Don’t be Silly!

por Nyaar

Bulma acababa de terminar de recoger su laboratorio, puesto patas arriba al volverse medio loco el prototipo de robot minero que estaba fabricando, cuando fue a la cocina, dispuesta a hacer la cena. Sopló al abrir la nevera y encontrarla vacía. Aquella mañana no se había acordado de ir a comprar, liada como estaba con su trabajo, y habían gastado lo último que le quedaba en la comida.

Se encogió de hombros con resignación y se dirigió a su cuarto, dispuesta a marcharse a la compra. No quería pensar en lo que la gritaría Vegeta si encontraba la mesa vacía…

Nada más abrir la puerta de su cuarto, encima del taquillón de madera oscura, sus ojos se posaron en una foto de marco dorado que había hecho su madre hacía tres meses escasos. Estaban Yamcha y ella abrazados en el jardín de la Capsule Corp.

Anduvo lentamente hasta el mueble, cogió la foto con sus manos y se sentó en la cama; las lágrimas bajaban desde sus tristes ojos azules.

No hacía ni un mes que lo habían dejado, y aún recordaba aquellos buenos y no tan buenos momentos que habían pasado juntos.

Ahora, todo aquello que habían planeado –su vida juntos, su boda– se había roto para siempre en mil pedazos.

Con enfado, Bulma lanzó el marco contra la pared, haciéndose añicos el cristal.

Debía olvidarse de aquel hombre, Yamcha nunca había sido para ella. Bueno, quizás sí, al principio de su relación, cuando aún era un forajido del desierto. Pero todo aquello acabó al llegar juntos a la ciudad. Con aquello de jugar al béisbol y los Tenkaichi Budokai, Yamcha se había convertido en una figura pública, y las chicas le acosaban a todas horas, incluso plantándose delante de su casa esperando a que saliera. Pero si sólo hubiera sido eso, a ella no le hubiera importado. El problema era que él no sabía resistirse a las otras chicas, y aprovechaba cualquier día de los que ella tenía que quedarse trabajando por la noche para marcharse por ahí de juerga con otras mujeres. Y eso pasaba con bastante frecuencia.

No es que ella quisiera que su novio estuviera a su lado a todas horas; ella era una mujer independiente, y a veces demasiado ocupada, pero su trabajo era así, y ella no podía cambiarlo, ni a él tampoco. Quizás era por eso por lo que el hombre buscaba compañía de otras mujeres…

Pero es que además había otra razón, y es que después de todos aquellos berrinches ya no sentía lo mismo por él, y eso era una situación insostenible. Por eso una tarde, la tensión se desató y todo acabó.

Así, ahora que había terminado con Yamcha, por el bien de los dos, quizás podría encontrar a otro hombre para sustituirle, alguien a quien no le importara demasiado que tuviera una agenda laboral tan apretada que la obligara a estar algunos días sin parar por casa.

La verdad es que hacía tiempo que se fijaba en alguien totalmente independiente e inmerso en sus cosas, y tan perseverante que le recordaba a ella misma. Él había estado bastante considerado tras su discusión con su ex novio y era algo que nunca habría esperado de él. Estaba casi segura de que había sido él quien la había llevado a la cama después de que se desmayara en el baño…

Yamcha y Son Gohan la habían advertido sobre su forma de tratar a los demás, y la aconsejaron que se alejara de él lo más que pudiera.

Al principio sí que les hizo caso, porque aquel hombre se comportaba como un verdadero bastardo rebelde, pero meses más tarde descubrió que el lobo no es tan malo como lo pintan.

Además, era guapo y aunque no excesivamente alto, si que tenía un cuerpo musculoso y bien proporcionado.

En la cámara de gravedad, Vegeta luchaba contra sus propias limitaciones, llevando su resistencia al máximo con duros entrenamientos. No pararía hasta que no consiguiera ser un Super Saiyajin como Kakarot y aquel muchacho que vino del futuro para advertirles del Jinzouningen.

Era extraño pero, aquel muchacho le resultaba familiar, como si le hubiera visto antes en alguna parte…

Rugió con frustración. Aunque había sacado todo su poder, no había sido bastante para transformarle en SSJ. Debería probar a entrenarse con una gravedad más alta…

En ese momento, alguien, desde fuera, activó el telefonillo. Antes de que la persona pudiera comenzar a hablar él rugió, deteniéndose «¡Creí que había dejado suficientemente claro que no me molestaran mientras entreno!»

