Una historia de amor

por Raquel Vásquez y SUSY


Sólo había pasado una semana desde que Goku había muerto en un intento desesperado por salvar a su hijo y a toda la Tierra de Raditz, pero la verdad que ese día fue revelada había sido muy difícil de enfrentar y asumir por todos: Goku en realidad era Kakarotto, un saiyajin enviado a la Tierra cuando era un bebé con la misión de conquistarla. Ahora, otros dos saiyas mucho más fuertes que el mismo Raditz viajaban rumbo a la Tierra con la intención de apoderarse del planeta y, peor aún, de las Esferas de Dragón, y llegarían en el transcurso de un año. La situación era desesperada, Goku entrenaba en el otro mundo, mientras Piccolo, al ver el potencial del pequeño Gohan, de apenas cuatro años, decidió entrenarlo personalmente, ya que sentía que ese niño podía ser la salvación de todos. En tanto, los demás guerreros también habían comenzado un duro entrenamiento a pesar de que las posibilidades de ganar la dura batalla eran escasas y ellos lo sabían. Sin lugar a dudas, la Tierra vivía uno de sus peores momentos.

Ten Shin Han y Chaoz, al enterarse de todo lo sucedido, se habían retirado a las montañas para comenzar su propio entrenamiento. Ese día, Chaoz había ido por las provisiones de la semana mientras Ten Shin Han se había quedado para dedicarse un poco a la meditación, porque para él entrenar la mente era tan importante como entrenar el cuerpo. No pasó mucho tiempo desde la partida de Chaoz, cuando una pequeña nave aterrizó cerca de Ten, pero éste estaba con los ojos cerrados y en trance, así que no se percató de su llegada. De esta nave bajó una muchacha muy bonita y con los cabellos azules, era Lunch, quien estaba muy afectada por la muerte de Goku, ya que lo había visto crecer desde que este era muy pequeño. Cuando se dio cuenta de que posiblemente ése sería el destino de todos los demás guerreros y de los habitantes de la Tierra, no pudo resistir la tentación de ir a verlo y estar con él aunque fuera un momento. Estaba asustada y realmente necesitaba estar a su lado, ya que lo amaba.

«¡Ten, abre los ojos, soy yo, Lunch!» –dijo la joven, tímidamente, mientras lo tocaba suavemente en el hombro. Él abrió sus ojos lentamente y la miró con extrañeza. ¿Qué haría ella en ese lugar tan apartado? Tratándose de Lunch en su estado normal era muy extraño, ella era muy tímida. ¿Acaso se habría adelantado la llegada de esos asesinos? ¿O tal vez algo le pasara al maestro Roshi?

«Dime, ¿qué haces aquí? ¿sucede algo malo?» –le contestó él, preocupado. Ella lo miró y se sintió avergonzada, realmente no sabía qué contestarle y por un momento pensó que estaba haciendo el ridículo. No contestó a las palabras del guerrero, sólo comenzó a tartamudear.

«Nnno, no pasa nada… yo… sólo…» –dijo retorciéndose las manos– «Creo que es mejor que me vaya, ya veo…» añadió mientras se daba vuelta para volver a su nave. Pero Ten Shin Han, muy intrigado, la tomó de la mano mientras le decía: «Espera, ya que viniste hasta aquí, quédate un poco más. Al menos dime qué haces en estas montañas. Nosotros estamos entrenando muy duro, con Chaoz. Ahora mismo, él se fue a comprar provisiones»

