Padre Soltero

por Manuel Herrera (MAHH)


A la sombra de un peculiar árbol perteneciente al Infierno, y gracias a su parte namekuseijin, encontramos meditando nada más y nada menos que a Cell. Debido a la carencia de oponentes apropiados para pelear e incrementar su poder, el único recurso que le queda en este paraje solitario es entrenar mentalmente, como a menudo lo hace Piccolo en la cima de la Plataforma Celeste.

Cell, aún perturbado por el ilimitado poder de los saiyajins (en especial el de Gohan), a duras penas logra retirar de su mente la imagen del joven guerrero, pulverizándolo hasta la última célula con un solo brazo. El otro que sufre del mismo trauma es Freezer, quien continúa encarcelado por sus travesuras con las Fuerzas Especiales Ginew.

De pronto, algo ha llamado la atención de nuestro protagonista. Frente a él, un grupo de arbustos se agita de forma sospechosa, y puede oírse desde su interior el murmullo de pequeñas voces infantiles. Luego de perder la concentración por completo, Cell decide abrir los ojos para ver lo que sucede, pero sólo consigue divisar siete diminutas auréolas revoloteando como mariposas por encima de la cerca vegetal.

Cell: No… ¡NO PUEDE SER!

Cell Jrs. (al unísono): ¡MAMI!

En ese momento, Kaioh Sama del Norte aparece por detrás del árbol.

Kaioh Sama: ¿Cómo te ha ido, solitario y malévolo amigo?

Cell toma a Kaioh Sama por el cuello y señala a los pequeñines.

Cell: ¿Me puedes decir qué significa esto, Kaioh del Norte?

Kaioh Sama: ¡Oye! ¡Esa no es forma de tratar a un superior!

Cell lo suelta, pero sigue igual de irritado.

Kaioh Sama: Así está mejor. Tus siete engendros han permanecido en la Guardería Infernal desde que Gohan los eliminó, pero a partir de hoy vivirán contigo, ya que tú eres su padre y debes responsabilizarte por ellos.

Cell: ¡QUÉ! ¡Pero a mí nunca me dijeron que existía tal guardería! Yo pensé que los Cell Jr. simplemente…

Kaioh Sama: Pensaste que no tenían alma, ¿no es así? Pues ahora tendrás que encargarte de ellos, y si los maltratas, o cometes alguna villanura con ellos, te las verás en serios problemas. ¿Entendiste?

Cell: Yo… yo estoy muy sorprendido… ¡Me agarraste desprevenido!

Kaioh Sama: ¡No me interesa! Ya no quiero discutir contigo, porque siempre me haces sentir muy molesto, y ni siquiera sabes contar buenos chistes. ¡Estás advertido! Hasta luego.

Kaioh Sama se eleva y atraviesa el cielo del Infierno.

Kaioh Sama (para sus adentros): ¡Qué bien, ya me libré de esos demonios! Ya veremos cómo se las arregla ese malhechor para no mandarlos al infierno… ¡Ji, ji, ji, otro pensamiento gracioso! Kaioh Sama de Norte, eres el mejor comediante del Universo.

Los hijos de Cell salen de los arbustos y se ubican alrededor de su padre. Muy contentos por volverlo a ver, se preparan para brincarle encima y abrazarlo.

Cell, con los ojos fuera de sus órbitas, observa intranquilo como sus siete reproducciones en miniatura se acercan lentamente a él.

Cell Jr.: ¡Mami, hace tiempo que no te veíamos! ¡Sí, mucho tiempo, pero ahora estaremos juntos siempre, siempre, siempre!

Ahora Cell tiene a los siete Cell Jr. encima, acariciándolo, besándolo y llamándolo…

Cell Jr.: ¡MAMI!

Cell Jr.: ¡MAMI! ¡MAMI! Te extrañé mucho…

Cell: ¡¡YYAA NNOO LLOO SSOOPPOORRTTOO MMÁÁSS!!

El malvado de Cell enciende su ki, y los Cell Jr. salen disparados por lo menos a cien metros de distancia. En ese mismo instante, un rayo gigantesco cae con todo su poder justo donde Cell está parado, y lo deja hecho carbón.

Kaioh Sama (voz celestial): ¡Fwa-ha-ha-ha-ha, debiste haberme hecho caso!

Cell (pensando): ¡Qué horror! ¿Y ahora qué hago para deshacerme de estos mocosos?

Los Cell Jr. se ponen de pie y caminan hacia Cell, pero esta vez se quedan quietos como estatuas alrededor suyo. Cell decide continuar su entrenamiento, y adopta la pose de meditación. Pasados cinco minutos de absoluta paz y tranquilidad, Cell abre los ojos extrañado… ¡Cuál es su sorpresa al ver que los siete Cell Jr. están sentados y meditando, al igual que él!

Cell (para sus adentros): No puedo creerlo…

Cell se pone de pie, y sus siete hijos hacen exactamente lo mismo.

Cell (pensando): Interesante…

Ahora Cell se para en una pierna y extiende los brazos, emulando una pose de las Fuerzas Ginew. Los Cell Jr. vuelven a imitarlo.

Cell (para sus adentros): Ahora sí estoy confundido…

Cell agita sus alas como si fuera un colibrí, y junto con el batir de alas de los pequeñines, crean entre todos una inmensa nube de polvo. Como una última prueba de obediencia, Cell se arranca uno de sus propios brazos… ¡Y los siete Cell Jrs. se lo arrancan también! Por supuesto, otro rayo vaporiza a Cell.

Cell: ¡¡¡YA BASTA!!!

Ahora encontramos a Cell descansando en una silla de playa, con gafas oscuras y una caipiriña en la mano. A su lado, un Cell Jr. sostiene una bandeja con uvas y, tras él, dos de ellos lo abanican con grandes palmas.

Cell (para sus adentros): ¡Ahh, esto es vida! Sabía que podría aprovecharme de la obediencia incondicional que me tienen estos niños.

Cell Jr.: ¿Quieres más uvas, mami?

Cell: ¡YA TE DIJE QUE NO ME DIJERAS ASÍ!

Cell Jr.: Está bien, madre querida…

Cell: Sí, sólo unas pocas más… Así está bien. Te puedes ir a jugar con tus hermanitos.

En ese momento, Recoom y Burtta surcan los cielos, cuando de repente ven a Cell cuidando de sus siete pequeños en la bahía.

Recoom (gritando): ¡Oye, cómo está la «mami» más famosa del Más Allá!

Recoom y Burtta: ¡Ja, ja, ja, ja, ja…!

Cell (gritando): ¡Insectos, cuando los liquide, no quedará suficiente de ustedes para llenar una cuchara!

Burtta: ¡No lo creo! Sabemos muy bien que estás vigilado por Kaioh Sama del Norte, y si te atreves siquiera a ponernos un dedo encima, te irá muy mal. ¿O me equivoco?

Cell: ¡¡¡FRACASADOS!!!

Recoom: Así que… ¡Lero, lero! Vámonos, Burtta, porque Jees y Ghourd nos están esperando en la heladería. ¡Nos vemos, Blancanieves, y cuida muy bien de tus siete enanos!

Mientras Recoom y Burtta se alejan hilarantes, Cell se encuentra impávido en su silla, con los ojos rojos de furia. Un Cell Jr. lo toca para ver si reacciona, ganándose con esto una severa concusión.

Cell: ¡¡¡KAIOH SAAAAAAMAAAAAA!!!

Kaioh Sama: ¡Ya, ya te escuché, no tienes por qué gritarme al oído!

Cell: ¿Qué? ¿De dónde saliste?

Kaioh Sama: Eso no interesa. ¿Para qué me invocaste? ¡Más te vale que sea importante!

Cell: ¡Kaioh Sama, tienes que dejarme darle una lección a ese par de imbéciles!

Kaioh Sama: ¡No, no, no, olvídate de eso! Si te dejara a ti hacer lo que quisieras, tendría que hacer lo mismo con los demás y este lugar se convertiría en un infierno… ¡Ji, ji, ji! ¡Recórcholis, lo hice otra vez!

Cell: Pero es que…

Kaioh Sama: ¡Nada! He dicho.

Cell: ¡Entonces deshazte de estos niños, por favor!

Kaioh Sama: ¿Cómo crees que YO sería capaz de hacer algo como eso? Finalmente, tú y tus siete pequeños han aprendido a convivir en armonía. No voy a ser yo quien los separe de nuevo.

Cell: ¡Pero es que tú no entiendes! Yo no soy un padre… ¡Soy un guerrero, un VILLANO!

Kaioh Sama: ¿Y entonces quién te mandó a tener septillizos, eh? Si quieres que me los lleve, yo podría… ¡NO! Olvídalo.

Cell: ¿Qué cosa? ¡Dímelo, haré lo que sea!

Kaioh Sama: ¿En seeeeeerio?

Cell: ¡Nunca había hablado tan en serio como ahora!

Kaioh Sama: ¡Entonces te lo diré! Si logras hacerme reír, me los llevo. Si no, se quedan contigo.

Cell: ¡AH, NO!

Kaioh Sama: Tú decides…

Cell: ¡Está bien, está bien! Es un trato.

Pasa un buen rato, mientras Cell piensa en algo que pueda hacer reír a Kaioh Sama (o sea, cualquier cosa). Cuando por fin se le ocurre, mira al Kaioh del Norte directo a los ojos, gira la cabeza para ver si los Cell Jr. están tras él, y procede… ¡SCRATCH! Se arranca la cabeza, y los siete Cell Jr. hacen lo mismo.

Cell: ¡Taaaráaaaaa!

Kaioh Sama (aguantando la risa): ¡Eso no fue divertido!

Pero sí que lo fue, y Kaioh Sama prefiere alejarse de inmediato, para que Cell no lo vea reírse a carcajadas.

Freezer ha salido de prisión, después de una larga temporada. Para celebrarlo, él y otros villanos se han reunido para jugar una amistosa partida de Póker. Como es de suponerse, Cell está invitado. Él y sus siete hijos asisten puntuales al juego, pero como los Cell Jr. son muy pequeños para jugar, permanecen tranquilos en el suelo, mientras los mayores se concentran en sus cartas.

Cell: ¡Full! ¿Qué les parecen mis tres ases y dos reyes, señores?

Freezer: Ejem…

Cell: ¿Eh?

Freezer: ¡Escalerilla de color! Siento decirlo, amigos, pero volví a ganar.

En la siguiente ronda…

Cell: ¡BLIND!

Cold: ¿Estás seguro?

Cell: ¡Por supuesto! No puedo perder… ¡Niños, aléjense de esa laguna!

Cell Jr.: ¡OK, mami, es decir, papi!

Dabura: Empiezo yo: straight con comodín.

#20: Tengo un póker de cuatro ases.

Radix: Voy.

Cold: Yo también voy.

Freezer: ¡Qué mal! Dos damas y dos valets…

Cell: (…)

Cold: ¿Y bien?

Cell: Olvídenlo… ¡Rayos, sólo me quedan veinte dólares de los diez mil que traje!

Dabura: ¡Demonios, Cell! No has tenido mucha suerte el día de hoy. Si pierdes nuevamente en la próxima partida, ¡vas a tener que apostar a tus Cell Jrs.!

Cell: ¿Qué estás tratando de insinuar, Galleta?

Dabura: ¿GALLETA dijiste? ¡Sabes muy bien que detesto ese sobrenombre!

Cell: ¡Oh, discúlpame! Lo olvidé por completo… ¡CHOCO-DABURA!

Dabura: ¿Vas a seguir insultándome? ¡Prefiero ser Choco-Dabura que un pollo rostizado como tú!

Cell: ¡No me provoques gusano, o te amarraré por los bigotes del siguiente cometa con destino al Paraíso!

Freezer: ¡Ya basta bravucones, no peleen! Vamos a seguir jugando…

Cell y Dabura (al unísono): ¡CÁLLATE!

Freezer: Está bien.

#20: Ya cálmate, Cell. No le busques pelea a ese fanfarrón, que de paso es inferior a ti. Además, tú nunca serías capaz de apostar alguno de mis siete nietecitos, ¿verdad?

Al cabo de dos horas, Freezer tiene ya tres Cell Jr. en su poder, Dabura dos y Radix uno.

Cell: Voy, de nuevo…

Cold: ¿Qué tal? ¡Esta vez obtuve un flux de cinco piques! Bien, Cell, parece que tu último Cell Jr. será mi pequeño sirviente de ahora en adelante.

Cell: Así parece… Escuchen, chicos, ya no tengo algo más que apostar, así que me voy.

Cell se levanta de su silla, y se aleja volando del lugar. En ese momento, Kaioh Sama aparece frente a él.

Kaioh Sama: ¡Canalla! ¿Cómo pudiste apostarlos? ¡Ellos no merecen ser mayordomos de esos granujas!

Cell: Tienes razón, Kaioh Sama.

Kaioh Sama: Es natural. Ahora debes estarte muriendo del remordimiento.

Enseguida, Cell se concentra y se comunica mentalmente con sus retoños.

Cell: Cell Jrs. ¿me escuchan? ¡Les ordeno que acaben con sus nuevos dueños y que regresen hacia mí!

Acto seguido, los Cell Jrs. le dan una paliza a Freezer, Dabura, Radix y Cold. Después de eso, Cell les ordena hacer puré de Fuerzas Especiales Ginew.

Cell: Como podrás ver, los Cell Jr. sólo siguen órdenes de una persona… ¡Moi! Además, yo jamás permitiría que ellos fueran esclavizados por esos debiluchos.

Kaioh Sama: ¡Te has metido en un grave problema conmigo, Cell! Bueno, por lo menos no eres un padre desnaturalizado.

Cell: Así es.

Tanto Cell como sus siete hijos son encerrados juntos. Una vez más, Cell se enorgullece de su ingenio, aunque éste le haya costado la libertad. También se siente orgulloso del poder que tienen sus Cell Jrs., y no lamenta tener que pasar el resto de la eternidad con ellos. Lo único que en verdad le preocupa es que sus hijos no dispongan de la imagen materna que todo niño necesita, y es por eso que cuando salga de prisión, buscará una pareja que le sirva de madre a sus pequeños. ¡Después de todo, las mujeres se sienten especialmente atraídas por los padres solteros!

Un final y un comienzo

por Sailor Plut


Era un nuevo amanecer en Capsule Corp. Como siempre, todos estaban en sus habituales labores de trabajo. Habían pasado ya casi 5 meses desde la aparición de Trunks, y los Guerreros Z habían empezado sus entrenamientos para el futuro incierto que les esperaba. Todos estaban ocupados: Bulma se encontraba trabajando en nuevos prototipos de cápsulas, mientras Yancha hacía su habitual «entrenamiento» en el gimnasio observando a todas las chicas en su rutina de aeróbicos. Vegeta, mientras tanto, se encontraba encerrado en la cámara entrenando con la gravedad aumentada casi a 200.

Bulma estaba concentrada en su trabajo cuando sus pensamientos interrumpieron su concentración…

Bulma (pensando): ¿Qué habrá pasado con Yancha anoche? No estuvo en la cena y tampoco lo vi en su habitación antes de acostarme… Ese maldito de seguro se fue de fiesta nuevamente con sus amiguitas, mientras yo tengo que matarme trabajando… Uyy, pero me la va a pagar cuando llegue.

Por la noche, al llegar la hora de la cena, Bulma se encontraba preparando los emparedados, ya que su madre y su padre estaban de viaje, así que ella tenía que hacerse cargo ahora, cuando…

Yancha: Hola, Bulma, qué tal. Mmmm, se ven deliciosos esos emparedados, y yo traigo mucha hambre. ¿Me das uno?

Bulma se volteó al oír las palabras de Yancha, y lo observó con una mirada fría y penetrante… Yancha, al sentir esa mirada, no pudo mover ni un músculo, ya que sabía que Bulma estaba enojada, y cuando ella estaba así, era de temer.

Yancha (asustado): Bu…Bu…Bulma, qué te pasa… A…a…acaso estás enojada conmigo?

Bulma (con cuchillo en mano): ¡Y todavía tienes las desfachatez de preguntarlo! Dime, Yancha, ¿a dónde diablos estabas anoche que no llegase a dormir?

Yancha (mas asustado): Yo…yo… estaba….. ¡entrenando! Sí, eso, estaba entrenando.

Bulma: Sí, claro, cómo no. ¡Crees que soy boba! ¡Crees que no sé que mientras estoy ocupada trabajado y haciendo las cosas de la casa, te largas con tu amiguitas de parranda y no regresas hasta muy tarde y en ocasiones hasta el día siguiente! ¡Ya estoy cansada de tus humillaciones y tu infidelidad, no soporto más esta situación!

Yancha: Ah, sí, ¿y cómo crees que me siento yo? Me tienes abandonado. Desde que me trajiste a tu casa, no me has atendido. No sabes hacer otra cosa más que trabajar y trabajar. No me pones atención, así que he tenido que buscar otras chicas que sí me sepan valorar y que me atiendan. Además de eso, que sean dulces y cariñosas como debe ser una mujer de verdad, no como tú, que eres una gruñona y antisocial.

Bulma se quedó con la boca abierto al oír la respuesta de Yancha. Sus ojos se fueron llenando de lágrimas y ya no había rabia en ellos, sino tristeza y decepción. No podía creer que aquel hombre al que tanto había amado le hubiera contestado de esa forma.

Bulma (casi sollozando): Bien, Yancha, ya sé cuál es el concepto que tienes de mi persona y creo que se ha dicho todo entre nosotros. Nuestra relación no puede continuar, será mejor que terminemos esto inmediatamente.

Yancha (todavía lleno de rabia): Bien, perfecto, hace tiempo estaba esperando esta oportunidad. Así me podré librar de ti y de tus celos tontos que me enferman. Voy por mis cosas y me largo de aquí de una vez por todas.

Yancha subió las escaleras de la casa para ir por sus cosas a su habitación. Iba tan enojado que no se dio cuenta por donde caminaba y se tropezó con Vegeta, que venía bajando.

Vegeta: ¡Cuidado, insecto! Fíjate por donde caminas, idiota. Este tropezón te puede costar la vida.

Yancha: Ya cállate, chaparro. Ahora no tengo tiempo de discutir contigo…

Vegeta observó a Yancha extrañado de que no se hubiera puesto en guardia para pelear. «Debe haberse peleado con la mujer –pensó– bueno, esto no es de mi incumbencia. A mí qué me importa lo que le ocurra a esos dos».

Cuando llegó a la cocina, observó que la mesa estaba vacía, cosa que lo hizo enojar porque como buen sayayin tenía un apetito voraz.

Vegeta: ¿Qué pasa aquí, por qué no está la cena servida? –mirando a Bulma, que se encontraba de espaldas, apoyada con sus manos en el lava platos, dijo– Oye tú, mujer: ¿para qué rayos estás aquí si no es para cocinar? Vengo con mucha hambre y no encuentro nada, ¿o es que quieres que yo, un príncipe sayayin, me ponga a cocinar en tu lugar?