«Lo…lo siento… ¿Puedo pasar, Vegeta?» Dijo la mujer con voz débil

El Saiya sopló y se acercó a la máquina que controlaba todo aquello, bajando la gravedad a una atmósfera. ¿Qué la ocurriría a esa mujer? Parecía triste…

Agitó su cabeza sorprendido. ¿Desde cuándo le importaban a él los problemas de los demás, y en especial los de aquella mujer?

Al ver la luz verde, Bulma giró el cierre de seguridad, que cedió con facilidad y pasó dentro, encontrándole cerca de la máquina esperando a que ella le dijera el motivo de su visita «Tengo que ir a comprar… ¿Te importaría venir conmigo?»

Vegeta sopló fastidiado «¿Y para eso detienes mi entrenamiento? Que vaya ese Yamcha contigo, mujer, que no me sobra el tiempo para estar perdiéndolo con tonterías»

Al oír su dura respuesta, Bulma bajó la cabeza «Esta bien… siento haberte molestado. Y-ya iré yo sola» Dijo sollozando antes de abandonar corriendo la estancia

Él levantó una ceja, entre confuso y sorprendido. No entendía nada, pero como desde luego quedándose allí parado tampoco lo iba a conseguir, abandonó la cámara dispuesto a encontrar a la mujer. No le fue muy difícil detectar su presencia; en su carrera, Bulma había salido de la casa y estaba en el jardín, cerca de la puerta de entrada.

«Mujer…» La llamó acercándose al macizo de petunias en el que ella se había detenido

«Mi nombre es Bulma, ¿entiendes?» Le gritó sin darse la vuelta. Él continuó sin hacer caso a su comentario «¿Qué demonios he hecho para que te pongas así? ¿Es que es tan importante que vaya a comprar contigo?»

«Yamcha…»

Vegeta frunció más su habitual ceño sin entender a qué se refería la mujer «¿Yamcha? ¿Y qué tiene que ver él con todo esto?»

«¿Que qué tiene que ver? ¿Es que no recuerdas que corté con él y no le he vuelto a ver desde entonces, baka?»

«Pues no había caído…»

«Pues a ver si lo recuerdas para la próxima vez y no… me lo vuelvas… a nombrar…» Apenas sí pudo terminar la frase, y dándose la vuelta se abrazó a él llorando.

*¿Y qué demonios se supone que debo hacer?* Se preguntó en silencio el Saiya, que mantenía sus brazos levantados a la altura del pecho como si no supiera que hacer con ellos. Bulma había hecho algo que jamás se hubiera imaginado, y no sabía qué hacer al respecto. Es cierto que la mujer había estado deprimida durante los últimos días, incluso llegando a intentar algo de lo que se habría arrepentido en el Otro Mundo, pero jamás se hubiera podido imaginar que acabaría llorando sobre él.

Sin dejar de llorar, la mujer le resolvió el problema «Abrázame, por favor…»

Tras unos segundos de dudar si debía o no hacerlo, hizo caso a la petición de aquella mujer, rodeándola con sus brazos. En cierto modo sentía que era culpa suya lo que había ocurrido, y no era un hombre muy dado a sentir eso…

Mientras Bulma se desahogaba sobre su camiseta, Vegeta pensó que aquello que estaba haciendo no era normal, e instantáneamente recordó lo que había ocurrido aquella tarde en la que la mujer y Yamcha habían discutido tanto que incluso se les oía dentro de la cámara. Aquella tarde en la que impidió que Bulma acabara con su vida.

Lentamente, la mujer se fue calmando, aunque seguía abrazada al Saiya «Gracias…» Dijo suavemente «Siento haberte gritado. Ni que tú fueras la causa de mis problemas…» Se quedó unos momentos en silencio «Quiero pedirte algo…»

Vegeta no dijo nada, esperando pacientemente a lo que la mujer iba a decir. Bulma, comprendiendo su silencio continuó «Verás, estoy segura de que Yamcha va a volver y… Si estuvieras delante cuando eso ocurriera me sería más fácil mantener mi resolución… ¿Lo harías?» La mujer puso sus ojos azules en los suyos

El estómago del Saiya respondió por él, dejándole totalmente en evidencia «Ehh… yo… em…» Masculló avergonzado

Mientras, Bulma intentaba en vano contener la risa. Era la primera vez en mucho tiempo que se reía con tantas ganas «Será mejor que me vaya pronto a la compra…» Dijo entre risas «Espero que puedas aguantar dos horas más sin comer» La mujer se separó de él aún con una sonrisa en su cara y buscó en el bolsillo de sus vaqueros azules la cápsula del aerocoche.

