Two X-mas Tales

por Nyaar

1.- A CHRISTMAS GIFT

24 de Diciembre.

Era noche cerrada, oscura. La luna brillaba en su plenitud, vaciando el cielo de estrellas con su luz. Esa luz que se colaba por la ventana, pensó Son Gohan, debía ser parecida a la luz de los ángeles.

Hacía ya varias noches que se iba a su cuarto pronto y apagaba la luz, sentándose en su cama junto a la ventana. Miraba a la luna cambiar de fase, proyectar su luz desde diferentes ángulos. Era algo que comenzó a hacer bastante tiempo atrás, en la isla donde le dejó Piccolo para entrenar.

Gohan suspiró. Ángeles. ¿Sería su padre uno de ellos? Seguramente sí. Ahora que, Gokuh con alitas emplumadas y un sayón ancho y blanco… Sonrió al imaginarse la escena y agitó levemente la cabeza. No, él nunca se vestiría así. Además, estaba seguro de que seguiría entrenando incluso en el Otro Mundo, y por eso mismo no se habría dejado vestir así.

Él echaba de menos a su padre, pero como bien sabía, era su madre quien más le extrañaba. Era cierto que pasaba mucho tiempo entrenando y que tendría que haberla hecho más caso, pero aún así, Chichi le quería como era y extrañaba sus risas y sus infinitos «Chichi, ¡tengo hambre!»

Cambió su postura y apoyó la cabeza en el quicio de la ventana. Eso no ocurriría si él no se hubiera comportado de esa manera. Si hubiera acabado con Cell cuando le derrotó la primera vez, su padre no tendría que haber muerto por salvarlos. Por mucho que le hubiera dicho que no le importaba estar muerto, que se estaba muy bien allí, no podía creer que realmente estuviera mejor en el Otro Mundo que con su familia en Chikyuu. Ni siquiera sabía que iba a tener otro hijo.

Un hermanito… no estará mal, pensó el muchacho. La casa estaba muy vacía con sólo ellos dos, y otro niño en casa llenaría algo ese hueco, aunque nunca totalmente.

Escuchó desde abajo a su madre llamarle para que la ayudara con el árbol de Navidad, que aún no estaba terminado. Presto, Gohan bajó las escaleras de su cuarto y se encontró con toda la mesa llena de suculenta comida esperando a los comensales

«Creo que has preparado mucha comida, mamá» Comentó acercándose al lugar donde Chichi luchaba contra las ramas más altas del abeto para colocar las bolas de brillantes colores

«Sí, creo que todavía no me he acostumbrado a cocinar para nosotros dos…» La mujer esbozó una triste sonrisa colocando una bola roja con franjas azules en la rama más sobresaliente del árbol, sobre todas las demás. Era la más grande, la más bella, su rojo relucía apagando los colores azules, verdes y naranjas del resto de los adornos.

Bajo el árbol, había varios paquetes envueltos en papeles de colores. Cada uno de ellos tenía una etiqueta colgando con el nombre al que iba dirigido. Había uno envuelto en cuadros verdes y rojos que llamó la atención del muchacho. Mientras su madre colocaba las bandas de espumillón, Gohan se agachó para descubrir que el paquete estaba destinado a su padre en un principio, pero que había al lado otra etiqueta con su nombre.

Chichi se dio cuenta de que Gohan estaba observando algo con mucho interés e intuyó de que se trataba «Verás hijo, en realidad el regalo era para tu padre, pero ahora será para ti. Claro que, tendrás que crecer todavía un poco para poder usarlo…»

El chico levantó sus ojos y miró a su madre, viendo que sonreía «Anda, pon esta estrella en lo alto del árbol y vamos a comer»