Bulma se volteó y miró a Vegeta con sus ojos llenos de lágrimas.

Bulma: Déjame en paz, Vegeta. No estoy para estar oyendo tus reproches en estos momentos, y además me importa muy poco que seas un príncipe, así que si quieres comer, cocina tú mismo…

Bulma soltó el cuchillo que tenía en su mano, empujó a Vegeta y salió corriendo escaleras arriba hasta su habitación, en donde se tiró en la cama a llorar desconsoladamente.

Mientras tanto, Vegeta miraba los emparedados a medio hacer que había dejado la mujer en la cocina y pensaba «Vaya, en realidad fue grande la pelea entre estos dos, jamás la había visto tan triste»… de repente sacudió la cabeza y se dijo a sí mismo «Qué diablos me importa lo que le ocurra. Un guerrero como yo no debe estar pensando en una terrícola como ella». De repente, sus palabras fueron interrumpidas por unas pisadas que sintió por las escaleras. Al mirar, vio a Yancha que bajaba cargando su maletín y que se dirigía a la puerta.

Yancha: Por qué me miras así? Te estás preguntando si me voy, pues fíjate que sí, me largo de aquí, así que ya te queda el camino libre con Bulma.

Vegeta: Qué dices, ¿crees que me interesa esa mujer? Por favor, para lo único que sirve es para que me repare la cámara de gravedad cuando esta averiada y para que cocine.

Yancha: Ja, crees que no me he dado cuenta como la miras a veces. Ni siquiera un sayayin como tú es invulnerable a una mujer como Bulma.

Diciendo esto, Yancha abrió la puerta de la casa y salió. Vegeta sólo apretó los puños fuertemente, pero no dijo ni una sola palabra.

Vegeta (pensando): Qué se habrá creído este insecto. Se salva de que no le dé su merecido porque no estoy de humor para ello, y además tengo mucha hambre. –Miró los emparedados y suspirando dijo– Bueno, tendré que terminarlos yo, porque creo que esta terrícola no bajará en toda la noche… Qué humillante, un príncipe de los sayayin cocinando, ja, pero ni modo, no quiero morir de hambre.

Una hora después, Vegeta se dirigía por el pasillo a su habitación, cuando escuchó unos sollozos que venían de la habitación de Bulma. Se detuvo por unos segundos frente a la puerta de la habitación de la mujer, iba abrir, pero algo lo detuvo. «No, no debo hacerlo, no me debe importar lo que le pase, no debo ser como Kakaroto» pensó. Luego soltó la perilla de la puerta y siguió caminando hasta su habitación. Una vez allí se quitó la camiseta y los vaqueros y se acostó a dormir, pero no puedo cerrar los ojos, pues el llanto de la mujer se oía hasta su habitación y no lo dejaban en paz. Se levantó y se puso los pantaloncillos, luego se dirigió hacia la habitación de la mujer y entró…

Vegeta: Oye, mujer terrícola, cállate la boca y ya deja de chillar, que no me dejas dormir y necesito descan…

Su frase fue interrumpida al observar aquella escena. Bulma se encontraba acostada en su cama, encogida de piernas y brazos, su rostro estaba rojo y empapado por las lágrimas que caían de sus ojos, su cuerpo temblaba por completo y casi se ahogaba en su llanto.

Vegeta bajó la cabeza al ver esto y no pudo hablar más. Después de pensarlo un poco, se acercó a la cama de la mujer, se sentó y apartó el cabello de Bulma de su rostro.

Vegeta: Vamos, mujer, no tienes porqué ponerte así por un insecto como ése. No vale la pena, es un idiota que no merece tanto de ti.

Después de estas palabras hubo un silencio momentáneo. Vegeta se preguntaba por qué había dicho eso, por qué le inspiraba dolor lo que le pasaba a esa mujer. De repente, Bulma se incorporó y miró a los ojos de Vegeta. De un momento a otro, todo el temor que sentía por ese hombre había desaparecido. Al contrario, su presencia le inspiraba cariño y afecto. Sin pensarlo arrecostó su cabeza en el pecho de Vegeta, lo abrazó y cerró sus ojos.

Bulma: Vegeta… Gracias, gracias por quererme animar… Tienes razón, Yancha no merece nada de mí. Qué suerte que estés tu aquí para hacérmelo entender.

Vegeta no supo qué hacer cuando sintió el abrazo de la muchacha y sus palabras. Sin embargo, se dejó guiar por su corazón y la abrazó.

Vegeta: Bueno, ya, ya cálmate, mujer, no es para tanto. Ahora acuéstate a dormir, que ya es tarde…

Bulma: Vegeta… no me dejes sola. Quédate conmigo hasta que me duerma, por favor…

Vegeta: ¿Qué? Estás loca…

Bulma: Por favor, sólo esta vez, ¿sí?

Vegeta: Está bien…

Bulma se volvió a recostar en su cama. Mientras Vegeta la cubría con la cobija, se estuvo un rato observando a la muchacha atentamente. De repente le dio un beso en la frente, se levantó y se fue de la habitación. La muchacha ya estaba dormida.

Cuando estuvo acostado en su cama, estuvo un largo rato pensando en Bulma, en lo hermosa que era y en por qué sentía eso tan raro por ella… ¿Acaso me estaré ablandando? ¿Acaso me volveré igual que Kakaroto?, se preguntaba.

A la mañana siguiente, Vegeta se levantó muy temprano y, después de ducharse, se dispuso a ir a la cocina a prepararse algo de desayunar para luego irse a encerrar, como todos los días, en la cámara de gravedad. «Ella debe estar dormida todavía, así que tendré que hacerme de comer yo mismo», pensó, pero cual sería su sorpresa cuando al bajar se encontró con Bulma, que estaba muy sonriente preparando el desayuno.

Bulma (al sentir la presencia de Vegeta): Ah, Vegeta, pasa, siéntate, ahora mismo te sirvo el desayuno…

Vegeta observó sorprendido a Bulma y se sentó a la mesa, sin quitarle la vista a la muchacha.

Bulma: Bueno, aquí está el desayuno, espero que te guste.

Ella se sentó en la silla frente a Vegeta a desayunar también. Esperó a que el saiya hubiera comenzado a desayunar para agradecerle por su gesto de anoche.

Bulma: Vegeta… gracias por el gesto que tuviste conmigo anoche, te lo agradezco mucho. En realidad me sentía desesperada, pero tus palabras me ayudaron mucho.

Vegeta miró a Bulma. En sus ojos se reflejaba un sentimiento de calma, de resignación, estaban diferente a como se veían anoche. Él sólo sonrió y siguió comiendo sin decir nada, pero por esa sonrisa Bulma se dio cuenta de que Vegeta siempre estaría a su lado y que jamás la abandonaría.

Ya habían pasado casi tres meses de este acontecimiento. Bulma no había vuelto a saber de Yancha, y la relación entre ella y Vegeta iba cada vez mejor. Se estaban entendiendo muy bien y ella ya estaba sintiendo un afecto muy especial por Vegeta, algo que iba mucho más que amistad, todo esto a pesar de los gruñidos de Vegeta y de los berrinches que hacía todos los días, pero su relación no llegaba a nada concreto.

Un noche como cualquiera otra, Bulma preparaba la cena cuando de pronto sintió un fuerte ruido que estremeció toda la casa; al oír eso, la muchacha salió corriendo hacia el lugar de donde provenía aquel ruído: era la cámara de gravedad donde entrenaba Vegeta. Bulma se disponía a entrar en ella cuando la compuerta se abrió y Vegeta salió con la cara y parte de su cuerpo lleno de sangre, tambaleándose por el dolor de las heridas. Bulma gritó al ver a su saiya en tales condiciones, corrió hacia él para ayudarlo, pero éste la rechazó.

Bulma: Vegeta, ¿qué te ocurrió? A ver, déjame ayudarte…

Vegeta: Suéltame, mujer. Yo soy un guerrero y puedo solo, no necesito de ti.

Pero al decir esto sintió que todo le daba vueltas y no tuvo otra opción que dejar que Bulma lo ayudara. La chica llevó al saiya a su habitación, le quitó la ropa y lo acostó en la cama. Luego fue por algunas medicinas y vendas para curarle las heridas. Una vez que curó las heridas de Vegeta iba a levantarse de la cama para dejar que el saiya durmiera, pero éste la detuvo agarrándola por el brazo. Bulma se volteó y miró a Vegeta…

Bulma: ¿Qué te pasa, por qué no me dejas ir? Debes descansar y no quiero molestarte.

Vegeta: No me molestas, al contrario, me gusta tu compañía. Por favor, quédate.

Bulma se sentó en la orilla de la cama y tomó de la mano a Vegeta.

Bulma: Está bien, Vegeta, me quedaré, pero por favor trata de descansar, lo necesitas. Has estado entrenando muy fuerte y te has hecho mucho daño.

Vegeta miró fijamente a Bulma y sin pensarlo colocó su mano debajo de la barbilla de la muchacha, acercó su rostro al de ella y la besó.

Bulma al principio se sintió sorprendida, pero el saiya lo había hecho con tanta ternura y delicadeza que no pudo rechazarlo y pronto le respondió el beso con la misma ternura con la que él la había besado.

De ese inocente beso pronto nació la pasión y, pese a las heridas de Vegeta, ambos pasaron una noche llena de amor y calor.

Al día siguiente, Bulma se encontraba en el jardín arreglando sus plantas. De repente apareció Vegeta y abrazándola por detrás le dijo…

Vegeta: Ahora soy yo el que te tengo que dar las gracias, no sólo porque curaste mis heridas, sino por la noche que pasamos.

Después de decir esto, le dio un beso y se fue a la cámara a seguir entrenando. Bulma se quedó paralizada mirando al saiya cómo se alejaba. No podía creer que aquel sujeto, al cual ella había temido tanto, el cual había acabado con tantas personas y destruido tantos planetas y que además había matado a sus amigos, se portara de esa manera tan tierna con ella y encima de todo la había hecho pasar una noche tan maravillosa como ésa. ¿A qué se debía eso? ¿Acaso había logrado que Vegeta dejara de ser el sangrón de siempre? ¿sería que ella se estaba enamorando de él o ya lo estaba? La muchacha se hacía todas estas preguntas mientras seguía arreglando sus plantas sin imaginarse tan siquiera el lazo tan fuerte que la uniría a Vegeta para siempre.

Otro Sayayin

por Nary


Habían pasado ya tres meses desde que Gokou muriera en la pelea contra Cell. La tierra estaba en paz y la gente olvidaba poco a poco toda la pesadilla que el poderoso androide había causado. Los habitantes del mundo olvidaban, pero en una pequeña casa en el campo, una mujer y un niño no podían dejar de pensar en un hombre muy fuerte y bueno que había dejado un gran hueco en sus vidas.

En todos los medios de comunicación del mundo sólo se hablaba del heroísmo y sorprendente fuerza del gran Mister Satan «el salvador del mundo». Eso a Milk la molestaba, ya que ese payaso, según le había contado Gohan, sólo se adjudicó la victoria que él, con la ayuda de su padre, habían logrado. Pero no le molestaba tanto el hecho de que Mister Satan fuera aclamado héroe mundial, sino que cada presentación del supuesto héroe en alguna ciudad era causa de alboroto y la publicidad no se hacía esperar. Eso provocaba en Gohan largos períodos de depresión, ya que le hacían recordar los acontecimientos y el chico se seguía sintiendo culpable por la muerte de su padre. El ver sumido a Gohan en esa constante tristeza provocaba que Milk se sintiera aún más desdichada.

Gohan no quería salir de su habitación. Cada que ella entraba, solía verlo acostado sobre su cama con la vista perdida en la ventana en completo silencio, y lo peor es que ni siquiera quería comer. Era de esperarse esa reacción en él, había perdido no sólo a su padre, sino también a un amigo y por supuesto al ejemplo a seguir. Milk, por más que quisiera, no podía suplir la figura paterna y lo peor es que tenía que aparentar fuerza y alegría cuando en realidad se sentía igual o más triste que él. Esa noche en especial se encontraba melancólica, era su aniversario de bodas, recordaba otros aniversarios en familia, ellos tres comiendo y riendo con las ocurrencias de Gokou. En cambio, la cena de hoy había sido muy diferente: Gohan sólo tomó un vaso de leche y Ox Satán había cenado deprisa, porque al otro día viajaría temprano a la capital del norte a arreglar unos asuntos de sus negocios.

Milk terminó de recoger los platos y se dirigió a la habitación de Gohan. El niño dormía profunda y tranquilamente, le besó la frente y con un «que duermas bien, hijo mío» se encaminó a su propia habitación a descansar. Entró a su cuarto. Todo estaba obscuro y en silencio; sólo la débil luz de la luna que se colaba por la ventana iluminaba la habitación. Milk buscó en la obscuridad su pijama y recordó que la había colgado en la mañana en el closet. Sin ánimos lo abrió y, en el momento de descolgar su bata, una prenda cayó a sus pies, la recogió y sin quererlo la abrazó: era la última chaqueta que Gokou había usado antes de la batalla con Cell. Aún conservaba su olor; eso bastó para que unas abundantes lágrimas surcaran sus mejillas. Por más que trataba, no lograba controlar los sollozos que escapaban de su garganta.

Cuando Gokou había muerto por primera vez, la consolaba la idea que al paso de un año lo revivirían con las esferas del dragón, pero ahora el mismo Gokou no quería volver a la vida y la entristecía el hecho de que no lo vería nunca más. Abrazando aún la prenda, se dirigió a la cama y al cabo de un rato los sollozos ahogados de Milk cesaron, por fin se había dormido…

Era muy temprano aún cuando Ox Satán tomó el aerocoche y se dirigió a la capital del norte. No quería dejar sola a Milk y a Gohan, pero sus asuntos lo reclamaban y tenía que atenderlos.

–Volveré lo más pronto posible, hija –dijo Ox Satan desde el aerocoche.

–Sí, papá, no te preocupes. Gohan y yo estaremos bien –contestó Milk.

–Cuida mucho a tu madre, Gohan.

–Sí, abuelo –murmuró Gohan desde la puerta. En el fondo no quería que su abuelo se fuera, ya que la casa quedaría aún más sola.

El aerocoche se perdió en la lejanía y madre e hijo entraron en la casa.

–Hoy tienes que desayunar muy bien, Gohan, porque te tengo una sorpresa.

–¿Una sorpresa? ¿De qué se trata, mamá? –preguntó Gohan con curiosidad.

–Vendrá alguien especial e irán a las montañas a dar un paseo –contestó Milk mientras servía el desayuno para ambos.

–¿Quién va a venir, mamá? Anda, dímelo –preguntó de nuevo Gohan con creciente curiosidad.

–Bueno, invité a Picolo a que viniera, y estoy segura que saldrán por ahí.

–¡¿Al señor Picolo?! ¡Qué bien! –exclamó Gohan mientras sonreía.

Milk se alegró mucho de que su idea hubiera funcionado como ella deseaba. Al ver a Gohan tan triste se le había ocurrido que era bueno que el chico saliera con un amigo, y como el único amigo que de verdad tenía era Picolo, lo había invitado. Por suerte había logrado comunicarse con Krilin en Kame House y él de muy buena gana le llevó el mensaje a Picolo hasta el templo de Kamisama.

Milk miraba satisfecha que Gohan devoró todo lo que le había servido y hasta pidió más, ¡ése sí era su Gohan! El chico terminó su desayuno y corrió a su habitación a cambiarse la pijama por un traje de entrenamiento. Estaba seguro que él y Picolo entrenarían a donde fueran.

Al poco rato tocaron la puerta. Milk se dirigió a abrir, afuera se encontraba Picolo con su gesto característico y con los brazos cruzados sobre su pecho.

–Buenos días, Picolo, gracias por venir –dijo Milk un poco incómoda, ya que aún recordaba el tiempo en que ella no aceptaba a Picolo y que le molestaba que Gokou permitiera que él se acercara a Gohan, pero ahora era diferente, la verdad es que en el fondo apreciaba mucho al Namekusein por haber salvado a Gohan de morir, eso demostraba que había cambiado convirtiéndose en un ser bueno y piadoso.

–Hola, Milk. ¿Y Gohan? –respondió Picolo con voz tranquila.

–Está vistiéndose. En un momento baja.

En esos momentos Gohan bajaba apresurado las escaleras. «¡Hola, señor Picolo!» dijo al ver a Picolo aún parado en la puerta. «¡Hola, Gohan!» respondió él. Milk pudo observar que Picolo mostró una leve sonrisa al ver al chico, lo cual no era muy dado en él ya que siempre estaba con el rostro sereno y con una mueca de misterio. Los dos se despidieron y prometieron volver antes de la comida. Salieron de la casa y emprendieron el vuelo, como Milk suponía, en dirección de las montañas. Gohan todavía volteó hacia su madre una vez más y desde el aire le dijo adiós con la mano. Ella entró en la casa, pero en ese momento un mareo muy fuerte la obligó a detenerse del primer mueble que encontró. Tenía días sintiendo malestares, pero los atribuía a la tensión de los últimos meses y no les dio importancia, pero este mareo había sido peor que los otros y eso la asustó.

Entretanto, Picolo y Gohan se encontraban ya muy cerca de las enormes montañas donde seguramente entrenarían un poco.

–¿Cómo te has sentido, Gohan? –preguntó Picolo mientras buscaban un lugar para bajar.

–Un poco triste… –murmuró el chico

–¿Por qué? Deberías estar feliz. Salvaste la tierra de ese maldito androide.

–Es… por lo de mi… papá –respondió Gohan.

–Todos cumplimos un ciclo, Gohan, y Gokou cumplió el suyo –repuso Picolo.

–¡Sí, pero fue mi culpa! –exclamó Gohan molesto. ¿Cómo es que nadie entendía eso? Si tan sólo hubiera matado a Cell cuando su padre se lo pidió… ¡Cómo se arrepentía no haberle hecho caso!

–No es tu culpa, Gohan. Además, Gokou es feliz en el otro mundo. Eso lo sé bien.

–¡Pero nosotros no! Mi mamá llora todas las noches en silencio, ella cree que yo no me doy cuenta, ¡esto es muy injusto! –dijo Gohan aun más molesto. Esa rabia crecía todos los días, deseaba golpearse a sí mismo para desquitar su coraje.

Picolo sabía que Gohan se culpaba por la muerte de Gokou, y que si no le hacía entender al chico de una vez por todas que Gokou había tomado la decisión de morir y que él no era culpable, esa rabia a la larga podría ser muy dañina para el muchacho y también para Milk.