Lunch, entonces, vio su oportunidad: ¡él mismo le decía que estaban solos! ¿Habría alguna intención oculta en sus palabras? Ojalá que así fuera, así ella no tendría que dar el primer paso. Sin embargo, ese famoso paso ya lo había dado muchas veces su otro yo, la Lunch rubia y violenta, pero él no le había hecho ningún caso. La joven sonrió levemente pensando en su otra personalidad, las dos funcionaban siempre de acuerdo, en el fondo, porque la rubia se encargaba de hacer las cosas que ella, la personalidad primaria, no se animaba. Ella lo miró y vio los tres ojos de él interrogantes, en espera de una respuesta. Por otra parte, aún no le había soltado la mano, la cual seguía sosteniendo, como al descuido. La muchacha sintió que por sus venas corría fuego líquido, el contacto con la mano de él la hacía temblar: «¡Oh, Ten! ¿De veras no sabes a qué vine? Vine… porque… no puedo soportar la idea que mueras en ese combate con esos monstruos… yo… tú sabes que te amo… ¡falta tan poco para que lleguen!» comenzó a decirle, apasionadamente, mientras acercaba su rostro al de él. Pero Ten la rechazó suavemente mientras le decía «Por eso mismo es que debemos entrenar más y más para poder vencerlos, no debo permitir que nada me distraiga de mi principal objetivo, ser más fuerte. No tengo nada para ofrecerte, hay muchos hombres que podrían hacerte feliz»

«Pero, ¿qué dices? ¿De qué hombres hablas? Yo sólo te quiero a ti. Además, dentro de muy poco tal vez estemos todos muertos, tengo miedo, te necesito» le contestó mientras lo abrazaba tiernamente. Entonces él no pudo rechazarla, ¡ella era tan dulce, tan afectuosa! y la retuvo abrazada un largo rato. Luego, Lunch prosiguió: «¡Oh, Ten, me haces tan feliz! ¿Sabes cuántas noches soñé con esto? Vivamos el amor ahora, mientras tengamos tiempo, no dejemos pasar un momento, no quisiera morir sin llevarme siquiera en algún lugar de mi alma el recuerdo de haber sido tuya. ¡Bésame!» –pidió mientras se colgaba de su cuello. Ten ya no pudo resistirse y la besó profunda y largamente, luego comenzó a acariciar su cuerpo con pasión. Ambos cayeron al suelo, enlazados.

La felicidad de los dos mientras disfrutaban el estar juntos era infinita. Ten estaba sorprendido, él jamás se había abandonado a sus sentimientos de esa manera, siempre tan frío y calculador, no dejaba que nada ni nadie lo apartara de lo que consideraba su deber: defender a la Tierra. Pero ahora, al tenerla tan cerca, al pensar que posiblemente sería su última oportunidad de poder hacerla feliz, no pudo resistirse más. La pasión de ambos se acrecentaba a cada instante, ella sentía que moriría de felicidad, mientras él temía hacerle daño con sus caricias, la sentía tan frágil, pero también era tan bella que no podía detenerse. Sin embargo, toda la triste realidad que vivía la Tierra vino a su mente en ese momento a atormentarlo, la muerte de Goku, la llegada de los dos saiyas, su responsabilidad era tan grande que sentía que no tenía derecho a disfrutar de ese instante de felicidad, debía entrenar, todo su tiempo debía dedicarlo a hacerse más fuerte, el mundo entero dependía de eso, fue entonces cuando se detuvo, sintió que no podía seguir adelante, así que se levantó rápidamente del suelo, dejando a Lunch muy sorprendida.

Supo al instante lo que ella estaba pensando, pero aún así no pudo darle muchas explicaciones. Otra vez las malditas palabras volvían a limitarlo, no podía expresarle lo que realmente sentía, lo único que pudo decirle fue: «Lo siento, pero no puedo seguir adelante».

