El león no es como lo pintan – Capítulo 7

Capítulo 7: «Los chacoteros sentimentales»

Fanfic: El león no es como lo pintan


Nota importantísima de Saltamontes: ¡Eeehhh!… bueno, lo que yo quería decirles es que para poder hacer este capítulo hubo que cambiar un poquitín, chiquitito achí, el carácter de uno de los personajes, ¡adivinen de quién!… je, je… sí, él mismo, porque si no, el capítulo no le vendría al nombre o viceversa. En consecuencia y si no les gusta, Kamehas, Masenkos, Energy Has y/u otros los compartiré con Alicel (¿que quién es?, eso se los cuento otro día), que es en parte responsable del soberano desastre de este capítulo, de todos modos yo espero que les guste, así que ¡ahí les va!… y que Dios nos proteja. Por su atención y comprensión, muchas gracias.


En la cocina, Trunks le contaba animadamente a Bulma sus planes para el fin de semana, los que eran muchos, tantos que Bulma comenzó a pensar que para realizarlos necesitarían más de dos semanas. De todos modos ella se sentía muy feliz de que Vegeta compartiera con su hijo todo ese tiempo y decidió que para que fuera más completo, ella aprovecharía de pasar unos días en la playa junto a sus padres.

Con la ayuda de Trunks, Bulma puso la mesa y los tres se sentaron a cenar. Trunks se devoró la comida y faltó poco para que acabara con la de sus padres también. Por fortuna, su precavida madre había preparado aparte un tonel de arroz para casos de emergencia como éste.

Una vez que terminaron, Bulma ordenó a Trunks que se fuera dormir porque al día siguiente tenía clases, pero con lo consentido que estaba esa noche, pidió permiso para quedarse más rato en pie. Era difícil decirle que no, se veía tan tierno con ese pijama en forma de buzo lleno de dibujos de conejitos, con una colita igualita a la de Bugs Bunny e incluso con patitas de ídem que le permitían desplazarse sin pantuflas por toda la casa y que Vegeta odiaba desde lo más profundo de su corazón, porque decía que no era ropa digna del hijo del Príncipe de los Saiyajines, pero por sobre todo, porque se lo había regalado Goku en su cumpleaños.

  • Por favor, mamá, un ratito más –le pedía tirándole el delantal–. Por favor, por favor.

Bulma miró a Vegeta, pero éste se había hecho el desentendido y comía manzanas distraídamente.

  • Está bien, Trunks –accedió Bulma–. Pero sólo hasta que termine de limpiar la cocina y te quedas en tu habitación ¿de acuerdo?

Trunks aceptó muy feliz y para variar se fue corriendo. Bulma se puso a lavar la loza mientras Vegeta terminaba de comer. Pasaron unos minutos, él se levantó a dejar su plato y cuando pasó por detrás de Bulma ésta sintió una suave palmada que la hizo saltar.

  • ¡Vegeta! –se volteó muy sorprendida con un plato en la mano–. ¿Qué, qué fue eso?
  • A mí me pareció muy claro –respondió él tranquilamente.
  • Pero es que tú no acostumbras a hacer esas cosas –siguió Bulma sonrojada–. ¿Qué te dio?
  • Eso fue por querer deshacer nuestro trato –le respondió Vegeta con una pícara sonrisa.
  • ¡Cielos, tú sí que eres una cajita de sorpresas! ¿Así que me estás cobrando?
  • ¡Oh sí!
  • ¿Qué pasaría con tu reputación si alguien te viera actuar así?
  • No viviría para contarlo.

Bulma rió y dio su palabra de cumplir su promesa cuando se desocupara, entonces se volteó para seguir con su quehacer cuando sintió que Vegeta le tocaba el hombro izquierdo. Al girar la cabeza para mirarlo no lo vio, entonces se giró al lado contrario recibiendo en los labios un beso de su Príncipe que lo tenía todo fríamente calculado.

  • ¿Y ahora qué? –preguntó Bulma soltando los platos.
  • Eso fue por querer dejarme sin mi postre.
  • ¡Vaya que eres estricto! ¡Me estás cobrando por todo! –exclamó con las manos en las caderas y mirada divertida–. ¿Se te antoja algo más?
  • Bueno, ya que lo mencionas –dijo Vegeta acercándosele y besando su cuello mientras sus manos recorrían suavemente su cuerpo.

Repentinamente Bulma sintió que estaba haciendo más calor en la cocina. ¿Se habría quedado el horno prendido?

  • ¡Espera! ¡Espera! –lo alejó rápidamente sintiendo que su corazón latía aceleradamente–. Tengo que terminar con la cocina y hacer que Trunks se acueste, así que lo siento mucho, pero tendrás que esperar.

Vegeta se quiso acercar de nuevo sonriendo traviesamente, pero Bulma puso entre los dos la silla más cercana.

  • ¡Ah! ¡Ah! ¡No te me acerques! Ya tendrás tu recompensa, ahora déjame terminar.

Bulma sabía de sobra qué tan peligroso era dejar que se acercara, porque de ese modo nunca terminaría de asear la cocina, ya que uno de los deportes favoritos de Vegeta era ponerla nerviosa y hacía un trabajo excelente. Se quedó justo a su lado mientras ella intentaba enjuagar los platos.

  • ¿No tienes nada mejor que hacer? ¿Entrenar?, ¿ver si está lloviendo? ¡Si quieres te presto un libro!
  • Eeeh… no, gracias.
  • Entonces busca algo en qué entretenerte, ¡pero déjame terminar!
  • Está bien.

Vegeta caminó hasta el medio de la cocina y se puso a meditar en qué podía matar el tiempo mientras miraba fijamente a Bulma, haciendo que ella no pudiera concentrarse en su labor y se pusiera cada vez más nerviosa, cosa que a él le causaba mucha gracia y razón por la cual Bulma siempre le inventaba nuevas máquinas de entrenamiento que ella llamaba juguetitos.

  • ¡¡Ya deja de mirarme!! –exclamó Bulma volteándose hacia él.
  • ¡Pero qué delicada eres!… está bien.

Aburrido de no tener nada que hacer porque la cámara de gravedad estaba hecha un desastre desde esa mañana y no podía entrenar ahí, recordó una pequeña entretención que había venido practicando desde hacía algún tiempo y que le daba excelentes resultados cuando quería conseguir algo de ella, sobre todo con el asunto de la camarita, y el ardid consistía en jugar al tiro al blanco con la vajilla que Bulma iba ordenando luego de secar. «¡Rayos! –pensó Bulma– esta es la quinta vajilla del mes. Si esto continúa así, tendré que comprar platos de cartón y vasos de plástico… ¿Habrá estado viendo películas de vaqueros?… ¡¡Hmm!!.. Ahora que recuerdo, las últimas cuatro veces fueron por… ¡¡Apuesto sobre seguro que otra vez descompuso la cámara de gravedad!!»

  • ¿Sabes que si Trunks te viera aquí jugando a matar mi vajilla te perdería todo el respeto? –preguntó Bulma, pues con Trunks Vegeta se mostraba muy serio y estricto.
  • Afortunadamente tengo buen oído y lo sentiría acercarse –respondió Vegeta, siguiendo con su jueguito.

«¡Y encima tiene respuesta para todo! ¡¡Uff!! –suspiró Bulma–. Cuando se pone así pareciera que en esta casa, en vez de un niño, tengo dos»

  • ¿Qué tal si vas a mirar la luna?
  • ¡Pero si ustedes no tienen luna!
  • ¿Quieres que llame a Goku para que te haga compañía? –preguntó Bulma con una gran sonrisa.
  • ¡¡Pero qué grande y hermosa luna hay esta noche!!… Está bien, me voy, pero no tardes mucho –cedió por fin Vegeta, marchándose.

Bulma continuó con lo que estaba haciendo y una vez que hubo terminado subió al cuarto de Trunks, a quien encontró muy entretenido jugando en su nave espacial.

  • ¡Hola, mamá! ¿La habías visto?
  • No, cariño, no había tenido tiempo –respondió Bulma observando los detalles que la hacían parecer una verdadera nave–. Está muy bonita.

Trunks se dedicó a mostrarle cada parte de la nave con todas sus funciones y estuvieron conversando bastante rato hasta que Bulma vio la hora y decidió que Trunks ya debía estar dormido.

  • Bien, Trunks, ahora sí métete en la cama, porque es muy tarde y mañana tienes clases.
  • Pero mamá…
  • Nada de peros, no quiero que mañana andes con sueño.

Bulma dejó a Trunks en su cama, le dio las buenas noches y salió de la habitación al pasillo, cerrando la puerta. No bien hizo esto, unas manos la atraparon, manos que conocía perfectamente sin necesidad de mirar a su dueño, porque parecía que tenían vida propia.

  • ¡Sorpresa! –escuchó que le susurraban al oído.
  • Tú sí que eres persistente –se rió Bulma suavemente.
  • Bueno, ¿y qué querías? Siempre te quejas de que me paso el día entero entrenando y tú en cambio te has pasado toda la semana encerrada en el laboratorio, y me prometiste que si iba a buscar tu dichoso proyecto valdría la pena, eso sin contar todas las calamidades que sufrí el día de hoy. Creo que merezco una buena compensación –dijo Vegeta besándola.
  • Sí, es verdad, ¡pero Trunks ni siquiera está dormido! –reclamó Bulma en un susurro.

Vegeta sonrió, de ésta no se le iba a escapar, la tomó en brazos y caminó por el pasillo, pero cuando llegaron a su habitación, siguió de largo.

  • ¿Adónde vamos? –preguntó Bulma con curiosidad.

Pero Vegeta no respondió, él simplemente siguió hasta que llegaron donde se guardaban las naves. Había dos; una de ellas era en la que Vegeta había viajado en busca de Goku cuando éste quiso quedarse entrenando en el espacio luego de la pelea con Freezer y la otra era una más nueva que Bulma y su padre habían construido hacía poco. A esta última la llevó Vegeta. La nave por dentro era muy parecida a la otra, llena de controles, fría y poco acogedora.

  • ¿Nos vamos a quedar aquí? –preguntó Bulma decepcionada.
  • Activación del programa uno –fue lo único que dijo Vegeta aún con Bulma en sus brazos.

Al instante la puerta de entrada se cerró herméticamente, las luces se atenuaron, los controles desaparecieron tras unos paneles, una alfombra cubrió el piso, apareció un pequeño panel de control y una suave música de fondo completó la ambientación.

  • ¡¡Wow!! –exclamó Bulma– ¡Cómo ha cambiado esta nave! ¿Y tú? –preguntó mirándolo– ¿cómo? ¿dónde? ¿cuándo?
  • Para que veas que sí tengo bien entrenadas mis neuronas –le respondió, haciéndola recordar la discusión por teléfono.
  • ¡Y vaya que sí las entrenaste!

Bulma sabía que su padre tenía que haberle ayudado en lo técnico, pero que toda la idea era completamente de Vegeta, era su firma.

  • Y hay más –dijo Vegeta, bajándola para presionar algunos botones del panel.

Del medio de la habitación se abrió una compuerta de la cual apareció una cama formada de pieles, tal como se usaba en los tiempos de guerreros legendarios, con una hermosa bandeja en medio que contenía una rosa roja y dos copas del mejor vino a la temperatura adecuada.

  • ¡Es la mesa más extraña que he visto en mi vida! –exclamó Bulma traviesamente, lo que no causó ninguna gracia al saiya.
  • ¡Veo que estás de muy buen humor… ahora! –dijo Vegeta al darse cuenta que su mujer estaba de un humor muy cambiante desde que llegó.
  • Estamos a mano –respondió Bulma vengándose por la pérdida de su vajilla recién comprada.
  • Toma, esto es tuyo –le dijo Vegeta ya un poco molesto, extendiéndole una caja.

