Esa manía

por Andrés Pérez


En la vida, encontramos a muchas personas. Algunas pasan toda su existencia huyendo de sus miedos. A estos seres los llamamos «cobardes». Aunque, si nos ponemos a ver, duran más que los valientes.

Pero, a veces, llegan a un punto en que el huir ya no les sirve de nada. Y es cuando alcanzan el punto en que es mejor enfrentar a lo que temen, o vivir atormentados por la verdad.

Otra noche más en la Capsule Corporation. Suena extraño decirlo, pero la paz reinaba esta noche más que nunca en la corporación. Lástima que exista esa manía Saiyajin de entrenar como si nada más importara en el planeta, que es la que le quitaba esa paz a la noche. Vegeta se encontraba entrenando en su cámara de gravedad. Esa manía Saiyajin…

Bueno, aunque más de una vez esa «manía» ha sido la causa de que él, junto con otros, hayan salvado a la Tierra de tantos peligros en tantas ocasiones. Tal vez, después de todo, las manías no son tan malas…

Una patada a un robot. El robot yace en el suelo destruido, por supuesto…

Pero la mente del príncipe de los Saiyajins se encuentra en otra parte a pesar de dar tan certeros golpes a sus adversarios mecánicos… su concentración se encuentra en el pasado, en su planeta…

…en su pasado…

  • ¡¡Muy bien, príncipe Vegeta, siga así!!

El grito de Nappa no podía estar más lleno de emoción. La pelea entre los Saibaimans y el príncipe Vegeta, era de las mejores que alguna vez haya podido presenciar en algún entrenamiento de un guerrero.

Los Saibaimans, como todos saben, son de las criaturas más molestas en todo el universo. Pero si buscamos otra palabra que los defina, ésta tendría que ser tenacidad…

Pero como diría el mismo príncipe Vegeta:

  • La tenacidad… AHHHHH –gritaba mientras un energy-ha volvía polvo a dos Saibaimans–. Contra mí, la considero simple estupidez… HAAAAAAAA. –Un Saibaiman ahora explotaba contra un árbol cercano–. Porque hace que mis oponentes no entiendan que ésta no sirve de nada contra MIS PODERES, ¡¡¡HAAAA!!!

Ahora, el resto de los Saibaimans eran aniquilados con ataques cuerpo a cuerpo por parte del príncipe. Primero sorprendió a uno por la espalda y, traspasándolo con su puño, lo hizo estallar.

Vegeta estaba consciente de que a pesar de que cada Saibaiman poseía un poder de pelea que no le hacía ni mella a los suyos, cuando atacaban todos juntos eran una raza fuerte. Era por eso que decidió atacarlos todos por separado, no iba a permitir un ataque conjunto.

  • ¡Detrás de usted, príncipe! –advirtió la voz de su tutor.

Vegeta ahora esquivaba la garra de uno de sus adversarios, una y otra vez. Sus movimientos eran realmente veloces, pero no lo suficiente como para hacerle daño. Al fin, el príncipe tuvo suficiente, y tomó el brazo de su adversario y lo incrustó en el suelo, bastante fuerte. Lo suficiente como para dejarlo ahí por un rato. Luego, rápidamente, volteó hacia arriba, y pudo ver a uno de esos cosos verdes preparando un ataque feroz, el Youkaieki, que consiste en lanzar un chorro de ácido por su cabeza.

«Perfecto», pensó Vegeta.

No tuvo que esperar demasiado antes de que el Saibaiman lanzara su ataque. Pero éste nunca llegó a tocar el cuerpo del saiyajin. En cambio, un simple desplazamiento hizo que el Saibaiman, que se encontraba aún atascado en el suelo, fuera víctima de tan mortífero ataque, siendo «comido», como quien dice, por el asqueroso y viscoso ácido. Cuál fue la sorpresa del atacante al convertirse en atacado, cuando Vegeta apareció detrás de él y lo golpeó fuertemente en la cabeza, incrustándolo en el suelo, de tal manera que su cuerpo se hizo pedazos al caer.

Ahora se podía ver a Vegeta bajar lentamente, levitando. Mas su mirada no era de satisfacción. En realidad, su mirada era confusa, como si estuviera esperando algo… ¿o a alguien?

Se encontraba mirando hacia las habitaciones de su padre en palacio…

Ya al fin, cuando logró bajar, Nappa estaba ahí para recibirlo.

  • Excelente trabajo, príncipe Vegeta. Su padre estaría orgulloso de esta labor.

Ahora el príncipe miraba a Nappa, con su ceño siempre fruncido, pero con odio en sus ojos. Nappa estaba extrañado, y se sentía intimidado por esta mirada…

  • ¿Padre?… –habló el pequeño príncipe–. ¿Orgulloso de mí?… Por favor… pareciera que no tuviera padre…
  • Pero señor Vegeta, si su padre…
  • ¡BASTA! –gritó el joven–. No permitiré que hables de lo que no existe. Yo no tengo un padre. ¡¡Yo tengo un rey, el rey Vegeta!!