–¡Ah, ya entiendo! –dijo Picolo con un tono por demás burlón– lo que sucede es que ahora quieres que todos te tengamos lástima y te digamos «Sí, Gohan por tu culpa murió Gokou, te odiamos» y así te sentirás mejor, pero en realidad lo que sucede es que en el fondo no has dejado de ser un bebé llorón y consentido. Y que el entrenamiento que te dio tu padre y el que te di yo no valió ni el tiempo invertido.

–¡¡No diga eso, señor Picolo!! –gritó Gohan visiblemente molesto, casi furioso.

–Vamos, Gohan, ponte a llorar como un bebé y compadécete más. Eso es lo único que sabes hacer muy bien. O bien de una vez por todas saca ese sentimiento de culpa que llevas dentro.

Gohan no contestó, pero Picolo notó que su Ki aumentaba rápidamente y con la mirada perdida se lanzó contra él, dispuesto a atacarlo. Picolo fácilmente esquivó el ataque, lo cual molestó aún más al chico.

–¿Eso es todo? Ni pareces el muchacho fuerte que derrotó a Cell.

Gohan volvió a atacar a Picolo con más fuerza y velocidad, pero él esquivaba fácilmente todos los golpes que el chico le mandaba. De pronto, Gohan aumentó aún más su Ki; en el momento, estalló su aura dorada de Supersayayin. Al ver esto, Picolo también comenzó a atacar a Gohan y ambos se trenzaron en una pelea muy poderosa. Algunos rayos de energía comenzaron a salir de ambos contrincantes y fueron a estrellarse en los árboles y en las rocas de los alrededores. Las ropas de ambos peleadores se estaban rompiendo, pero los golpes que se lanzaban casi nunca llegaban al oponente, ya que ambos sabían defenderse muy bien. Picolo veía a Gohan de forma burlona y eso hizo que el niño se enfureciera más y su aura volvió a estallar, superando esta vez los poderes del supersayayin ordinario. Picolo aumentó su guardia. Sabía lo poderoso que era Gohan y entendía que, si quisiera, Gohan lo mataría en un segundo.

El muchacho se lanzó de nuevo contra Picolo, pero esta vez los golpes sí alcanzaron al Namekusein. Gohan le propinó una patada en el estómago que hizo que Picolo se doblara a causa del dolor, y después un puñetazo en plena cara lo hizo salir disparado y fue a estrellarse contra una enorme roca, la cual se hizo pedazos con el contacto. Gohan miró su puño aún cerrado y miró la sangre de su amigo en ella, eso lo hizo reaccionar. Además, la furia que sentía hacía apenas unos momentos, había desaparecido por completo. De inmediato se dirigió hacia donde había caído Picolo y, volviendo a la normalidad, lo ayudó a salir de entre las rocas.

–¡Lo siento, señor Picolo, no quería lastimarlo! –exclamó Gohan, mientras Picolo se incorporaba y se limpiaba la sangre que abundantemente salía de su boca.

–¡Vaya! Qué hubiera sido de mi si hubieras querido lastimarme –bromeó Picolo– Lo importante es que ya te sientes mejor, ¿o no?

–Sí, señor Picolo, ya entendí. Ahora que lo pienso, tiene razón. Mi padre tomó una decisión y yo debo aceptarlo. Además, él me dijo que cuidara a mi mamá y no lo he hecho bien –contestó Gohan ya más tranquilo.

–Eso es, Gohan. Ahora hay que arreglar el desastre que hicimos –dijo Picolo refiriéndose a todos los árboles derribados y a las montañas destruidas.

Picolo lanzó rayos de energía al pequeño bosque destruido, y en un instante todo volvió a quedar igual que antes de la pelea. Después hizo lo mismo con él y con Gohan y sus ropas ya no lucieron destrozadas. «Es lo bueno de ser la fusión de un Dios» pensó Gohan sonriendo.

–Bueno, es hora de irnos. Si no, tu madre se enfadará conmigo y la verdad prefiero a otro androide que a Milk molesta –bromeó Picolo. Y ambos rieron.

Llegaron un rato después. Gohan insistía que Picolo se quedara un momento, pero no aceptó, así es que después de un «Gracias y hasta luego, señor Picolo» entró solo en la casa. Se sentía tranquilo y hasta contento, y por supuesto con mucha hambre.

–¡Ya llegue, mamá! –gritó Gohan desde la puerta.

–Qué bueno, Gohan. ¿Y Picolo? –dijo Milk, que salía de la cocina.

–Le dije que se quedara un rato, pero no quiso.

–Ni modo –dijo Milk, pero pensó «Gracias, Picolo», ya que había notado de inmediato la mirada alegre de su hijo.

–¡Mamá, tengo hambre! –dijo Gohan mientras se acomodaba en su lugar de la mesa.

–En un momento sirvo, ya está todo listo –dijo Milk, y entró a la cocina por la comida.

Un rato después, los dos comían en silencio. Gohan devoraba los alimentos, como si el hambre ausente en los últimos días se apareciera toda junta de repente. Milk lo miraba y sonreía «Tiene el mismo apetito que Gokou» pensó ella. De pronto, una náusea tremenda se apoderó de Milk y aparatosamente se levantó de la mesa y corrió al baño. Gohan se quedó quieto, aún con una pierna de pollo en la boca «¿Estoy comiendo tan asqueroso?» pensó el chico. Pero no era ésa la razón. Milk salió después de un rato un tanto pálida.

–¿Qué te sucede, mamá? ¿Acaso estas enferma? –pregunto Gohan muy preocupado.

–No es nada, no te preocupes, se me pasara pronto –respondió Milk, aunque no muy convencida de ello.

–Mamá, si estás enferma deberías ir al médico.

–No estoy enferma, sólo fue algo que me hizo daño, eso es todo –repuso ella.

Milk trató de acercarse a la mesa, pero el mareo de la mañana volvió y esta vez no hubo un mueble cerca de donde detenerse, y cayó pesadamente al suelo, desmayada. Gohan se asustó mucho, levantó a su madre y con cuidado la recostó en su habitación. De inmediato se comunicó con Bulma por teléfono. Ella, después de tranquilizarlo, le prometió que iría lo más rápido posible llevando a su médico de confianza para que atendiera a Milk.

Bulma llegó media hora después, y el médico que la acompañaba subió a revisar a Milk. Ellos dos, mientras tanto, se quedaron en la sala.

–Espero que no sea nada grave –comentó Bulma.

–Sí… qué bueno que viniste, te lo agradezco, sobre todo porque sé que dejaste a Trunks.

–Para eso son los amigos. Además, Trunks estaba dormido cuando salí para acá y se quedó con Vegeta. No pasa nada, sólo que él se vuelva un poco loco mientras regreso, ya que mis papás no están en casa.

Ambos rieron al imaginarse a Vegeta arrullando a Trunks para que volviera a dormirse…

Poco después bajaba el médico. Su expresión era tranquila, no aquella que tienen cuando van a dar una mala noticia. Gohan, menos preocupado, se acercó al doctor y con una expresión interrogante le dijo:

–¿Qué tiene mi mamá?

–Se encuentra un poco débil, no me preocuparía, pero en su estado…

–¡¿En su estado?! –lo interrumpió Bulma.

–Sí, señora Bulma, no puedo equivocarme: la señora Milk esta embarazada –respondió el médico.

Gohan y Bulma se quedaron con la boca abierta, no podían creer lo que escuchaban: Milk embarazada. A Gohan se le iluminó el rostro. ¡Un hermanito! Después de todo, su padre no los había dejado tan solos.

–Ahora es necesario que descanse y tome esto, aquí voy a escribir las indicaciones –dijo el médico, mientras colocaba un frasco sobre la mesa y escribía algo en una receta.

–¿Puedo verla? –preguntó Bulma.

–¡¿Yo también?! –preguntó Gohan.

–Claro, pueden pasar.

Ambos entraron en la habitación. Milk estaba recostada, lucía un poco pálida, pero su gesto era de total felicidad. Al verlos, una sonrisa se dibujó en su cara.

–¡Felicidades, Milk! –exclamó Bulma.

–¡Yo estoy muy contento, mamá! –repuso Gohan.

–¡Yo mucho más! –exclamó Milk– Sospechaba algo, pero no estaba segura, por eso no había dicho nada.

Conversaron un poco más, pero Bulma tenía que irse, ya que si no, Vegeta se volvería loco. Después de decirle a Gohan que la llamara en cualquier emergencia, salió de la casa en compañía del médico.

Al quedarse sola, Milk entrecerró los ojos y recordó la noche antes del cumpleaños de Gohan. Andaba muy apresurada terminando los preparativos del festejo. Además, el estar ocupada le ayudaba a no pensar tanto en la próxima batalla de Gokou contra Cell. La idea de que Gohan también participara en la pelea la llenaba de miedo, no deseaba que su hijo saliera lastimado o lo que era peor muerto. Sacudió la cabeza tratando de apartar esas ideas de su mente, antes de marcharse le haría prometer a Gokou que no dejaría pelear a Gohan.

Miró el reloj. Ya era muy tarde, así que decidió dejar lo que le faltaba para la mañana, salió de la cocina y subió las escaleras. Toda la casa estaba obscura y en silencio, era casi seguro que todos dormían. Casi llegaba a su habitación cuando distinguió la silueta de Gokou en el pasillo. Se sorprendió un poco, ya que aún no se acostumbraba del todo a verlo convertido en supersayayin todo el tiempo.

–Pensé que dormías, Gokou –dijo Milk en voz baja.

–No podía, Milk –murmuró él– estaba esperándote.

–¿Deseabas algo? –preguntó ella, buscando la mirada de Gokou entre las sombras.

–Sólo quería conversar contigo un momento –respondió él mientras abría la puerta de su habitación y ambos entraban en sillencio.

–¿De qué quieres hablar? –dijo Milk, sentándose sobre la cama y desatándose el cabello, el cual de inmediato cayó sobre su espalda y cubrió sus hombros.

–Yo sé que estás preocupada por lo de Cell –comenzó él– pero te aseguro que todo va a salir bien, debes confiar en nosottros.

–Es que ese monstruo es muy poderoso… yo tengo miedo que tú o Gohan…

–¿Confías en mí? –la interrumpió el sayayin, extendiendo hacia ella su mano.

Milk buscó sus ojos de nuevo. En ellos sólo encontró su mirada de siempre: transparente, casi ingenua y de total confianza en sí mismo, en el fondo seguía siendo ese niño del que se había enamorado, pero ahora esos ojos también eran los de un hombre fuerte y decidido. Ella, sin pensarlo, extendió su mano y tomó la de Gokou.

–Sí, siempre confiaré en ti –respondió Milk, pero no podré evitar sentirme preocupada.

Gokou la jaló hacia él, abrazándola. Milk se sorprendió un poco con aquel abrazo tan efusivo, pero lo correspondió con igual o mayor fuerza. Después, como si al saya se le ocurriera de pronto algo, la tomó en sus brazos, abrió la ventana y emprendió el vuelo sin tener en la mente un lugar específico. La noche estaba muy obscura, ya que no había luna, las estrellas parpadeaban como en una danza y se dejaba sentir un viento helado. Milk se estremeció un poco. «¿Tienes frío?» le preguntó Gokou. «Un poco» contestó ella. «¿Quieres regresar?» «No…, estoy bien» dijo Milk mientras se acurrucaba en el pecho de él. Gokou decidió volar más bajo y a lo lejos miró un pequeño bosque. Pensó que si volaba entre los árboles, Milk no sentiría tanto frío. Además, él tampoco quería volver. El bosque tenía un olor delicioso a pino y a frutas y estaba aun más obscuro, ya que los enormes árboles no permitían penetrar la escasa luz de las estrellas. De pronto, un pie de Gokou se atoró en la rama de un frondoso árbol, provocando que el vuelo se interrumpiera bruscamente. Ambos cayeron, por suerte el golpe no fue muy duro, además, Milk había logrado caer sobre Gokou.

–¿Estás bien, Milk? –preguntó él, aún tirado sobre el fino césped– Lo siento, no vi ese árbol.

–¿Y tú? –murmuró ella, mientras trataba de incorporarse.

Gokou no contestó. Sin dejarla levantarse, apartó el negro cabello de su cara, que lucía un poco enmarañado, la atrajo con suavidad hacia él y la besó dulce y tiernamente. «Te quiero, Milk» le dijo él en voz baja. «Yo también» susurró ella mientras lo besaba de nuevo. Entretanto todo era silencio a su alrededor, sólo el ruido de algún grillo y el silbido del viento entre la copa de los árboles se escuchaba.

Los primeros rayos del sol se asomaban por el horizonte cuando volvieron. La ventana aún estaba abierta, nadie había notado su ausencia. Ambos se dejaron caer sobre la cama aún tendida y comenzaron a reír como dos chiquillos que acaban de hacer una gran travesura.

Los recuerdos de Milk fueron interrumpidos por la entrada de Gohan. Llevaba con él la medicina para su madre.

–Es hora de que tomes tu medicina, mamá –dijo el chico acercándose a Milk.

Ella sólo sonrió. Gohan era un excelente hijo, y sabía que aquél que venía en camino lo sería también. Cuando Ox Satan regresó de su viaje y se enteró de la noticia, se puso muy contento «¡Otro nieto, qué felicidad!» fueron sus palabras. Milk pasó el resto de su embarazo mimada por su hijo y por su padre.

Por fin el día del parto llegó. De inmediato, Milk fue llevada al hospital, y Gohan, Ox Satan, Krilin, Bulma y ¡hasta Vegeta! esperaban noticias. A las dos horas, un médico salió a informarles que Milk había dado a luz a un varón, y que ella y el bebé se encontraban muy saludables. Todos se pusieron muy contentos, y Vegeta, aunque con aparente indiferencia, pensaba «Otro Sayayin… aunque de clase baja». Muy lejos, en un palacio en el cielo, Picolo también sonreía al sentir el Ki del nuevo hijo de Gokou, que al parecer sería tan fuerte como su padre.

Entretanto, Milk miraba a su pequeño hijo «Es idéntico a Gokou» pensaba mientras lo arrullaba entre sus brazos. El pequeño comenzó a llorar a todo pulmón, «Y creo que también heredó su apetito» se dijo ella sonriente.

El barco en la botella

por SUSY

«Bueno, hoy es el día» dijo Vegeta mientras saltaba eufórico de la cama. A su lado, Bulma apenas sí podía abrir los ojos ¡eran apenas las cinco y media de la mañana y todavía estaba oscuro… muy oscuro!

«Vegeta, vuelve a la cama, ¿quieres? Es muy temprano todavía y no creas que permitiré que saques al pobrecito Trunks de la cama a estas horas. Bastante hago con tolerar que quieras empezar a entrenarlo a sus tiernos cuatro añitos. Sólo espero que no lo lastimes» dijo ella preocupada.

Vegeta, para entonces, ya estaba de pie colocándose su ropa de entrenamiento «No te preocupes, mujer, él es un saiyan y sería peligroso que no lo hiciera. Debe aprender a manejar su gran poder. Por otra parte, no deberías preocuparte. Yo empecé antes que él, y en cuanto al horario es el más adecuado para entrenar, créeme» aseguró él jovialmente.

«¡Ay, Vegeta, tengo mucho sueño, nos acostamos muy tarde anoche! ¿No podrías prepararte tú el desayuno y a Trunks?» pidió tímidamente, segura de una negativa. Pero él estaba de un humor excelente, ya que era un día muy especial para los de su raza, así que asintió sin problemas y se dirigió a la habitación de su hijo. Bulma, en tanto, se quedó en la cama algo nerviosa, mientras pensaba: «Esto no me gusta, creo que tengo un mal presentimiento, Dios no lo permita. Pero probablemente él tenga razón, después de todo es su padre y debe estar con su hijo, aunque sólo sea para entrenarlo. Siempre es un comienzo, el niño lo necesita» Entonces, algo más tranquila, abrazó la almohada y retomó su interrumpido sueño.

«Trunks, Trunks, despierta, hoy empezarás a entrenar con tu padre como corresponde a un guerrero de tu categoría» dijo Vegeta, mientras quitaba todas las frazadas de la cama del niño. «Vamos, arriba, las horas de la mañana son las mejores para el entrenamiento» agregó, impaciente.

«¿Eh? ¿Ah? ¡Oh, papá, tengo mucho sueño! ¡Déjame un rato más, por favor!» le contestó el pobre Trunks, mientras bostezaba largamente e intentaba acurrucarse de nuevo. Pero su padre lo tomó del pijama, lo levantó, abrió la ducha y lo metió abajo del chorro de agua fría. El niño gritó, asustado y, secándose con una toalla, se preparó a entrenar. Ambos bajaron al comedor, y como Bulma permanecía en su alcoba, Vegeta fue a la heladera y preparó un desayuno bastante aceptable, pero eso sí, muy abundante.

«Mira, la primera lección es ésta: antes del entrenamiento, asegúrate de comer bien, de otra forma no tendrás energía» dijo mientras devoraba un gigantesco sandwich de jamón y tomate.

El pequeño lo miraba con admiración, y sin perder tiempo comenzó a imitarlo. En poco tiempo terminaron con todo lo que había sobre la mesa y se retiraron a los jardines, dejando la cocina como después de un desastre nuclear.

Una vez en los jardines de C.C., Vegeta comenzó a realizar con su hijo ejercicios de calentamiento y flexibilidad, tales como estiramientos varios, abdominales, lagartijas, etc.

Luego de esos «preliminares», comenzó la parte marcial propiamente dicha. En primer lugar empezaron los ejercicios con patadas, puñetazos, etc. para luego seguir con el entrenamiento de combate.

«Bien, Trunks –aseguró Vegeta–, ahora combatiremos. Veremos qué tal te desempeñas. Golpéame ahora» añadió con una sonrisa.

Trunks miró a su padre, luego su puño y… tuvo miedo. ¿Qué pasaría si le devolvía el golpe? Lo mataría tal vez. No había nadie tan fuerte como su papá, o al menos eso pensaba él. Pero había que obedecerlo… ya parecía impacientarse… después de todo, no iba a arruinar la primera vez que él parecía ser importante para su progenitor. Rápidamente cobró valor, cerró su puño y lo golpeó… o al menos intentó golpearlo, ya que el saiyan tomó su pequeño puño y lo lanzó por el aire haciéndolo aterrizar a unos metros de distancia. Vegeta rió, divertido, mientras le decía: «Vamos, Trunks, eres muy lento, no podrás vencer a nadie de esa manera. Deberás entrenar mucho. ¡Ven aquí, levántate ahora!». Trunks se levantó con esfuerzo, realmente él no se hubiera imaginado eso, pero en medio de su temor sintió un deseo inexplicable de pelear, pelear aunque fuera golpeado, pelear hasta morir, tal vez… más allá del límite… La sangre saiyan que corría en sus venas lo hizo superar el miedo y comenzó a intentar golpear a su padre, quien rechazaba los golpes y le propinaba algunos también. Sin retroceder, apenas, más que para contraatacar, el niño siguió combatiendo un rato más, hasta que, por ser el primer día y estar muy satisfecho con el potencial guerrero de su hijo, Vegeta decidió ponerle fin al entrenamiento, al menos hasta la tarde. Trunks había demostrado ser un digno hijo suyo, pensó.