Antes de que pudiera expandirlo, sintió una mano agarrando su cintura

«Vegeta, ¿qué…?» No terminó la frase, porque cuando se quiso dar cuenta estaban sobrevolando la ciudad. Rápidamente se agarró con fuerza a su cuello, temiendo que se fuera a caer, pero un poco después aflojó su garra. Estaba segura de que no la dejaría caer.

Miró cautelosamente hacia abajo; no sabía a cuanta altura podían estar volando y podría darla vértigo, pero Vegeta no iba muy deprisa.

Observó debajo de ella las calles de la ciudad repletas de coches y gente, incluso los aerocoches volaban por debajo de ellos. Desde luego, era una forma de viajar sin tráfico… y más interesante que volar en avión. Alguna vez Yamcha la había llevado de esta forma, pero siempre porque habían tenido que ir a sitios a los que no podían llevar el aerocoche. Aquel día, ni siquiera sabía a dónde se dirigían.

Así, pensó que iba siendo hora de poner remedio a eso y dejó de mirar al suelo para contemplarle con ojos interrogantes, a lo que él respondió «¿No íbamos a comprar?»

Bulma sonrió a su respuesta. De nuevo aquel bastardo indomable se amansaba para hacerla feliz. Pensó que debía aprovechar bien aquellos momentos en los que estaba tan tratable, porque eran realmente extraños.

Unos minutos de vuelo más tarde, aterrizaron en el centro comercial más grande de toda la ciudad, causando miradas de extrañeza entre los compradores que allí se encontraban.

Realmente el centro comercial era un infierno, pensó Vegeta. Él, que estaba acostumbrado a estar en lugares sin mucha gente, aquellas multitudes le sacaban de quicio. Pero ya que lo había empezado no podía echarse atrás

Después de dos horas de subir y bajar escaleras mecánicas, de aguantar colas larguísimas y de aguantar empujones y codazos a diestro y siniestro consiguieron acabar todas las compras.

Al salir del edificio, ambos estaban rodeados de cajas y bolsas de todos los tamaños, formas y colores. El Saiya miró todo aquello que había en el suelo, y luego a la mujer, que parecía buscar a alguien

«¿Cómo demonios se supone que llevas todo esto? Porque tú sola no podrás…»

«No, desde luego que no lo llevo yo. Para eso ya están ellos» Dijo la mujer señalando un trailer que acababa de aparcar a su lado «No olvides que soy una mujer importante, y es bueno para la imagen del centro comercial que yo venga aquí a comprar. Esto es lo que llaman *atención al cliente*» Terminó muy orgullosa observando a los muchachos cargar el camión. Cuando se marcharon, Bulma le preguntó «¿Nos vamos?» y él se encogió de hombros y la agarró por la cintura.

Era casi de noche cuando abandonaron los comercios y las luces de la ciudad ya se empezaban a dejar ver. Como Vegeta iba algo más deprisa que al principio, Bulma veía bajo ella aquellas luces como flashes bajo ellos, al igual que la gente que aún paseaba eran pequeños puntitos de colores.

De repente la mujer se dio cuenta de que había dejado de ver los neones de las calles y fue entonces cuando observó que hacía rato que habían dejado la ciudad «Creo que te has equivocado, mi casa está hacia el otro lado…»

Él no dijo nada a su comentario, pero aumentó la velocidad, por lo que la mujer se agarró más fuerte de nuevo temiendo que se pudiera caer. Pasaron unos minutos, y el paisaje volvió a cambiar bajo ellos. Esta vez estaban atravesando el océano.

«Allí» Fue la escueta respuesta a la pregunta que había formulado Bulma varios minutos atrás

*¿Allí? Pero si es una isla… mejor dicho, es una montaña en medio del mar… ¿Qué habrá?* Pensó la mujer mientras se agarraba de otra manera, ya que sus brazos se estaban cansando de aquella tensión.