Bulma abrió la caja, sacó unos papeles que cubrían el contenido y sonrió mientras del interior sacaba un hermoso vestido de fiesta color azul que hacía juego con ¿adivinen qué?… ¡Bingo!, sus ojos.

  • Tienes un gusto exquisito –y luego recapacitó–. Bueno, si estás conmigo es prueba de ello, pero dime ¿por qué me regalas esto? ¡Si tú no sales conmigo ni para los temblores, Vegeta!

«¡Paciencia! ¡Paciencia!» se repetía Vegeta, él trataba de mantener un ambiente romántico y ella insistía en hacer lo contrario, pero no desistiría y le entregó una invitación para dos personas a una fiesta de Gala con ocasión del año nuevo que en poco tiempo sería celebrado, acompañada de una anotación al margen que decía ¡Pero no te acostumbres!. Bueno, esto le demostraba cuánto la quería, pues si por él fuera, hubiera preferido pasar el año nuevo hasta con Goku que tener que ir a esa fiesta, pero sabía que a ella esas cosas le agradaban. Luego Bulma quiso probarse el vestido, para lo cual pidió a Vegeta que se volteara.

  • ¿Pero para qué? –le preguntó él con franca inocencia.
  • ¡Para darte la sorpresa de cómo me queda! –respondió Bulma un tanto molesta.
  • Aaahhh!, bueno –y Vegeta se volteó, mirándola de todos modos a través del reflejo del panel de control «je,je»

De más está decir que le quedó perfecto, pues como era ajustado dejaba ver su muy bien delineada figura.

  • Déjame ver –dijo Vegeta observándola con aire crítico–. Camina para allá… ahora para acá… gira…
  • ¿Y bien? –preguntó Bulma que ya se sentía como muñequita a cuerda.
  • Hmm… Sí, digna de un príncipe como yo –concluyó satisfecho.
  • ¡Oh! Muchas gracias, su majestad, no esperaba menos de usted –dijo ella haciendo una pequeña reverencia y luego tomando su postura normal añadió–. ¡Ahora ayúdame a quitarmelo, mira que está apretadísimo!

Bien, esa era la mejor parte, porque además el vestido venía con un pequeño detalle. Vegeta se puso frente a ella, la rodeó delicadamente con sus brazos y con uno de sus dedos presionó uno de los botones que abrochaba el vestido a su espalda, convirtiendo éste en una pequeña cápsula y dejando a Bulma sólo en sus prendas más íntimas.

  • ¿No te fascina hasta dónde ha llegado la tecnología de la Corporación Cápsula?, si quieres te doy la dirección –le preguntó con picardía, aún con ella entre sus brazos.
  • Definitivamente eres una cajita de monerías –dijo ella con resignación–. En realidad, mi príncipe, me doy cuenta que no te lo pasas las 24 horas del día entrenando.
  • En realidad sí lo hago, pero no sólo técnicas de combate.

Estuvieron intercambiando tiernas miradas, en las que se decían todo lo que se amaban, hasta que Vegeta tomó la palabra.

  • Me asalta una duda –dijo con cara de pregunta.
  • ¿Cuál? –preguntó Bulma extrañada.
  • ¿Vamos a conversar toda la noche? Si no para cambiar el vino por café y las galletitas que tu madre le dejó a Trunks –dijo haciendo que Bulma riera a carcajadas.

«Pensar que todos juran que Vegeta siempre es seriote, duro y cascarrabias… ¡supieran! ¡Bueno, yo también pensé lo mismo por un tiempo!, pero creo que soy la única persona en el mundo que ha llegado a conocer esta otra parte de su carácter. Realmente el león no es como lo pintan» –pensaba Bulma mientras él la miraba con cara de… «bueno, ¿y?»

Entonces ella respondió rodeando con sus brazos el cuello del guerrero mientras sus labios se posaban sobre los de él tierna y apasionadamente, respuesta que él pensaba nunca llegaría. Y como decía más o menos Harrison Ford en una de sus películas, el cielo se abrió, los ángeles cantaron, el tiempo voló y voló… y más tarde ambos yacían recostados sobre la cama de pieles; ella plácidamente acomodada en el poderoso brazo de su príncipe mientras acariciaba su pecho desnudo y bien formado por el duro entrenamiento y él tendido de espalda con la cabeza apoyada en su otro brazo. Estaban muy cómodos entregados al dulce descanso cuando un pensamiento se apoderó de Bulma.

  • Oye, Veggie –dijo llamando su atención.
  • ¿Hmm? ¿Te vas a quejar? –fingió Vegeta volteando su rostro hacia ella con cara de horror.
  • ¡No empieces! –reclamó ella molesta.
  • No te enojes, dime –la aplacó Vegeta acariciando suavemente su mejilla.
  • ¿Y estas pieles? –preguntó Bulma con curiosidad.
  • Te podría contar la historia de cada una de ellas –respondió el muy pícaro.
  • ¿A qué te refieres con eso? –preguntó Bulma abriendo tamaños ojos.
  • Hmm… bueno, si quieres saber puedo contarte –comenzó a decir Vegeta a quien ya se le había ocurrido una idea–, pero necesito una buena motivación para recordar.
  • ¿¿QUÉ?? ¿De qué tipo de motivación estamos hablando? –preguntó Bulma desconfiadamente.
  • No te preocupes, no es mucho lo que necesito –le dijo haciéndose el bueno, pensando para sus adentros que había muchas peleterías en la ciudad y él poseía una gran imaginación para cuando se le acabaran las reales. Además aprovecharía pedirle el arreglo de su apreciada cámara de gravedad, pues la última vez que la descompuso, Bulma le advirtió que no la compondría nuevamente.
  • No tienes remedio… ¡Bueno, ya! ¡Desembucha!

Luego de un largo silencio en que él trataba de recordar alguna palabra relacionada en cualquier idioma que conociera concluyó con un tímido «¿qué?»

  • Habla, cuenta, cuenta –dijo ella a modo de explicación.
  • ¡Aah!… Muy bien, elige –dijo Vegeta sentándose y señalando las pieles.

Bulma escogió una de las más grandes, suaves y bonitas.

  • ¿Y bien? –preguntó al ver que no le informaban nada.
  • Es que… la motivación depende del tipo de piel –dijo Vegeta con expresión traviesa besándola rápidamente en lo labios para que no protestara.

Y justamente en ese momento que el asunto se estaba poniendo interesante, se sintió la voz de Trunks desde afuera, que después de haber abierto y revisado cada rincón de la casa llegó al único lugar que le faltaba por revisar.

  • ¡¡Mamá!! ¡¡Mami!! ¡mami, mami, mami, mami! ¿Estás ahí, mamá? Esta cosa no se abre –reclamaba Trunks golpeando la puerta.

Mientras tanto, papá pensaba «Ésa es exactamente la idea», al tiempo que mamá pensaba «Es increíble que sea tan inoportuno», y luego, posando un dedo sobre los labios de Vegeta, Bulma le susurró –Shhhh, lo conozco. Si es realmente importante seguirá llamando, si no, se irá –concluyó frente a la cara de asombro del saiyajin.

«Bueno, papá debe estar adentro porque no tiene cámara y no hay nadie en la otra nave» –pensó el niño y luego dijo en voz alta– ¡¡Mamá!! ¡¡Papá!! Si están ahí, ya me bañé, tomé desayuno, me lavé los dientes y me voy a la escuela –y añadió como su madre le decía todas las mañanas–. ¡Chao! ¡Pórtense bien! –a lo cual sus padres apenas podían sofocar la risa.

Y así Trunks partió mochila al hombro pensando inocentemente «¿Para qué se encerrarán tan herméticamente? ¿Estarán haciendo algún tipo de experimento?»

  • ¡Hola Trunks! –lo saludó Goten junto a Gohan, quienes estaban esperándolo en la nube voladora–. ¿Y tu mamá?
  • No sé, parece que estaba con mi papá en la nave. Siempre se encierran en alguna parte –protestó Trunks–. ¿Y tu papá? ¿Por qué no vino hoy a buscarnos?
  • No sé, también estaba encerrado con mi mamá.
  • ¡Qué raro! ¿Qué es lo que harán?

«¡Ah, no! ¡Eso sí que no! –pensó Gohan–. No soy yo el que se los va a explicar. Bastante me costó a mí recibir una buena explicación. Yamcha y Krilin lo intentaron, pero aún no sé qué tienen que ver los pájaros y las abejas. Todavía no me queda claro, el Sr. Piccoro no me pudo explicar mucho, mi papá no estaba, mi mamá no me habló en una semana y Bulma me mandó a hablar con Vegeta que en realidad es una fuente de información rica y variada… ¡Sí!, es un trabajo para él, es todo un maestro en la materia»

  • Bien, chicos, ¡arriba! ¡arriba! No tengo toda la mañana, yo también tengo clases. ¿Hicieron las tareas? ¿Se lavaron los dientes? ¿Se lavaron las orejas? A ver esas manos, ¡mira cómo traes esas uñas! –hablaba Gohan como ametralladora mientras emprendían el vuelo rumbo a la escuela.
  • Oye, Trunks –dijo Goten–. Qué bueno que no estés enojado conmigo.
  • ¿Por qué? –preguntó Trunks intrigado.
  • Por lo que pasó ayer. No sabes en los problemas que me metí entre lo de tu papá y la escuela, y ahora estoy castigado.
  • ¿Castigado? –y Trunks recordó el triste episodio del día anterior–. ¡Ah, sí! Ahora que me acuerdo, Goten, por tu culpa mi papá me dio una paliza que todavía me duele ¡¡ASÍ QUE NI ME HABLES!! –le gritó Trunks dándole la espalda.

Esto hizo que el camino a la escuela fuera bastante silencioso, cosa que a Gohan le pareció muy bien. Y mientras tanto, dentro de la nave.

  • Parece que ya se fueron –susurró Bulma.
  • Sí –asintió Vegeta al sentir el ki de los chicos que se alejaban y luego añadió–. ¿Y nosotros en qué estabamos?… ¡Ah, sí! Ya recordé…

Bueno y nuevamente el cielo se abrió, los ángeles cantaron, etc. etc. y colorín colorado El león no es como lo pintan aquí se ha terminado.

 

F I N


Notas: ¿Más todavía?

  • Sí. Bien chicos, si este fic les ha gustado (bueno, aunque yo creo que si llegaron hasta aquí, así debe ser, no creo que sean masoquistas), quería avisarles que (si los Webmaster tienen la paciencia de seguir soportándome) este fic tiene una continuación de lo que pasó ese fin de semana entre Trunks, su papi y Cía.Nota (¡otra más!, pero ahora mía, de Mister Satan): Y esa continuación pueden hallarla en esta misma página   😉
  • Para los que no sepan lo que significa Chacota, dícese de jarana, algazara, jolgorio, alegría, sandunga, alborozo, o sea… ¡chacota!, más o menos Saltamontes y Cía. Ltda. Bueno y si aún así no les queda claro, remítanse al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española o les diría que vieran El Chacotero Sentimental, pero ni yo la he visto todavía.