  • ¡AHHHHHHHHHHHH!

Una luz resplandeciente invadió toda la cámara, mientras el poder y la ira iban creciendo dentro del cuerpo del super saiyajin. Tanta rabia le daban esos recuerdos, que el nivel más allá de un saiyajin ordinario era lo único que lo detenía de no volar toda la zona. Transformado en Super Saiyajin, Vegeta descargaba toda su ira.

Y ¡boom!

La dejó salir toda de golpe. Dejó salir todos sus poderes de golpe, haciendo que todo a su alrededor estallara. Por suerte, ésta no era la primera vez que la cámara de gravedad estaba en peligro de destruirse, y Bulma ya había tomado las previsiones por si algún arranque de destrozo tomaba por sorpresa la estructura en que su marido se encontraba. Por eso, la cámara no sufrió mayores daños…

Pero tal vez Vegeta sí.

Sin energía, y con lágrimas a punto de salir de sus ojos, se decía una y otra vez…

  • Mal…maldita sea… jamás, ¡ouhg! –Intentando ponerse de pie, sus brazos se resbalaron en sudor, haciendo que cayera de bruces contra el suelo otra vez–. Lo juro, jamás… juro que… que nunca me convertiré… ¡¡en mi padre!!

Y se desmayó…

Días después del incidente

  • ¡Pues no me importa si no te gustan los niños, no te lo estoy pidiendo, sólo te lo informo!
  • ¡¡A mí no tienes por qué informarme nada, mujer!! Ésta es mi última palabra: sea o no mi hijo, no iré a ese estúpido parque de diversiones, ¿¿me entendiste??

La pelea continuaba a medida que el tiempo transcurría en la cocina. Por más que Bulma trataba de no perder la paciencia, le era imposible. ¿Será acaso porque ya la había perdido al inicio de la discusión?

  • ¡Es tu hijo, por amor a Kami! ¡Y él necesita de su padre, o sea, TÚ! –decía Bulma mientras colocaba su índice en su frente–. ¿Te cuesta tanto entender que así son las cosas en este planeta?
  • No me cuesta para nada entenderlo –le dijo apartando su dedo de su frente–. Y no tengo por qué darte explicaciones. ¡¡Sólo déjame en paz de una buena vez, mujer!!

Diciendo esto, agarró una fruta antes de salir, y se fue. Tal vez tan lleno de rabia y de confusión estaba que no vio cuando casi atropella al pequeño Trunks al salir, que con lágrimas en los ojos se iba directo a su cuarto, entendiendo que hoy no sería el día en que su padre y él fueran al parque de diversiones.

Ahora era Bulma la que salía, pero más calmada que Vegeta. No era rabia lo que sentía, era una sensación extraña. Y mientras miraba la marca en el techo que su esposo había dejado al salir volando, se lamentaba enormemente por lo sucedido.

  • Esa manía Saiyajin…

En el aire, con Vegeta

Si la pregunta era a dónde iba, la respuesta sería difícilmente descubierta, puesto que ni él mismo lo sabía. Sólo quería deambular por un rato, pensar un poco… concentrarse en olvidar que lo que estaba sintiendo era dolor…

… concentrarse en olvidar sus sentimientos, cosa que jamás le enseñaron a usar…

«Lo siento Trunks, pero esto lo hago por tu bien… tuviste la mala suerte de tener al príncipe de los Saiyajins como padre. ¡No sé cómo ser uno bueno, uno que te merezcas! Ojalá entendieras que todas las veces que te digo que no deseo ir a esas cosas, o no puedo jugar contigo, o algo parecido, es por miedo a que haga o diga algo que te pueda dejar marcado para siempre… ¡¡es miedo a ser tan mal padre como lo fue el mío!!»

Y pensando esto, su velocidad aumentó. Ahora su mente recordaba otro momento… algo más de su misterioso pasado…

  • Alístese, su majestad –le decía Nappa entrando a las habitaciones reales del príncipe.
  • ¿Cómo? ¿Hay alguna razón en especial, Nappa?
  • ¡Pero si Ud. lo sabe perfectamente, príncipe! Hoy es el día en que le toca entrenar con su padre…
  • Entrenar con mi padre… –respondía Vegeta levantándose de su asiento y mirando por la ventana–. ¿Cuántas veces te he dicho que ya no hay duda de que yo no tengo padre, sino un rey?… Es más, hasta comienzo a dudar en lo buen rey que pueda ser el mío, puesto que la atención que recibo de su parte deja mucho que desear –decía ahora volteándose a ver a su tutor–. Y además… ¡¡oh!!