Le miró, tratando de adivinar qué es lo que pretendía llevándola a ese sitio en medio de ninguna parte, pero pronto sus pensamientos se desviaron. Realmente él tenía un cuerpo de impresión, fuerte, musculoso. Siempre se había maravillado de lo bien que le quedaban aquellas camisetas de tirantes que se ponía para entrenar, justo como la que llevaba en ese momento. Su pelo negro ondeaba por el viento, dándole un aspecto realmente imponente, y cuando soltó una de sus manos de su cuello y la puso sobre la que él tenía en su cintura sintió su calor, casi como fuego.

Vegeta desvió ligeramente los ojos de su destino al sentir la mano de la mujer, y fue entonces cuando comprobó que le estaba observando, lo que le hizo sonreír un poco. Le resultaba graciosa la forma en que le miraba, como si nunca le hubiese visto antes… Claro que, tampoco la podía reprochar nada, ya que él también la había estado mirando mientras compraba, aunque ella no se había dado cuenta, faltaría más.

Recordaba un día en que se marchó a entrenar fuera, al bosque. Antes de llegar allí tenía que atravesar toda la ciudad de arriba a abajo, y movido por la curiosidad había bajado a ver si realmente todas las mujeres de Chikyuu se pasaban la vida gritando de esa forma o si sólo era cosa de Bulma.

Después de observar a unas cuantas, llegó a la conclusión de que no era sólo ella la que gritaba sin parar hasta dejar sordo a todo el mundo –eso parecía bastante común entre las mujeres–, pero que lo hacía de una forma especial… Además, ella llevaba como nadie esas camisetas ajustadas… Incluso aquel mono azul que utilizaba para trabajar la quedaba bien…

«Ya hemos llegado…» El Saiya frenó bruscamente, quedándose flotando a un lado de la montaña y haciendo que la mujer cerrara los ojos en acto reflejo.

Cuando la mujer abrió los ojos pensaba en gritarle ligeramente que se detuviera más despacio la próxima vez, pero antes de poder decir nada, enmudeció.

Frente a ellos, el sol se escondía tras el horizonte de agua, trasladando su color dorado al plateado de las aguas. El cielo alrededor del sol formaba una aureola coronada con pequeñas nubes anaranjadas por el reflejo de la luz, mientras algunas aves marinas graznaban y se lanzaban al agua a pescar. Una suave brisa llegaba hasta ellos y los envolvía con el olor salado del mar.

Bulma contemplaba todo aquello extasiada, sin palabras para describir aquello tan lindo que estaba observando. Jamás hubiera imaginado un espectáculo así, con las pequeñas olas rompiendo en la base escarpada de la montaña, y las gaviotas volando a su alrededor, y jamás hubiera pensado que él, especialmente él, la llevaría a verlo.

Apretando la mano que aún tenía sobre la de él, le dijo muy bajo, casi en un susurro «Es precioso… Gracias por enseñármelo…»

Vegeta flotó hasta un saliente de la montaña y se posó allí. Aunque ya estaban sobre tierra firme, Bulma seguía agarrada a él.

Levantó lentamente la mano que tenía libre y alcanzó su suave melena morada, apartándola de su cara. Ella se volvió a mirarle y en ese instante la besó suave y dulcemente, sin motivo alguno, sólo por deseo.

Después de unos momentos la alejó ligeramente de él, esperando sentir el débil golpe que la mujer le iba a dar por su atrevimiento, pero nada sucedió, ella sólo se ruborizó como una chiquilla a quien la dan su primer beso.

En todo el tiempo que había salido con él, Yamcha nunca la había besado de aquella manera tan… especial. Sus besos nada podían contra aquél que acababa de recibir de un hombre que apenas sí conocía, pero que ardía en deseos de conocer.

Los dos se miraron durante unos instantes, sin saber qué decir, sólo contemplando los ojos del otro hasta que Bulma desvió su vista al cielo y comentó que el sol ya se había ocultado. «Deberíamos irnos a casa…»

Vegeta asintió ligeramente y ya la había agarrado de la cintura cuando Bulma le detuvo «¿No podrías llevarme de otra manera…?»

Él volvió a asentir, subiendo la mano que tenía en sus caderas por su espalda, justo por su columna, haciéndola sentir un escalofrío de placer. La cogió por debajo de los hombros, y la levantó con un pequeño impulso para luego poner su otra mano bajo sus piernas.

Ella colocó sus brazos alrededor de su cuello y apoyó la cabeza en su pecho, que se movía al ritmo de su respiración.