Tras la cena, ambos se acercaron al árbol de nuevo. Era la hora de abrir los regalos. Chichi abrazó fuertemente a su hijo cuando abrió su regalo y encontró un precioso vestido y una pañoleta a juego junto con unos patuquitos azules. Son Gohan no pudo sino sonreír cuando abrió sus paquetes y encontró varios libros, cuadernos, bolígrafos y algún que otro comic escondido entre las hojas de una carpeta nueva. Por fin llegó el turno de abrir el paquete de cuadros verdes y rojos. Gohan tenía gran curiosidad por lo que habría dentro, así que rompió el papel en varios trozos y cogió en sus manos un kimono azul y unas muñequeras rojas

«Lo hice pensando en que cambiara de traje de una vez por todas, pero ya ves, ahora será para ti, aunque todavía te queda un poco grande– la mujer buscó entre la tela buscando algo que echaba a faltar. Al no encontrarlo tampoco, rebuscó entre los papeles que había roto el chico, pero ni aún así lo halló– Vaya, no sé dónde he echado el cinturón del kimono… Bueno, no te preocupes, ya te haré otro…»

Gohan sonrió y abrazó a su madre, dándole las gracias por los regalos tan estupendos que le había hecho. Los cogió todos en sus brazos y subió a su habitación cuando el reloj daba las doce de la noche.

De nuevo, se sentó en la cama a contemplar la luz de la luna, que se proyectaba en la pared del cuarto, donde bailaban las sombras de los árboles del exterior.

De pronto, las sombras en el muro empezaron a agitarse violentamente y acabaron por cubrir totalmente la luz. Justamente después la habitación se vio alumbrada con otro destello, más potente. El chico se sorprendió por el extraño hecho y se giró hacia la ventana para ver qué es lo que estaba pasando. Sus cejas se enarcaron, sus ojos se abrieron completamente.

Sentado en el alfeizar de su ventana, entre un brillo blanquecino, se encontraba Gokuh.

Gohan agitó su cabeza con fuerza. Estaba viendo visiones. ¡Pero hasta podía sentir su aura! No podía ser verdad. Incluso cerró los ojos, mas al abrirlos, Gokuh seguía allí, brillando y sin moverse

La mano del muchacho se estiró lentamente hacia la ventana. Sin quitar los ojos de la aparición, tanteó con sus dedos el frío cristal hasta tocar el abridor, que accionó con suavidad. Tenía miedo de que si hacía ruido, su padre desapareciese.

En el momento en el que Gohan corrió el cristal, Gokuh se giró hacia él y el destello se atenuó bastante, dejando solamente un halo blanco a su alrededor. Su cara estaba seria, su pelo se movía con el aire helado. Sus ojos negros fijos en la pared frente a él.

El muchacho sintió un escalofrío cuando el viento se coló entre sus ropas «¿Papá…?» Le llamó, su voz temblando por el frío y la emoción

El Saiya bajó los ojos hasta encontrarse con los de su hijo. Entonces sus rasgos se suavizaron y una sonrisa tocó sus labios «Hola, Gohan» Dijo suavemente

Alargó su mano para tocarle, deseando saber si realmente no era su imaginación la que le estaba jugando una mala pasada. Son Gohan sintió sus ojos humedecerse cuando sus dedos rozaron el brazo caliente de Gokuh. ¡Su padre estaba allí, con él!

Gokuh dio un salto hasta el medio de la habitación, colocándose frente a la ventana y frente a su hijo quien rápidamente se bajó de la cama para abrazarle. El hombre sonrió, agitando el pelo oscuro de su hijo con una mano.

Cuando unos minutos después, el muchacho se separó de él, Gokuh buscó algo que había guardado en su bolsillo.

«Feliz Navidad, hijo» Dijo tendiéndole un cinturón de color rojo. El muchacho abrió la boca al ver que era justamente lo que le faltaba al kimono azul de su madre. Gohan lo recogió con manos temblorosas sin dejar de mirar a su padre, quien ahora resplandecía con más fuerza. El resplandor se intensificó aún más, y el chico sintió el aura de Gokuh alejarse cada vez más de allí.

Son Gohan cerró la ventana de su cuarto y se sentó en la cama, aún con el cinturón rojo entre sus manos, mirando la pálida luz de la luna colarse entre las hojas de los árboles y hacer sombras de hojas en la pared de su cuarto. La luz de la luna, pensó Gohan, se parecía a la luz que emitían los ángeles, aunque no era tan brillante.