 

 


El león no es como lo pintan – Capítulo 6

Capítulo 6: «No hay mal que por bien no venga»

Fanfic: El león no es como lo pintan


Cuando Vegeta entró la habitación, estaba solamente iluminada por la luz del jardín que entraba por la ventana. Aún así pudo divisar un pequeño bulto que en ese momento se movía bajo las mantas de la cama. –¿Trunks? –lo llamó suavemente, pero no hubo respuesta. Se acercó entonces sin hacer ruido y encendió la luz de la lámpara que estaba sobre la mesita de noche. –¿Trunks? –repitió corriendo suavemente el cabello que caía sobre el rostro del niño, que cansado por el llanto había cedido al sueño y al escuchar su nombre emitió un pequeño gemido. Vegeta se sentó al borde de la cama observándolo dormir. Realmente se sentía un canalla por lo ocurrido, pero sobre todo por no haber creído en su hijo, que a pesar de ser tan travieso siempre hacía de todo para que él se sintiera orgulloso de ser su padre y difícilmente le mentía.

Trunks comenzó a despertar cuando sintió que alguien estaba acariciando su cabeza. En un principio pensó que era su mamá, pero luego se dio cuenta que no, ésta era una mano más grande, más fuerte, ésta era la misma mano que… Abrió los ojos para cerciorarse, y al ver a su padre dio un respingo apartando bruscamente la mano de Vegeta y corriéndose al otro extremo de la cama, donde se quedó sentado, cruzado de brazos y el ceño bien fruncido. Trunks adoraba a más no poder a su padre, pero en ese momento no quería nada con él y mientras más lejos estuviera, mejor. «Esto va a ser más difícil de lo que creí», pensó Vegeta, que ya de por sí le costaba disculparse.

  • Escúchame, Trunks. Verás, yo… lo siento mucho, fui muy injusto contigo –dijo Vegeta tratando de mantener su orgullo lo más aplacado posible.

Hubo un silencio muy tenso. Trunks no articulaba palabra, solamente lo miraba de reojo y con resentimiento. Después de todo, de qué servía ahora que él lo sintiera.

  • ¿No vas a decir nada?
  • ¿Para qué si no me vas a escuchar? –respondió Trunks con enojo.
  • Ya te dije que lo siento, ¿qué más quieres?

Pero la cosa no era tan sencilla. Si Vegeta creía que lo iba a perdonar así de fácil, estaba muy equivocado, pensaba Trunks que había heredado gran parte del carácter y orgullo de su padre. Se sentía gravemente ofendido y quería desquitarse, aunque fuera un poco.

  • No me dejaste explicarte, no me creíste –dijo Trunks alterándose–. ¡Y me trataste de mentiroso!
  • Pero yo no sabía que…
  • ¡Y de rata cobarde!
  • Sí, lo sé, pero…
  • ¡Y encima de todo me pegaste!
  • Sí, pero…
  • ¡¡Y todavía me duele!!
  • No me lo harás nada fácil, ¿verdad? –dijo Vegeta poniendo la mano en sus ojos mientras movía la cabeza tratando de mantener la paciencia.
  • ¡NO! –respondió Trunks en forma tajante.

Vegeta se quedó pensando un momento qué podía hacer para compensar a Trunks y se le ocurrió una idea como si hubiera sentido una inspiración divina.

  • Escúchame, Trunks, tengo una idea –le dijo tratando de terminar definitivamente el asunto.
  • ¡¡NO ME INTERESA!! –replicó Trunks obstinadamente.
  • ¡¡MUCHO CUIDADO CÓMO TE DIRIGES A MÍ, MUCHACHITO INSOLENTE!! ¡¡RECUERDA MUY BIEN CON QUIÉN ESTÁS HABLANDO O YO ME ENCARGARÉ QUE NUNCA LO OLVIDES, PORQUE ENTONCES SÍ QUE TE LAS VOY A DAR!! –lo reprendió severamente Vegeta, que estirándose alcanzó a Trunks y lo alzó del pijama.
  • ¡Sí, sí, papá! –se apresuró a responder Trunks muy asustado comprendiendo que se le había pasado la mano en su pequeña venganza.

Vegeta lo arrojó nuevamente en la cama y se levantó para retirarse bastante fastidiado. «¡Eso me busco por disculparme con un infante!». Había dado unos pasos, pero Trunks reaccionó sobre lo que había hecho y corrió a detenerlo.

  • ¡Espera, papá, por favor no te vayas! –le pidió sumiso colocándose delante de él mientras lo detenía por la cintura y mirándolo directo a los ojos con sus ojitos llenos de arrepentimiento (Snifff!!). –Discúlpame, es que estaba muy enojado y perdí la cabeza, pero nunca más volveré a hablarte así, palabra.

Vegeta lo observó por un instante viendo que era sincero, entonces volvió a sentarse recuperando la calma. Pensándolo bien, Trunks siempre se dirigía a él con mucho respeto y era muy posible que en esta ocasión su sangre de saiyajin, su orgullo y los genes heredados de su madre y de él, le hubieran jugado una mala pasada. Como decimos aquí en mi Tierra, ¡se le paró la pluma! o para ir más ad-hoc con la serie, ¡le dieron los monos!

  • ¿Qué ibas a decirme? –preguntó Trunks más animado pensando que a lo mejor la propuesta era buena y que había estado tonteando al hacerse de rogar. Por lo mismo tenía el brazo de su papá bien agarrado para que no se fuera antes de comunicarle su plan.

Vegeta sabía que a Trunks le gustaba mucho pasar tiempo con él, y como a la semana siguiente saldría de vacaciones de medio año, le propuso lo siguiente: que él olvidaría el ojo morado que le había dejado en la mañana, como también el asunto de la mochila en el que casi se rompe el cuello, y por su parte Trunks lo disculparía por haberlo castigado siendo inocente. Además, si no le daba problemas el resto de la semana, le prometió que pasarían todo el fin de semana juntos, incluyendo el día lunes que era el primer día de vacaciones y la mejor parte es que el pequeño podría hacer su voluntad durante todo ese tiempo.

El rostro de Trunks comenzó a iluminarse, sus ruegos habían sido escuchados, su papá iba a dedicarle todo ese tiempo y sin prohibiciones… ¡¡¡¡HURRAAAA!!!! Se puso tan feliz y con una cara de tener tan grandes planes que Vegeta se empezó a preocupar seriamente pensando si había sido buena idea haberle dado tan amplia libertad, pero ni hablar, la promesa ya estaba hecha y tenía que cumplirla. A Vegeta se le podía acusar de muchas cosas, pero cumplía sus promesas o hacía lo posible por hacerlo.

  • ¿En serio, papá? –preguntó Trunks–. ¿De verdad podré hacer todo lo que yo quiera?
  • Eeeeh… sí –respondió Vegeta con una gota corriéndole por la sien.
  • ¿Y vas a jugar conmigo? –preguntó Trunks todo ilusionado–. ¿Y me podré acostar más tarde? ¿Y podremos…?
  • Sí, sí –respondió Vegeta cada vez más preocupado. «¡Oh, demonios, en qué lío me metí!»

Entonces Trunks comenzó a brincar de alegría por toda la cama, gritando a todo pulmón ¡¡VIVA!!, ¡¡BRAVO!!, ¡¡HURRA!! Y en ese arranque de alegría tomó desprevenido a Vegeta echándole los brazos al cuello en un abrazo tan fuerte que casi lo ahoga, lo cual era muy extraño, pues ya hemos dicho que Trunks se parecía mucho a Vegeta y no era dado a tales demostraciones de afecto, aunque existía la posibilidad que lo hiciera porque no había testigos… sí, yo creo que fue eso. El hecho es que lo abrazaba y le decía que era el mejor papá del mundo y que lo quería mucho y etc., etc., lo cual hizo mucha gracia a Vegeta, quien pensó que los niños eran personitas bastantes volubles. Minutos atrás Trunks lo había acusado prácticamente de monstruo malvado y ahora resulta que era el mejor papá del mundo. «¿Quién entiende a estos niños?». Y ya que Trunks seguía agarrado a su cuello sin intenciones de soltarlo, Vegeta terminó por abrazarlo también.

  • Ya, hombre, ya, si no es para tanto –dijo dándole suaves palmaditas en la espalda. «O por lo menos eso espero», pensaba tratando de imaginar qué grandes ideas estarían pasando por la mente de su hijo. Por otro lado estaba la tendencia de Trunks a meterse en problemas–. Además, Trunks, recuerda que para que yo cumpla mi parte del trato, primero tú debes cumplir la tuya, ¿está claro?
  • Sí –respondió el niño, disfrutando del momento.

Y esa bonita escena habría continuado si no hubiese sido porque el estómago de Trunks comenzó a reclamar comida estridentemente.

  • Mejor baja a comer algo –le dijo Vegeta–. Tu mamá está en la cocina preparando la cena.

Y qué le dijeron a Trunks, le faltaban piernas para correr y casi pasa por encima de su padre sin ninguna consideración, ya que el pobrecito no había comido prácticamente nada en todo el día, mas cuando llegó a la puerta, se detuvo en forma repentina.

  • A propósito, papá –dijo volteándose hacia Vegeta con una pícara sonrisa–. Ya que esta vez me castigaste injustamente, pues toma este castigo como adelantado para la próxima vez que sí me lo merezca.

Y no bien dijo esto, se hizo humo antes que su padre pudiera objetar algo, dejándolo boquiabierto.

¡Vaya! –pensó Vegeta divertido una vez que hubo reaccionado–. Este chiquillo es igual a su madre, de todas no se le escapa una… Bueno, por algo dice el refrán: de tal palo… –y se levantó para salir de la habitación.


El león no es como lo pintan – Capítulo 5

Capítulo 5: «Entuertos y desentuertos»

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La casa estaba hecha un desastre: Trunks lloraba en su cuarto y Vegeta trataba de calmarse cuando llegó Bulma, que habiendo sentido los gritos desde la calle se había apresurado a llegar a la casa. Al entrar casi se desmaya. «¿Pero qué fue lo que pasó aquí?», preguntó casi sin aliento al observar lo que alguna vez fue la sala. Vegeta estaba de espaldas a ella, entonces se le acercó preocupada. «Vegeta, ¿qué…?», pero no alcanzó a terminar la frase, Vegeta se había volteado hacia ella y «¡¡¡…JAJAJAJAJAJA!!! ¿¿Qué te pasó, Vegeta, dónde fue el carnaval que no me invitaste??», reía Bulma estrepitosamente sin poderse contener, lo cual no hizo ninguna gracia al Príncipe, que sentía cómo le hervía la sangre y despedía rayos por todo el cuerpo.

  • ¡¡Calla, mujer, que no hay razón para reír!! –gritó Vegeta– ¡¡Todo esto es tu culpa!! ¡¡Si no consintieras tanto a ese chiquillo, nada de esto hubiera ocurrido!!, pero desde ahora las cosas van a cambiar, ese niño necesita disciplina y yo me voy a encargar de dársela y ni tú ni nadie van a impedir que…
  • Ya cálmate, Vegeta –lo interrumpió Bulma haciendo grandes esfuerzos por contener la risa–. No entiendo nada, por favor explícame, ¿qué te pasó en la cara? Te ves tan chistoso… ¡¡¡JAJAJAJAJA…!!! –comenzó a reír de nuevo apoyando una mano en el hombro de Vegeta, mientras se doblaba tomándose el estómago con la otra y con lágrimas que corrían por sus mejillas a causa del ataque de risa.
  • ¡¡¡YA BASTA!!! –Vegeta estaba indignado– ¿Cómo te atreves a burlarte así de mí? –rugió agarrándola por los hombros. Su mirada era fulminante y Bulma se detuvo de inmediato.
  • Bueno, hombre, ya tranquilízate –le dijo–. Mira, ¿por qué no vamos a nuestro cuarto y ahí me explicas todo? Porque… aún tenemos cuarto, ¿verdad?
  • Sí, no te preocupes por eso.