Despegaron lentamente del risco de la montaña, volando bajo la luz de las muchas estrellas que se veían en una noche sin luna. Mientras volaban, Bulma podía tocar sus poderosos pectorales a través de las aberturas de su camiseta y podía sentir su respiración acelerarse ligeramente mientras que con su otra mano acariciaba su espalda.

«Por favor, ¿podrías ir un poquito más despacio? Desde aquí se ven tan bonitas las estrellas…»

El Saiya no contestó, pero redujo la velocidad sensiblemente y la mujer se lo agradeció con una nueva caricia dentro de su camiseta. Bajo su mano, Bulma sintió sus músculos tensarse, como si le doliera. Levantó sus ojos, interrogativa, a lo que él sólo dijo «entrenamiento», pero la bastó para entender. No la extrañaba nada que se hubiera hecho daño, lo raro era que todavía no le hubiera ocurrido algo realmente malo debido a las burradas que hacía en esa cámara.

Podría decirle algo al respecto, pero sabía de sobra que iba a ser como intentar que entrara en razón una pared, y además, no quería estropear aquellos momentos tan especiales, por lo que decidió mantener su boca cerrada y acariciarle suavemente y con cuidado para evitar empeorar las cosas «Mejor, mmh?»

Vegeta cerró los ojos y dejó que su cuerpo se relajara bajo sus suaves manos mientras seguían viajando por el cielo estrellado.

«Mira que estrella tan bonita…»

Abrió los ojos y se fijó en la estrella que Bulma le señalaba «Es… Betelgeuse, del cazador Orión…»

«¿De veras?» Preguntó ella sin dejar de mirar la estrella, que emitía destellos rojizos «No sabía que te gustara la astronomía…»

«Para viajar por el espacio hay que saber reconocer las constelaciones»

«Sí, claro, tiene sentido…»

En todo el tiempo que tardaron en cubrir la distancia que les separaba de la Capsule Corp, Bulma iba señalándole constelaciones que él iba nombrando. Si no recordaba el nombre que le daban en Chikyuu se lo decía en Saiya, lo que maravillaba a la mujer, que nunca antes había escuchado ese idioma.

Una vez llegaron a su destino, Vegeta descendió hasta sentir el suelo bajo sus pies. Entonces bajó a Bulma lentamente, quien corrió dos dedos por su cara mientras le agradecía de nuevo todo aquello que la había enseñado aquella tarde «Me voy a hacer la cena, en cuanto acabe te aviso. ¡Ah! Y luego, cuando terminemos me comentas si te duele en algún otro sitio y yo intentaré ponerle remedio, ¿mmmh?» Le dijo picarona guiñándole un ojo mientras andaba hacia la casa.

El Saiya se permitió una pequeña sonrisa irónica mientras andaba hacia la puerta exterior de la cámara de gravedad. Si alguien le hubiera dicho que iba a acabar así con una mujer lo hubiera matado por decir tantas tonterías.

Como Bulma iba a tardar un rato en tener la cena preparada, él aprovecharía para continuar lo que había dejado a medias al irse a comprar.

Un rato después, cuando Bulma ya había colocado todo lo que el servicio del centro comercial le había dejado en casa y estaba haciendo la cena, llamaron a la puerta. Se limpió las manos en un trapo de cocina y anduvo hasta la puerta, intentando adivinar quién podía ser que el ordenador principal de la casa lo reconocía como amigo.

Al abrir realmente encontró a un viejo conocido «Hola Bulma, perdona que venga tan tarde pero me gustaría hablar contigo…» Dijo Yamcha un poco nervioso.

La mujer, al verle al que había sido su novio durante tanto tiempo recordó lo que había estado hablando con Vegeta unas horas antes, y durante unos segundos pasó por su imaginación la idea de llamarle para que estuviera con ella, pero al momento la desechó. Debía hacerlo sola, aunque no tenía ni idea de cómo iba a decirle que no iba volver con él. Y además estaba lo de aquella tarde…

Bulma suspiró y accedió a lo que el muchacho le pedía, comenzando a andar por el jardín de la C. Corp que ambos cuidaban al menos tres veces por semana. Se detuvieron en un banco al lado de una pequeña fuente en cascada, iluminada por un farolillo.