«Feliz Navidad, papá» Susurró mirando al cielo por la ventana.

2.- CHRISTMAS TALE

«¡Ni hablar! Sabes de sobra que yo no creo en esas tonterías, así que no hay ninguna razón por la que tenga que aguantarles a todos y encima celebrar una fiesta. Ni en broma»

«¡Oh, vamos Vegeta, por favor! ¿Qué te cuesta? Si además, ellos también son tus amigos…»

«¿Mis amigos? Buen chiste, mujer ¿desde cuándo yo tengo amigos? He dicho que no tengo nada que celebrar y se acabó. No pienso estar aquí esta noche»

«Hazlo por Trunks entonces. Al chico le haría mucha ilusión que estuvieras en casa hoy que vienen Goten y compañía»

«Por eso mismo no voy a estar, para que se dé cuenta de que no tiene ningún sentido el celebrar esas tonterías»

«¿Es que no piensas pasar ninguna Navidad con nosotros? Llevas tiempo aquí más que de sobra para saber que en Chikyuu, las Navidades se pasan en familia. Y aunque no creas, o te parezcan una tontería, deberías quedarte en casa esta noche e intentar divertirte como todo el mundo. Ya está bien de ser un asocial, Vegeta, ¡cambia! Además, ¡no es tanto! Sólo te estoy pidiendo que pases la Nochebuena con tu familia y con los Son. No creo que eso sea un gran sacrificio»

«Di lo que quieras, mujer, me resbala todo el sermón que me acabas de soltar. Me marcho»

Ya era noche cerrada cuando me detuve. Acababa de llegar a mi destino, mi hogar fuera de la Capsule Corp. Mi montaña. Lejos de todo y de todos, podría estar tranquilo. ¿Qué tontería era esa de tener que estar todos juntos esta noche? Es igual que las demás, no tiene nada de especial. ¿Qué es lo que se supone que celebran? ¿Y no lo pueden hacer de otra forma? Y sin los Son, si puede ser.

Me adentré en la cueva y encendí dos antorchas. Más o menos estaba todo como lo había dejado. Y es que hacía bastante tiempo que no paraba por allí. No sé, ya no me iba tanto de casa como podía hacerlo antes…

Bueno, ¿Y eso qué importa? La verdad es que no tengo ganas de pensar, sólo de dormir. De repente me encuentro así como cansado… Habrá sido culpa de Bulma y su sermón. Desde luego, cuando empieza, no hay quien la calle.

Así pues, encendí una pequeña fogata, apagué las antorchas y me acosté en aquel futón que me hice con ramas secas, hojas y plumas. En nada de tiempo me había dormido.

Cinco minutos más tarde, algo me despertó. Ah, sólo es Nappa, que vuelve de algún sitio… ¿Nappa?

Me levanto bruscamente y me encaro con mi antiguo compañero, totalmente sorprendido

«Te maté hace muchos años, ¿qué haces aquí?»

«Soy el fantasma de las Navidades Pasadas y vengo a llevarte conmigo»

«¿Cómo dices? ¿Que eres qué? ¿Qué demonios estoy soñando?»

«Vengo a llevarte conmigo»

Sin previo aviso, desaparecemos de mi preciosa cueva y viajamos por una especie de canal con miles de colores a los lados. Cuando el canal acaba, aparecemos en otro lleno de relojes a los lados. Relojes que giran al revés.

Por fin, dejamos de viajar y acabamos en un planeta desconocido. Un momento, ¿desconocido? Yo juraría que he estado aquí antes…

Uno de los habitantes del planeta pasa por delante de nosotros sin inmutarse. Estoy totalmente seguro de que no puede vernos. Le sigo con la mirada, ya que no soy capaz de mover otra cosa que mi cabeza y por fin logro identificar el lugar

«Esto es Jiljksei, ¿verdad Nappa? ¿Se puede saber qué estamos haciendo aquí? ¿Se puede saber por qué demonios apareces en mi sueño en me llevas a un estúpido planeta que borramos del mapa hace al menos 50 años? ¿Qué tontería es ésta?»