Vegeta le contó su versión de los hechos a Bulma, de todas las desventuras que había pasado en su viaje al centro de la ciudad, de lo humillado que se sentía y que además no podía quitarse la maldita pintura.

  • Lo que pasa es que esa tinta es para pizarra, así que no sale con agua, pero sí con alcohol. Cuesta un poco, pero sale –dijo Bulma sacando el botiquín de primeros auxilios–. No te desesperes, yo te quitaré eso de la cara y de paso curaré bien esas heridas. Lo que me parece extraño es el asunto de Trunks.
  • Ya te dije que tienes demasiado consentido a ese hijo tuyo.

Esa última frase hizo saltar a Bulma como un resorte.

  • ¡Un momento! –exclamó Bulma–. ¿Qué quisiste decir con eso de «ese hijo tuyo»? Hasta donde yo sé, tú también participaste para concebir a Trunks.
  • Yo no niego eso, pero no es por mí que se está comportando de ese modo.

Bulma quedó boquiabierta, pero de inmediato la ira comenzó a reflejarse en sus ojos.

  • ¡Vaya! –dijo sarcásticamente– me estás acusando que toda la culpa es mía. No tenía idea de que los sayajines tuvieran la capacidad de programar sus genes para que sus hijos hereden de ellos solamente lo perfecto. Me parece por demás extraño, ya que no fueron ni siquiera capaces de salvar su planeta.

Ése había sido un golpe bajo. Vegeta cerró los ojos tratando de no alterarse, porque cuando Bulma quería podía volverse realmente insoportable y él ya tenía una jaqueca espantosa como para seguirle la discusión. Además, generalmente la dejaba gritar sin hacerle mucho caso.

  • Ustedes las mujeres todo lo enredan. Estoy diciendo que has estado malcriando a tu hijo, eso es todo.
  • ¡Todos los hombres son iguales! Cuando el niño se porta bien, se destaca en el colegio y gana torneos, entonces sí es TU hijo, pero cuando hace algo indebido entonces es MI hijo… ¡Habráse visto semejante desfachatez!

Y Bulma le plantó directo en la herida un algodón empapado en alcohol.

  • ¡¡¡AAAYYY!!! –gritó Vegeta apartándose rápidamente–. ¿¿Qué demonio se apoderó de ti, mujer??
  • ¡Tú empezaste!
  • ¡¡Se acabó!! ¡Entre tú y tu… Trunks me han hecho el día miserable y ya no estoy para aguantar más estupideces! –exclamó Vegeta con la intención de retirarse.
  • Espera, Vegeta –dijo Bulma recuperando la calma–. Mira, yo también tuve un día muy pesado y supongo que eso también me alteró el ánimo, ¡pero es que me molesté mucho cuando hablaste así! Además, tú sabes muy bien que Trunks, por muy travieso que sea, no te faltaría el respeto de ese modo y todavía más, conociéndote no se habría atrevido. Quizás sí fue Goten.
  • ¡Imposible! ¡Goten ni siquiera estuvo aquí!
  • ¿Estás seguro?
  • ¡Por supuesto que estoy seguro! –respondió Vegeta, ofendido.
  • Hmm, pues yo no –dijo Bulma pensativa–. En fin, primero terminemos con lo de tu cara y ya veremos lo otro.

Cuando Bulma terminó, guardó el botiquín y se encaminó al cuarto de su hijo, pero cuando estaba abriendo la puerta, Vegeta la detuvo.

  • Por cierto, Bulma –le dijo con una irónica sonrisa–. ¿Sabes dónde fue que encontré a Trunks?

Bulma se detuvo y volteó hacia Vegeta con cara de pregunta.

  • ¿No lo sabes? –continuó él–. El angelito estaba en tu la-bo-ra-to-rio… y sin tu consentimiento.

Bulma apretó la chapa de la puerta, inspiró profundo, pero no dijo nada y se retiró con rumbo al cuarto de su hijo para saber de su boca lo sucedido. Si algo sabía hacer Vegeta, era dejarla callada con dos palabras.


Gohan había llegado a su casa y se había retirado a su habitación que compartía con Goten, donde el pequeño le contó los acontecimientos del día con todos los pormenores y que estaba preocupado por no haber podido advertir a su amigo. Gohan compartió su preocupación «¿¿QUE HICISTE QUÉ?? ¿EN QUÉ ESTABAS PENSANDO? ¿ACASO QUIERES QUE NOS HAGAN POLVO A TODOS?» Supuso que las cosas podrían estar color de hormiga en la Corporación y podrían estarlo para ellos también. Resolvió que tenía que comunicárselo a Goku de inmediato y se encaminó a la puerta cuando el susodicho entró para darles las buenas noches.

  • ¿Qué les pasa? –preguntó cuando les vio las caras– ¿Quién se murió?
  • Espero que nadie todavía –dijo Goten.
  • Papá –le dijo Gohan–, tenemos un pequeño problemita, verás…

Y le contaron toda la historia a Goku, que recién ahora venía a entender la extraña apariencia de Vegeta, por decirlo de alguna forma.

  • ¡Pero hijo! ¿Cómo se te ocurrió semejante idea? –le preguntó Goku a su pequeño.

Goten le explicó que esa idea le vino a la mente cuando vio a Vegeta dormido y recordó la conversación sobre las caricaturas del colegio y que él sólo quería hacerlos felices a todos, en especial a Trunks. Goku sabía que Goten era muy ingenuo y comprendió que había actuado sin mala intención, pero le explicó que esas cosas sólo pasaban en la televisión y que no podía creerlas.

  • Pero y ¿cómo las esferas del dragón sí existen aunque parecen cuentos? Ni siquiera Videl podía creer en ellas hasta que vio a Sheng Long –reclamó Goten.
  • Ése es un buen punto, papá –opinó Gohan.
  • No me ayudes tanto, hijo mío –le dijo Goku con cara de odio.

Bulma abrió lentamente la puerta del cuarto de Trunks. La lámpara estaba encendida y encontró al pequeño bajo las mantas de su cama, todavía sollozando. Entró y se sentó al borde de la cama mientras lo acariciaba.

  • Mi chiquito –le dijo cariñosamente secando sus lágrimas–. Tu papá me dijo que te habías portado muy mal, ¿por qué?
  • Yo no fui, mamá –se defendió Trunks refregándose los ojos–. Yo no hice nada, Goten tuvo toda la culpa, pero mi papá no me cree, ¡es muy injusto!
  • ¿Seguro que no hiciste absolutamente nada, Trunks? –Bulma estaba probando a su hijo, mirándolo directo a los ojos. Si admitía lo del laboratorio, podría confiar en su palabra.

Trunks bajó la vista recordando que tan inocente no era; había quebrantado una prohibición que ella le había impuesto.

  • ¿Y bien, Trunks? ¿Qué pasa? ¿Por qué no me contestas?
  • Mamá –dijo Trunks tímidamente haciendo chocar los dedos índices– ¿sabes?, este, yo, bueno, eehh… je, je, pues yo… entré al laboratorio.
  • ¿Y se puede saber por qué, si te lo tengo prohibido? –preguntó Bulma muy seria.
  • Es que quería encontrar el radar del dragón. No te enojes, por favor.
  • Está bien, mi niño –le dijo Bulma acariciando su carita–, pero no vuelvas a entrar ahí sin mi permiso porque es un lugar muy peligroso.
  • Sí, ya me di cuenta –Trunks recordó el frasco de ácido–, y además no encontré el radar.
  • Porque lo tengo yo. ¿Ves cómo las cosas no son tan injustas como uno cree?
  • ¡¡Pero es que fue Goten el que le hizo eso a mi papá, no yo, y él me castigó a mí!! ¿Por qué nadie me cree? –y Trunks se largó a llorar de nuevo.
  • Pero si tu papá dice que Goten no estuvo aquí hoy.
  • Sí estuvo, nos vinimos juntos de la escuela y estuvimos aquí toda la tarde. Si no me crees, pregúntale al Sr. Goku; él vino a buscarlo.
  • ¿Y por qué no se lo dijiste?
  • Traté, pero no quiso escucharme, cuando le dije que había sido Goten se puso más furioso y me trató de cobarde y mentiroso.
  • Ya veo… Bueno, mi amor, ya no llores, te prometo que todo se va a solucionar. Ahora descansa, ha sido un día difícil para todos.

Bulma lo besó en la frente, lo arropó y partió de vuelta a su cuarto donde Vegeta la estaba esperando. Le confirmó lo que Trunks había dicho desde el principio, pero él no estaba del todo convencido.

  • Pues bien –dijo Bulma– hay una sola forma de averiguarlo: llamaré a casa de Milk.

Goku seguía hablando con Goten tratando de hacerle entender cuándo una idea es buena o cuándo puede resultar catastrófica. En eso sonó el teléfono y minutos más tarde se escuchó a Milk gritando como sargento de caballería: «¡¡GOKU, VEN A LA SALA!!»

  • ¡Uy!, aquí va a arder Troya –aseguró Gohan.

Y efectivamente así fue. Como Milk contestó la llamada, Bulma le contó lo ocurrido y luego pidió hablar con Goku que a su vez ordenó a Goten que no se moviera de su cuarto, por su propia seguridad.

  • Está bien, Bulma. No te preocupes, voy para allá –dijo Goku colgando el teléfono.

Milk por su parte juraba que su hijo era un rebelde sin causa y muchas cosas más y prometió darle un castigo ejemplar y no dejarlo volver a ver esos terribles dibujos animados norteamericanos que les llenaban de tonterías y violencia la mente a los niños.


  • Goku viene para acá –comunicó Bulma a Vegeta–, y me confirmó la versión de Trunks.

En ese momento apareció Goku frente a Vegeta, quien se encontraba sentado al borde de la cama y al verlo se incorporó rápidamente para tomarlo por el pecho.

  • ¡¡Kakaroto, maldito canalla!!
  • Espera, Vegeta…
  • ¡¡No sabes por todo lo que pasé!!
  • Es que…
  • ¡¡No te lo voy a perdonar!!
  • Pero Veg…
  • ¿¿Cómo no me advertiste??
  • ¡Lo hubiera hecho!, pero ¿cuándo escuchas a alguien? –terminó por fin Goku, soltándose.
  • 30/15 –dijo Bulma
  • Grrr… –refunfuñó Vegeta. Era cierto, él no lo había escuchado– ¿Y dónde está ese miserable clon tuyo?
  • No te preocupes por él, Milk se va a encargar.

Con eso era suficiente. Vegeta sabía de sobra que a Goten le caerían todas las penas del infierno o en otras palabras que el infierno sería un paraíso comparado con lo que le esperaba.

Goku les explicó toda la historia según lo que Goten le había contado, luego se despidió y se teletransportó a su casa. Bulma, por su parte, ordenó a Vegeta que se disculpara con Trunks, ya que el niño no había tenido nada que ver en el asunto, pero el príncipe se negó rotundamente. ¿Cómo él iba pedirle disculpas a un infante? En realidad sabía que era lo justo, pero su orgullo se interponía. Finalmente accedió hacerlo al día siguiente.

  • ¡Nada de eso! ¡Vas ahora mismo! Y mientras lo haces, yo iré a preparar la cena.
  • ¡Ja! Tú no puede obligarme –sentenció Vegeta orgullosamente, cruzando los brazos.
  • ¿Ah, sí? Pues muy bien –respondió Bulma muy manos en cadera–. Si no vas, puedes olvidarte del trato que hicimos esta tarde y te quedarás sin postre por el resto del mes –le dijo con una mirada que significaba «¡Y no me refiero a duraznos con crema!».