A la hora del almuerzo se reunieron los tres en la mesa. Vegeta, impulsado por la euforia del entrenamiento, trataba de iniciar una conversación.

«Muy bien, mujer, debo informarte que mi hijo es un verdadero guerrero saiyan de clase alta. Es una pena que no tenga un scouter aquí, ya que me gustaría medir su poder de pelea, pero te anticipo que es muy alto. ¡Es evidente que es mi hijo!» concluyó, orgulloso. Ella trató de aparentar algo de entusiasmo, pero la verdad es que seguía un poco preocupada, especialmente cuando notó las marcas en los antebrazos de Trunks, así como su ojo derecho hinchado por un golpe: «¡Vegeta! –empezó– ¡deberías tener más cuidado! ¡Mira el ojo de Trunks!» le reprochó.

Pero él le contestó despreocupadamente: «¡Bah, eso no es nada, debe acostumbrarse a los golpes, es la única forma de que aprenda. Recuerda si no cómo entrenaban esos amigos tuyos, en especial Kakarotto. Éste es el entrenamiento adecuado para él»

«Sí, mamá. Ya no me duele, papá tiene razón, me gusta más entrenar que hacer cualquier otra cosa. ¡Déjame seguir! No sabes lo bien que la pasamos» suplicó el niño con entusiasmo.

Bulma sonrió levemente. ¡Realmente era hijo de Vegeta! Bien, tendría que empezar a acostumbrarse a que su bebé era un saiyan, a pesar de ser su hijo, eso era algo complicado, pero ella no sería jamás un obstáculo en el desarrollo de Trunks. Además, le satisfacía profundamente ver a los dos compartiendo algo, ya que hubo épocas en las que pensó que eso no sería jamás posible. Tal vez ahora Vegeta pudiera demostrar a su hijo cuánto lo amaba, y empezaría a ser un padre en todo el sentido de la palabra. ¡Ya era hora! «Yo no digo nada, Trunks. Sólo quiero que tu padre tenga cuidado, aún eres pequeño» contestó, tranquilizándolo.

«Es también mi hijo, Bulma, te lo recuerdo. De todas formas te digo que su rendimiento ha sido tan bueno que mañana empezaremos a entrenar en la cámara de gravedad» le informó él.

«¡Oh, papá! ¿De veras? ¡Qué alegría! ¡Al fin podré ser tan fuerte como tú!» replicó mientras saltaba de alegría.

Ella se quedó pasmada al escuchar eso. ¡La cámara de gravedad! ¡Su niño en ese lugar tan peligroso, que el mismo Vegeta, a pesar de ser un gran guerrero, había salido varias veces muy lastimado de él! Y lo peor era que ella no sabía cómo evitarlo. Tratándose de estos temas, el saiyan era inflexible, su hijo debía ser un guerrero excepcional. Un escalofrío recorrió su cuerpo y la hizo estremecer: «¡Trunks… Trunks… mi chiquito!». Pero seguramente, pensó, él tenía razón, eran aprensiones suyas. Después de todo, Gohan había comenzado su entrenamiento con Píkoro a esa misma edad, e irónicamente para enfrentar al mismo hombre que ahora estaba comiendo frente a ella. ¡Quién lo hubiera dicho!

«Bulma, Bulma, ¿te pasa algo?» le preguntó Vegeta, mientras chasqueaba los dedos delante de su cara.

«No, sólo recordaba que Gohan empezó a la misma edad que Trunks, cuando supo que tú vendrías. ¿Lo recuerdas?» le recordó ella.

«Sí, claro que me acuerdo, y ya ves que obtuvo muy buenos resultados, aunque preferiría que no hablemos de ese tema delante de Trunks».

«¿Por qué, papá? Yo ya soy grande y quiero saber qué pasó cuando viniste. ¿De dónde viniste? ¿No estuviste siempre aquí, como yo?» preguntó ingenuamente Trunks.

«No, yo nací en Vegetasei, un planeta que fue destruido por un maldito llamado Freezer, y era allí el príncipe de los saiyanes, una poderosa raza guerrera, de la cual eres parte. Yo soy el último saiyan puro, y en cuanto a los que son sólo mitad saiyanes están los hijos de Kakarotto, Gohan y Goten, y tú, claro» explicó Vegeta con orgullo.

«¡Entonces yo también soy un príncipe! ¿Escuchaste eso, mamá? ¿Qué te parece?» repuso asombrado.

«Sí, yo ya estaba enterada. Es imposible conocer a tu padre e ignorar que es un príncipe» contestó Bulma con sorna.

«Supongo que lo dirás porque se nota a la legua mi alcurnia, ¿verdad? Pero sí, Trunks, es cierto, tú también eres un príncipe y deberás demostrar que mereces ese honor entrenando con todas tus fuerzas, como corresponde a un guerrero de clase alta como tú. Por eso, ahora, termina de comer, y ven conmigo a los jardines, tengo que enseñarte algunas cosas antes de que podamos ir a la cámara de gravedad» terminó la conversación el saiyan, mientras se levantaba de la mesa, seguido por Trunks.

Bulma se levantó también para ir al laboratorio, tenía que perfeccionar esos nuevos robots de entrenamiento que Vegeta le había pedido, ahora iban a ser dos para descomponerlos. Pero no pudo evitar recordar las palabras de Gohan de hacía dos días: en la última visita que el muchacho había hecho al Palacio Celestial, había sido informado por Dende de que, a causa de los abusos cometidos con las esferas, por un lapso de dos años posiblemente no sería posible su uso, razón por la cual deberían tener mucho cuidado en sus entrenamientos. Ella sintió un escalofrío cuando pensó en eso y decidió contárselo a Vegeta. Pero el saiyan no le hizo caso, eufórico como estaba, y desechó sus temores, diciendo: «No te preocupes, mujer. Cuando yo entrenaba en Vegetasei, no teníamos las esferas y eso no impidió que entrenara tan duramente hasta llegar a ser el más fuerte de mi raza» contestó él mientras, al pronunciar las últimas palabras, su frente se ensombreció. «Gokú –pensó ella– no puede dejar de recordarlo. ¡Pobre mi Vegeta! ¡Hasta qué punto es esclavo de su naturaleza guerrera!».

«Pero, ten mucho cuidado, no podría soportar que algo le sucediera a Trunks» le suplicó Bulma.

«Naturalmente que tendré cuidado. Es mi hijo también y lo cuidaré. Pero recuerda lo que te dije: es muy peligroso que no sea entrenado como un saiyan, en algún momento podría perder el control y sería desastroso para todos. Ya se dieron casos en Vegetasei. Por otra parte, yo soy el más indicado para entrenarlo, ¿o acaso no me tienes confianza?» le dijo mientras la atraía hacia sí y la besaba en la boca. Ella casi se tranquilizó por completo cuando sintió sus caricias. Era tanto lo que lo amaba ya, que bastaba el contacto de su piel para disipar aún sus peores temores.

Por la noche se repitió más o menos lo vivido durante el almuerzo, sólo que Trunks lucía más golpeado y más entusiasmado aún. Al final de la comida sonó el teléfono: era Chichi quien le anunció a Bulma que al día siguiente iría a visitarla junto con Gohan y Goten. Vegeta se sintió muy satisfecho al escuchar esto último. Para él era como un desquite que los hijos de Kakarotto y en especial Gohan vieran los adelantos de su vástago. «Es una buena noticia –dijo con su orgullo característico– al fin conocerán lo que es un guerrero de clase alta». Bulma no contestó nada, ¿qué podría decir que ya no hubiera dicho? y llevó a su hijo a dormir.

A las primeras horas de la mañana, Vegeta y Trunks ya estaban en la cámara de gravedad. El niño no podía más de la alegría que le causaba ¡al fin! entrenar en ese misterioso lugar donde hasta ese día se le había prohibido entrar. Vegeta comenzó con gravedad normal hasta que su hijo se acostumbrara al lugar y luego comenzó a aumentarla de a una. Cuando llegó al número tres paró y siguió con sus enseñanzas. El niño se sofocaba terriblemente en esa gravedad, pero su padre no pareció notarlo y le empezó a explicar la forma de emitir rayos de energía, para lo cual usaría a los robots como oponentes. Hacia el mediodía, Trunks ya estaba demasiado cansado y sus reflejos habían disminuido mucho.

En tanto, Bulma preparaba la mesa para llamarlos a comer, cuando una visión cruzó por su mente, como un relámpago: una mancha roja, líquida, viscosa. Cerró los ojos con fuerza y sacudió la cabeza. Tal vez había sufrido demasiado en los últimos años, debía ver al médico, esto no era normal, en modo alguno. Fue sacada de sus pensamientos por el timbre, eran Chichi y sus hijos. Goten corrió hacia los jardines en busca de su amigo y llegó hasta la cámara, en la puerta de la cual golpeó…

«Ahora, Trunks, pon atención, te mostraré cómo destruir ese robot, ten cuidado» le dijo su padre mientras lanzaba un ataque energético contra la citada máquina. El robot se destruyó por completo y Trunks intentó imitar a su papá, pero en ese momento se distrajo con la llegada de su amigo: «¡Oh, vino Goten!». «¡Cuidado Trunks!» gritó Vegeta, desesperado mientras veía cómo el ataque de su hijo había rebotado en la máquina y le penetraba en el pecho. Como en cámara lenta, vio cómo el niño caía atravesado por el propio rayo que había generado y su sangre en un chorro le salpicaba la cara… Se quedó inmóvil y en una fracción de segundo recordó la muerte del otro Trunks, que tanto lo había afectado… «¡No, Trunks, no te mueras», pensó aterrado. Del otro lado, Gohan ya había abierto la puerta de la cámara y se había encontrado con el siniestro espectáculo… los gritos de Bulma y de Chichi, el llanto de Goten y él no podía casi moverse ni decir nada. «¡Vegeta, te dije que lo cuidaras, es tu culpa, te odio, mataste a nuestro hijo!» gritó Bulma en medio del llanto mientras lo golpeaba con sus puños. Él pareció salir de un sueño y le dijo «No, no, fue un accidente, él se pondrá bien… no murió… no». Entonces ella, cambiando bruscamente de humor, se abrazó a él mientras sollozaba.

Cuando llegó el médico, decidió internarlo de urgencia. Si bien las esperanzas eran escasas, no debía desecharse ninguna posibilidad de que se repusiera. Para peor, no había disponibles semillas del ermitaño. Según Gohan, no las habría hasta dentro de un mes. Bulma se quedó al lado de la cama de su hijo todo el tiempo y Vegeta permaneció en el pasillo como si no se animara a entrar. Y así pasó todo el día y toda la noche sin mayores cambios. El saiyan permaneció todo ese tiempo de pie, en una especie de infierno interior… Todavía podía sentir el sabor de la sangre de su niño cuando el accidente ocurrió. «¡Qué ironía y tal vez qué horrible castigo!», pensó. A imitación de Freezer y de Nappa, él se había relamido cuando derramaba la sangre de algún oponente… y ahora era su hijo la víctima… «¡Oh, Trunks! ¿Por qué no habré sido más afectuoso contigo? ¡Tantas veces te rechacé! Es la desgracia, el estigma de no poder demostrar nada de lo que siento, esa maldita educación saiyan que me impide amar, decir que amo… Con Bulma fue más fácil, el instinto sexual me ayudó… pero con Trunks… tal vez ya sea tarde…» pensaba mientras era atormentado por los remordimientos.

«Señor, ¿no quiere entrar a la habitación? Aquí hace frío y puedo conseguirle una silla. Si se queda allí parado se agotará y no podrá cuidar a su hijo» le dijo una enfermera, compadecida de él. Pero el saiyan no le contestó, sólo se limitó a mirarla como si no entendiera sus palabras, razón por la cual la mujer se alejó, dudando de su buen juicio. Entonces Vegeta siguió pensando cómo era posible cambiar a esa altura de su vida… sin duda era imposible… y si Trunks moría… ya nada importaba. Por su mente cruzó la imagen de un adorno que les habían regalado, un barco en miniatura dentro de una botella… tenía todo para navegar, para salir al mar, pero estaba encerrado… como él en sí mismo y sin esperanzas ya.

«¡Ah, Kakarotto –pensó– hasta en eso me superaste! ¡Tú sí que sabías amar a tu hijo!» y con el corazón destrozado recordó cómo Gohan se abrazaba a su padre y cómo se querían. Si en lugar de estar su pequeño en peligro de muerte estuviera él, el niño no tendría motivos para llorarlo, ya que siempre fue un bastardo con su familia. «Yo debería estar agonizando, no él. Pero las cosas son así, parece que son los buenos los que mueren, mientras que los malos nos pudrimos en el mundo» pensó mientras sonreía amargamente. En ese instante despertó Trunks «¡Oh, mamá, me duele mucho!» balbuceó, mientras que Vegeta se acercaba a la cama, infinitamente aliviado, pero sin poder hablar casi, y sin demostrar lo que sentía. «Papá ¿lo hice bien? No se preocupen, pronto estaré bien, me siento mejor» musitó el niño. Bulma lo abrazó, llorando, mientras que Vegeta, casi sin darse cuenta, tocó con las palmas el aire a su alrededor, como palpando las paredes de vidrio de la botella del barco que ya simbolizaba para él su incomunicación con los seres que más amaba. Desesperadamente quiso decir algo a su mujer y a su hijo, quienes lo miraban esperando algo de él. Pero nada salió de su boca más que una leve sonrisa y una inclinación de cabeza destinada al niño, como mostrándole su aprobación. Inmediatamente salió del hospital, voló a su casa, profundamente frustrado y angustiado y se puso a entrenar al máximo en la cámara de gravedad. Tal vez otro día lo lograría… no debía perder las esperanzas… ésta era una nueva batalla para librar. Y siguió entrenando.

Una historia de amor II

por Raquel Vásquez y SUSY


Viernes, diez de la noche. En el lóbrego cuarto de un hotel de mala muerte, Lunch, agotada del trabajo de la semana, se desvistió rápidamente y se metió en la cama. Pero no podía dormir, esa noche los recuerdos la asaltaban insistentemente, además tenía mucho frío, demasiado. Trece años era mucho tiempo para un recuerdo, ¡pero qué fuertes eran esas imágenes! Se veía a sí misma, cuando conoció a Ten Shin Han, tan altivo e indiferente, y ella tan tímida y joven. Humm, el tiempo pasa y a todos nos deja marcas, pensó con cierta amargura. Distinto hubiera sido si esos asesinos extraterrestres no hubieran matado a su amor ¡cuánto dolor por culpa de esos malditos! Cuando se enteró por boca de Piccolo, a quien encontró de casualidad hacía tres días, de que él mismo y todos los otros guerreros, inclusive Ten, habían sido resucitados finalmente, había comenzado su insomnio. Se encogió de hombros y miró en su mesa de luz la interminable fila de calmantes y somníferos que estaba tomando, nada de eso parecía hacerle efecto, tal vez lo mejor de ella estaba muriendo de añoranza y soledad… ¡Qué frío hacía allí! Pronto debería cambiar de hospedaje, de todas formas no había nada que la atara en ningún lugar del universo… Y no era que no hubiera conocido otros hombres, en su trabajo transportando cargas en camiones de una ciudad a otra, había vivido otras historias… pero nada que se pudiera comparar a su amor por Ten. Ahora sí que estaba sola y el tiempo parecía escurrírsele de entre los dedos como si fuera agua, ¡si hasta le habían salido unas canas! No obstante todavía podía considerarse hermosa, al menos eso le decían. Sonrió mientras recordaba al maestro Roshi ¡viejo libidinoso! Después de la muerte de su amor, ella dejó Kame House y quizás comenzó a madurar un poco, al menos se daba cuenta de que en esa época no tenía nada en la cabeza. En cuanto a la rubia, sus apariciones eran cada vez más infrecuentes, para eso tomaba una medicina nueva que le había recetado su médico.

Piccolo se había limitado a explicarle la causa de que estuvieran con vida, pero nada más le había dicho. A decir verdad, sólo habló con él unos pocos momentos y le dijo que no sabía nada de Ten, pero que tal vez Bulma lo supiera. Ella quiso preguntarle algo más, pero él se fue rápidamente. Tal vez ya era tarde para volver a empezar… Miró con fastidio la hoja de tareas que le dieron en la empresa, realmente no hubiera tenido tiempo de ir hasta la Corporación Cápsula. Ya últimamente no vivía más que para su trabajo… Eso no era justo… Bruscamente, tomó una resolución, se levantó de la cama, se vistió y salió en su camión hacia la Corporación Cápsula. «Todos merecemos una segunda oportunidad de ser felices», pensó.

Una vez allí, al día siguiente, se acercó a la puerta y tocó el timbre, temerosa de lo que pudiera escuchar. Salió a atenderla un niño de cabellos violetas, con aspecto pícaro y un extraño ceño. «Hola» le dijo el chico. Ella le respondió, con miedo de que ya no viviera allí: «Hola, ¿aquí vive Bulma Brief?» El niño asintió con una gran sonrisa cuando de repente una profunda voz masculina preguntó «¿Quién es, Trunks?» «No lo sé, papá, pero…» empezó Trunks. «A ver, déjame, ¡yo arreglaré eso! ¿Quién vendrá a molestar ahora?, malditos terrícolas, no saben hacer otra cosa» musitó el hombre por lo bajo mientras se acercaba a la puerta y se enfrentaba a Lunch. «¿Qué quiere?» le preguntó ásperamente. Ella retrocedió con la boca abierta por el terror cuando vio el rostro de su interlocutor, hasta que enredó sus pies en el felpudo de la puerta y cayó sin dejar de mirar a los dueños de casa a los ojos: «Pero… si es… el saiyan… ¡Vegeta!» y se desmayó por la impresión. Vegeta la miró primero a ella y luego a su hijo, entonces se encogió filosóficamente de hombros y se dispuso a cerrar la puerta de la calle. «Bah, alguna loca o tal vez una vagabunda» dijo en voz alta. «No, papá, estaba buscando a mamá, tal vez sea esa parienta que ella esperaba» le contestó el pequeño. «¿Se puede saber por qué no me lo dijiste antes? –le preguntó irritado su padre– «Además parece que me conoce, debe ser ella, es mejor que la lleve adentro, de otra manera tu madre gritará hasta mañana –agregó, mientras la alzaba y la acostaba en un diván de la sala– Cuídala tú, Trunks, te la encargo» terminó, mientras se dirigía a los jardines con el propósito de entrenar un poco, Su cámara estaba descompuesta, por desgracia, según le advirtió al niño antes de salir.

