Sombras del Pasado

por SUSY


La puerta de la habitación se abrió con un chirrido y la mujer salió al pasillo. Entretanto, del interior de aquélla se oyó una voz masculina que decía «Recuerda no ponerles demasiado queso, sabes que no me gusta».

Ella rió, muy contenta, y le dijo: «No te preocupes, Vegeta, haré los sandwichs como te gusta a ti, aunque sea por hoy, pero antes iré al dormitorio del bebé a ver cómo está». «Olvidaba lo sobreprotectora que eres con el mocoso, pero está bien. Sólo apúrate porque tengo mucha hambre» –repuso él, de mejor humor que de costumbre. «¡Oh!, ¿Por qué será?» –le contestó ella con picardía.

Entonces, se introdujo en el cuarto del pequeño Trunks, quien en ese momento ya tenía un año de edad y comenzaba a caminar solo, sin ayuda de nadie, «como un guerrero de clase alta», según decía su padre. El niño estaba durmiendo tranquilamente, todo destapado, ella lo tocó y notó lo frío que estaba su cuerpito, entonces lo acarició suavemente y lo tapó, con una sonrisa. «Es una suerte que no se haya despertado a tomar el pecho, así podremos comer tranquilos. Además Vegeta está molesto con eso, él quiere que lo destete porque dice que si no lo hago va a ser un débil, un nene de mamá. ¡Pero es tan lindo cuando se duerme prendidito al seno!».

Ella lo miró por última vez, antes de ir a la cocina a preparar algo para los dos. Una vez allí, tomó unos panes, los abrió a la mitad y comenzó a llenarlos con casi todo lo que encontró en la heladera: fiambre, carne fría, rodajas de tomate, cebolla, pepinos. Una vez armados los gigantescos sándwichs, prendió el horno para calentarlos un poquito. Para ella preparó lo mismo, sólo que en mucha menor cantidad y con el queso, que a Vegeta no le agradaba y que, en cambio, era su ingrediente favorito.

Bulma, de pronto, se sintió muy feliz, era casi la primera vez desde el Cell Game y desde la muerte de Gokú, que lo veía tan animado y tan sociable, cosa que si bien siempre fue rara en él, desde los recientes acontecimientos había sido más que inusual. Efectivamente, ella recordaba, mientras calentaba el horno, que Vegeta apareció una semana después de la derrota del androide, una noche de tormenta, con una extraña mirada en sus ojos, la abrazó, e inmediatamente la llevó a la cama, como si quisiera dejar de pensar en algo. Después de eso se quedó dormido y al día siguiente se negó a hablar de los recientes acontecimientos y ya no entrenó más, pasaba los días dando vueltas como si hubiera perdido algo y tirado en la cama, sin prestarles ninguna atención al niño ni a ella. Ante sus frecuentes preguntas, él le contestaba «No me molestes, mujer, déjame en paz», aunque un día ella recordaba que musitó, entre dientes «No volveré a pelear, ¿para qué?». Bulma intentaba, desesperadamente, que él volviera a la normalidad, pero el orgullo del guerrero ponía una barrera impenetrable entre ambos. Hasta que de unos días a esa parte, de repente y sin aviso alguno, él se despertó por la mañana y le dijo: «Prepárame la cámara de gravedad, tengo que recuperar el tiempo perdido». Ella fue entonces a hacer los preparativos, feliz de haber recuperado a su Vegeta. Y así fue, desde ese momento él volvió a ser el que había sido, con sus palabras ásperas y orgullosas, sus buenos momentos en la intimidad de ambos, y como no podía esperarse otra cosa, sus extenuantes y peligrosos entrenamientos. Fue precisamente entonces, cuando la joven comprendió finalmente la importancia de las luchas en la vida de su compañero, ya que si no entrenaba o combatía, perdía toda su fuerza y su interés por la vida. Esa noche en particular, había sido maravillosa, ambos habían disfrutado muchísimo, no sólo el sexo, sino también la mutua compañía, cosa inusual, tratándose de Vegeta. Parecía que los dos estuvieran iniciando una nueva etapa en su relación, profundizando ciertos aspectos tales como el compañerismo y por qué no decirlo, el amor. Tal vez era por eso que ella se moría por hacerle ciertas preguntas relativas a su vida pasada, cuando vivía en Vegetasei, cuando trabajaba para Freezer, pero no sabía si se animaría a formularlas ni mucho menos si él se las contestaría.