Ése fue otro golpe bajo, él ya había cumplido su parte del trato y ella se estaba negando a cumplir la suya y encima le quitaba su postre.

  • No te atreverías –le dijo Vegeta con cara de preocupación.
  • Prueba –dijo Bulma tranquilamente.

Acto seguido, Vegeta iba llegando al cuarto de Trunks murmurando infinidad de juramentos.


El león no es como lo pintan – Capítulo 4

Capítulo 4: «Las duras lecciones de la vida»

Fanfic: El león no es como lo pintan


Habíamos dejado a Vegeta como un volcán en erupción. Emprendió el vuelo de vuelta a la Corporación a toda velocidad casi convertido en un SSJ X al cuadrado con todas las intenciones de destripar al insolente mocoso que había osado dejarlo en semejante estado. «¡¡¡ESTO SÍ QUE NO SE LO PERDONO!!! ¡¡¡YO, EL PRÍNCIPE DE LOS SAYAJINES, CONVERTIDO EN EL REY DE LOS PAYASOS!!!… ¡¡Cuando le ponga las manos encima…!!»

Mientras el Príncipe volaba a su hogar con esos dulces pensamientos, los niños ya se habían aburrido de jugar y estaban buscando alguna nueva entretención, pero no se les ocurría nada.

  • Podía pasar algo emocionante –decía Trunks con la mano apoyada en la cara mientras miraba por la ventana hacia el jardín.
  • Sí, ¿pero qué podría pasar? Habría que ser mago para que aconteciera algo interesante –le respondió Goten que estaba al lado de su amigo en la misma posición.

Hubo un momento de silencio y luego giraron lentamente la cabeza para mirarse mutuamente con cara de ¡¡no se necesita un mago!! Y exclamaron al unísono «¡¡Las Esferas del Dragón!!»

Sólo había que buscar el radar y se pusieron a revolver toda la casa para encontrarlo, pero no lo hicieron y comenzaron a pensar en dónde lo habría puesto Bulma, hasta que Trunks recordó que aún faltaba revisar el laboratorio.

  • Pero tu mamá te tiene prohibido entrar –le advirtió Goten.
  • Sí, pero ella no se tiene por qué enterar.
  • ¿Y si llega alguien mientras estamos en el laboratorio?

Eso era un problema, pero Trunks lo solucionó rápido: dejó a Goten vigilando por la ventana de la habitación mientras él buscaba el radar y, si alguien llegaba, él correría a avisarle. Concretado el plan de acción, Trunks corrió al laboratorio.

Habían pasado unos minutos cuando Goten vio la figura de Vegeta que venía acercándose y despidiendo rayos por los ojos y el resto del cuerpo. Al ver su rostro, vino a su memoria el episodio que había protagonizado hacía unas horas. Tenía que avisarle a Trunks, pero asustado como estaba, las piernas no le respondían y más aún cuando sintió un tremendo Ki que venía acercándose cada vez más. ¿Por qué Trunks no lo sintió?, bueno, es fácil, estaba más preocupado de encontrar el radar.

Cuando Vegeta estaba llegando a la habitación, Goten logró mover sus piernas y se escondió junto con su ki debajo de la cama.

  • ¡¡¡TRUNKS, DÓNDE DEMONIOS ESTÁS!!! –entró Vegeta completamente furioso abriendo la puerta de un golpe, pero ni luces de Trunks– ¡¡¡SAL DE DONDE ESTÉS AHORA MISMO!!! –nadie respondía– ¿¿Dónde diablos se metió este mocoso?? –rugía Vegeta mientras salía del dormitorio mirando para todos lados.

Finalmente se fue al baño de su propio cuarto para ver cómo quitarse esa horrible careta.

Goten sintió que Vegeta se había alejado definitivamente, pero se quedó un poco más en su escondite por si volvía. Cuando se sintió más seguro, abandonó la cama para advertir a Trunks, pero frente a él apareció Goku con la teletransportación.

  • ¡Papá! ¿Qué haces aquí? –le preguntó muy asombrado.
  • Hola, Goten. Oye, me costó mucho encontrar tu ki… Bueno, pero no hay mucho tiempo, debemos irnos ya. Mamá nos está esperando y está furiosa.
  • ¿Por qué?
  • Estuvo hablando con tu profesora –le respondió Goku muy serio– y no le gustó nada lo que le dijo, así que toma tus cosas y ven conmigo.
  • Pero papá… Trunks… tengo que…

Sin decir más, Goku tomó la mano de su hijo, con la otra se puso al hombro la mochila que reconoció como la del niño y se teletransportó donde estaba Trunks a quien encontraron con las manos en la masa, o sea, registrando los cajones del laboratorio de su madre que si lo hubiese visto lo castiga el año entero, pero como Goku no sabía que tenía tal prohibición, no le dio ninguna importancia.

  • ¡Hola, Trunks! –saludó Goku con su habitual cordialidad.
  • ¡¡Señor!! –saltó Trunks casi quedando pegado al techo– ¿Qué, qué está haciendo aquí?
  • Oye, Trunks –continuó Goku tranquilamente– tengo que llevarme a Goten, así que otro día siguen jugando, ¿sí?
  • Pe…, pero papá –trataba de explicar Goten– tengo algo muy importante que decirle a Trunks…
  • Se lo dices mañana –respondió Goku terminantemente–. Hasta luego, Trunks, salúdame a tu mamá –y acto seguido, desapareció junto con Goten.

En ese preciso momento se abrió la puerta del laboratorio, apareciendo Vegeta. Había sentido el poderoso Ki de Goku y fue hasta él para reclamarle por no haberle advertido sobre su aspecto cuando se encontraron en la tienda, sin querer admitir que Goku lo intentó, pero que él lo dejó con las palabras a medio decir. Aún permanecía con la cara manchada; intentó quitarse la pintura con agua, pero no hubo caso, no salía ni un poquito y estaba indignadísimo.

Como dije antes, Vegeta abrió la puerta en el momento que Goku se teletransportó y por consiguiente se encontró frente a frente con Trunks.

  • Así que aquí estabas –dijo Vegeta cruzando los brazos y esbozando una sonrisa que se traducía como «Ahora vas a saber quién es el Príncipe de los Sayajines»

Trunks quedó boquiabierto y luego lo miró pálido y espantado. Por una parte estaba en terreno prohibido, pero al parecer eso era lo de menos. De lo que sí se estaba dando cuenta es que su padre creía que él había cometido esa fechoría.

  • Papá… no creerás que yo… –empezó a decir Trunks tragando saliva y caminando lentamente hacia atrás chocando con un mesón y botando un frasco de ácido que traspasó el material de la mesa.
  • Yo no creo nada –respondió Vegeta empuñando las manos y caminando con una mirada aterradora hacia su hijo que se había protegido detrás del mesón–. ¡Esta vez sobrepasaste todos los límites, mocoso insolente!, pero yo te voy a enseñar a respetar a tu padre para que nunca más se te ocurra volver a jugarme otra broma –añadió con una voz demasiado suave y tranquila, que era más aterradora que cualquier grito.
  • Pero papá, yo nunca haría algo así, te lo juro –se defendía el pobrecito Trunks temblando de miedo, ya alguna vez había probado la mano de su papá, pero nunca en la vida lo había visto así, en toda la extensión de la palabra.
  • ¿Ah, sí? ¿Entonces quién hizo esto? ¿el hombre invisible, acaso? –preguntó irónicamente.
  • No, pero… –A Trunks le vino a la memoria la conversación que tuvo con Goten en la escuela y se le aclaró toda la película–. ¡Ya sé quién fue, papá, fue Goten… sí, él fue!

Si hubo alguna oportunidad de que Vegeta lo hubiera perdonado, esta respuesta había acabado con toda esperanza. De hecho fue la gota que rebalsó el vaso. No era posible que aparte de cometer semejante abuso, encima tuviera la desvergüenza de culpar a su mejor amigo que ni siquiera había estado en la casa, o por lo menos eso creía Vegeta, porque si recuerdan en ningún momento vio ni escuchó a Goten.

  • ¿¿¿CÓMO ES POSIBLE??? –estalló Vegeta abriendo tremendos ojos con las venas en su máxima extensión, tomándose la cabeza y sin poder creer lo que había oído– ¡¡¡Pensé que estaba educando a un hombre con el suficiente valor de enfrentar las consecuencias de sus actos y no a una rata mentirosa y cobarde!!!… ¡¡VEN ACÁ PARA DARTE TU MERECIDO!! –le ordenó corriendo el mesón que los separaba.
  • «Ni que estuviera loco» –pensó Trunks arrancando por una puerta lateral.

Mientras esto ocurría, en casa de Goten había otro problema. La profesora de Goten se había comunicado con Milk para informarle que Goten se había estado sacando malas calificaciones y que por tal motivo estaba condicional, es decir que podía reprobar el año, así que hasta no subir esas malas notas no podría seguir participando en actividades extraprogramáticas.

Milk estaba terriblemente furiosa. Goten había ocultado los exámenes y le aseguraba que todo estaba bien y ahora resulta que podía repetir. Milk regañó muy duramente a Goten tal como lo hacía con Gohan cuando niño, sólo que a Gohan siempre le iba bien. Goku sólo miraba la escena, no podía defender al niño puesto que había actuado mal, pero aún así pensaba que el asunto era solucionable.

  • Milk, ya déjalo –le dijo a su esposa– creo que Goten ya entendió, sólo es cosa que se ponga al día.
  • ¡Tú siempre lo estás defendiendo! –le gritó Milk–. Tu hijo es un irresponsable y a ti no te importa nada, ¿no te das cuenta de lo que ocurrirá en el futuro?. Nuestro hijo se convertirá en un rebelde sin causa, terminando en las calles, transformándose en un delincuente buscado por toda la policía y un día cualquiera podríamos encontrarlo muerto en algún lugar del planeta –lloraba Milk amargamente pasándose todas esas películas en Tecnicolor ante la mirada atónita de su esposo e hijo. Luego secó sus lágrimas y dijo en tono determinado– Pero yo no permitiré que eso pase… ¡Goten!, ¡Vete inmediatamente a estudiar! Pasarás el resto de la semana y las vacaciones de medio año sólo estudiando. De tu cuarto saldrás sólo para ir a la escuela y de allá te vendrás derecho a la casa hasta que subas esas terribles calificaciones, ¿te quedó claro?
  • Sí, mamá –respondió el pequeño con la cabeza gacha.
  • Ahora vete a tu cuarto –le ordenó tajantemente.

Goten se acordó que antes debía contarle a Goku lo que había sucedido en la Corporación e intentó hablar, pero cada vez que habría la boca para decir algo, Milk lo hacía callar y lo mandaba a su dormitorio, así que no tuvo más opción que obedecer y hablar con Goku cuando fuera posible.


Y en la otra casa, Trunks y Vegeta estaban jugando al corre-que-te-pillo, haciendo un recorrido turístico por toda la Corporación y convirtiendo el desastre de Namek en una simple remodelación. En cuestión de minutos, Trunks había aprendido todas las técnicas de escape posibles, incluso en una oportunidad se escabulló por entremedio de las piernas de su padre. Sin embargo, cuando llegaron a la sala quedó atrapado en un rincón, viendo cómo Vegeta se acercaba implacable hacia él. Entonces puso carita de Bugs Bunny a punto de ser comido, es decir, de «¡pobre de mí!», abriendo tiernamente sus ojitos llenos de lágrimas y encomendándose a Kami Sama. Esa táctica lo había salvado muchas veces en que había hecho alguna maldad muy, pero muy grande y su padre pretendía castigarlo como ahora, pero que al verlo así desistía. Sin embargo, esta vez el asunto era demasiado serio para Vegeta y no se conmovió.