Lunch aún continuaba en el suelo cuando escuchó sus palabras, pero aún así no podía creerlas, era demasiado duro aceptar su rechazo, había sido tan cruel con ella que comenzó a sentir que lo odiaba. Tantos años amándolo sin condiciones, viviendo con la pequeña esperanza de que él algún día aceptaría su amor, que por fin podrían ser felices juntos, ahora sabía que todo eso era una gran mentira, no la amaba, ni lo haría nunca. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas mientras se levantaba. «Ya veo, la verdad es que no me quieres, ni lo has hecho nunca» –Dijo esto con la esperanza de que él lo negara, pero sólo continuó en silencio. Ella sintió entonces que todas sus suposiciones eran ciertas, lo miró con una gran tristeza, esa era su despedida, no importaba que la Tierra se salvara o no, no volvería a verlo, trataría de ser feliz sin él, aunque sabía que eso sería imposible. «No debí venir, fue un gran error de mi parte, pero no te preocupes, que no volveré a molestarte nunca. De verdad te deseo mucha suerte en la batalla que está por venir. Adiós, Ten, espero que seas muy feliz».

Entonces comenzó a caminar hacía su nave sin voltear a verlo, ya que temía que si lo hacía saldría corriendo a su lado para suplicarle su amor, pero no, esta vez debía ser fuerte. Mientras, Ten Shin Han se quedó paralizado de la sorpresa, sabía que se había comportado como un canalla con ella y no se lo merecía. Ahora se iría para siempre de su vida, ¡y todo había sido culpa suya! El dolor de perderla superaba al de cualquier golpe que hubiese recibido en todo su vida de guerrero, era insoportable. Sin siquiera pensarlo, salió corriendo a su encuentro. Al llegar hasta donde estaba, la abrazó por la espalda e inmediatamente pudo sentir el olor a flores silvestres que provenía de sus cabellos. Lunch no podía creer lo que Ten Shin Han estaba haciendo. Justo cuando iba a hablar, lo miró fugazmente y vio que los ojos de él estaban llenos de lágrimas. Entonces ella colocó sus manos sobre las suyas, y Ten comenzó a hablar: «Por favor, Lunch, sé que debes irte, pero permíteme permanecer así un rato más, es todo lo que te pido». Ella no podía creer lo que le estaba pidiendo. «Ten… yo…» «Sé que he sido un canalla y un miserable contigo. No tengo perdón, siempre fuiste tan buena, tan dulce, nunca nadie se había comportado así conmigo».

«Yo no quiero que me pidas perdón, Ten, pero por favor, dime, ¿qué sientes por mí?». Estaba asustada de hacer esa pregunta, pero realmente necesitaba saberlo. Al ver que Ten tardaba en responder, comenzó a pensar lo peor, pero éste finalmente respondió: «Yo… no puedo negar más mis sentimientos. Te amo con toda mi alma». Lunch se sintió feliz con sus palabras, pero a la vez no entendía su comportamiento, que siempre tratara de alejarla en vez de hacer lo posible por estar a su lado. «Pero si es así, si en verdad me amas, ¿por qué me rechazas? ¿Por qué te niegas a ser feliz a mi lado?».

Al oír esto, Ten Shin Han soltó a Lunch, permitiendo que ésta volteara a mirarlo. Era el momento de decir la verdad. Siempre pensó que con su rechazo ella se alejaría, pero ahora sabía que no lo haría, y él tampoco quería que ella se fuera. Al decir por fin lo que sentía, se sintió liberado de un gran peso y se dio cuenta de que lo que realmente deseaba era tenerla siempre junto a él. «Yo soy un guerrero, mi deber es defender a la Tierra de todo peligro que la amenace, no puedo dejar esa responsabilidad de lado y formar una familia. No soy así, lo siento, pero no puedo obligarte a vivir una vida tan peligrosa». Ella al fin comenzaba a entender sus razones. «¿Y crees que yo dejaría que abandonaras a la Tierra a su suerte? Nunca haría eso, es una de las razones por las cuales te amo tanto. Sólo quiero que me dejes permanecer a tu lado, como tu compañera. Lo importante es que nos amemos».

Ten Shin Han se sorprendió un poco con sus palabras, nunca pensó que esta Lunch tan tímida fuera capaz de semejante reacción. «¡¿Pero es que no te das cuenta de lo peligrosa que es mi vida?! Sé que en cualquier momento puedo morir, y no quiero causarte ese sufrimiento. Mira a Milk, la forma en que sufre por la muerte de Goku, yo jamás permitiré que pases por eso, prefiero perderte».