«Bulma, quiero que vuelvas conmigo… –comenzó Yamcha– Ya sé que estuvo mal que me fuera de juerga mientras tú trabajabas, pero eso se acabó. Te lo juro –paró un momento para tragar saliva– No sabes lo solo que me he sentido durante este mes. Yo no quiero a esas chicas… Pero me aburría estando tantas noches en casa, ya sabes cómo soy… Quería estar contigo, pero tú siempre trabajabas… He pensado que podría venir por las noches a ayudarte, al menos así estaríamos juntos… –su voz temblaba, al igual que sus manos– Sólo quiero otra oportunidad…» Bajo la luz del farolillo, Bulma vio lágrimas de pesar en la cara del hombre

En la cámara, Vegeta intentaba por todos los medios que uno de sus ejercicios le saliera bien. Incluso había rebajado un poco la gravedad para que le resultara más fácil, pero ni aún así lo conseguía.

Se paró en mitad de la habitación, respirando rápidamente «No hay manera, no estoy suficientemente concentrado… ¡Cht! ¿En qué demonios estaré pens…?»

Se calló de repente al posarse sus ojos en dos siluetas del jardín. Aunque estaban lejos de la cámara, su vista de Saiya le permitía distinguirles con toda claridad. Abrió la boca sorprendido cuando vio a la mujer tomar a Yamcha de las manos

«Yamcha, por favor, no llores…» Le suplicó

«Sólo una oportunidad, por favor!» Gimió él, sus ojos oscuros tristes como ella nunca los había visto

«Oh, Yamcha, yo…» Susurró la mujer abrazándole

El Saiya apretó los dientes y se apartó de la ventana, no queriendo ver más. Ese maldito bastardo… ¿Cómo se atrevía a abrazarla? ¡Si ella le había dicho esa misma tarde que no quería volver con él! ¿Entonces por qué le dejaba que lo hiciera? Le habían tomado el pelo a base de bien, y él era tonto por no haberse dado cuenta.

Se acercó al aparato que controlaba la sala y aumentó la gravedad a 360 atmósferas, pensando furioso si podría salir por la puerta de la cámara sin tener que agacharse para no darse con los cuernos en el marco.

*De todas formas –pensó con rabia lanzándose a atacar a su enemigo invisible al máximo de su resistencia– me está bien empleado por confiar en una mujer… ¡Idiota!*

Mientras realizaba una complicada llave suspendido en el aire, su concentración se rompió debido a un intenso dolor en el lado derecho de su abdomen, cerca de las costillas.

Cayó al suelo jadeando por el dolor y con los dientes apretados «Maldita sea!» Gritó con rabia golpeando el suelo con su puño, con tanta fuerza que llegó incluso a romper varias baldosas

Tras estar un rato abrazados, Bulma se separó de Yamcha «Lo siento, no puede ser…»

«Pero Bulma, por favor! Qué más quieres que te prometa?»

«Nada, Yamcha, no quiero que me prometas nada, pero hay dos razones por las que no puede ser. Una de ella ya la conoces, y es que sé que no serías feliz si hicieras todo eso que me dices» Bulma se calló, no sabía cómo continuar

«¿Y la otra? ¿Qué es lo que ocurre?»

«Verás, es que yo… hay otro hombre…» Dijo girando su cabeza hacia la cámara. Yamcha al principio no lo entendió bien, pero cuando se dio cuenta de a quién se refería se levantó de la sorpresa «No…no será… Pero Bulma! Ese bastardo no se merece a una mujer como tú! No podrá hacerte feliz!»

«Tú no le conoces, Yamcha, él…»

«¡Oh, claro que le conozco! No sé si recuerdas que nos mató a Tien, Chaoz, Piccolo y a mí. ¡¡Bulma, el maldito bastardo hubiera destruido Chikyuu de no ser por Gokuh!!» Casi gritó bastante agitado

«¡Cállate Yamcha!» Dijo la mujer en su mismo tono poniéndose de pie también «¡Me da igual lo que pienses de él, le quiero y si no te calmas ahora mismo le llamaré para que te eche de mi casa!»

