compraría él«. Muchas gracias, doctora.

Dra: Le sacamos unas radiografías para comprobar qué es lo que le causaba el dolor. Bueno, eso ya se lo expliqué a él. Lo llamaremos por cualquier cosa.

BL: Gracias. Hasta luego.

Bulma, que había pasado por la farmacia para despachar la receta y luego al centro comercial para comprarse cualquier cosa bonita, llegó casi a la hora de la cena a la Corporación.

BL: Hola, mamá.

SB: Hola, Bulma, qué bueno que llegaste. Pensé que no vendrías a cenar –dijo con una gran sonrisa.

BL: Pasé a comprar unas cosas y se me pasó la hora. ¿Y Vegeta?

SB: ¿El joven Vegeta? No lo he visto. Bulma, ¿quieres probar unos pastelillos que compré?

BL: Tal vez más tarde, mamá –dijo subiendo la escalera.

En el 2° piso…

TOC, TOC, TOC

BL: ¿Vegeta? ¿Puedo pasar?

Silencio.

La habitación estaba a oscuras. Bulma encendió la luz y no encontró a Vegeta. Se acercó a la ventana por si estaba en la terraza, pero tampoco lo encontró allí, así que decidió cerrar porque estaba empezando a hacer frío. Primero pensó en esperar que llegara para darle el remedio, pero como salir de compras la agotaba, prefirió dejarle una nota e irse a dormir. La dejó sobre la cama junto con el remedio.

Muy tarde (o muy temprano) llegó Vegeta. El efecto de la anestesia se le había pasado y había empezado a sentir un intenso dolor. Entró a su habitación y al recostarse en la cama sintió algo bajo él. Encendió la luz de la mesa de noche y se encontró con la nota y la caja.

VG: Si te duele o te sientes mal, tómate dos pastillas –leyó–. Humanos… Siempre preocupándose.

Se levantó y fue al baño donde se tomó dos pastillas, se dio una ducha y luego se acostó.