Esas palabras lo único que lograron fue afirmar las convicciones de Lunch: no lo dejaría. La única razón sería su falta de amor, y ahora que sabía que la amaba, deseaba más que nunca permanecer a su lado, así que tomó su mano y dijo: «Lo siento, Ten, pero no te voy a dejar. Sé perfectamente a lo que te enfrentas, y no tengo miedo. Lo que tenga que pasar, lo enfrentaremos juntos. Sé que puedes morir, pero eso no me detendrá. por favor, amor, permíteme estar a tu lado».

Cuando Ten Shin Han escuchó que Lunch lo llamaba amor, todas las barreras que había construido entre ellos terminaron de derrumbarse. Quería estar a su lado más que nada en el mundo, y lo haría. «Muy bien, yo también quiero que estamos siempre juntos, pero…» –Ella entendió perfectamente lo que quería decir. «Sí, sé que ahora debes entrenar. Me iré, pero prométeme que entrenarás muy duro para vencer a estos enemigos. Quiero que vivas… para mí. Te estaré esperando».

Ten se sintió feliz con esas palabras. Ahora más que nunca entrenaría fuertemente, no sólo para salvar a la Tierra, sino porque el futuro que le esperaba al lado de Lunch sería maravilloso. Ahora más que nunca quería vivir. «Te prometo que entrenaré sin descanso. Te veré dentro de un año, cuando derrotemos a esos saiyas, y entonces nos casaremos».

Al escuchar esto, Lunch se tiró en los brazos de Ten. Su felicidad era absoluta. «Sí, nos casaremos, seremos felices por siempre. Te amo» «Y yo a ti» –En ese momento se besaron y abrazaron. Debían separarse nuevamente, pero ahora era distinto, porque sabían que pronto se volverían a reunir, y esa vez sería para siempre. Luego de un rato más de felicidad y placer compartidos, Lunch se fue feliz, y a la vez preocupada, por la suerte que podría correr su amado Ten Shin Han.

Y así pasaron los meses hasta que llegó el día de la llegada de los saiyanes. Ella pensó ir a verlo un poco antes del combate, de todas maneras era igual adonde estuviera, si no podían vencerlos, todos en la Tierra morirían, pero finalmente decidió que eso tal vez lo perturbaría y le impediría luchar a pleno. Entonces entró en un bar donde había televisión, segura de que la pelea sería transmitida y allí se quedó. De pronto, el grueso habano que fumaba su vecino de la derecha la hizo estornudar y la Lunch rubia y agresiva apareció. Inmediatamente le quitó de un golpe el cigarro al hombre ya mencionado y amenazó a todos con sus armas, razón por la cual el local quedó desierto en unos pocos segundos a excepción del dueño del bar, quien se había escondido detrás del mostrador, totalmente aterrorizado. Ella lo tomó de las solapas y le ordenó que le sirviera un trago, luego se acomodó en la barra y se dispuso a ver la televisión. De pronto, el programa de deportes que estaba sintonizado se cortó y una transmisión oficial anunció que dos pequeñas naves espaciales habían llegado e inmediatamente después la ciudad en la que aparecieron había sido totalmente destruida. Lunch apretó los dientes y cerró sus puños ¡ya les enseñaría modales a esos extraterrestres, su adorado Ten! Y luego se casarían por fin, ya iba a encontrar ella la forma de que él la prefiriera a la otra Lunch, esa tonta de cabellos azules. Tal vez encontraría la manera de que esa estúpida desapareciera para siempre y le cediera su lugar. Posiblemente las esferas del dragón eran la solución para ese insoluble problema, sí, ya estaba decidido, el guerrero le pertenecería sólo a ella. Pero antes estaba el problema de esos malditos saiyanes, ¡ah, qué ganas tenía de ver la pelea! Seguramente que su amor ganaría, entrenaba demasiado duro como para perder, y además sabía que ella lo esperaría con los brazos abiertos, ése debía ser un aliciente interesante, pensó mientras sonreía. Por cierto que ahora llegaría su turno, por más que disponía de la memoria de la otra, motivo por el cual recordaba el apasionado encuentro con Ten Shin Han, no había estado con ella, después de todo. «Yo no me hubiera comportado así en esa situación, no soy una colegiala, como mi eterna rival. Cuando llegue mi turno le demostraré lo que es estar con una mujer de verdad y luego la suplantaré» pensaba, algo celosa y despechada.