Cuando Lunch se despertó miró a su alrededor y al ver a Trunks comenzó a temblar. Éste se asombró al notarlo, realmente no estaba acostumbrado a que la gente temblara al verlo, no era tan terrible, después de todo. «Tú…tú… eres el hijo de ese saiyan… no me mates… por favor… ¿qué van a hacer conmigo? ¿Qué le hicieron a Bulma? La mataron, ¿verdad?»

El pobre Trunks no salía de su asombro. ¿Estaría loca esa mujer? Ni que ellos fueran unos demonios… Si hubiera aparecido nuevamente Boo, no se hubiera asustado tanto…

«¿Qué dice Ud.? ¿Cómo cree que nosotros mataríamos a mi mamá? Y no sé por qué me tiene miedo, yo no le haría daño y mi padre tampoco, sólo le recomiendo que no diga esas cosas en su presencia porque tiene muy mal carácter y se enfurecería, y es terrible cuando se enoja» le contestó entre indignado e intrigado el pequeño saiyan.

«¿Tu mamá, dices? ¿Eres hijo de Bulma y de ese… hombre? No lo puedo creer… él…» balbuceó, confusa y todavía asustada mientras su cabeza trabajaba rápidamente. ¿Sería cierto eso? Pero Bulma era novia de Yamcha, ¿cómo se entendía que lo hubiese cambiado por ese monstruo? Él era responsable de su sufrimiento; si no hubieran matado a Ten, ahora su vida tendría un sentido.

Posiblemente todo lo que decía ese niño fuera verdad, no parecía ser un monstruo. En ese momento le estaba ofreciendo un dulce que sacaba del bolsillo de sus pantalones, mientras la miraba receloso. Tal vez ese asesino hubiera aterrorizado a Bulma con amenazas constantes de muerte hasta lograr que ella fuera su mujer y le diera un hijo. ¡Pobre niño, entonces! ¡Y pobre Bulma, qué terribles experiencias. Lunch aceptó el dulce y le sonrió tímidamente, en ese momento la puerta de la calle se abrió y Bulma apareció, cargada de paquetes. Al entrar lo primero que vio fue a Trunks y a alguien sentado en el sofá de su sala, pero desde el lugar en el que estaba no podía divisar quien era, tal vez esa parienta que esperaba, pero de ser así llegaba temprano. Llena de curiosidad se acercó hasta ellos, Trunks se alegró al verla, ahora tal vez sabría el por qué del extraño comportamiento de la mujer, «¡Hola, mamá! Al fin llegas, esta señora pregunta por ti», «¿Quién es…?», no pudo terminar su frase, al ver a Lunch todos los paquetes que llevaba en sus brazos cayeron al suelo por la impresión, «¡No puede ser! –pensó– ¿Estaré soñando? ¡Lunch!, ¿Realmente eres tú?».

Al verla Lunch no supo cómo reaccionar, pensaba que encontraría a una mujer demacrada y acabada por los años de esclavitud al lado de ese monstruo, pero era todo lo contrario: ante ella tenía a una Bulma bella y rozagante, un poco más madura, pero aún así los años casi no la habían cambiado, ¡si hasta se veía feliz! Realmente no lo entendía, «Sí, Bulma, soy yo», trató de ponerse de pie para saludarla pero inmediatamente cayó al suelo inconsciente. Si no hubiera sido por Trunks que la sostuvo a tiempo, seguramente se hubiera llevado un buen golpe. «¿Quién es esta señora, mamá? ¿Por qué al ver a papá se asustó tanto y nos llamó asesinos?», el niño estaba bastante confundido, así que Bulma trató de tranquilizarlo y de paso tranquilizarse un poco ella también, «No te preocupes, hijo. Ella es una vieja amiga que no veía hacía mucho tiempo, desde antes que nacieras. Por favor, ayúdame a llevarla a la habitación de invitados, está muy débil»

Trunks accedió de inmediato y cuidadosamente colocó a Lunch sobre sus hombros, subió las escaleras y la acostó sobre la cama mientras Bulma cerraba las cortinas de la habitación para que la luz del Sol no perturbara sus sueños, ya bastante inquietos. Al ver el cuidado con que su hijo arropaba a Lunch, Bulma sonrió llena de orgullo, definitivamente ese niño, a pesar de ser hijo de Vegeta, había sacado mucho de su carácter también, afortunadamente para él, pensó ella. Se acercó a Trunks y acarició sus cabellos, «Gracias, cariño, ya puedes ir a jugar, yo me quedo con Lunch» «¿Crees que estará bien, mamá?» dijo bastante serio y lleno de preocupación. «¡Claro, hijo! Sólo está cansada, ya verás que con un poco de descanso se siente mejor», al escuchar esto el niño se sintió mejor también y salió corriendo de la habitación.

Bulma se sentó en uno de los bordes de la cama. Miraba a Lunch, habían pasado muchos años desde la última vez que la había visto, estaba pálida y ojerosa, seguramente desde hacía mucho tiempo que no dormía bien, su aspecto era totalmente diferente de la muchacha tímida y jovial de aquellos días de aventuras en casa del maestro Roshi. A pesar de que estaba dormida, podía saber por la expresión de tristeza de su rostro que los años no habían sido amables con ella. Qué extraño que ahora se apareciera, ¿qué estaría buscando en su casa?, ¿habría pasado algo malo que ella no supiera? Con mucha delicadeza tocó su frente y comprobó con preocupación que tenía algo de fiebre, en ese momento Lunch comenzó a ser víctima de extraños sueños febriles que hacían que pronunciara con insistencia el nombre de una persona, «Ten… Ten…». Al escucharla, Bulma abrió sus ojos de par en par, ¡después de tantos años seguía pensando en Ten Shin Han!, Bueno, eso era algo que entendía a la perfección, ya que ella también seguía amando a su adorado Vegeta, a pesar de todos los obstáculos y de él mismo, sabía que lo amaría por siempre. «Sopa de pollo –pensó– nada mejor que la sopa de pollo para recuperar las energías perdidas», así que se levantó de la de la cama y se dirigió rápidamente a la cocina, no sin antes recoger todos los paquetes que había arrojado al suelo y comprobar con enfado que todos los huevos que traía en la bolsa se habían roto. «Bueno, tendré que comprar otros, pero mejor me apresuro, estoy retrasada con la comida y Vegeta se vuelve un energúmeno cuando el almuerzo no está listo a tiempo». Tomó las bolsas con las provisiones mientras le ordenaba a sus robots que limpiaran el desastre de la sala, y como una experta comenzó a preparar deliciosos platos para su esposo y su hijo. No sabía la razón pero ese día tenía muchos deseos de consentirlos, aunque fuera cocinando algo especial para ellos, los amores de su vida.

El Sol se ocultaba en el horizonte cuando Lunch finalmente despertó. Al principio no recordaba dónde estaba ni qué había pasado, pero poco a poco comenzó a hacerlo. Se levantó de la cama e inmediatamente se puso sus gruesas botas de trabajo, salió de la habitación y caminó por el largo pasillo que la separaba de las escaleras. No estaba segura pero creía recordar el camino que la llevaría a la salida, quería salir corriendo y alejarse de ese saiyan asesino que sin lugar a dudas tenía hipnotizada a Bulma. No existía otra explicación para que ella estuviera a su lado, ya encontraría otra forma de saber lo que había pasado, seguramente en Kame House sabrían algo de Ten Shin Han. Cuando finalmente bajó las escaleras, pudo escuchar a Bulma en la cocina y pudo sentir un olor muy agradable que provenía de ese lugar, entonces su estómago comenzó a hacer ruidos, después de todo llevaba casi 24 horas sin probar bocado. Justo en ese momento y como si presintiera lo que estaba pasando, Bulma salió de la cocina y se encontró con Lunch, que ya tenía la puerta abierta. «Pero Lunch, ¿qué haces? Estás enferma y no puedes irte sin al menos comer algo primero», «P-Pero… B-Bulma… y-yo…», la verdad es que Lunch se puso muy nerviosa y no supo qué decir. Bulma se dio cuanta de esto y la tomó del brazo empujándola a la cocina, sentía que tenían mucho de que hablar, «¡Pero nada! Vas a comer y punto».

Juntas entraron a la cocina, Bulma hizo que Lunch se sentara en la mesa mientras ella calentaba la sopa que ya hacía varias horas estaba lista sólo esperando a alguien que quisiera comerla. Mientras ésta se calentaba, sirvió dos tazas de té y se sentó junto a Lunch dispuesta a saber dónde había estado su amiga en los últimos 13 años. La verdad es que no había mucho que decir, así que de forma muy general le contó de su trabajo de camionera y de la infinidad de viajes que había tenido que realizar en todos esos años. Nada interesante a su forma de ver las cosas.

Luego de esto, Bulma, algo sorprendida con todo lo que le habían contado, se levantó dispuesta a servirle la comida a Lunch. Ésta, un poco más tranquila, la ayudó en lo que pudo y comió como si no lo hubiera hecho en mucho tiempo, cosa que puso muy feliz a Bulma. Inesperadamente Lunch comenzó a hacer preguntas, tenía muchos deseos de saber todo lo que había pasado. «¿Y Yamcha? Pensé que él era tu novio», «Sí lo era, pero hace unos 10 años que terminamos nuestra relación, la verdad es que no pude seguir tolerando sus constantes infidelidades», «Ya veo. Entonces, ese niño de cabellos violetas es realmente hijo de…», al ver que Lunch no pudo terminar la frase, Bulma tuvo que hacerlo, «Sí, su nombre es Trunks y es hijo de Vegeta». Al escuchar esto, Lunch golpeó con rabia la mesa haciendo que el plato de sopa cayera al suelo, ¿Cómo? ¿Cómo era posible que Bulma se hubiese casado con ese monstruo? Se levantó bruscamente de la mesa dispuesta a confrontar a Bulma, pero al hacerlo pudo ver a través de la ventana de la cocina a Vegeta en el jardín. A pesar de que ya había oscurecido, seguía entrenando intensamente y como era su costumbre lo haría hasta la hora de la cena. Al verlo recordó la forma tan terrible en que Ten y los demás habían sido asesinados y la forma en que ella había llorado sus muertes. «Si no fuera por Goku –pensó– todos estaríamos muertos ahora». Al vivir de nuevo todos esos recuerdos comenzó a llorar, «¿Por qué?» fue lo único que alcanzó a decir. Bulma, que estaba levantando los platos rotos del suelo, entendió perfectamente lo que significaba esa pregunta. «Sé que hay muchas cosas que no entiendes, pero….», «¡¿Pero qué?! –interrumpió Lunch– ¡¿Qué puedes decirme para hacerme recuperar todos los años de soledad que ese hombre me hizo pasar?! ¡¿Cómo puedes hacerme olvidar la forma tan terrible en que mató a mi amado Ten Shin Han?! ¡¿Cómo pudiste olvidarlo tú?! ¡¿Acaso te obligó a estar a su lado?! Dime que fue eso, por favor, ¡dímelo!».

Con tanto alboroto, Vegeta entró a la casa por la puerta de la cocina dispuesto a saber qué era lo que estaba pasando. Al verlo, Lunch casi muere del susto. Lo odiaba, pero al mismo tiempo le temía. «¡¿Me quieren decir que está pasando aquí?! ¡¿Que no ven que no me dejan entrenar?!», «Lo siento, amor –dijo rápidamente Bulma– hace tanto tiempo que Lunch y yo no nos vemos, que nos emocionamos», «¡Humanos! –dijo Vegeta– Siempre haciendo tanto escándalo por tonterías». Fugazmente miró a la mujer, la forma en que ella lo miraba lo puso nervioso, en sus ojos había una mezcla de temor y resentimiento, cosa que no pudo entender ya que era la primera vez que la veía, aunque la verdad es que no le dio mucha importancia al asunto. «Espero que esta vez sí me dejen entrenar en paz». Dijo esto saliendo de la casa nuevamente.

«¡Ven!, Vamos a dar un paseo», dijo Bulma al ver el rostro de espanto que puso Lunch al ver a Vegeta. Salieron de la casa, Lunch estaba triste y callada, y Bulma trataba de encontrar las palabras adecuadas para comunicarse con ella, hacerla entender que las cosas al igual que la gente cambiaron mucho con el transcurso de los años, aunque después de todo no podía culparla, ella muchas veces también se había preguntado cómo fue posible que terminara siendo la esposa de Vegeta. Respiró profundo antes de comenzar, «Tal vez no me creas, pero Vegeta no es el mismo que conociste hace 13 años». Al oír esto, Lunch sonrió con incredulidad «¿Tal vez?» «¡Si vieras cuánto ha cambiado!, Lo hubieras visto cuando sacrificó su vida para salvar a la Tierra del malvado de Boo», Lunch no pudo creer eso que estaba escuchando, «¿Pero qué dices? Fue Mr. Satán quién nos salvó a todos de Boo». Bulma, al oír esto, no pudo contenerse, así que comenzó a reír a carcajadas, era el mejor chiste que había escuchado desde hacía mucho tiempo, cosa que incomodó un poco a Lunch. «Lo siento, pero eso que has dicho fue muy gracioso, creo que debo ponerte al día en muchas cosas», fue de esta manera que Lunch se enteró de lo que realmente había pasado no sólo con Boo, sino también con Cell y los androides A17 y A18. Al principio no estaba muy convencida, pero al saber que todos los guerreros estaban vivos esto le pareció lo más lógico; ¡quién lo hubiera imaginado! Le sorprendía saber lo que se había perdido en todos sus años de ausencia.

Finalmente Lunch preguntó lo que más anhelaba saber: «Y Ten, ¿qué sabes de él?», «No mucho –dijo Bulma– la última vez que lo vi fue en la casa después de la derrota de Boo, pero después de eso nadie supo su paradero». Esta noticia entristeció mucho a Lunch, su esperanza era que alguno de los viejos amigos supiera donde estaba, pero ahora esta posibilidad se había desvanecido. ¿Cómo lo encontraría? La verdad es que no lo sabía, pero no descansaría hasta hallarlo.

Finalmente llegaron a la casa un poco apuradas, ya que una vez más a Bulma se le había hecho tarde para preparar la comida. Se dirigió apresuradamente a la cocina mientras Lunch, un poco más tranquila después de su conversación, decidió dar un pequeño paseo por los jardines. Esperaba que Vegeta no anduviera por ahí, miraba absorta el firmamento, la noche estaba preciosa, adornada con infinidad de estrellas y con la Luna llena, no se dio cuenta que Vegeta entrenaba con Trunks a unos metros de donde ella se encontraba. Al verlos se escondió detrás de un árbol, esperando no haber sido vista por ninguno de ellos. Desde ese lugar pudo verlos intercambiar golpes y patadas, Trunks era muy bueno, tanto que en un instante de descuido golpeó a Vegeta en el rostro haciendo que éste cayera al suelo estrepitosamente, cosa que hizo temblar a Lunch imaginando los golpes que recibiría ahora el pequeño. Sin embargo, a pesar de que la mujer pensaba que el saiyan se enojaría después de semejante golpe, la verdad fue que Vegeta se sintió feliz y orgulloso al ver la forma en que su hijo había mejorado, después de todo era el hijo de un príncipe, se levantó rápidamente del suelo y colocó una de sus manos sobre la cabeza del niño. «¡Bien hecho, hijo! Cada día lo haces mejor, ¡te felicito!», «¡Gracias, papá!», dijo el niño lleno de alegría, «Ahora vamos, por hoy hemos entrenado lo suficiente y tú mamá debe tener la cena lista», «Sí, ¡Tengo mucha hambre!», Vegeta levantó a Trunks del suelo y lo sentó en sus hombros y así entraron a la casa, Lunch se les quedó mirando, asombrada «Tal vez –pensaba– Sólo tal vez puedo creer que sea posible cambiar».

Con el amanecer de un nuevo día, Lunch salió de la Corporación Cápsula. Había visto a su amado en sueños, en él le decía que la esperaba en aquel paraje donde una vez, hacía ya 14 años, le había propuesto matrimonio, así que se dirigió a toda velocidad a ese lugar sin despedirse de nadie. La verdad es que a ella no le gustaban las despedidas y menos al recordar que la última vez que se había despedido de alguien a quien amaba, éste irremediablemente había muerto.

Cuando llegó en la nave que alquiló a las montañas, vio una casa pequeña, se bajó y decidió preguntar allí, no sin cierto temor de no encontrarlo. Para su alegría, Chaoz fue quien le abrió la puerta. Después de intercambiar saludos y de que hablaran por un largo rato, Lunch se animó a preguntar por Ten, enterándose así de que seguía solo y dedicado a las artes marciales.

«¿Podré verlo? –le preguntó ella con timidez– ¿Sabes dónde está?» Chaoz sonrió al escuchar el pedido. Tal vez no sería demasiado tarde para ellos dos, pensó.

«Sí, claro, ahora estaba parando en mi casa, pero se fue a entrenar al otro lado de la montaña. ¿Quieres que lo llame telepáticamente? Luego me iré, si quieres» le contestó guiñando un ojo.

En otro tiempo Lunch se hubiera ruborizado, pero ya le habían pasado tantas cosas que sólo se limitó a asentir con la cabeza. Casi al instante apareció Ten y Chaoz salió discretamente por la puerta.

«Hola, Ten» alcanzó a balbucear ella mientras temblaba de emoción. «No me enteré de que estabas vivo, es…» y sin poder contener sus sentimientos, rompió en llanto.

Él en verdad no podía creer lo que estaba viendo, ¡era ella! ¡La única mujer que había amado, su primera y última ilusión de amor! «¡Lunch!… ¿eres tú, de veras?» dijo entrecortadamente mientras se mordía los labios. Inmediatamente corrió hacia donde estaba ella llorando y la abrazó con fuerza. Lunch, en tanto, no podía parar de llorar. ¡Sí era como un sueño!

«¿Adónde estuviste todos estos años? Cuando todos los guerreros Z resucitamos, no te encontré por ningún lado, habías desaparecido y luego pensé que tal vez era mejor así, ya que estaban por aparecer nuevos enemigos y no hubiera sido justo para ti volver a pasar por lo mismo» repuso Ten mientras la miraba profundamente a los ojos.

Pero Lunch reía y lloraba al mismo tiempo. ¡Eso era demasiado maravilloso para que le estuviese pasando a ella, a quien de tantos años perdidos nada bueno podía sacar!

«Ten, Ten, mi querido Ten» repetía sin cesar entre sus lágrimas para añadir luego riendo «¿Me ves muy vieja, verdad? ¡En cambio tú estás igual, de veras!»

«Yo te veo tan hermosa como siempre» le contestó él poco antes de besarla profundamente.

Así que ambos comenzaron a amarse apasionadamente hasta muy tarde. Cuando al fin estuvieron en situación de poder hablar, ella le contó sus años de soledad y angustia, sus amoríos vacíos, la tristeza de los largos caminos interminables y solitarios que recorría en su camión, día tras día, año tras año, con el convencimiento de que ésa sería su suerte hasta que ya no tuviera fuerzas para hacerlo.