Finalmente terminó y acompañó la improvisada colación con una botella de buen vino que tenía reservada para ocasiones especiales como ésa, no pasaría esa noche sin que ella le preguntara.

«¡Bueno, al fin, ya me estaba muriendo de hambre!» –dijo él jovialmente, a lo que ella le contestó » Bien, éstos son para ti» –y apartó la mayor parte de la comida– «y esto es para mí»

La pareja comió con gran apetito, en especial el saiyan, quien comía como todos los de su raza, y cuando terminaron, ella retiró las sobras del festín y ambos se acomodaron en la cama.

«Oye, Vegeta, quisiera preguntarte algo, antes de que te duermas» –dijo ella tímidamente.

«Sí, eh, ¿Qué quieres?» –le contestó, ya medio dormido el príncipe.

«En realidad no sé cómo empezar, si quieres dormir tal vez no sea el momento adecuado… yo…» –titubeó Bulma.

«Bueno, mujer, ya estoy despierto, dime» –repuso Vegeta y al ver la actitud en apariencia temerosa de su compañera le preguntó– «¿Pasa algo grave? ¡No me dirás que me tienes miedo todavía!»

«No, claro que no, no se trata de eso, es sólo que… como hoy la pasamos tan bien, conversamos tanto, a mí me hubiera gustado que me contaras un poco de tu vida anterior, de tu infancia en Vegetasei, de Freezer» –añadió.

«Oh, de manera que se trataba de eso. ¿Y qué quieres saber, que ya no sepas?» –exclamó con cierta aspereza– «No son cosas bonitas, te aviso» –agregó de mal humor.

«Perdona si te molesté, pero no hemos hablado casi de esto, ¿no?» –dijo ella casi disculpándose, pero dispuesta a terminar lo que había empezado.

«Así es, y recuerdo que cuando te conté cómo nos divertíamos mis compañeros y yo, terminamos separados por nueve meses. No quisiera que vuelva a pasar, tú no estás preparada para eso, olvidas quién soy yo, así como las cosas que hice. Además, me parece una tontería discutir sobre el pasado» –le interrumpió él.

«No me olvido de nada, sólo que todo eso no puede impedir que te ame. En cuanto a lo que mencionas, nos peleamos porque no era el momento de hablar de aquello, pero ahora será diferente, te lo prometo, necesito saber más de ti, así como tú sabes todo de mí» –le contestó ella.

«Muy bien, no sé por dónde empezar, pero luego no digas que no te lo advertí ¿eh?» –dijo Vegeta mientras su frente se cubría de sombras, al recordar todo aquello… que parecía estar tan lejos… y tan cerca también…

«Háblame de tus padres» –pidió Bulma.

Vegeta, entonces, suspiró. ¿De qué padres hablaría ella? ¿De su padre, el Rey, a quien no le importaba nada su hijo, hasta el punto de entregárselo a Freezer, aún sabiendo que se rebelarían contra él y que el niño podría morir, como toda la corte le advertía? ¿De su madre, que había muerto en su infancia y que le había enseñado a matar? O tal vez de Freezer, quien, en cierta forma lo había educado, dada la edad de él cuando entró a su servicio. ¡Ese maldito! ¡Cómo lo usó siempre! Y lo peor fue que ni siquiera pudo darse el lujo de matarlo, aunque lo consolaba un poco la idea de que, cuando reapareció en la Tierra, su hijo del futuro fue quien lo mató, de una forma todavía más humillante que la manera en que el tirano espacial lo asesinó a él, el príncipe de los saiyanes.