Con la sorpresa aún dentro de sí, el príncipe fue lanzado de un lado a otro de la habitación por un fuerte bofetón. Al parecer, «alguien» lo había hecho pagar por su insolencia:

  • Me importa un bledo lo que pienses, mocoso. Pero no te voy a volver a permitir más faltas de respeto ante mí. Si no deseas respetarme como a un padre, bien. ¡¡Pero jamás, mocoso, jamás vuelvas a insultarme como tu rey!!

Ahora el rey Vegeta salía de las habitaciones reales, con Nappa detrás de él. Vegeta, por otra parte, se recuperaba del golpe. Y con sangre saliendo de su boca, y lágrimas en los ojos, dijo:


  • Algún día te llegará tu hora… padre… ¡y yo no te pienso extrañar en lo más mínimo!

  • ¡¡Ni te extraño aún, viejo desgraciado!!

De nuevo en la corporación, ya más entrada la tarde, anocheciendo

Vegeta entraba por la puerta trasera. Intentó regresar por el agujero que había abierto «accidentalmente» al salir volando, pero al parecer Bulma ya lo había mandado a reparar.

Lentamente subió las escaleras, rumbo a su habitación. Pero algo llamó su atención. La luz del cuarto de Trunks estaba encendida, y podía escucharlo hablar con su madre. Movido por la curiosidad del por qué Trunks seguía despierto, se acercó un poco a la puerta para poder escuchar la conversación:

  • Vamos, hijo, duerme ya. Mañana te espera un día duro desde temprano. –Era la voz de Bulma, por supuesto, haciendo hasta lo imposible por dormir al joven saiyajin.
  • ¿Mañana, día duro? ¿Y eso por qué?
  • ¿Cómo por qué, Trunks? Sabes perfectamente que mañana te toca entrenar con tu padre, como todos los doming…
  • Yo no tengo un padre –interrumpió el pequeño–. Eso lo descubrí hace poco…

Vegeta no podía estar más impactado. Yo no tengo un padre…

Esa frase retumbaba en su cabeza mil veces. Mientras caminaba hacia su cuarto, la frase se hacía cada vez más y más intensa.

No sabe cuándo Bulma entró al cuarto, y no sabe cuándo logró dormirse.

Pero lo que sí sabe es que le costó bastante.

¿A pesar de todo lo que ha intentado no serlo, lo es?

Sobresaltado, se levantó. Había tenido una pesadilla que no le agradó para nada. Se encontraba en un lugar oscuro, nada a su alrededor. Y de pronto, ¡bang! Ahí estaba Trunks frente a él… Yo no tengo padre… yo no tengo padre… ¡¡yo no tengo padre!!, gritaba una y otra vez… y de pronto, así como Trunks había aparecido de pronto, desapareció, y en su lugar pudo verse así mismo, de niño, con su traje de príncipe, repitiendo la misma frase… como si no hubiese diferencia entre su pasado y el presente de Trunks…

Y entonces lo entendió.

Esa maldita manía Saiyajin… una de las tantas que se han podido observar a lo largo de la historia… en realidad, no es sólo una manía Saiyajin.

«Tal vez esto demuestre que realmente no se puede escapar del pasado… esta maldita manía de los seres vivientes…»

Pasan la mayor parte del tiempo huyendo, pasan tanto tiempo tratando de no ser como su padre, y al final, ¿para qué? Sólo para darse cuenta de que, al final, ya es muy tarde: ya son como lo era su padre…

Al día siguiente

Trunks se levantaba temprano como se lo había dicho Bulma la noche anterior. Se duchó, y bajó lentamente a desayunar, sin gana alguna de entrenar.

Pero cuál fue sorpresa cuando su amigo, Goten, estaba ahí, saltando de la emoción, esperándolo.

  • ¿Goten? –preguntó–. ¿Pero qué haces aquí?
  • Pues la manía de tu padre de hacer las cosas a su manera –respondió Bulma.
  • ¿Cómo? No, en serio, ¿qué hace aquí?
  • Yo lo traje –dijo Vegeta, saliendo detrás de él–. Después de todo, pensé que sería más divertido ir los tres juntos a ese parque de diversiones.

Y la sonrisa de Trunks daba por entendido que, después de todo, sí tenía un padre, y que éste no era tan malo…

Pasamos tanto tiempo huyendo de nuestros miedos que no nos damos cuenta de que estamos dirigiéndonos directamente a donde no queremos ir. Tal vez es por eso que la vida, tarde o temprano, logrará que te enfrentes a tus miedos, sólo para darte cuenta de que éstos ya se han realizado, y que tienes una oportunidad para redimir tu error.

Y es esa la manía que tenemos los seres vivos, tanto humanos como saiyajins…

F I N