«Pero ahora ya no será así, ¿verdad, Ten?» le preguntó, ansiosa. «Claro que no, te quedarás conmigo –le contestó él– Yo dispongo de un dinero y vivo de sus intereses. Creo que alcanzará para ambos», «Ten, ha habido muchos cambios desde que no nos vemos: estuve en casa de Bulma y vi allí a ese maldito asesino, quien además vive con ella. Hablo de Vegeta, ¿lo recuerdas?» le dijo ella.

«Sería imposible olvidarlo, tiene la costumbre de ponernos en peligro aun cuando no lo haga a propósito. Pero en honor a la verdad te diré que ha cambiado, realmente, en los últimos tiempos. Ahora lucha a nuestro lado. Claro que siempre sigue con esa soberbia inaguantable… No entiendo qué le vio Bulma, imagínate, cambiar a alguien como Yamcha por él… Cuando sucedió, no lo podíamos creer, él estaba muy dolido, pero finalmente se consoló siendo uno de los solteros más codiciados» terminó Ten casi sonriendo.

«Es raro de veras, nunca pensé que alguien pudiera hacer un cambio así, pero si ambos lo dicen, lo creeré. Tienen un niño muy simpático. «Sí, su nombre es Trunks. Hace mucho que no lo veo. Pero hablemos de nosotros. Dime, ¿quieres casarte conmigo?» le preguntó él con algo de timidez.

«¡Claro que sí, te adoro! ¡Y soy tan feliz!» gritó arrojándose en los brazos de él.

Finalmente llegó la noche y se separaron. Lunch fue a su hotel nuevamente con la idea de recoger sus míseras pertenencias y comenzar los preparativos para la boda. Pero cuando llegó allí no encontró nada que valiera la pena llevarse, todos eran malos recuerdos y no los quería consigo. Dio una última mirada a la fila de frascos de píldoras y brebajes, eso tampoco era digno de empezar junto con ella su nueva vida. Sin duda ahora no los necesitaría, ya estaba cansada de tomarlos. Pensó por un momento en esas píldoras que bloqueaban su transformación en la rubia, pero también decidió dejarlas. ¡Vaya, que las tomara su médico!

El día de la boda llegó. De mutuo acuerdo habían decidido hacer la ceremonia en una pequeña capilla en Ciudad Satán. Sólo asistirían los amigos más cercanos y luego celebrarían en la Corporación Cápsula. Al principio ellos no estaban de acuerdo con esto, después de todo, Lunch aún no se acostumbraba a la presencia de Vegeta, pero Bulma estaba tan entusiasmada con la idea que no quisieron entristecerla con una negativa.

Gracias a la ayuda de Bulma y Milk, todos los preparativos de la boda estuvieron listos a tiempo. La iglesia quedó hermosa, decorada con una gran variedad de flores. Al verla, Lunch no pudo evitar derramar unas lágrimas, ¡era tan feliz! Pensó que era el lugar más hermoso del mundo, parecía mentira que ese día, que había esperado durante tantos años, al fin hubiese llegado. Tantos recuerdos venían a su mente mientras se ponía su vestido de bodas, que era blanco como la nieve y largo… algunos eran tristes, pero muchos otros eran alegres. Al verse en el espejo sonrió, ya que en él pudo ver reflejado a una mujer en cuyo rostro había una gran felicidad, pero sobre todo esperanza. Finalmente sentía que su historia tendría un final feliz…

Los invitados comenzaron a llegar: Goku y su familia, Krilim con su esposa A18 y Marrón, el maestro Roshi, Bulma y Vegeta, que no se veía muy feliz, junto con el pequeño Trunks, Yamcha, Mr. Satán con su hija Videl y algunos policías amigos de Videl, hasta Piccolo y Dende habían asistido a la boda, y por supuesto Chaoz que era el padrino y que se veía más nervioso que el propio Ten Shin Han…

Cuando todo el mundo se acomodó en sus lugares y Ten y Chaoz estuvieron listos, la marcha nupcial comenzó a sonar. Al escuchar esto, Lunch empezó a templar de la emoción, fue por eso que Milk y Bulma terminaron de arreglarle el moño que había hecho con sus cabellos y que resaltaba su hermoso rostro. Ella abrazó fuertemente a sus amigas y luego de agradecerles su gran ayuda salió al pasillo donde todos pudieron verla. Ten casi cayó al suelo de la impresión, ¡estaba bellísima! Casi no podía esperar a hacerla su esposa. Ella camino hacia él y al llegar a su lado Ten tiernamente besó su mano…

Todo iba a la perfección, se juraron amor eterno e intercambiaron anillos, pero cuando el sacerdote estaba a punto de declararlos marido y mujer, algo pasó. El viento sopló haciendo que el olor de las margaritas que adornaba el lugar llegara hasta donde estaba la pareja. Casi al instante Lunch comenzó a sentir deseos incontrolables de estornudar. Chaoz, que se encontraba cerca, se dio cuenta de esto, lo cual hizo que se pusiera muy nervioso, ya que sabía lo que pasaría si la joven se transformaba, «¡Oh! ¡Oh! –pensó– Esto no me gusta nada». Lunch no pudo controlarse así que estornudó. Al hacerlo, la rubia apareció ante la mirada de horror de todos…

La Lunch rubia estaba bastante confundida, sentía que hacía mucho tiempo que estaba a las sombras, así que no sabía lo que estaba pasando. Al voltear se llenó de espanto al ver a los policías presentes. Inmediatamente pensó que querían llevársela presa, ¡y eso no pasaría mientras ella viviera! Rápidamente corrió hacia el policía más cercano, que al no saber lo que pasaba se quedó inmóvil, y tomó su arma. «¡Esto es una trampa! –gritó la joven– ¡Pero no me atraparán con vida, malditos policías!», esto lo dijo al mismo tiempo que comenzó a disparar y se soltaba el moño. Todos los demás se levantaron de sus asientos y se tiraron al suelo tratando de evitar ser heridos por la rubia. «¡Oh, no! –dijo Krilim– ¡Se ha transformado!», «¡¿Transformado?! –dijo A18 mientras protegía a Marrón– ¡¿Cómo es eso?! ¡¿Qué está pasando aquí?!», «Créeme, no querrás saberlo» dijo Krilim…

Mr. Satán salió corriendo de la capilla con Videl en sus brazos y mientras lo hacía pensaba: «¡Perfecto!, ¡No me mató Cell ni Boo!, ¡Me va a matar una novia enloquecida!, ¡Qué irónico!». «¡Papá, suéltame, debo ir a ayudarlos!» gritaba la joven mientras trataba de librarse de sus brazos, «¡¿Es que acaso tú también has enloquecido, hija?!, ¡¿Ves lo que sacas por juntarte con esta gente?!», «¡Pero papá!» dijo ella, «¡Pero nada!»…

Piccolo no se inmutó. Permaneció en su pose de meditación con sus ojos cerrados. Lo único que delataba que estaba al tanto de la situación era que de vez en cuando detenía las balas dirigidas hacía él o Dende con su mano…

El maestro Roshi fue el gran héroe del día, ya que sin pensar en su propio bienestar protegió a todas las chicas hermosas que se encontraban reunidas en el lugar, ¡claro!, no sin antes tocar descaradamente todos sus traseros y recibir por ellos muchos golpes en respuesta. Sin lugar a dudas fue el invitado que salió más lastimado de todos, pero en compensación, también fue el más feliz…

«¡¿Qué le pasa a esa loca?!» gritó Vegeta mientras trataba de proteger a una señora que histérica comenzó a golpearlo con su bolso en la cabeza, «¡Es que Lunch se transformó!», respondió Bulma bastante asustada y tirada en el suelo al lado de Trunks, «¡¿Y eso qué rayos significa?!» dijo el saiyan, que ahora no sólo debía esquivar las balas sino también los golpes de la mujer, «¡Es una larga historia!» fue lo único que alcanzó a decir ella…

Yamcha y Krilim gatearon hasta donde estaba Goku, «¡Debemos hacer algo!» dijo Yamcha, «¡Sí, ¿pero qué?! -–dijo Goku– ¡Ya saben cómo se pone Lunch cuando se transforma!», «¡Pero no nos podemos quedar con los brazos cruzados!» respondió Krilim, «Lo sé –dijo Goku– Por ahora sólo podemos proteger a la gente y esperemos que se calme, ya que si usamos nuestra fuerza en contra de ella, podemos lastimarla», «De acuerdo» dijo Yamcha…

En ese momento otros policías de acercaron a Lunch para tratar de quitarle el arma, pero ella los golpeó a todos y se subió a las butacas de la iglesia. Debía escapar, así que corrió por encima de ellas hacía la salida. «¡Pronto! –dijo Ten– ¡Debemos detenerla!», «¡¿Qué hacemos, Ten?!» gritó Chaoz, «Trataré de atraparla, espero que se calme al verme». Ten alzó el vuelo y detuvo a Lunch antes de que pudiera escapar por la puerta. Al llegar hasta donde estaba le sostuvo fuertemente los brazos. Ella no reaccionó en el momento ya que pensaba que era otro policía más, pero pronto se dio cuenta de que no era así, «¡Lunch, cálmate! –dijo él– ¡Soy yo, Ten Shin Han! ¡¿No me reconoces?!», ella oyó su voz, pero para mayor seguridad le dio un puñetazo en el rostro que lo tumbó al suelo. Al verlo tirado, finalmente lo reconoció, pero su sorpresa no tuvo límites, «¡T-Ten!… ¿R-Realmente… eres… tú? –dijo la rubia– ¡P-Pero… s-si… e-estabas… m-muerto!»…

«¡¿Qué no ves que está vivo?!» dijo Vegeta desde la puerta al tiempo que se limpiaba su ropa, ahora bastante sucia. Cuando Lunch lo vio casi murió del susto, ¡era ese saiyan asesino! ¿Pero cómo?, ¿Qué hacía en ese lugar?, y Ten, ¿no estaba muerto? ¿Qué estaba pasando? A pesar de estar bastante confundida con la situación, al ver a Vegeta no pudo contener su ira, así que se lanzó corriendo a atacarlo, ¡lo haría pagar por todo su sufrimiento!, pero Chaoz se interpuso en su camino y con un pequeño tubo que tenía en las manos le roció un líquido a la mujer en el rostro. Ella se paró en seco al sentir un gran cosquilleo en su nariz, unos segundos después volvió a estornudar apareciendo nuevamente la Lunch de cabellos azules…

Esta Lunch sí recordó todo lo que la rubia había hecho, así que lo primero que hizo fue correr al lado de Ten que seguía en el suelo bastante aturdido, «¡Ten! ¡¿Estás bien?! ¡Por favor, perdóname!» dijo ella mientras lo ayudaba a levantarse, «No te preocupes, amor, estoy bien», dijo él, pero al quitar la mano de su rostro había un gran morado en su ojo derecho. Al verlo, la mujer comenzó a llorar, «¡Oh, Ten! ¡Lo siento tanto! ¡He arruinado nuestra boda!». Él, en respuesta sonrió «jeje, ¡vaya! No sabía que eras tan fuerte. De haberlo sabido te habría hecho pelear con todos nuestros enemigos, ya que seguramente les habrías ganado a todos». Al escuchar esto, todos los presentes, incluyendo a Lunch, comenzaron a reír. Todos menos Vegeta, por supuesto. «No te preocupes, cielo, no has arruinado nada, ya casi somos marido y mujer y no pienso suspender la boda estando tan cerca». Al escuchar esto, la joven, aún con lágrimas en los ojos, se lanzó en los brazos de su amado, «¡Oh Ten! ¡Eres maravilloso!»…

«Aunque hay algo que no entiendo», dijo Ten mientras todos tomaban sus posiciones dentro de la iglesia, menos Mr. Satán que se quedó fuera tratando de convencer a los policías de no llevarse presa a la novia. Ellos accedieron no muy gustosos, pero por tratarse de él, no insistieron. «¿Qué, Ten?» dijo Chaoz ya cerca del altar donde el cura aún permanecía escondido, «¿Cómo hiciste para transformar de nuevo a Lunch?», «¡Ah, eso! –dijo Chaoz– Jeje, un padrino debe estar preparado para cualquier eventualidad, así que traje una líquido que al contacto con la piel produce deseos incontrolables de estornudar», al oír esto, Ten rió, «La verdad es que eres el mejor padrino que pude haber elegido, ¡Gracias amigo!» «No fue nada»…

Todos volvieron a tomar sus posiciones y finalmente, con un gran beso de los novios, la boda terminó. Luego de esto, todos los amigos se dirigieron a la Corporación Cápsula donde bebieron y comieron hasta más no poder, ¡la celebración fue espléndida!, hacía mucho tiempo que no se divertían tanto, sobre todo los novios. Era gracioso ver a Lunch con su vestido roto y sus cabellos despeinados y a Ten con su ojo morado tan felices, «Ten, realmente siento lo que pasó en nuestra boda» dijo ella algo avergonzada, «No importa, amor. Después de todo, también amo a esa Lunch rebelde, las amo a ambas» dijo él mientras de acercaba a la mujer y la besaba con pasión.

Cuando finalmente la fiesta terminó, y todos los amigos se despidieron de la pareja, Ten tomó a Lunch en sus brazos y juntos partieron volando a su nuevo hogar en las montañas. Esos parajes, que habían sido testigo de todo su amor, eran el lugar perfecto para iniciar una familia. Una nueva vida de felicidad comenzaba y ellos sentían que estarían juntos para siempre.

Una historia de amor

por Raquel Vásquez y SUSY


Sólo había pasado una semana desde que Goku había muerto en un intento desesperado por salvar a su hijo y a toda la Tierra de Raditz, pero la verdad que ese día fue revelada había sido muy difícil de enfrentar y asumir por todos: Goku en realidad era Kakarotto, un saiyajin enviado a la Tierra cuando era un bebé con la misión de conquistarla. Ahora, otros dos saiyas mucho más fuertes que el mismo Raditz viajaban rumbo a la Tierra con la intención de apoderarse del planeta y, peor aún, de las Esferas de Dragón, y llegarían en el transcurso de un año. La situación era desesperada, Goku entrenaba en el otro mundo, mientras Piccolo, al ver el potencial del pequeño Gohan, de apenas cuatro años, decidió entrenarlo personalmente, ya que sentía que ese niño podía ser la salvación de todos. En tanto, los demás guerreros también habían comenzado un duro entrenamiento a pesar de que las posibilidades de ganar la dura batalla eran escasas y ellos lo sabían. Sin lugar a dudas, la Tierra vivía uno de sus peores momentos.

Ten Shin Han y Chaoz, al enterarse de todo lo sucedido, se habían retirado a las montañas para comenzar su propio entrenamiento. Ese día, Chaoz había ido por las provisiones de la semana mientras Ten Shin Han se había quedado para dedicarse un poco a la meditación, porque para él entrenar la mente era tan importante como entrenar el cuerpo. No pasó mucho tiempo desde la partida de Chaoz, cuando una pequeña nave aterrizó cerca de Ten, pero éste estaba con los ojos cerrados y en trance, así que no se percató de su llegada. De esta nave bajó una muchacha muy bonita y con los cabellos azules, era Lunch, quien estaba muy afectada por la muerte de Goku, ya que lo había visto crecer desde que este era muy pequeño. Cuando se dio cuenta de que posiblemente ése sería el destino de todos los demás guerreros y de los habitantes de la Tierra, no pudo resistir la tentación de ir a verlo y estar con él aunque fuera un momento. Estaba asustada y realmente necesitaba estar a su lado, ya que lo amaba.

«¡Ten, abre los ojos, soy yo, Lunch!» –dijo la joven, tímidamente, mientras lo tocaba suavemente en el hombro. Él abrió sus ojos lentamente y la miró con extrañeza. ¿Qué haría ella en ese lugar tan apartado? Tratándose de Lunch en su estado normal era muy extraño, ella era muy tímida. ¿Acaso se habría adelantado la llegada de esos asesinos? ¿O tal vez algo le pasara al maestro Roshi?

«Dime, ¿qué haces aquí? ¿sucede algo malo?» –le contestó él, preocupado. Ella lo miró y se sintió avergonzada, realmente no sabía qué contestarle y por un momento pensó que estaba haciendo el ridículo. No contestó a las palabras del guerrero, sólo comenzó a tartamudear.

«Nnno, no pasa nada… yo… sólo…» –dijo retorciéndose las manos– «Creo que es mejor que me vaya, ya veo…» añadió mientras se daba vuelta para volver a su nave. Pero Ten Shin Han, muy intrigado, la tomó de la mano mientras le decía: «Espera, ya que viniste hasta aquí, quédate un poco más. Al menos dime qué haces en estas montañas. Nosotros estamos entrenando muy duro, con Chaoz. Ahora mismo, él se fue a comprar provisiones»

Lunch, entonces, vio su oportunidad: ¡él mismo le decía que estaban solos! ¿Habría alguna intención oculta en sus palabras? Ojalá que así fuera, así ella no tendría que dar el primer paso. Sin embargo, ese famoso paso ya lo había dado muchas veces su otro yo, la Lunch rubia y violenta, pero él no le había hecho ningún caso. La joven sonrió levemente pensando en su otra personalidad, las dos funcionaban siempre de acuerdo, en el fondo, porque la rubia se encargaba de hacer las cosas que ella, la personalidad primaria, no se animaba. Ella lo miró y vio los tres ojos de él interrogantes, en espera de una respuesta. Por otra parte, aún no le había soltado la mano, la cual seguía sosteniendo, como al descuido. La muchacha sintió que por sus venas corría fuego líquido, el contacto con la mano de él la hacía temblar: «¡Oh, Ten! ¿De veras no sabes a qué vine? Vine… porque… no puedo soportar la idea que mueras en ese combate con esos monstruos… yo… tú sabes que te amo… ¡falta tan poco para que lleguen!» comenzó a decirle, apasionadamente, mientras acercaba su rostro al de él. Pero Ten la rechazó suavemente mientras le decía «Por eso mismo es que debemos entrenar más y más para poder vencerlos, no debo permitir que nada me distraiga de mi principal objetivo, ser más fuerte. No tengo nada para ofrecerte, hay muchos hombres que podrían hacerte feliz»

«Pero, ¿qué dices? ¿De qué hombres hablas? Yo sólo te quiero a ti. Además, dentro de muy poco tal vez estemos todos muertos, tengo miedo, te necesito» le contestó mientras lo abrazaba tiernamente. Entonces él no pudo rechazarla, ¡ella era tan dulce, tan afectuosa! y la retuvo abrazada un largo rato. Luego, Lunch prosiguió: «¡Oh, Ten, me haces tan feliz! ¿Sabes cuántas noches soñé con esto? Vivamos el amor ahora, mientras tengamos tiempo, no dejemos pasar un momento, no quisiera morir sin llevarme siquiera en algún lugar de mi alma el recuerdo de haber sido tuya. ¡Bésame!» –pidió mientras se colgaba de su cuello. Ten ya no pudo resistirse y la besó profunda y largamente, luego comenzó a acariciar su cuerpo con pasión. Ambos cayeron al suelo, enlazados.