«Como sabes, mi padre fue rey de Vegetasei. Mi madre, en cambio, era una poderosa guerrera que él eligió como su concubina. Físicamente, él y yo éramos muy parecidos, aunque diferíamos bastante en otros aspectos. ¡Ese bastardo no tuvo reparo en entregarme a Freezer, a pesar de saber que mi vida correría serio peligro! Todos sus consejeros se lo advirtieron, pero él dijo que no le importaba lo que me pudiera pasar. Tal vez no estuvo tan equivocado, ahora que lo pienso, seguramente este maldito planeta me ha convertido en un estúpido sentimental, lo prueba el hecho de estar hablando tanto contigo» –empezó él.

Ella lo miró, dolida por sus últimas palabras, y lo increpó:

«¡Vegeta, por qué me dices esto! Quieres lastimarme, ¿no? ¿O acaso los hombres de tu planeta no hablaban con sus mujeres?» –inquirió la muchacha.

«Claro que hablaban, pero no de cosas tan íntimas, generalmente. Mi padre, por ejemplo, siempre se estaba jactando delante de quien quisiera escucharlo, inclusive yo, que él jamás le había dedicado a mi madre, ni a ninguna otra mujer (de las cuales tenía docenas, créeme), más tiempo del que era necesario para disfrutarla, porque para eso era para lo que servían las mujeres. Si me viera aquí contigo, me diría que soy un estúpido, que ya no hay razón para estar contigo conversando, después de haberte hecho el amor, aunque él para nombrar lo que pasó utilizaría palabras más gruesas»

«Oh, qué horror! ¡Debes haber sufrido mucho!» –lo compadeció Bulma.

«Bah, no, eso era normal en mi mundo» –repuso él mientras se encogía de hombros.

Ella calló por un momento, en realidad no era de eso de lo que quería hablar, pero decidió tomar el atajo que él, sin saberlo, le estaba ofreciendo– «Y tu madre, cuéntame de ella»

Vegeta se quedó callado por un momento, recordando, realmente había cosas bastante difíciles de expresar y de todas maneras no lo entendería. Entonces volvió a experimentar esa sensación de soledad tan angustiosa ¡nadie podría entenderlo, ni siquiera su familia! Tampoco Kakarotto, a pesar de ser de su misma raza, ni aunque estuviera vivo, porque él, Vegeta, era el último saiyan verdadero que quedaba en el universo.

«Realmente no hay mucho que decir» –le contestó él, bastante reticente– «ella murió en un lejano planeta cuando yo era pequeño. Sin embargo, me enseñó mucho en lo referente a combates, era una guerrera de clase alta, como sabes. Junto a ella fui a mi primera misión.

Bulma, entonces pensó que ésa era su oportunidad, así que se animó a preguntarle tímidamente. «¿Cuándo fue la primera vez que mataste? Puedes no contestarme, si lo deseas, o si te ofendo»

Él le contestó, molesto: «Haces preguntas muy tontas y además eres indiscreta. Bien, para que me dejes en paz te contestaré: fue esa vez la primera»

Ella comenzó a retorcerse las manos, esto iba a ser mucho más difícil de lo que hubiera imaginado, casi se arrepentía de haber iniciado esa conversación tan sin sentido, pero había ciertas cosas acerca de él que la inquietaban sobremanera y que hasta la atemorizaban.

«Vegeta… perdona… yo… es sólo que, no sé, no puedo olvidar ciertas cosas, siempre me asustó el instinto asesino de ustedes los saiyanes… querías destruir nuestro planeta, matarnos a todos… en Namek vi los cadáveres de los ancianos y niños de la aldea que destruiste… no lo entiendo…»

Él la interrumpió, furioso: «¡Qué tontería! ¡No puedo creer que me eches en cara estas cosas! A ver, dime, ¿cuando te acostaste conmigo no sabías esto? ¿O es que yo era un sustituto de Yamcha? Tal vez se trataba de eso, tú debes ser una de esas mujeres que no pueden vivir sin hombres y yo era el que estaba más cerca, ¿no? Pues déjame decirte, entonces, que me divertí mucho contigo, tú también eras la que estaba más a mano, aparte del hecho que siempre me buscaste, aún cuando todavía estabas al lado de ese payaso, no creas que no me di cuenta, no soy tonto»