  • Papá, déjame que te explique –le pidió Trunks, pero nada.

Al ver que el plan no le estaba dando resultado, intentó huir volando, pero fue atrapado en el aire e inmobilizado por el fuerte brazo de su padre mientras con la otra mano le propinaba severos golpes, lógicamente midiendo su fuerza y en zonas que al pequeño solamente le causaran dolor, pero ningún daño.

Para Trunks fue terrible, era la primera vez en su vida que su papá le daba una verdadera paliza. Vegeta no solía castigarlo físicamente y de hacerlo era un golpe y relativamente suave. Por lo general solamente lo amenazaba y regañaba, y si de castigos se trataba, le quitaba sus privilegios o no lo dejaba entrenar en la cámara de gravedad, que tanto le gustaba.

Trunks pensó, con toda razón, que era muy injusto lo que le estaba sucediendo. Se sentía muy humillado, incomprendido y traicionado por su mejor amigo, así que entre la pena, la rabia, la impotencia y la golpiza no aguantó y se puso a llorar.

«Suficiente», pensó Vegeta al oír el llanto de Trunks y de inmediato lo soltó, esperando en su interior no haberle dado demasiado duro al pequeño, porque hasta en los entrenamientos tenía cuidado de no golpearlo demasiado fuerte.

  • Espero que con esto haya aprendido que con su padre no se juega –le dijo muy serio, cruzándose de brazos.
  • ¡Pero si yo no fui! –lloraba Trunks amargamente– Goten es el culpable.
  • ¿¿TODAVIA CON ESO?? –preguntó Vegeta enojado– ¿Es que todavía no aprendes la lección, chiquillo mentiroso? ¡Vete inmediatamente a la cama! –le ordenó– Esta noche no habrá cena para ti.
  • ¿¿¿QUÉEE??? –gritó espantado el pobre de Trunks ante la sola idea de quedarse sin comer.

Hay que recordar que durante el día sólo había comido un sandwich y algunos dulces, porque Bulma no había preparado almuerzo; y un sayajin sin comida, pues es algo inimaginable, ¿no creen?

  • ¡No me puedes hacer eso! –reclamó Trunks.
  • ¡No me contestes y haz lo que te digo ahora mismo o tendré que ordenártelo de otra manera! –le advirtió Vegeta.
  • ¡¡Qué malo eres papá, eres muy malo, muy malo!! –le gritó Trunks corriendo hacia su dormitorio.

El león no es como lo pintan – Capítulo 3

Capítulo 3: «Aunque el mono se vista de seda…»

Fanfic: El león no es como lo pintan


Como dijimos anteriormente, Vegeta se dirigió a la escuela de Trunks, que se encontraba en el centro de la ciudad; y debía apresurarse para llegar antes que Haruko se fuera. Durante el trayecto esperaba no tener que encontrarse con ninguno de los amigos de su mujer, ya era suficiente fastidio tener que salir de casa y tener que rozarse con seres humanos tan inferiores a él. Aunque por otro lado, no podía quejarse; había elegido una humana para compartir su vida formando una familia, cosa que él jamás imaginó que ocurriría. Ciertamente, en un principio no fue nada fácil, pero conforme el tiempo pasaba, ella y su pequeño hijo se habían ido ganando su duro corazón de algún extraño modo que él no comprendía considerando la vida que había llevado, ese pasado tan oscuro de muerte y destrucción, donde no existía más que la ley del más fuerte y siempre tenía que estar cuidándose las espaldas; y un buen día una simple humana (aunque ni tan simple, recordemos que es una genio) y algunos de quienes la rodeaban, le enseñaron que existía otro camino, uno que ni siquiera sabía que existía, ése que se llama amor y que abre todas las puertas. Así pues, le era casi imposible negarle algo, aveces se resistía, gritaba y pataleaba, pero al final, aún a regañadientes, accedía.

Estaba sumido en estos pensamientos cuando llegó a la ciudad en el tiempo calculado, pero no recordaba bien dónde quedaba la famosa escuela. Estuvo volando en círculos y finalmente decidió bajar. Había tres escuelas cerca, así que buscaría en las tres cuál era la correcta.

Lo primero que encontró al llegar a una de ellas, fue un grupo de niños de pre-kinder que se acercaron corriendo hacia él, riendo y jugando. Se le colgaban de los brazos y se le pegaban a las piernas. Más de alguno lo pisó y querían que los tomara en brazos. Además hablaban tan enredado que no les entendía, «Mida, un padacito», «indo padacito».

  • ¿¿Qué diablos les pasa a estos enanos?? –exclamaba Vegeta tratando de desembarazarse de los pequeños– ¡Suéltenme!, ¡suéltenme!, ¡ya déjenme en paz!

De partida, esa no era la escuela. Ésta era sólo para niños de pre-kinder.

Sin querer empujó a una pequeñita, la cual cayó al piso poniéndose a llorar. Se le acercó para ver si no la había lastimado y se agachó, entonces otros pequeños comenzaron a trepársele para agarrar la coronita que Goten le había puesto en la punta del pelo, y como no la alcanzaban algunos le agarraron las orejas y el pelo, lo cual exasperó al Príncipe, que no se destacaba precisamente por su paciencia y se levantó bruscamente exclamando muy enojado –¡¡Ya basta, déjenme en paz, mocosos insolentes!! Esa fue una mala idea, los niños se asustaron y empezaron a llorar en coro, y muy estridente por cierto.

  • ¡¡¡BUAAA!!! –lloraban los niños.
  • ¡¡Ya cállense!! –exclamaba Vegeta cubriéndose los oídos con ambas manos.

Pero los niños no paraban de llorar y su llanto iba de grave a agudo. Aparecieron entonces varias señoras que pudieron ser mamás o profesoras y que entre gritos de amenazas llegaron hasta él y comenzaron a darle de carterazos o con lo que tuvieran a mano; incluso alguna le tiró una corchetera.

  • ¡¡MAL HOMBRE!! –le gritaba una.
  • ¡¡PAYASO FARSANTE!! –le gritaba otra– ¡¡Cómo te atreves a maltratar a los niños!!

El león no es como lo pintan – Capítulo 2

Capítulo 2: «Hogar, dulce hogar»

Fanfic: El león no es como lo pintan


Pasó algún tiempo antes que Vegeta despertara, ya más repuesto, pero aún con dolor de cabeza, sobre todo en la frente.

«¡Rayos!» –gruñó tocándose la herida– «Debo tener más cuidado, esas chatarras resultaron más rápidas y fuertes de lo que imaginé».

Se levantó con algunas dificultades con la intención de ir a su cuarto, pero cuando estaba llegando a la puerta de la sala se tropezó con algo y… «¡¡¡AAAHHH!!!» –cayó bruscamente hacia delante golpeándose en todo lo que se llama cara, quedando cual bulldog estampado en la pared– ¡¿¡¿¡¿?!?!?! –exclamó el Príncipe de los Sayajines acordándose de todos sus parientes. Se mantuvo de rodillas en el piso por un momento con una mano en el rostro y con la otra tanteando el piso buscando la razón de su tropiezo y se encontró con… ¡ella! la mochila de Trunks, justo en la pasada –»¡Mocoso endemoniado!»– exclamó aún sobándose la cara –»¡le he repetido hasta el cansancio que no deje sus porquerías tiradas en cualquier parte! Pero ésta… ésta es la última vez» –agregó en tono amenazante. Tomó la mochila, avanzó un paso para salir de la sala y… «¡¡¡AAAHHH!!!» –no se fijó en los plumones que Goten dejó en la alfombra y rodó hacia atrás quedando tirado cuan largo era y con un dolor de cabeza que iba hacia una jaqueca fabulosa.

Se quedó ahí tendido por un rato, contemplando el techo de la sala mientras se lamentaba con un suspiro –»Yo y mis grandiosas ideas de venir a conquistar la Tierra… ¡¡Y más encima quedarme!!»– terminó regañándose a sí mismo.

Entretanto, en la planta alta todo era felicidad. El abuelito de Trunks era muy consentidor y siempre le estaba construyendo nuevos y fascinantes regalos. Ahora había hecho una extensión del cuarto de Trunks, en el cual construyó una habitación con forma de nave espacial que era increíble, había todo lo que un niño pudiera desear. En un rincón se encontraba un panel con botones que decían DULCES, CHOCOLATES, GALLETAS y REFRESCOS; al presionar un botón aparecía un submenú para escoger el sabor y hecho esto se abría una compuerta de la cual salía una bandeja con lo requerido. El único detallito es que el Dr. Brief no leyó las etiquetas e instaló «Chocolates LAXANTES».

Había instalado también computador, video juegos, máquinas de ejercicios diseñadas especialmente para los niños, una biblioteca comprimida al más puro estilo Corp. Cápsula, un escritorio con sus dos respectivas sillas y muchas cosas más.

Los peques estaban fascinados apretando botones para ver qué pasaba, y en eso Goten sintió repentinos deseos de ir al baño porque se había comido casi todos los chocolates de la nave.

  • ¡Oye, Trunks! –le dijo Goten algo apremiado tomándose el estómago.
  • ¿Sí, qué quieres? –preguntó Trunks sin prestarle mayor atención y observando un acuario.
  • ¿Crees que haya un baño aquí también?… ¡Necesito uno rápido! –exclamó Goten cruzando las piernas.
  • No sé… ¿a ver? –Trunks empezó a buscar, de pronto encontró una puerta oculta– ¡aquí está el ba…!

Pero no alcanzó a terminar porque Goten se apresuró a entrar empujando a Trunks quien quedó sentado en el piso mientras le gritaba –¡De nada!

Como ustedes comprenderán, el pobrecito Goten no tenía tiempo de dar las gracias; tenía que entrar y lo hizo en el momento justo, desapareciendo por un buen rato.

Por su parte, Vegeta venía echando chispitas por el pasillo, mochila en mano y dispuesto a dar un buen castigo a su desobediente heredero, pero al asomarse a la puerta del cuarto de su hijo lo vio tan feliz con su regalo, corriendo de un lado para otro presionando botones, impresionado con lo que aparecía y con sus ojitos que le brillaban hasta decir basta, que se quedó observándolo un momento pensando que no lo veía tan dichoso desde la vez que él, cumpliendo su promesa, lo llevó al parque de diversiones porque el pequeño había logrado rozarle la cara en un entrenamiento. De esto hacía ya bastante tiempo. Debido a su propio entrenamiento, poco veía a su hijo, a veces en las comidas, antes o después de la escuela o bien cuando él lo entrenaba; y como también le permitían quedarse en casa de Goten, lo veía tarde, mal y nunca. Decidió no imponerle un castigo, pero sí darle una buena reprimenda.

Cruzó los brazos dejando colgar la mochila de uno de sus brazos y frunció más el ceño (¿más todavía?… sí, más) aunque ya sabemos que estaba completamente cubierto por la pintura.

  • ¡¡TRUNKS!! –lo llamó desde la puerta con voz severa– ¡¡Ven acá inmediatamente!!