La felicidad de los dos mientras disfrutaban el estar juntos era infinita. Ten estaba sorprendido, él jamás se había abandonado a sus sentimientos de esa manera, siempre tan frío y calculador, no dejaba que nada ni nadie lo apartara de lo que consideraba su deber: defender a la Tierra. Pero ahora, al tenerla tan cerca, al pensar que posiblemente sería su última oportunidad de poder hacerla feliz, no pudo resistirse más. La pasión de ambos se acrecentaba a cada instante, ella sentía que moriría de felicidad, mientras él temía hacerle daño con sus caricias, la sentía tan frágil, pero también era tan bella que no podía detenerse. Sin embargo, toda la triste realidad que vivía la Tierra vino a su mente en ese momento a atormentarlo, la muerte de Goku, la llegada de los dos saiyas, su responsabilidad era tan grande que sentía que no tenía derecho a disfrutar de ese instante de felicidad, debía entrenar, todo su tiempo debía dedicarlo a hacerse más fuerte, el mundo entero dependía de eso, fue entonces cuando se detuvo, sintió que no podía seguir adelante, así que se levantó rápidamente del suelo, dejando a Lunch muy sorprendida.

Supo al instante lo que ella estaba pensando, pero aún así no pudo darle muchas explicaciones. Otra vez las malditas palabras volvían a limitarlo, no podía expresarle lo que realmente sentía, lo único que pudo decirle fue: «Lo siento, pero no puedo seguir adelante».

Lunch aún continuaba en el suelo cuando escuchó sus palabras, pero aún así no podía creerlas, era demasiado duro aceptar su rechazo, había sido tan cruel con ella que comenzó a sentir que lo odiaba. Tantos años amándolo sin condiciones, viviendo con la pequeña esperanza de que él algún día aceptaría su amor, que por fin podrían ser felices juntos, ahora sabía que todo eso era una gran mentira, no la amaba, ni lo haría nunca. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas mientras se levantaba. «Ya veo, la verdad es que no me quieres, ni lo has hecho nunca» –Dijo esto con la esperanza de que él lo negara, pero sólo continuó en silencio. Ella sintió entonces que todas sus suposiciones eran ciertas, lo miró con una gran tristeza, esa era su despedida, no importaba que la Tierra se salvara o no, no volvería a verlo, trataría de ser feliz sin él, aunque sabía que eso sería imposible. «No debí venir, fue un gran error de mi parte, pero no te preocupes, que no volveré a molestarte nunca. De verdad te deseo mucha suerte en la batalla que está por venir. Adiós, Ten, espero que seas muy feliz».

Entonces comenzó a caminar hacía su nave sin voltear a verlo, ya que temía que si lo hacía saldría corriendo a su lado para suplicarle su amor, pero no, esta vez debía ser fuerte. Mientras, Ten Shin Han se quedó paralizado de la sorpresa, sabía que se había comportado como un canalla con ella y no se lo merecía. Ahora se iría para siempre de su vida, ¡y todo había sido culpa suya! El dolor de perderla superaba al de cualquier golpe que hubiese recibido en todo su vida de guerrero, era insoportable. Sin siquiera pensarlo, salió corriendo a su encuentro. Al llegar hasta donde estaba, la abrazó por la espalda e inmediatamente pudo sentir el olor a flores silvestres que provenía de sus cabellos. Lunch no podía creer lo que Ten Shin Han estaba haciendo. Justo cuando iba a hablar, lo miró fugazmente y vio que los ojos de él estaban llenos de lágrimas. Entonces ella colocó sus manos sobre las suyas, y Ten comenzó a hablar: «Por favor, Lunch, sé que debes irte, pero permíteme permanecer así un rato más, es todo lo que te pido». Ella no podía creer lo que le estaba pidiendo. «Ten… yo…» «Sé que he sido un canalla y un miserable contigo. No tengo perdón, siempre fuiste tan buena, tan dulce, nunca nadie se había comportado así conmigo».

«Yo no quiero que me pidas perdón, Ten, pero por favor, dime, ¿qué sientes por mí?». Estaba asustada de hacer esa pregunta, pero realmente necesitaba saberlo. Al ver que Ten tardaba en responder, comenzó a pensar lo peor, pero éste finalmente respondió: «Yo… no puedo negar más mis sentimientos. Te amo con toda mi alma». Lunch se sintió feliz con sus palabras, pero a la vez no entendía su comportamiento, que siempre tratara de alejarla en vez de hacer lo posible por estar a su lado. «Pero si es así, si en verdad me amas, ¿por qué me rechazas? ¿Por qué te niegas a ser feliz a mi lado?».

Al oír esto, Ten Shin Han soltó a Lunch, permitiendo que ésta volteara a mirarlo. Era el momento de decir la verdad. Siempre pensó que con su rechazo ella se alejaría, pero ahora sabía que no lo haría, y él tampoco quería que ella se fuera. Al decir por fin lo que sentía, se sintió liberado de un gran peso y se dio cuenta de que lo que realmente deseaba era tenerla siempre junto a él. «Yo soy un guerrero, mi deber es defender a la Tierra de todo peligro que la amenace, no puedo dejar esa responsabilidad de lado y formar una familia. No soy así, lo siento, pero no puedo obligarte a vivir una vida tan peligrosa». Ella al fin comenzaba a entender sus razones. «¿Y crees que yo dejaría que abandonaras a la Tierra a su suerte? Nunca haría eso, es una de las razones por las cuales te amo tanto. Sólo quiero que me dejes permanecer a tu lado, como tu compañera. Lo importante es que nos amemos».

Ten Shin Han se sorprendió un poco con sus palabras, nunca pensó que esta Lunch tan tímida fuera capaz de semejante reacción. «¡¿Pero es que no te das cuenta de lo peligrosa que es mi vida?! Sé que en cualquier momento puedo morir, y no quiero causarte ese sufrimiento. Mira a Milk, la forma en que sufre por la muerte de Goku, yo jamás permitiré que pases por eso, prefiero perderte».

Esas palabras lo único que lograron fue afirmar las convicciones de Lunch: no lo dejaría. La única razón sería su falta de amor, y ahora que sabía que la amaba, deseaba más que nunca permanecer a su lado, así que tomó su mano y dijo: «Lo siento, Ten, pero no te voy a dejar. Sé perfectamente a lo que te enfrentas, y no tengo miedo. Lo que tenga que pasar, lo enfrentaremos juntos. Sé que puedes morir, pero eso no me detendrá. por favor, amor, permíteme estar a tu lado».

Cuando Ten Shin Han escuchó que Lunch lo llamaba amor, todas las barreras que había construido entre ellos terminaron de derrumbarse. Quería estar a su lado más que nada en el mundo, y lo haría. «Muy bien, yo también quiero que estamos siempre juntos, pero…» –Ella entendió perfectamente lo que quería decir. «Sí, sé que ahora debes entrenar. Me iré, pero prométeme que entrenarás muy duro para vencer a estos enemigos. Quiero que vivas… para mí. Te estaré esperando».

Ten se sintió feliz con esas palabras. Ahora más que nunca entrenaría fuertemente, no sólo para salvar a la Tierra, sino porque el futuro que le esperaba al lado de Lunch sería maravilloso. Ahora más que nunca quería vivir. «Te prometo que entrenaré sin descanso. Te veré dentro de un año, cuando derrotemos a esos saiyas, y entonces nos casaremos».

Al escuchar esto, Lunch se tiró en los brazos de Ten. Su felicidad era absoluta. «Sí, nos casaremos, seremos felices por siempre. Te amo» «Y yo a ti» –En ese momento se besaron y abrazaron. Debían separarse nuevamente, pero ahora era distinto, porque sabían que pronto se volverían a reunir, y esa vez sería para siempre. Luego de un rato más de felicidad y placer compartidos, Lunch se fue feliz, y a la vez preocupada, por la suerte que podría correr su amado Ten Shin Han.

Y así pasaron los meses hasta que llegó el día de la llegada de los saiyanes. Ella pensó ir a verlo un poco antes del combate, de todas maneras era igual adonde estuviera, si no podían vencerlos, todos en la Tierra morirían, pero finalmente decidió que eso tal vez lo perturbaría y le impediría luchar a pleno. Entonces entró en un bar donde había televisión, segura de que la pelea sería transmitida y allí se quedó. De pronto, el grueso habano que fumaba su vecino de la derecha la hizo estornudar y la Lunch rubia y agresiva apareció. Inmediatamente le quitó de un golpe el cigarro al hombre ya mencionado y amenazó a todos con sus armas, razón por la cual el local quedó desierto en unos pocos segundos a excepción del dueño del bar, quien se había escondido detrás del mostrador, totalmente aterrorizado. Ella lo tomó de las solapas y le ordenó que le sirviera un trago, luego se acomodó en la barra y se dispuso a ver la televisión. De pronto, el programa de deportes que estaba sintonizado se cortó y una transmisión oficial anunció que dos pequeñas naves espaciales habían llegado e inmediatamente después la ciudad en la que aparecieron había sido totalmente destruida. Lunch apretó los dientes y cerró sus puños ¡ya les enseñaría modales a esos extraterrestres, su adorado Ten! Y luego se casarían por fin, ya iba a encontrar ella la forma de que él la prefiriera a la otra Lunch, esa tonta de cabellos azules. Tal vez encontraría la manera de que esa estúpida desapareciera para siempre y le cediera su lugar. Posiblemente las esferas del dragón eran la solución para ese insoluble problema, sí, ya estaba decidido, el guerrero le pertenecería sólo a ella. Pero antes estaba el problema de esos malditos saiyanes, ¡ah, qué ganas tenía de ver la pelea! Seguramente que su amor ganaría, entrenaba demasiado duro como para perder, y además sabía que ella lo esperaría con los brazos abiertos, ése debía ser un aliciente interesante, pensó mientras sonreía. Por cierto que ahora llegaría su turno, por más que disponía de la memoria de la otra, motivo por el cual recordaba el apasionado encuentro con Ten Shin Han, no había estado con ella, después de todo. «Yo no me hubiera comportado así en esa situación, no soy una colegiala, como mi eterna rival. Cuando llegue mi turno le demostraré lo que es estar con una mujer de verdad y luego la suplantaré» pensaba, algo celosa y despechada.

De pronto, las imágenes televisivas cambiaron y la joven vio en la pantalla a dos hombres con extrañas ropas que inmediatamente acapararon su atención. Uno de ellos era muy grande y calvo, de aspecto brutal «¡Vaya un tipo!» –pensó ella. El otro era completamente diferente, mucho más pequeño y de estructura más liviana. Tenía los cabellos terminados en punta, hacia arriba, y no hubiera resultado desagradable si no hubiera sido por la crueldad que se adivinaba en la sonrisa malévola que asomaba a cada instante a sus labios. De los dos, era el que más le inquietaba. Además, creía adivinar en los modales del calvo que era aquél el más importante de ambos. «¡Malditos monstruos!» –pensó– «Ya verán lo que es bueno». En el lugar comenzaron a aparecer los Guerreros Z: Krilin, Yamcha, Piccolo, el mismo que hasta hacía poco tiempo había sido un terrible enemigo, con el pequeño Gohan, además de Chaoz y, por supuesto, su querido Ten Shin Han. Espantada, vio cómo los dos extraterrestres sembraban unas semillas de las cuales salían unos extraños guerreros verdes. Yamcha fue el primero en enfrentarlos y en caer víctima de uno de ellos, pero Krilin terminó con todos esos extraños seres. Bien por él, y en cuanto a su compañero, ya lo revivirían con las esferas. Mientras Piccolo permaneciera vivo, todo iría bien.

Sin darse cuenta casi de ello, la muchacha bebió todo su trago de golpe y luego otro y otro más. El alcohol la estaba mareando, pero tal vez era mejor así. Esto se estaba poniendo feo para los defensores del planeta. Efectivamente, a la muerte del novio de Bulma, sucedió la de Chaoz, muerto en un heroico ataque suicida contra el saiya más robusto, quien no sufrió ningún daño y ¡horror! su querido Ten perdió un brazo. Ella siguió tomando ginebra, porque horribles presentimientos la asaltaban: tal vez sus amigos perderían esa decisiva batalla. Sólo le quedaba la esperanza de que Goku volviera del otro mundo antes de que todos, inclusive Piccolo, murieran, y así ya no pudieran ser resucitados con las esferas. Como en medio de una niebla que se hacía cada vez más espesa, pudo ver cómo el pequeño Gohan temía pelear, la horrible sonrisa de satisfacción de esos terribles enemigos, así como los comentarios burlones y sádicos que intercambiaban cada vez que alguno de sus oponentes era literalmente destrozado por Nappa, el saiya calvo. Quizás Goku no llegara a tiempo… Ellos iban a morir sin duda, y la suerte que les esperaba a todos era tal vez peor. En ese instante, Ten juntó las pocas fuerzas que le quedaban para ejecutar un último ataque que, al menos, terminara con uno de esos monstruos asesinos. Sí, debía hacerlo, ya no quedaba otra posibilidad. Los ataques de Piccolo parecían no tener efecto, y aunque Goku llegara finalmente, ya sería demasiado tarde. No era un precio demasiado alto que un solo hombre muriera para salvar todo un mundo. Y lanzó su último Kikoho dirigido hacia Nappa, cayó al suelo y, poco antes de morir, volvió a sentir un delicioso perfume floral en medio de ese olor a sangre, destrucción y muerte. «Tus cabellos, Lunch, huelen a flores silvestres…». Y su alma voló.

Ahora o Nunca

por Marce-chan


En la obscuridad de la habitación tan sólo iluminada por la débil luz de las estrellas, alguien se ocultaba en las sombras, mientras una fría brisa sacudía la habitación. Sólo esperar… esperar…

En el desván sólo se escuchaban las voces del recuerdo. Una mujer se encontraba revolviendo los objetos que se encontraban en el baúl. De entre todos los objetos a su alrededor, uno llama su atención. Lo toma y lo estrecha entre sus brazos, como si quisiera regresar en el tiempo, como si fuera lo más importante en el mundo. Sus ojos se enrojecen y comienzan a humedecerse.

«El radar del dragón» dijo con una voz temblorosa por la sorpresa de haber encontrado su primer invento, al que creía destruido.

Tal vez si nunca te hubiera creado, mi vida sería completamente diferente, pensó con amargura.

«Son-kun» dice mientras toma la fotografía que se encontraba debajo del pequeño artefacto. En la foto aparecía un pequeño y extraño niño con cola y un muchacho que estaba a su lado.

«Yamcha…» Tal vez sí sea cierto lo que dicen de que nunca olvidas al primer amor.

Hacía ya muchos años de esa fotografía. ¿Qué había pasado con la chica despreocupada y de corazón alegre que antes había sido cuando todo era fácil, cuando todo era feliz?

Tal vez todo eso había desaparecido junto con su deseo de pedir un novio con las Esferas del Dragón.

Y ahora sólo le quedaban los recuerdos de sus aventuras, de su primer amor. Aquellos inolvidables años ya se habían ido. Qué diferente era todo, todavía no podía creer todo lo que había pasado.

Tomó algunas de las otras fotografías que se encuentran desparramadas dentro del baúl. Con cada una de ellas parecía revivir algún momento especial. Ahí estaba ella en todas las fotografías junto con el resto de la pandilla, haciendo caras graciosas, jugueteando, persiguiéndose unos a otros con globos con agua, y la más especial de todas las fotografías era en la que aparecía ella junto a Yamcha sosteniendo las esferas en el jardín de C. Corp. Era su primera fotografía juntos.

De repente hace a un lado la fotografía e intenta levantarse «Ya basta de sentimentalismos».

Bulma, Bulma, cómo te gusta atormentarte con esas tonterías. Eso ya pasó, son sólo recuerdos, regresa al mundo real. Ahora respira profundo, que no te hace nada bien. Además ya es hora de alimentar al pequeño Trunks.

En eso, el sensor del robot centinela se activa al entrar a la habitación de Bulma, detecta la figura de alguien conocido, pero sin la autorización necesaria para estar ahí, por lo que arranca su programa de defensa y ataque.

Bulma, al recibir la señal del sensor, baja apresuradamente con rumbo a la habitación, sin darse cuenta de que aún tenía la fotografía en la mano. Llegó a la habitación jadeante y el corazón le palpitaba tan rápido, que sentía que iba a salirse en cualquier momento. Agarró un candelabro que estaba en el pasillo; lentamente abrió la puerta y encendió la luz. Para su sorpresa, encontró al robot destrozado. Todas sus piezas estaban regadas por el piso. El pequeño Trunks se encontraba en su cuna, llorando estruendosamente por el alboroto, y junto a la ventana abierta estaba él… recargado junto al dintel, con su porte característico, brazos cruzados a la altura del pecho, mirada fija y fría, con esa expresión dura en el rostro que le son inconfundibles.

«Ve-ge-ta» fue lo único que acertó decir. Sentía que la sangre se le helaba, por lo que tuvo que sujetarse de un librero que estaba junto a ella para no perder la compostura.

Pasaron unos momentos de silencio entre los dos. La tensión aumentaba al igual que los llantos del bebé, que estaba hambriento, incómodo por la luz y asustado por el ruido.

Bulma sentía un nudo en la garganta. Tenía miles de palabras atoradas ahí, que querían expresar sus sentimientos, que querían preguntarle porqué se había ido cuando más lo necesitaba, que querían reclamarle, el porqué la había dejado sola, pero ella permanecía estoica, inmóvil, sin poder articular ninguna palabra.

Por su parte, Vegeta la observaba minuciosamente, con su mirada profunda, fría y penetrante. Esos ojos que la escudriñaban sin perder detalle, con esa manera de mirar que podía helar a cualquiera.

El llanto de Chibi-Trunks iba en aumento. El pobre niño estaba desesperado, por lo que Bulma dejó caer rápidamente las cosas que traía en la mano sobre la cama, se acercó a la cuna y levantó a Trunks para ver si se calmaba, pero seguía inconsolable. Vegeta iba perdiendo los estribos conforme el bebé seguía llorando. Se podía ver cómo iba tensando los músculos y apretaba los dientes cada vez que Trunks aumentaba su llanto.

Bulma no se atrevía a ir hasta el frigobar para traer la comida de Chibi-Trunks, ya que estaba al otro lado de la habitación, muy cerca de donde estaba Vegeta. La expresión de maldad en su rostro le impedía acercarse. Cada segundo que pasaba, la furia de Vegeta iba en aumento hasta que por fin explotó.