Ambos se miraron durante unos instantes; un tenso silencio se abría entre los dos

«Perdona, me pillaste por sorpresa… No debería haber dicho eso sobre él. Después de todo es tu elección, por mucho que me duela» Dijo Yamcha cruzándose de brazos, ya más calmado «Bulma, ¿de veras le habrías llamado para echarme de aquí? Más que nada porque no le caigo demasiado bien… Ese desg-eh, hombre sería capaz de matarme aquí mismo…»

«Bueno, a ti tampoco te cae excesivamente bien… pero no, más que nada porque te podría hacer daño… Te aprecio, Yamcha, en serio y quiero lo mejor para ti…»

«Sí, ya sé. Bueno, al menos confío que de vez en cuando salgas conmigo a bailar. En plan de amigos, ya sabes…»

«Claro… cuando quieras»

«Bien, pues… me voy. No tengo nada más que hacer aquí» El hombre se dio la vuelta para marcharse y dio unos pasos antes de volverse a mirarla «Pero te juro que como te haga algo, yo…» Empezó a amenazar

«¡Yamcha!» Le llamó, poniendo las manos en sus caderas

«Vale, vale, ya me callo… Adiós» Con esto el luchador se despidió de la mujer a la que aún quería y se marchó del edificio

Bulma entró en su casa y se quedó apoyada en la puerta cerrada, donde suspiró. Realmente la había sido difícil decirle aquello, pero estaba orgullosa de sí misma por haberlo hecho sin ayuda. Después de todo, ella había buscado las Dragonball por todo el mundo, incluso se había embarcado en una aventura espacial… Pero, para qué engañarse? Esto la había parecido una prueba bastante más dura…

Agitó la cabeza para deshacerse de todos aquellos pensamientos y se marchó de nuevo a la cocina, a terminar la cena. La verdad es que no le quedaba mucho por hacer, sólo un par de platos más y todo estaría listo.

Así, cuando cerca de 10 minutos más tarde lo tuvo todo a punto, incluso la mesa preparada en la cocina –para qué iban a usar las del comedor, estando los dos solos–, anduvo por los pasillos hasta la puerta doblemente blindada de una aleación especial que daba a la cámara por el interior de la casa.

Cuando iba a activar el telefonillo se dio cuenta de que el aparato que controlaba la gravedad no estaba activo, ya que el piloto tenía color verde.

Giró el cierre de seguridad, que era como el que se usaba para ajustar las escotillas de los submarinos, y la puerta se abrió con facilidad, justo en el momento en el que Vegeta lanzaba una patada al aire. Bulma abrió la boca al ver que la mano izquierda del Saiya descansaba en su costado derecho. Al verla él detuvo inmediatamente su ejercicio

«¿Te sigue doliendo? Déjame que te vea…» Dijo la mujer preocupada andando hacia él

El hombre apretó los dientes y la dio bruscamente la espalda, andando hasta su camiseta, tirada de cualquier forma en un rincón. La cogió y pasó al lado de la mujer sin decirla nada, sus ojos negros lanzando una fría mirada.

Bulma se dio la vuelta y vio como se marchaba por donde ella había venido sin decirla nada. No entendía nada de lo que estaba pasando. ¿Por qué se había comportado así con ella? No encontraba ninguna explicación para aquello, pero decidió que debía averiguarlo. Así, anduvo hasta fuera y cerró la puerta, encaminándose hacia la cocina.

Cuando llegó allí comprobó que Vegeta se había sentado a la mesa y que había comenzado a comer sin esperarla, cosa que no solía hacer y que no hacía más que acrecentar sus sospechas de que algo le ocurría.

Se sentó ella también, y comenzó a cenar sin perderle de vista. Ni siquiera sabía si estaba enfadado con ella, ya que cuando realmente lo estaba no se callaba una y comenzaba a gritarla, pero el caso es que si no era así no tenía motivos para actuar de esa manera.

Comenzó a comerse el postre, y cuando iba por la mitad de la manzana vio como el Saiya se levantaba de la mesa y se marchaba escaleras arriba. Esto ya fue lo último, no había acabado con todos los platos!

*Cuando el pájaro no canta, algo tiene en la garganta* Pensó Bulma terminándose la manzana *Veamos por qué no canta éste*

Dejando la mesa sin recoger, subió las escaleras y anduvo hasta su cuarto, descubriendo la puerta cerrada. Bulma llamó suavemente «Vegeta, ¿puedo pasar?»

«Déjame en paz, mujer!» La dijo con enfado desde dentro

«Vamos, ¿Qué te ocurre? –dijo la mujer abriendo la puerta y entrando en la habitación– ¿Estás enfadado por algo?»