Por más que pregunto, el burricalvo de mi ex-compañero no me contesta nada en absoluto, pero señala a una extraña construcción en la que entramos tan mágicamente como salimos de mi cueva.

Miro a lo que me señala el mastodonte éste. Los marcianitos azules están devorando algo con mucha ansia y parecen muy contentos, como si celebraran algo. De repente, oigo un zumbido y hay una tremenda explosión. Cuando se va el humo, la casa está hecha cenizas.

Otra vez me señala algo, esta vez me hace mirar al cielo. Arqueo las cejas al verme a mí mismo con 50 años menos carcajeándome de la suerte de los marcianitos azules. Nappa a mi lado hace lo propio. Me oigo decir «Hey, Nappa, no estaban hoy celebrando algo esos marcianitos azules?»

«Sí, Radditsu me dijo que celebraban que su dios les había dejado estar a todos juntos, o algo así»

«Pues que sigan celebrándolo todos juntos en el Infierno» Dice mi muy joven yo riéndose de nuevo. La verdad es que recuerdo bien eso, y no sé pero, a pesar de todo el tiempo que ha pasado me sigue haciendo gracia el chiste, así que sonrío divertido.

Por la forma en que me mira parece que a Nappa no le hace mucha gracia…

«Bueno, y apareces en mi sueño sólo para que me ría de un chiste antiguo?

«Estoy aquí para enseñarte qué es lo que has hecho en las Navidades pasadas»

«Muchas cosas…»

«Y todas malas»

Volvemos a Chikyuu, más exactamente a mi casa. Hum, eso debe haber sido hace 10 años…

«Tus primeras navidades en Chikyuu. No quisiste celebrarlas y te marchaste a otra parte»

Bueno, solo fallé por dos años…

«¿Y qué?» Pregunto mientras me veo discutir con Bulma –como no– por lo de las navidades

«Llevas 12 años aquí y todavía no las has celebrado»

«¿Y qué?» Repito la pregunta con la ilusión de que me la conteste

«Llevas 12 años perdidos. Muy mal…»

Odio que me reprochen las cosas, pero que me las reproche una montaña bigotuda me repatea más que nada. Voy presto a decirle cuatro cosas bien dichas cuando de pronto estoy otra vez en mi cueva. Demonios, ¡Nappa se ha ido antes de que le pueda decir nada! Si será…

De repente, otro alguien aparece a mi lado. Cuando le miro, me sorprendo casi más que cuando vi a Nappa

«Kakarot, ¿qué haces tú aquí?»

«Soy el fantasma de las Navidades Presentes. Estoy aquí para enseñarte lo que está ocurriendo»

¿Pero qué paranoia de sueño es éste? Primero Nappa me da la brasa, y ahora Kakarot dice que me quiere enseñar lo que está ocurriendo. Pues se lo voy a decir. Me están fastidiando el sueño, eso es lo que está ocurriendo.

De nuevo, la cueva desaparece y entramos en el túnel de los colorcitos. Y después en el de los relojes, sólo que ahora las agujas no se mueven.

Estamos en mi casa otra vez. Veo a Goten y a Gohan jugar con Trunks, mientras que Bulma y Chichi hablan con todos los amigos de Kakarot que ha invitado. Fíjate, qué lástima, me lo estoy perdiendo…

«¿Y qué me quieres enseñar? ¿Lo bien que se lo pasan? Pues muy bien por ellos. Hala, ya lo he visto. ¿Te importaría desaparecer de mi sueño?»