«¡Cómo te atreves a decirme que no puedo estar sin un hombre! Si pudiera te rompería la cara por eso» –contestó ella temblando de impotencia, a lo que él contestó con una carcajada: «Ah, pero no puedes y lo sabes, así que me tendrás que soportar. No soy yo, después de todo, el que arruinó la noche con preguntas tontas. ¿Qué seguirá después, debo irme, como la otra vez? Te informo que no lo haré, éste es mi hogar ahora, creo que me lo gané. Además, si me fuera ya irías a buscarme, porque no puedes estar sin mí» «Muy bien, tú no te irás, quédate, pero yo me voy a otra habitación. ¡Hasta mañana! ¡Ojalá que te mueras pronto, maldito saiyan!» –terminó mientras se iba a dormir a otro lado.

Vegeta se quedó solo en la cama, maldiciendo a Bulma y a todas las mujeres del universo, luego se dispuso a dormir… pero no pudo. Efectivamente, cuando cerraba los ojos, recordaba la conversación que había tenido con ella y se preguntaba por qué ella haría esas estúpidas preguntas.

«Esto es absurdo, definitivamente. ¿Qué importancia puede tener lo que yo hice o dejé de hacer hace tantos años? Mi madre… ese día… el primer enemigo que maté…»

Era un día hermoso en Vegetasei, el sol brillaba con fuerza y reverberaba en las armaduras del pequeño Vegeta y de su madre, pero ellos no parecían notarlo, ya que toda su atención estaba en el bautismo de fuego del joven príncipe, su primera batalla.

«Madre, no te desilusionaré hoy, verás como soy digno de ser un príncipe, no dejaré enemigo con vida» –decía el niño.

Ella apartó los cabellos de su rostro, en un gesto que le era característico, y le contestó mientras acariciaba sus mejillas: «Estoy segura de que te comportarás como quien eres, el hijo de nuestro rey y mío. Además has entrenado muy duro, hoy espero ver los frutos, pero quiero recordarte que no es lo mismo un entrenamiento que matar enemigos reales. No me gustaría que te comportaras como un débil en ese momento, nos deshonrarías a tu padre y a mí. Antes de tener un hijo débil y sentimental, preferiría tener uno muerto, recuérdalo»

El príncipe entonces miró a su madre con cierto temor mezclado de admiración ¡ella era tan fuerte, tan decidida! Una verdadera guerrera de clase alta, como decían por allí, por algo el rey la había elegido para que le diera un hijo. Por otra parte, era la única persona que le había dado algo de afecto. Vegeta se prometió a sí mismo morir antes de desilusionarla.

Cuando llegaron al planeta que iban a conquistar, bajaron de sus respectivas naves y el pequeño volvió a ver a su madre, quien le dijo: «Recuerda, debemos eliminar a toda la población del planeta para poder venderlo, confío en que será muy rápido, aquí no hay guerreros poderosos. Según tengo entendido, son todos una basura. Es como terminar con una plaga»

Entonces ambos comenzaron a destruir ciudades y a los habitantes de ese lugar, que eran físicamente muy similares a los saiyanes, sólo que mucho más débiles, en cierta forma parecidos a los humanos, aunque ellos, en ese momento, no sabían que esa raza existiera. Los nativos intentaron defenderse con todos su recursos militares, pero fueron vencidos inmediatamente y aniquilados sin piedad. Ya no quedaban casi personas con vida ni ciudades en pie, cuando la madre de Vegeta decidió separarse de su hijo para terminar la tarea de exterminio más rápidamente y así poder acudir a la fiesta que se le ofrecería esa noche al joven príncipe en el palacio real, muy orgullosa por el comportamiento de su vástago en batalla, el cual había superado todas sus expectativas.

El scouter de Vegeta marcó, en un lugar lleno de escombros, una débil presencia, lo que lo decidió a investigar. Se acercó, curioso, más que precavido, y con una mano removió los escombros con facilidad y pudo observar a una niña pequeña que, ignorante de la verdadera situación, lo tomó de la mano y trató de meterlo con ella en el improvisado escondrijo, al tiempo que decía: «Ven, escóndete rápido, podrían verte. Aparecieron unos monstruos que destruyeron todo y te matarían si te encontraran. No creo que vengan por aquí, sabes, ya estuvieron y mataron a mi familia y a toda la gente que yo conocía. Ahora estoy sola, igual que tú ¡Quédate conmigo!»