Trunks paró en seco lo que hacía. «¿Qué habré hecho ahora?»– pensó dirigiéndose a su padre mirando al piso mientras trataba de hacer memoria. Cuando llegó hasta él, vio la mochila colgando y tragó saliva; siempre le decían lo peligroso que era dejar las cosas en el paso de la gente, pero siempre lo olvidaba y cuando llegaba de la escuela iba regando sus pertenencias por toda la casa. «¡Uy!, así que era eso… Escúchanos, Kamisama, te rogamos» –imploró el pequeño.

  • ¿Se puede saber qué hacía esto en el piso de la sala, jovencito? –lo increpó duramente su padre mostrándole el arma del delito.
  • Esteee…
  • ¿Sabes que casi me rompo el cuello por causa de esta maldita cosa y de tus plumones que estaban por todas partes?

«¿Plumones? De eso no me acordaba… ¡Ups!, ahora sí que me hacen sushi», pensó Trunks y luego respondió sin levantar la mirada en acto de sumisión.

  • Lo siento mucho, papá.
  • ¿Cuántas veces te he repetido que mantengas en orden tus cosas? –continuó Vegeta en el mismo tono.
  • Muchas veces.
  • Bueno, ¿y entonces?
  • Es que… se me olvida –respondió Trunks tímidamente.
  • Pues muy bien, ésta es la última vez que te lo digo. La próxima, atente a las consecuencias –concluyó entregándole la mochila– espero que me hayas entendido.
  • Sí, papá, te prometo que esta vez no se me va a olvidar –respondió Trunks y levantó la cabeza para agregar algo, pero su padre se había volteado y ya iba rumbo a su habitación mientras en el camino le advertía:
  • ¡Y espero que no me des más problemas por hoy!
  • ¡Sí, señor! –respondió Trunks y luego pensó– «¡Uff!, de la que me salvé. Gracias, Kamisama, por favor concedido» y volvió a lo suyo.

Vegeta llegó a su cuarto y tomó un espejo con mango que estaba encima de un mueble, para ver su frente que aún le molestaba, y cuando lo estaba levantando hacia su rostro… ¡¡¡RING!!!, sonó el teléfono que estaba en la mesita de noche, justo al otro lado de la habitación, así que fue a contestar llevando el espejo con él.

Era Bulma; estaba en una reunión que se había alargado más de la cuenta y no alcanzaría a recoger el proyecto de un experimento muy importante que tenía que entregar al día siguiente y, para colmo de males, la persona que debía entregárselo salía de la ciudad esa misma tarde, así que, ¿adivinen qué?

  • ¡NO Y DEFINITIVAMENTE NO! ¿Quién te crees que soy, tu mandadero? –gritaba Vegeta accionando con la mano que sostenía el espejo.
  • Pero Vegeta –insistió Bulma–, ya te dije que es un asunto de extrema importancia.
  • Bueno, si es tan importante ve tú misma o manda un junior.
  • Ya te dije que no puedo, estoy en plena reunión. Además, son papeles de tipo confidencial; no puedo pedírselo a cualquiera.
  • Tú siempre exageras las cosas. Además estoy muy ocupado para tus tonterías –le respondió Vegeta muy tranquilamente mientras jugaba con el espejito, girándolo por el mango, observando los dibujitos que tenía en la parte de atrás.
  • ¡¡NO SON TONTERÍAS!! –le gritó Bulma perdiendo la paciencia– ¡¡ERES UN PERFECTO IDIOTA!!

*Click*

(momento de silencio)

¡¡¡ R I N G !!!

  • ¿Diga? –preguntó Vegeta con su tono más cortés.
  • ¡¡No te atrevas a colgarme de nuevo!!

*Click*

«¡Diablos! –pensó Bulma– esto no está funcionando, creo que tendré que usar el plan B».

¡¡¡ R I N G !!!

  • ¿Diga? –En el mismo tono anterior.
  • Antes de que me cuelgues, Vegeta –dijo tratando de calmarse– ¿A ver?, dime ¿qué es eso tan importante que tienes que hacer que no me puedes ayudar?
  • Entrenar –respondió Vegeta manteniendo el espejito en equilibrio en la punta del dedo.
  • ¡¡Entrenar, entrenar, es todo lo que sabes hacer!! –exclamó exasperada– ¿Acaso no te das cuenta que hay otras cosas en la vida, como por ejemplo TRABAJAR? Pero qué vas a saber tú de lo que estoy hablando, si es gracias a mí que tienes casa, comida y máquinas que hago especialmente para ti. –Y agregó en tono sarcástico–. Pero claro, el Príncipe de los Sayajines sólo debe preocuparse de su entrenamiento… ¡¡A VER SI TE DECIDES ENTRENAR LAS NEURONAS, AUNQUE SEA UNA VEZ EN LA VIDA!! ¡Claro, si alguna vez tuviste alguna! ¡Así dejarías de ser el estúpido egoísta y malagradecido que siempre has sido y…

*Click*

«¡Demonios, me volvió a colgar! Esto se está tornando monótono… Bien, sin pánico… Bulma, debes tranquilizarte –se dijo a sí misma–. Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas y ya no tengo tiempo que perder. Necesito ese proyecto a como dé lugar, así que… usaré el plan de emergencia Z1.

¡¡¡ R I N G !!!

  • ¡Vegeta, no me cuelgues, por favor! –rogó Bulma.
  • Pensé que se te habían acabado las monedas, cariño –respondió Vegeta en el más irónico de los tonos.
  • ¡Ay, Vegeta, discúlpame! –dijo Bulma humildemente–. No debí hablarte de ese modo tan grosero.

«¿Vegeta, discúlpame? Esto me huele raro» –pensó el aludido.

  • ¿Estás segura que estás hablando conmigo? –preguntó intrigado.
  • ¡Claro! –continuó Bulma como una seda–. Lo que sucede es que mi trabajo es tan importante para mí que perdí la cabeza, si no, no te pediría ayuda, pero eres la única persona en que puedo confiar, de otro modo no te molestaría –luego añadió con voz de niña buena– ¿verdad que me perdonas?
  • Hmmm… está bien –murmuró Vegeta todavía incrédulo.
  • ¡Ya sabía que lo harías, si eres tan bueno, eres un sol! –igual que un niño al que le levantan un castigo.
  • Sí, claro, ¡pero ni creas que voy a ir! –exclamó Vegeta muy convencido.

«Eso es lo que tú crees –pensó Bulma–. Segunda parte del plan, darle por su lado».

  • Sé lo importante que es tu entrenamiento. Tanto, que si no fuera por ello posiblemente yo ni siquiera estaría viva. Goku es muy fuerte, pero sin tu ayuda no hubiera podido destruir a Boo y todo eso gracias a tu fuerza natural y el duro entrenamiento. Por favor, Vegeta, sólo te pido unos minutos de tu valioso tiempo, ¿sí? ¿Verdad que vas a ir?

«Listo, espero que con esto sea suficiente» –pensó Bulma y no estaba del todo errada; Vegeta empezó a titubear rascándose la cabeza con el espejo.

  • Eee… bueno, pero, ¿adónde tendría que ir? –con voz indecisa.
  • No es tan lejos. Si llegas a la escuela de Trunks antes de las 7pm podrás encontrar allí a Haruko; ella te entregará el proyecto. En caso contrario tendrás que ir a su casa –le explicó Bulma animadamente.
  • ¡¡Pero eso queda a otro lado de la ciudad!! –exclamó Vegeta echando pie atrás.
  • Por eso te digo que te apresures y sólo tendrás que ir al centro, que es donde está la escuela. –Y agregó con voz de niña consentida–. Por favor, Veggie, ¿verdad que harás eso por mí?
  • Pues yo… –aún indeciso.

«Bien. Plan de emergencia Z2. De ésta no se escapa» –pensó Bulma.

  • Si haces eso por mí, yo sabré compensarte con creces cuando llegue a casa –con una voz de lo más coquetona y una risita pícara–. ¿Qué me dices?

Vegeta terminó accediendo. ¿Cómo iba a decir que no ante semejante oferta?

Siempre era lo mismo. Él se negaba rotundamente y Bulma se las arreglaba para convencerlo que hiciera exactamente lo que ella quería, ya sea con un ataque cuerpo a cuerpo a base de arrumacos y miraditas tristes o bien, como lo hacía ahora, a través del teléfono. ¡Cómo la odiaba cuando le hacía eso!

  • Grrr… está bien, está bien, iré. ¡Siempre consigues lo que quieres!… Eres muy tramposa, ¿lo sabías?
  • Pero lo valgo… ¿o no? –Bulma reía pícaramente– Bueno, ahora te dejo porque tengo que volver a la reunión, ¡nos vemos! *Click*

«Está bien –pensó Vegeta con una sonrisa maliciosa cuando colgó– pero después no te quejes porque me cobraré muy caro esta noche… je, je. –Luego cambió la expresión a una más seria; tenía que cumplir su parte del trato–. Veamos, me dijo que hasta las siete y de aquí hasta allá, volando a toda velocidad son veinte minutos y son las… –mira el reloj de la pared– ¡¡¡SEIS TREINTA Y CINCO!!! –tirando el espejo–. ¡Demonios, tengo que apurarme o no alcanzaré a llegar. ¿¿DÓNDE DEJÉ LAS LLAVES??» –buscando desesperado. Por fin las encontró y de paso tomó la tarjeta de crédito, ya que aprovecharía de hacer algunas compras. Pasó rápidamente por fuera del cuarto de Trunks.

  • ¡Trunks, tengo que salir, volveré pronto!
  • ¡Bien, papá! –se escuchó la voz del niño desde adentro.

Y dicho esto, Vegeta emprendió el viaje.


El león no es como lo pintan – Capítulo 1

Capítulo 1: «Cambio de look»

Fanfic: El león no es como lo pintan


Como todos sabemos, Trunks y Goten están unidos por un lazo de amistad tan grande como el que existe entre los hermanos y se comportaban como tales, ya que prácticamente se han criado juntos. Así pues, van a la misma escuela y se podría decir que cada uno tiene dos hogares, así que comparten sus estudios, sus juguetes, sus amigos e incluso a veces… los castigos, porque este par de angelitos se la pasa metiendo en problemas. Generalmente el de las geniales ideas es Trunks, que siempre se las arregla para convencer a Goten que lo ayude a concretarlas; si no, recuerden el episodio de Mighty Mask en el torneo de las artes marciales. Sin embargo, existen ocasiones en que es Goten el que mete en problemas a Trunks, como lo fue en esta ocasión.

Todo comenzó un día que estaban en la escuela y durante el recreo se instalaron a comer su lunch a la sombra de un árbol. Un poco más allá había otros niños jugando. Cuando se cansaron fueron a sentarse en un tronco cercano al de los pequeños sayas entablando la siguiente conversación:

Niño 1: ¡Oigan, chicos! ¿Vieron ayer las caricaturas de la tarde?

Niño 2: ¡Sí! Me gustó la de Bugs Bunny donde les caían sombreros, ¡fue super buena!

Niña 3: ¡Ay, yo no la vi! ¿De qué se trató?

Niño 2: Ah, bueno, resulta que Elmer estaba persiguiendo a Bugs y en eso pasó un camión al que se le cayeron todos los sombreros, entonces cada vez que a Elmer o al conejo le caía uno en la cabeza, ellos tomaban la personalidad del sombrero que les caía y al final terminan de novios porque a Bugs le cae un sombrero de copa y a Elmer una mantilla de novia.

Los niños siguieron conversando animadamente mientras un poco más allá Goten los escuchaba con mucha atención.