«Escucha» Es todo lo que contesta a mis preguntas. ¿Qué ocurre aquí? ¿Por qué no me quieren contestar decentemente? De todas formas hago lo que me dice y escucho a Chichi hablar con mi mujer

«¿Dónde está Vegeta, Bulma? No me digas que tampoco lo has conseguido este año…»

«No, no lo conseguí. Ese hombre… ¿por qué tiene que marcharse todas las Nochebuenas? No sabes cómo me gustaría darle un guantazo cada vez que me dice Yo no celebro esas tonterías. ¡Idiota! Eso es lo que es. Un verdadero idiota. Va a llegar un día en el que me canse de sus tonterías, y cuando me diga que se marcha, le diré que no vuelva más»

«Ojalá Gokuh estuviera con nosotros… Con lo que le gustaban a él estas fiestas… recuerdo cómo poníamos juntos el árbol de Navidad… ¡Y qué bien se lo pasaba Son Gohan!»

«Sí, yo también lo recuerdo. Ojalá Vegeta tuviera una décima parte del espíritu navideño de Gokuh…»

¡¡Ah!! ¿Pero cómo se atreven a decirme eso? ¿Que me va a echar de casa? ¡Venga ya! No se lo cree ni loca. Perro ladrador… Pero espera, que ahora va a decir algo mi hijo.

«Jo, Goten, mi padre tampoco estará este año»

«¿Por qué nunca quiere estar en Navidad con nosotros, Trunks? No lo entiendo, si nos lo pasamos muy bien, verdad Gohan?»

«Sí Goten, pero ya conoces al tío… Él jamás estaría en una fiesta. Piensa que todo esto es una tontería y por eso siempre se va. Más tonto es él por no quedarse. De todas formas, no te enfades, Trunks, pero pienso que estamos mejor sin él. Así no podrá aguarnos la fiesta. En cambio, si estuviera aquí mi padre…»

¡¡¡Ahhh!!! ¡Miserable mocoso! ¿Cómo se atreve? ¡Vamos Trunks, defiende a tu padre!

«Tienes razón Son Gohan, mi padre es tonto… Yo… ¡¡no quiero un padre al que no le guste la Navidad!!»

Me acabo de quedar helado. ¡No me lo puedo creer! ¡Mi propio hijo me ha vendido! ¡Se ha pasado con el enemigo!

«¡Kakarot! ¡¿Qué les has hecho para que se pongan todos en contra mía?!» Quiero moverme y estrangularle hasta que responda el por qué de ese complot, pero no puedo mover más que la cabeza. ¡No es justo!

«Lo has hecho todo tú solo. Llevas 12 años haciéndolo»

«¿Cómo? ¿Qué quieres decir?» De nuevo, la imagen cambia y estoy en la cueva

¡¡¡Malditoseamilveces!!! ¡Se ha marchado igual que Nappa sin contestarme! ¿Cómo se atreven? ¿Cómo se atreven todos a tratarme de esa forma? Primero Nappa, luego Kakarot, ¿y ahora quién más? ¡¡Hasta mi mujer y mi hijo están en mi contra!! De nuevo, siento una presencia. A mi derecha, una figura encapuchada anda hacia mí. ¡Un momento! No anda hacia mí porque no tiene pies. Y ahora que me fijo, ¡no hay nada bajo la capucha! ¿Qué clase de broma es ésta?

¡Oh, no me digas que me va a llevar a alguna parte esta túnica flotante! A ver, si Nappa era el de las Navidades Pasadas, Kakarot el de las Navidades Presentes, ¡¡esta capa vacía será la de las Navidades Futuras!!

En un momento hemos pasado el lugar de los colores y estamos en el túnel de los relojes. ¡Pero espera! ¡¡Esta vez las manijas giran hacia delante!!

¿Dónde estamos ahora? ¿En mi casa? Sí, reconozco ese ángulo torcido del techo del corredor… ¿Y quienes son todos esos? No los conozco… ¡espera! El caso es que me son familiares… ¡¡¡Ah!!! Ese de ahí es… ¡Trunks! Qué mayor se ha hecho… ¿cuánto tiempo habrá pasado? La verdad es que me gustaría preguntarlo, pero dudo que esa túnica flotante me conteste… ¡Y ahí está Kakarot, hablando con él! ¿Cómo habrá resucitado? A ver qué dicen…

«¿Dónde está tu padre, Trunks?»