Él se asombró muchísimo de las palabras de la chiquilla, y no supo qué responder, limitándose a mirarla con la boca abierta. Era la niña más bonita que pudiera imaginarse, al menos eso pensó y comenzó a lamentar íntimamente tener que matarla… porque ella tendría que morir, como los demás. Un guerrero no debía conocer la piedad.

«Oye, déjame, yo no necesito esconderme, soy muy fuerte» –balbuceó él sintiéndose cada vez más incómodo. «Sí, ya me di cuenta, vi como moviste esas piedras. Por favor, protégeme de esos demonios» –suplicó mientras lo abrazaba– «Espera, tú no eres uno de los nuestros, ¡tienes una cola! Entonces… ¡eres uno de los alienígenas!» –gritó aterrorizada mientras retrocedía con los ojos clavados en él.

«Es verdad, y tengo que matarte ahora» –dijo él, bastante inseguro. Pero ella se arrodilló y le suplicó que no lo hiciera, que era muy pequeña y no representaba una amenaza para nadie y que recordara que había tratado de protegerlo cuando no sabía la verdad. Vegeta sintió que no podría hacerlo, que hubiera sido demasiado cruel e innecesario y sin contestar le dio la espalda, dispuesto a marcharse. Entonces su scouter registró la presencia de su madre, quien en un instante estuvo a su lado y le dijo: «Vaya, creo que ya está, ya terminé con mi parte de este planeta, espero que tú también con la tuya, así podremos ir a casa a festejar tu gran actuación. Un momento ¿y esa cucaracha que veo allí? ¿Cómo puede ser que siga con vida? Vamos, encárgate de ella ya mismo o lo haré yo»

La niña temblaba convulsivamente y no apartaba los ojos de los del príncipe, con la evidente esperanza de que él le perdonara la vida. Pero no tuvo opción, la mirada de su madre era clara: nada de debilidades indignas de un guerrero… Entonces, Vegeta cerró los ojos para no seguir viéndola, cargó energía en su mano y mientras pensaba «será rápido, no sentirá nada», la arrojó contra ella, la cual, en efecto, murió inmediatamente.

«Bien, muy bien, te felicito, así se hace. ¿Sabes? Por un momento pensé que no lo harías, pero veo que eres realmente fuerte, estoy orgullosa de ti. Recuerda, hijo, siempre, lo que te voy a decir: El débil es siempre una presa del fuerte, así es como es y como será siempre, y tú puedes elegir entre ser la víctima o el victimario»

Esa noche, en la fiesta, todos reían y se divertían, salvo el príncipe, quien no podía olvidar esos ojos…»

Vegeta pensó entonces: «Está claro, elegí ser el victimario, eso era lo que se esperaba de mí. Ella debería entenderme, los débiles no sobrevivían en Vegetasei, y yo, después de eso, juré ser él más fuerte. Pero todavía recuerdo esos ojos, acusadores, fijos en los míos, para siempre…»

«Sin duda era un niño en ese tiempo, después hice cosas mucho peores y no me importaron nada. Una vez escuché en uno de esos programas de sicología que le gusta ver a Bulma, que la crueldad es una forma de dejar de sentir el dolor, algo así como un anestésico. Es probable que así sea, porque cuando hacía todas esas cosas, después de ese día memorable, no sentía nada de nada. Ni la desaparición de mi planeta fue lo suficientemente importante. Especialmente después de la muerte de mi madre, que fue lo último que me desesperó. Luego, sólo matar y matar. Vivía para eso. Lo que ahora me pregunto es si podría volver a hacer ese tipo de vida. Supongo que no. Creo que, a pesar de mis esfuerzos, cada día me parezco más a Kakarotto. Aunque él no hubiera tratado a su esposa como yo traté hoy a Bulma. Realmente quisiera que esto no hubiera sucedido. Pero tampoco podría hablarle de esto a ella ni a ninguna otra persona en el mundo, nadie lo entendería, es parte de la carga de ser el último de mi raza»

Vegeta salió al pasillo, dispuesto a ubicar a Bulma para reconciliarse con ella. A causa de las numerosas habitaciones de la casa, pensó que le sería muy difícil encontrarla rápidamente, pero sollozos ahogados denunciaron su presencia. El saiyan entró a la habitación y sin decir una palabra abrazó a la joven, la cual lloraba ininterrumpidamente.