Él estaba sentado en la cama, su camiseta tirada de mala manera sobre una silla. Bulma no recibió respuesta a sus preguntas, así que optó por no preguntar lo obvio «Así que es por mí… ¿Por qué? ¿Qué es lo que…?»

Sin dejarla terminar, y rugiendo un «Márchate!», Vegeta lanzó un puñetazo a la pared, dejando su puño incrustado a escasos centímetros de la cara de la mujer. Ella abrió la boca totalmente aterrada y agarró en autodefensa lo primero que tocaron sus manos –una silla– y se la rompió en las costillas, dejándole casi sin respiración. Gimió de dolor ante el inesperado ataque de Bulma y se dobló sobre sí mismo, apoyando una rodilla en el suelo y apretando su mano donde ella había hecho añicos la silla.

Bulma dejó caer los trozos de silla que aún conservaba sobre la ropa que había echado al suelo en su ataque y se tapó la boca con las manos, horrorizada con lo que había hecho. Nunca antes había golpeado a nadie de esa manera, y menos a alguien que la importara, pero se asustó tanto que no supo lo que hacía hasta que fue tarde.

Le observó durante unos instantes y comprendió que no podía hacerla nada, por lo que se agachó a su lado. Respiraba deprisa y apretaba los dientes con fuerza.

Bulma se dio cuenta de una cosa, y es que no podía haberle hecho tanto daño al darle con una silla, pero en ese momento recordó que le había visto media hora atrás entrenando sin gravedad y con una mano ligeramente más abajo de donde le acababa de golpear!

«Lo…lo siento… yo…» Le dijo en voz baja pasando un brazo por encima de sus hombros «¿Te duele mucho?»

Él agitó la cabeza «No… Además, me lo merezco por imbécil» Contestó incorporándose con ayuda de la mujer y sentándose en la cama.

Ella se sentó a su lado, aún sintiéndose culpable por haberle golpeado y le preguntó suavemente «¿Ahora me contarás por qué estás enfadado?»

«Si con eso voy a evitar que me rompas otra silla encima, tenlo por seguro…» Murmuró más para sí que para ella mientras miraba al suelo

Bulma tragó saliva «Lo siento, de veras que no quería golpearte ahí… Pero qué demonios, si tú no hubieras empezado…»

«Da lo mismo, lo hecho, hecho está»

«Vale, si tú lo dices… ¡Pero ahora cuéntame lo que te pasa! Mira que aún hay más muebles en esta habitación…» Le amenazó en broma

El Saiya suspiró. Y él que pensaba que quizás la acabaría desviando de ese tema… «Mientras entrenaba lo vi todo…»

«¿Todo el qué?» Preguntó la mujer sin entender

«¿Qué te crees, que estoy ciego? Estabais en el jardín, junto a la fuente…»

La mujer le miró extrañada, pensando si había estado en el jardín hace poco con alguien, y qué es lo que había hecho allí que le pudiera haber molestado. Unos momentos después se hizo la luz en todo aquello y Bulma comenzó a reírse a carcajada limpia

Vegeta frunció el ceño «¿Qué es tan condenadamente gracioso? Más que nada, para ver si me río yo también…»

«¿Y por eso estabas enfadado?» Le preguntó sin dejar de reírse. Al ver que realmente a él no le hacía ninguna gracia, se calmó un poco y empezó a contar «Yamcha vino a pedirme que volviera con él, y como le dije que no, se puso muy triste y le abracé, eso es todo»

«¿Seguro?»

«¡Oh, vamos, no seas tonto! ¿Para qué iba yo a querer volver con él, que no me da sino disgustos, si ahora… te tengo a ti? No estarías celoso de Yamcha, ¿verdad?»

«¿Celoso yo? ¿De ese inútil? ¿Por quién me has tomado, mujer?» La contestó fastidiado cruzándose de brazos. Sin darse cuenta se tocó en el golpe, lo que le hizo gemir y apretar los dientes

«Anda, túmbate y déjame ver qué es lo que te he hecho…» Le dijo empujándole suavemente hacia atrás, a lo que él no opuso resistencia.

Bulma se medio tumbó también y comenzó a tocarle suavemente para no hacerle daño. De repente sintió una mano jugueteando en su pelo y se giró para ver qué es lo que quería. Entonces su mano la atrajo hacia él y ella sintió el segundo beso que la daba aquella noche…