«Yo no tengo padre. Hace mucho tiempo que dejé de tenerlo…»

«¿Por qué dices eso?»

«Ah, claro, tú no sabes nada, como acabas de resucitar… Hace muchos años que mi madre le echó de casa… estaba harta de su carácter, y yo también. Fue un gran acierto, estamos mucho mejor sin él»

«¿Y dónde está?»

«No lo sé, ni me importa. Aunque supongo que estará en un desierto sin nada y sin nadie. Por cierto Gokuh, me alegro mucho que estés entre nosotros esta noche. Desde siempre Gohan nos ha contado a Goten y a mí de tu gran espíritu navideño…»

No escucho más. Me niego. Esto es el colmo. Ya basta de toda esta tontería. Ya he tenido suficiente por este sueño. Estoy seguro de que todo eso es mentira, de que yo estoy en mi cueva, al lado de una hoguera, con las plantitas y los animalitos esperando a que yo salga. Y no puedo creerme que Bulma me echara de casa y que a Trunks no le importara lo más mínimo. Es algo IM-PO-SI-BLE

De repente todo cambia y estamos la capa y yo en otro planeta, totalmente desierto. No hay árboles, ni plantas, ni gente, ni nada. Espera, sí que hay algo a lo lejos. Es… ¡Yo! Estoy sentado en medio de la nada, ¡más solo que la una! ¡No hay nadie conmigo! ¡Ni siquiera hay plantitas, ni animalitos! No me lo puedo creer. Así que todo era cierto… me han… abandonado. Todos. Y sólo por no querer estar en las cenas de Nochebuena.

«No lo permitiré, ¡¿me oyes, capucha estúpida?! ¡¡Si creen que pueden abandonarme así como así, están muy equivocados!! ¡¡¡Vamos, trozo de tela flotante, llévame de vuelta a mi cueva inmediatamente!!!»

Como una exhalación me levanto del futón. Con lo lentos que son los humanos, estoy seguro de que aún llego para terminar de cenar. Maldita sea, incluso mi mujer y mi hijo… ¡No lo consentiré! Salgo fuera y me transformo en SSJ para llegar aún más deprisa a mi casa.

Una vez allí, casi, casi eché la puerta abajo para entrar dentro y, cuando me presenté en medio de mi salón, todo el mundo se me quedó mirando con cara de entre asombro y susto. Humanos…

«Bueno, ¿qué pasa, es que no voy a poder celebrar la… –cómo era? Ah, ya sé– Nochebuena en mi propia casa?»

¡Pero bueno! ¡Si todos han dejado caer los cubiertos sobre los platos! ¿Tanto les ha impresionado? Humanos… Cojo la única silla vacía que queda en la mesa, o sea mi silla, y me siento a terminar de cenar con el resto de los invitados. Pero… ¿por qué todo el mundo me está mirando? ¿es que tengo monos en la cara?

«¿Queréis continuar con lo que estabais haciendo de una maldita vez?» Casi les grito mientras devoro una pechuga de pollo. Alguien empieza a cuchichear algo, y al momento el resto le sigue cada vez más alto. ¡Vaya! ¡Si incluso han vuelto a recoger sus cubiertos! Bueno, por fin parece que van a seguir a su tema, así que yo podré comer tranquilamente.

¡Ah! ¿Qué hace la capucha ésta otra vez aquí? Mira, si nadie más la ve… ¿Qué querrá ahora? ¡Ah! ¡Si ahora hay alguien debajo de la capa! ¡Y está escribiéndome algo en la sopa de letras que tengo en el plato! A ver, dice… «Se te olvida algo»

¿Que se me olvida algo? ¿El qué? ¡Ah! No será que… oh, bueno, en fin… todo sea por el futuro…

«Feliz Navidad» Digo casi en voz baja. Al momento todo el mundo se calla, se les caen los cubiertos de nuevo y se giran a mirarme. Humanos…