«Vegeta… abrázame… te necesito… tal vez tengas razón, soy muy indiscreta… y, sí, tienes razón, te busqué… es verdad… porque creo que te amé desde la primera vez que te vi… ¡Qué opinión tendrías de mí!» –dijo entre hipidos, mientras se cubría la cara con las manos, avergonzada.

«Shhhhhhhhh, no digas nada, ya no llores, eso no tiene importancia. Tengo la mejor opinión de ti, la mejor… Siempre estaré contigo y con el chico… dime: ¿qué sería de mí sin ustedes?… pero no llores más» –dijo él mientras la estrechaba en sus brazos.

Ella, entonces, se refugió en él al tiempo que le decía: «Perdóname, nunca debí preguntar, lo tengo bien merecido»

«No digas eso, ¡yo te hiero y la que se disculpa eres tú! Es absurdo, pero déjame decirte que te ataqué porque… porque… no podía hablarte de esas cosas, son demasiado duras para ti» –le contestó en voz baja al tiempo que añadía: «Pero si insistes, para que veas que te tengo confianza, intentaré contártelo, aun arriesgándome a que no quieras saber nada más de mí»

Bulma lo miró a los ojos en la semipenumbra de la habitación y le dijo: «Eso no sucederá, no importa lo que me digas, siempre estaré a tu lado, hasta que tú quieras»

Y él empezó a hablar, a descargar el peso de su alma, por primera vez en su vida. Al principio ella escuchó serenamente su relato, pero a medida que avanzaba, su rostro, sereno al principio, adquirió una expresión de angustia y espanto. El guerrero lo notó, sin embargo, decidió no detenerse y siguió… siguió. Y le habló de muchas cosas, de su familia, de su reino, perdido para siempre, de su vida, de sus víctimas, de todo lo que él mismo, inmerso en esa vorágine de muerte y destrucción, no sabía que le había afectado. Así estuvo hablando durante varias horas, valientemente, con absoluta sinceridad, sin golpes bajos, sin guardarse nada y sin falsos arrepentimientos… sólo la verdad… casi sin más interrupción que los estremecimientos de su compañera ante ciertas confesiones. Cuando al fin calló, Vegeta espió disimuladamente los ojos de Bulma a la luz del nuevo día, con el propósito intentar leer en ellos cuál sería el futuro de su relación. Angustiado, sintió más que pensó que no soportaría estar solo nuevamente, que la decisión que ella tomaría lo afectaría profundamente. Su mujer, su hijo… no, no era posible que los perdiera. Si así fuese, volvería a su vida anterior… un muerto que camina y que asesina seres vivientes… porque su verdadera vida había comenzado con ella. Pero la muchacha no lo rechazó con violencia, como él temía, sino todo lo contrario, lloró y lloró con abundantes lágrimas, las que él no podía derramar y que hubieran lavado sus culpas… tal vez.

«¡Oh, Vegeta! ¿Cómo pudiste pensar que te rechazaría por lo que me contaste? Tu pasado no me importa, sólo sé quién eres ahora, mi compañero, el padre de mi hijo y un valiente guerrero que ayudó a salvar este planeta, para mí eres un héroe… y te amo… de verdad… ahora más que antes, porque me abriste tu alma». En ese momento él la miró, conmovido, y le preguntó: «¿Es verdad lo que dices, de veras no te importa? Sé que represento todo lo que tú y tus amigos han combatido siempre, por eso… no entiendo. Sin embargo, no esperes que me ponga a llorar por eso. Soy un guerrero»

«Lo sé, Vegeta, lo sé. Empezaremos de nuevo, ahora te necesitamos más que nunca, tú puedes defendernos de enemigos futuros. ¿Sabes qué es lo que me consuela? Mira por la ventana, hoy es un nuevo día, ya salió el sol». Y lo besó en la boca.