De pronto, las imágenes televisivas cambiaron y la joven vio en la pantalla a dos hombres con extrañas ropas que inmediatamente acapararon su atención. Uno de ellos era muy grande y calvo, de aspecto brutal «¡Vaya un tipo!» –pensó ella. El otro era completamente diferente, mucho más pequeño y de estructura más liviana. Tenía los cabellos terminados en punta, hacia arriba, y no hubiera resultado desagradable si no hubiera sido por la crueldad que se adivinaba en la sonrisa malévola que asomaba a cada instante a sus labios. De los dos, era el que más le inquietaba. Además, creía adivinar en los modales del calvo que era aquél el más importante de ambos. «¡Malditos monstruos!» –pensó– «Ya verán lo que es bueno». En el lugar comenzaron a aparecer los Guerreros Z: Krilin, Yamcha, Piccolo, el mismo que hasta hacía poco tiempo había sido un terrible enemigo, con el pequeño Gohan, además de Chaoz y, por supuesto, su querido Ten Shin Han. Espantada, vio cómo los dos extraterrestres sembraban unas semillas de las cuales salían unos extraños guerreros verdes. Yamcha fue el primero en enfrentarlos y en caer víctima de uno de ellos, pero Krilin terminó con todos esos extraños seres. Bien por él, y en cuanto a su compañero, ya lo revivirían con las esferas. Mientras Piccolo permaneciera vivo, todo iría bien.

Sin darse cuenta casi de ello, la muchacha bebió todo su trago de golpe y luego otro y otro más. El alcohol la estaba mareando, pero tal vez era mejor así. Esto se estaba poniendo feo para los defensores del planeta. Efectivamente, a la muerte del novio de Bulma, sucedió la de Chaoz, muerto en un heroico ataque suicida contra el saiya más robusto, quien no sufrió ningún daño y ¡horror! su querido Ten perdió un brazo. Ella siguió tomando ginebra, porque horribles presentimientos la asaltaban: tal vez sus amigos perderían esa decisiva batalla. Sólo le quedaba la esperanza de que Goku volviera del otro mundo antes de que todos, inclusive Piccolo, murieran, y así ya no pudieran ser resucitados con las esferas. Como en medio de una niebla que se hacía cada vez más espesa, pudo ver cómo el pequeño Gohan temía pelear, la horrible sonrisa de satisfacción de esos terribles enemigos, así como los comentarios burlones y sádicos que intercambiaban cada vez que alguno de sus oponentes era literalmente destrozado por Nappa, el saiya calvo. Quizás Goku no llegara a tiempo… Ellos iban a morir sin duda, y la suerte que les esperaba a todos era tal vez peor. En ese instante, Ten juntó las pocas fuerzas que le quedaban para ejecutar un último ataque que, al menos, terminara con uno de esos monstruos asesinos. Sí, debía hacerlo, ya no quedaba otra posibilidad. Los ataques de Piccolo parecían no tener efecto, y aunque Goku llegara finalmente, ya sería demasiado tarde. No era un precio demasiado alto que un solo hombre muriera para salvar todo un mundo. Y lanzó su último Kikoho dirigido hacia Nappa, cayó al suelo y, poco antes de morir, volvió a sentir un delicioso perfume floral en medio de ese olor a sangre, destrucción y muerte. «Tus cabellos, Lunch, huelen a flores silvestres…». Y su alma voló.