  • ¡Oye, Trunks! –dijo Goten dándole un codazo–, ¿tú crees que eso pueda ser posible?
  • ¿Cómo crees, Goten? Eso sólo pasa en las caricaturas, ¿cómo puedes ser tan ingenuo? Si sigues así te vas a terminar metiendo en muchos problemas –concluyó Trunks en tono de advertencia, comiendo tranquilamente su sandwich.

Siguió el día sin mayores contratiempos. Incluso Trunks estaba feliz porque le habían entregado un examen en que sacó la máxima calificación; no así Goten, que había reprobado.

  • No te preocupes, Goten, a la próxima te va mejor –lo animó su amigo–. Además, acuérdate que mi abuelito me prometió que hoy, antes de irse con mi abuelita a la playa, nos dejaría un regalo en casa.
  • ¡Cierto! –exclamó Goten saltando feliz y olvidando el regaño que Milk le daría.

Mientras tanto, en la cámara de gravedad de la Corporación, Vegeta se entrenaba como todos los días: primero ejercicios de precalentamiento y elongación, luego aumentó la gravedad y comenzó con abdominales, flexiones y todo tipo de ejercicios para tonificar y fortalecer su cuerpo. Luego inició el entrenamiento propio de las artes marciales con puntapiés, golpes de puño, formas y finalmente decidió probar unos robots nuevos especialmente diseñados por Bulma para su entrenamiento. Presionó uno de los botones del panel de control y varias compuertas se abrieron en diferentes puntos de la sala apareciendo unos robots muy parecidos a los que siempre usaba.

«¡Bah! –refunfuñó– ¡Estas chatarras ambulantes se ven iguales a las otras, no me darán ninguna dificultad!».

Pero en esto se equivocaba, porque apenas presionó el botón para comenzar, ya estaban sobre él atacándolo de todas direcciones, y siempre que evitaba el golpe de uno mientras bloqueaba con brazos y piernas a otros, lo atacaba algún robot que no había alcanzado a ver, recibiendo fieros golpes ya sea en el estómago, cabeza e incluso entre las piernas y fue precisamente este último golpe el que lo hizo caer pesadamente al suelo sin poder moverse del dolor. Sin embargo, como las máquinas no sienten compasión, una de ellas lo elevó tomándolo de las piernas dejándolo colgar cabeza abajo mientras otra lo abrazaba por la espalda y una tercera le daba terribles golpes en el estómago y cara. Vegeta entonces de transformó en SSJ, reunió una gran cantidad de Ki y lo expulsó todo de una vez lanzando a dos robots y destruyendo al otro, pero ya otros cuatro lo tenían rodeado y habían reunido toda su energía para lanzársela simultáneamente, ataque el cual no pudo eludir, recibiendo todo el impacto. Mientras tanto, los robots que había derrotado antes ya estaban de vuelta y todos juntos lanzaban rayos que el sayajin apenas si alcanzaba a desviar. Por fin consiguió crear un pequeño campo de protección que hizo rebotar los ataques de las máquinas, pero que al ir a parar al panel de control lo hicieron explotar junto con los robots, poniendo de este modo fin al entrenamiento.

Vegeta se dirigió algo tambaleante hacia la casa; le dolía terriblemente la cabeza y al poner su mano en la frente notó que de ella brotaba sangre, así que fue al baño para asearse y limpiar sus heridas.

  • «Se ve bastante mal –pensó mirándose al espejo– y creo que se verá peor» –agregó sin sospechar cuanta razón tenía.

Luego observó su ojo derecho, lo tenía amoratado; pero esto no había sido causado por los robots, el causante había sido Trunks. Esa mañana, antes de irse a la escuela, Goten y Trunks habían estado jugando Baseball en el patio. Goten lanzó la pelota, Trunks bateó con todas sus fuerzas y… ¡¡Home Run!! en el ojo de Vegeta. Afortunadamente para ellos, el sayajin andaba de buen humor así que solamente los regañó un poco y los mandó desaparecer de su adolorida vista.

Después de recordar ese doloroso episodio, Vegeta se dirigió a la cocina a practicar el segundo deporte favorito de los sayajines: comer; y luego de este delicioso deporte se tumbó en un sofá quedándose profundamente dormido.

A eso de las tres de la tarde llegaron los niños, pero Vegeta no los sintió. Como siempre, entraron por la cocina. Generalmente Bulma estaba en ese horario para servirles algo, pero hoy no la encontraron.

  • ¡Ya llegamos! –llamó Trunks– ¿Mamá? –>Silencio>– parece que no hay nadie.
  • Aquí hay una nota –dijo Goten tomándola de la mesa– dice que llegará tarde y que tendremos que conformarnos con frutas hasta que llegue porque no alcanzó a prepararnos el almuerzo.
  • Bueno, qué le vamos a hacer –murmuró Trunks desanimado– ¿Y mi papá? ¿Tampoco estará?
  • Vamos a dar un vistazo.

Los niños se dividieron para buscarlo, hasta que uno lo encontró.

  • ¡Oye, Trunks, aquí está tu papá! –avisó Goten desde la sala– parece que está dormido.

Trunks llegó hasta la sala y se acercó a él.

  • ¿Papá? –trató de despertarlo jalándole el brazo, pero nada.

Los niños se empezaron a preocupar y lo zamarrearon entero, pero no despertaba.

  • ¡Calma! ¡Sin entrar en pánico! –exclamó Trunks intentando tranquilizarse.

Rápidamente se quitó su mochila para accionar mejor y la tiró sin mirar dónde caía. Luego revisó los signos vitales de su padre tal como Bulma le había enseñado.

  • ¡Uf! Está bien, sólo está dormido –respiró aliviado– ¡Pero qué sueño tan pesado agarró hoy!

Goten, por su parte, observaba atentamente a Vegeta.

  • Qué distinto se ve cuando duerme –dijo por fin.
  • ¿Por qué?
  • Bueno, mira su cara –dijo Goten apuntando a Vegeta con el dedo.

Trunks acercó su cara a la de su padre para observarlo mejor.

  • Bueno, está algo machucada, ¿y qué?
  • ¡No, tonto, me refiero a su mirada! ¿Ves? –dijo Goten acercándose a Trunks.
  • ¿Qué tiene?
  • Se ve mucho más… cómo explicarte… no con la cara de asesino que siempre pone.
  • ¡¡OYE, GOTEN!! –gritó Trunks agarrando del pecho a su compañero– ¡¡No hables así de mi papá o te irá muy mal!! ¿ENTENDISTE?
  • ¡Suéltame! ¡No te pongas así! –exclamó Goten arrancando la mano de Trunks de su pecho– me refiero a que se ve más pacífico. Míralo bien, si hasta parece que está feliz.
  • ¿¿A ver??

Los dos niños acercaron mucho sus rostros al de Vegeta y abrieron los ojos muy sorprendidos al ver que efectivamente esbozaba una ligera sonrisa, lo cual significaba un sueño muy agradable.

  • ¿Qué crees que esté soñando, Trunks?
  • ¿Quién sabe? –respondió el chico encogiéndose de hombros– pero mejor lo dejamos así, porque si lo despertamo se puede enojar.
  • Sí, tienes razón, y otra vez pondría cara de ogro.
  • ¡¡¡GOTEN!!!
  • Bueno, bueno… pero no puedes negar que sería más agradable si siempre se viera así.
  • Bueno, sí, eso no lo niego –respondió Trunks rascándose la cabeza con una mano mientras empuñaba la otra en la cintura– ¡Pero eso es imposible! ¿Sabes?, mejor vamos a ver lo del regalo.

Y dicho esto Trunks salió corriendo de la sala con dirección a su dormitorio, pero Goten no se movió, seguía observando a su casi-padrino. Cruzó los brazos, luego levantó el derecho y apoyó su mentón sobre la mano, señal de que algo estaba tramando. «Hmm… quizá no sea tan imposible».

Goten sacó de su mochila algunas cosas y se puso a trabajar con mucho entusiasmo.

  • ¡Oye, Goten, ven a ver esto! –se escuchó la voz de Trunks desde el segundo piso.
  • ¡Ya voy, ahora estoy ocupado! –respondió el pequeño Goten sin dejar de trabajar.

«¡Listo!» –pensó mirando su labor terminada.

Había hecho una coronita de papel, la cual colocó en la cabeza en la cabeza de Vegeta y se quedó observándolo con carita pensativa.

«No, no, con eso no cambiará. Cuando despierte va a poner la misma cara… ¡Ah, ya sé!».

Goten volvió a buscar en su mochila, pero como no encontró lo que necesitaba, se acomodó sobre la alfombra para hurgar en la mochila de Trunks, que se encontraba ahí.

«¡Sí, perfecto, justo lo que necesitaba!».

Había sacado plumones de distintos colores, eligió algunos de tintes llamativos y el resto quedó regado en la alfombra. Luego tomó asiento sobre el pecho del guerrero y como era pequeño, liviano y además Vegeta dormía tan profundamente, no fue siquiera percibido por este último.

«Veamos –pensó Goten mordiendo la parte superior de un plumón negro– ¡Ah, sí!.. de ese modo siempre estará contento y no se volverá a enojar, además será más divertido; yo creo que estará perfecto».

Y decidido, comenzó a dibujar sobre el rostro de Vegeta una gran, gran, pero gran sonrisa que casi le llegaba de un extremo al otro de la cara y luego la enmarcó con un plumón de color rojo. «Así está mejor… ¡Ay! pero ese ceño fruncido no le viene para nada», así que le hizo dos grandes círculos alrededor de los ojos y los rellenó de color morado para que se vieran los dos ojos del mismo color y de paso borrar la mirada típica de Vegeta. Ahora el problema eran las contusiones de la frente… No podía cubrirlas, así que las dejó tal cual y le pintó en las mejillas un círculo rojo para que le hicieran juego.

«Creo que con eso será suficiente –pensó Goten admirando su obra– por lo menos se ve más decente y será más alegre y esto hará más feliz a Trunks».

Vegeta se veía como un payaso de lo más mono con todo y coronita. En un principio Goten estaba de lo más entusiasmado con los resultados, pero luego se quedó pensando. «¿Y si no funciona?»; esta idea lo preocupó sobre todo por las consecuencias, y se asustó aún más cuando Vegeta se movió para acomodarse. Goten se quedó muy quieto, casi sin respirar y, cuando se convenció que aún seguía dormido, se bajó rápidamente para buscar su pañuelo pensando «Mejor le quito la pintura», pero cuál sería su sorpresa al descubrir que esa pintura no salía por más que le refregaba la cara con el pañuelo. «¿Y ahora qué hago?», se preguntaba bastante preocupado, pero en ese momento llegó Trunks jadeando al borde de la puerta.

  • ¡Goten! –lo llamó saltando y haciéndole señas con las manos como todos los niños cuando están emocionados–. ¡Ven a ver la sorpresa que dejó mi abuelito, también es para ti!
  • ¡Oye, Trunks! Es que… ¿sabes? –Goten quería explicarle el problema pero, Trunks lo interrumpió.
  • ¡También hay dulces y chocolates!
  • ¿Dulces? –preguntó Goten, quedando como hipnotizado.
  • ¡Sí, y si no vienes luego me los voy a comer todos yo solo!

Y dicho esto, Trunks partió corriendo de vuelta a su habitación.

  • ¡No, eso no es justo, yo también quiero! –gritó Goten muy enojado y, tomando su mochila para poder guardar la mayor cantidad de dulces, partió corriendo tras de su amigo, olvidando por completo el detallito de Vegeta, ya que para Goten las golosinas eran un asunto de importancia nacional.

Por supuesto que Trunks no alcanzó a ver la obra de Goten, porque de haberlo hecho se habría muerto en tres tiempos.