«¡Kuso! Calla a ese maldito mocoso antes de que lo calle yo» gritó Vegeta. Bulma instintivamente estrecha a Chibi-Trunks contra su pecho tratando de protegerlo, mientras Vegeta se acercaba peligrosamente con una sonrisa diabólica. Tenía una expresión en el rostro típica de algún enfermo mental.

Bulma dio unos cuantos pasos hacia atrás, intentó correr, pero francamente no tenía caso. En cuestión de segundos él podría alcanzarla, por lo que cerró los ojos esperando un milagro. Goku, ¿dónde estás?, se repetía Bulma mentalmente una y otra vez.

De repente, a unos cuantos pasos de ella, Vegeta se detiene, porque siente la presencia de un Ki familiar y no muy grato para él.

«Yamcha» murmura entre dientes.

Bulma abre los ojos al oír el nombre de su ex-novio y, para su sorpresa, Vegeta ya se ha ido.

Bulma respira hondo y observa a su bebé, Trunks, que cansado de tanto llorar se quedó dormido, por lo que lo regresa a su cuna y temblorosa cae pesadamente en su cama. Su mente estaba confundida y respiraba con mucha dificultad.

En el otro lado de C.Corp. Yamcha se encuentra con el Dr. Briefs para que le construya algún aparato de entrenamiento para mejorar su nivel de energía y su condición física.

Yamcha observa con detenimiento el laboratorio del padre de Bulma, que era muy diferente del de ella, y se da cuenta que el lugar no parecía ser el mismo desde la última vez que estuvo ahí. Los pensamientos de Yamcha fueron interrumpidos por el grito de alegría del Dr. Briefs.

«¡Ya está, hijo! Este aparato de entrenamiento mejorará notablemente tu condición física. Lo único que tienes que hacer es…»

«¡Hola, Yamcha!» interrumpe alegremente la Sra. Briefs.

«Hola» responde Yamcha, un poco confundido.

«¡Cómo has estado, muchacho! ¿No quieres un poco de té y galletas?»

«No, gracias, Sra. Briefs. Tengo que irme a entrenar»

«Oh! Es una pena, tal vez en otra ocasión. Se me había olvidado que eres tan dedicado a tus entrenamientos como el dulce de Vegeta.

Vegeta dulce… sí, claro, y yo soy Kami-Sama, pensó Yamcha sarcásticamente.

«¡Ah! Yamcha querido, ¿por qué no vas a ver a Bulma-chan? Tal vez tú puedas reanimarla. La pobre ha estado estos días un poco deprimida» dijo la Sra. Briefs

«Pero Vegeta… él no…»

«No te preocupes, muchacho. No habrá ningún problema desde que todo este lío comenzó. Él se fue a entrenar a las montañas» añadió el Dr. Briefs.

Estas últimas palabras del Dr. Briefs le resonaron como un eco adentro de su cabeza.

¿Vegeta no está? Eso no puede ser, casi podría jurar que sentí el Ki de Vegeta cuando llegué a C.Corp. Yamcha cerró los ojos, se concentró y ya no sintió su Ki.

Con gran rapidez guardó el aparato en su cápsula y, sin despedirse de los padres de Bulma, se dirigió hacia su laboratorio. Por fin la oportunidad que esperaba. Después de todo, el pretexto del aparato para entrenar funcionó. Al fin podré hablar con ella. Tengo que disculparme por lo tonto que he sido. Tal vez ya terminó con ese cretino de Vegeta. Tengo que decirle que a pesar de todo aún la amo, pensó Yamcha mientras llegaba al laboratorio. Una vez ahí, observó que éste estaba vacío, por lo que se dirigió hacia su recámara.

Bulma seguía recostada, aún estaba nerviosa y sentía como su cuerpo seguía temblando visiblemente cuando recordaba su expresión, esa mirada.

Si no hubiera sentido el Ki de Yamcha, ¿nos hubiera matado?

Seguía repitiendo esa pregunta en su mente una y otra vez. En eso oye ruidos, y pasos aproximándose a su puerta, por lo que se levanta sobresaltada y ve la cara sonriente de Yamcha asomándose desde la puerta.

«¡Hola! ¿Puedo pasar?» dijo Yamcha un poco dudoso.

Bulma suspira aliviada y asiente pesadamente con la cabeza. Después de todo, Yamcha era el único después de Goku que la hacía sentir protegida. Siempre podían hacerla sentir un poco mejor, dándole un poco de alegría. Además, ésta podría ser una buena oportunidad para disculparse por la manera en que habían terminado. Lo había tratado muy mal.

Yamcha se sienta sobre la cama a un lado de Bulma y aún con la débil luz que alumbra la recámara observa los ojos vidriosos de Bulma, como si quisiera llorar o hubiera llorado por un largo rato. Su rostro está pálido, sus cabellos enmarañados y sus manos temblorosas.

Se acerca un poco más para cerciorase y ve la foto que está a un lado de ella. Fue de las primeras fotos que se habían tomado juntos, si no es que la primera, cuando ambos eran chicos y junto con Goku habían ido en búsqueda de las Esferas del Dragón.

¿Estará pensando en mí? ¿Sentirá aún lo mismo que yo? Puede que sí, si no ¿qué está haciendo con esta vieja fotografía aquí y con los ojos llorosos? Tal vez aún me quiera. Yamcha se alegró, si lo que estaba pensando era cierto, las cosas serían más fáciles.

«Bulma, bueno… te preguntarás qué estoy haciendo aquí. Bueno… yo… pues…» Y antes de que el elocuente de Yamcha pudiera terminar la frase, Bulma lo abraza. Ella necesitaba comprensión, apoyo, protección. Tenía un nudo en la garganta y necesitaba desahogarse con alguien.

Y Yamcha, el bueno de Yamcha, siempre estaba ahí cuando lo necesitaba, y si necesitaba que la consolaran era ahora.

«Bulma, ¿qué tienes?, ¿por qué lloras?» dijo Yamcha algo intrigado.

Hubo un breve momento de silencio y entre sollozos comenzó a platicarle.

«Es que… Vegeta vino… y el bebé… y me asustó… creí que iba a matarme», esos fueron los únicos balbuceos que Yamcha logró entender, pero fueron suficientes para que su sangre le hirviera por la rabia.

Maldito asesino, pensó Yamcha.

«No te preocupes más, Bulma. Yo te cuidaré. Si quiere hacerte daño, tendrá que matarme primero. Yo estaré aquí para protegerte, a ti y al bebé»

Yamcha, qué mal te juzgué. En el fondo sigues siendo un noble amigo. Espero que Vegeta no regrese, porque si lo hace te matará. Goku, ¿por qué no estás aquí cuando te necesito? Ven pronto, pensó Bulma.

«Bulma, cuéntame bien. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué piensas que quería matarte?» Yamcha se inquietaba aún más al ver que Bulma seguía sollozando en silencio.

«Bulma, tranquilízate por favor. Vamos, no puede ser tan malo. Además, tú y yo siempre nos hemos contado todo desde que nos conocimos. Siempre nos hemos tenido confianza, ¿no?»

Bulma asiente con la cabeza, mientras respira profundo y trata de tomar fuerzas para contarle todo. Tal vez así no se sienta tan deprimida. Yamcha se levanta con dirección al pequeño frigobar de la recámara y le sirve un vaso con agua a Bulma. Después de darle un pequeño trago, comenzó a platicarle todo lo que había ocurrido desde el día que terminaron.

Va a morir, lenta y dolorosamente. ¿Cómo se atreve?

Ya me las pagará ese insecto por haber ido con ella. Y qué tenía que estar haciendo Bulma con la maldita fotografía del insecto ése. Lo único que faltaba era que ahí estuviera también el imbécil de Kakarotto. Esos estúpidos humanos…

Yo soy el Príncipe de los Saiyajins.

Esa maldita mujer se atreve a estar con otro hombre, sabiendo que desde que la tomé por primera vez pasó a ser mía, y que cualquiera que intente tomar lo mío debe ser destruido.

Estúpidos humanos.

¿Cómo pude terminar con una humana?

¿Acaso estaba tan desesperado? Si mi padre me viera ahora se estaría revolviendo en su tumba, sobre todo si viera al mocoso. Qué monstruosidad, con ojos azules, cabello color lavanda y con la cola amputada. Tal vez sea fuerte, pero si hubiera nacido en mi planeta, no seguiría vivo.

¿Cómo pude mezclar mi raza, mi sangre, yo, que provengo de la mejor línea de guerreros?

¿Qué era lo que estaba pensando en ese momento?

Estúpidos humanos, malditas hormonas.

Esos y muchos otros pensamientos obscuros se albergaban en su mente, mientras seguía practicando una y otra vez la misma kata, lanzando patadas y golpes a un enemigo inexistente, planeando, esperando, listo al acecho, a alguna oportunidad.

«Bulma, no puedo creer que en cuanto supo lo de tu embarazo, te abandonó. Ese mal nacido…» dijo Yamcha con rabia.

«Fue en parte mi culpa» dijo Bulma entre sollozos «Cuando note que mi período se retrasaba y Vegeta empezó a evadirme, tuve las primeras sospechas y fue por eso que me hice los exámenes, y resultaron positivos. Entonces decidí que tenía que hablar con él, tomé fuerzas y fui a la cámara de gravedad, y lo que hizo fue ignorarme por completo, como si no estuviera ahí. Pensé que la noticia lo iba a sorprender, o a molestar, creí que se iba a enojar, yo esperaba cualquier tipo de reacción, pero no hizo nada. Ese maldito lo sabía, ¡lo supo desde el primer día! Intenté que me respondiera, pero seguía ignorándome, y como no me hacía caso me exasperé y le grité que era un miserable bastardo y que se fuera, que no lo quería volver a ver. Fue hasta entonces que me miró y simplemente se fue», recordó Bulma amargamente y, después de un rato de silencio, continuó su relato.

«Yo creí que iba a volver, esto ya había pasado muchas veces y siempre como a las dos o tres semanas regresaba, pero no esta vez. En el fondo yo sabía que no iba a regresar por la forma en que me miró, pero no lo quise creer, me aferraba a la idea de que volvería, si no por mí, por el bebé, la comida o la cámara de gravedad, pero no fue así. Aún creía que él iba a estar conmigo cuando Trunks naciera, pero no sé qué me dolía más, si las labores del parto o la verdad. Él nada más había estado conmigo por el sexo, no porque sintiera algo por mí. Sólo fue hormonal, fui una tonta al descubrirlo demasiado tarde, pero es que en algunos momentos casi podría jurar que veía algo en sus ojos, un pequeño destello, creía que podía ser cariño, ternura o tal vez amor, pero ese maldito, con su enorme ego, no puede pensar en alguien más aparte de sí mismo.
¡Qué estúpida soy!
¿Cómo pude fijarme en él? No me di cuenta hasta que era demasiado tarde. Creí que lo único que Vegeta necesitaba era un poco de cariño y comprensión. Creí que iba a cambiar» dijo casi al borde del llanto.

«Ya, Bulma, deja de torturarte, eso ya pasó. Cometiste un error y eso no importa. Lo que es importante es cómo vamos a resolver los errores. ¡Vamos, anímate! Tú siempre has sido muy fuerte. No por esto vas a dejarte vencer, yo te ayudaré en lo que pueda, hazlo si no por ti, por Trunks» Yamcha ya no sabía qué más decirle para reanimarla. Nunca la había visto así, ni aún con lo de Radditz o con Freezer había estado tan tensionada.

Yamcha la vuelve a abrazar y la estrecha fuertemente contra su pecho, Bulma lo abraza también, ya se sentía un poco mejor, más aliviada. El bueno de Yamcha siempre le hacía olvidar los problemas en los tiempos difíciles.

Pasaron unos momentos en silencio, abrazados. Ese abrazo hizo que Yamcha recordara sus mejores momentos juntos.

¡Cómo pude dejarla! Fui un tonto, la dejé para encontrar el verdadero amor y no me di cuenta que lo tuve en frente de mí todo el tiempo. Yo sé que no debí engañarla, pero es que a veces es muy celosa y posesiva, quería que estuviera a su lado casi todo el tiempo, pero a la vez es tan linda, tan frágil y tan fuerte… fueron sus detalles los que me conquistaron. Cuando terminamos la última vez y dijimos que esta vez era definitivo, me sentí alegre y aliviado, pero eso sólo duró muy poco, por lo que decidí regresar al desierto y aclarar un poco mi mente. Estuve muy poco tiempo ahí, tu recuerdo me seguía a todas partes. Fue en ese momento que me di cuenta de lo que significabas para mí. Regresé a la Capital del Oeste creyendo que podíamos resolver nuestras diferencias y volveríamos a estar juntos, esta vez para siempre. Sí, pensaba pedirte en matrimonio, pero fue cuando me enteré que mantenías una relación con Vegeta, con ese asesino, y que esperabas un hijo suyo, un hijo que podría haber sido mío, pero por mi inconstancia, por mi infidelidad, hallaste consuelo en sus brazos. Bulma, me pregunto si me aceptarías otra vez.

Por su parte, Bulma también estaba absorta en sus pensamientos, pero eran muy diferentes a los que Yamcha creía. Con los ojos cerrados imaginaba que era Vegeta quien la abrazaba.

Yamcha, dulce Yamcha, me siento mucho mejor ahora. Qué bueno que viniste, sobre todo después de como te grité el día que terminamos. Tal vez si no me hubiera desesperado en esa ocasión, no estaría en este problema. Vegeta, ¿por qué no puedes demostrar afecto hacia los demás, ni con tu hijo, ni conmigo? ¿Que no ves lo que siento por ti?

Yamcha suelta a Bulma y la toma de las manos, resuelto a abrir su corazón. Tenía que decirle, tal vez nunca se presentara otra oportunidad.

«Bulma, me preguntaba… si te gustaría que yo… bueno… pues… que te ayudara en criar a Trunks. Yo sería como un padre para él y un esposo para ti» Por fin lo dije, pensó Yamcha.

Los ojos de Bulma se abrieron enormemente. Nunca esperó que Yamcha le dijera eso. Las palabras le causaron una gran sorpresa. ¿Cuánto había esperado que le pidiera que se casara con él? meses, años, y ahora que por fin le dice que quiere que sea su esposa, ella ya no estaba interesada. Si tan sólo fuera Vegeta el que le dijera esas palabras… A lo que responde con un profundo suspiro.

«Bulma, yo te amo, toda mi vida te he amado, sólo que no me había dado cuenta de que significabas tanto para mí, hasta que te había perdido. No me importa que Trunks sea hijo de ese maldito, yo podría ayudarte a criarlo, lo querría como si fuera mío. Además, ese niño va a ser muy fuerte. Necesitaras ayuda, no vas a poder cuidarlo tú sola» Dijo Yamcha.

«Yamcha… yo, no sé qué decir…» respondió Bulma un poco confundida.

En eso se oyen unos leves quejidos que se van acentuando hasta llegar a ser un estruendoso llanto. El pobre de Trunks seguía hambriento.

Justo a tiempo, pensó Bulma. Se soltó de Yamcha y fue junto a la cuna de Trunks, lo levantó y caminó hacia el frigobar para sacar unos biberones, los tomó, regresó hacia donde estaba Yamcha, se sentó en el borde de la cama y comenzó a darle de comer.

La mente de Bulma seguía turbada. Definitivamente éste había sido unos de los peores días de su vida. Primero, el cretino todopoderoso Príncipe de los Saiyajins había regresado, y la había asustado casi hasta morir de la impresión. Luego, Yamcha, el segundo hombre más despreciable del planeta, llegó de la nada, y tal vez le salvó inconscientemente la vida. Después la estaba consolando y, lo que faltaba, ahora le estaba pidiendo que se casara con él. ¿Qué más podría pasar?

¿Qué le digo a Yamcha?… no quiero lastimarlo otra vez, además el error fue mío, no quiero meterlo en este problema. Además no puedo estar engañándolo, pues aunque me duela aceptar, todavía quiero a ese maldito de Vegeta, creo que lo amo, como nunca antes había amado a alguien. ¿Cómo creí que podía cambiar a alguien así?

Pero por otro lado, cómo voy a criar a Trunks yo sola, y después de ver cómo sufrió Milk con Gohan. Un semisaiyajin es muy fuerte para que lo críe una mujer sola. Yo no podría ayudarle a controlar sus poderes y ¿qué haría cuando tuviera alguna rabieta y comience a destruir cosas?

No sé qué hacer… Kami-Sama, ayúdame a elegir correctamente.

Trunks ya se encontraba satisfecho, por lo que reía y jugueteaba con el cabello de Bulma, que le hacía cosquillas en la cara, mientras Yamcha lo observa con curiosidad, por lo que se le acercó.

«¿Puedo sostenerlo un momento, Bulma?» preguntó Yamcha.

«Claro, adelante» respondió Bulma.

Se veía que Yamcha tenía experiencia en cargar niños, por lo que Bulma se relajó un poco. Era curioso, la vida puede ser irónica muchas veces, ya que Yamcha mostraba más interés en Trunks que el mismo Vegeta.

Bulma se preguntaba si Vegeta había observado bien al bebé y si había visto lo parecido que era a él; si lo habría sujetado mientras estuvo con él en la habitación. Pero desechó la idea inmediatamente. Fue un milagro que el bastardo ése no le hiciera daño. Tal vez en el fondo sí le importe, Pensó Bulma.

Yamcha comenzó a jugar con Trunks. El pequeño bebé se divertía tratando de sujetar alguno de sus dedos o de jalar sus cabellos.

«¡Vaya que es fuerte!» exclamó Yamcha al momento que Chibi-Trunks sujetó uno de sus dedos «Se ve que tiene potencial, va ser un gran guerrero».

Bulma se limitó a sonreír con el comentario. Ella no quería que su pequeño bebé fuera un guerrero. ¿Qué tal si se volvía como su padre?, pero tal vez si el bebé crecía sin Vegeta, él sería distinto.

Cómo se parece Trunks a Vegeta. Tiene su mismo rostro, y hasta heredó parte su carácter, en lo impetuoso y terco. Si no fuera por mi color de ojos y mi cabello, seria idéntico a él. Me pregunto si Vegeta sería así de tierno cuando era un bebé. Bulma, ya estás pensando en él otra vez, ¿que no escarmientas? –Se reprendió Bulma mentalmente– Espero que Trunks sea diferente a su padre.

«Bulma… Bulma… Oye, Bulma» dice Yamcha al tiempo que la toca con el brazo.

«Eh, ¿qué pasó, Yamcha?» responde Bulma todavía distraída con otros pensamientos.

«Creo que aquí alguien tiene sueño. Mira, el pobre de Trunks no deja de bostezar»

«Ah, sí, déjame arrullarlo» dice Bulma mientras toma a Chibi-Trunks en sus brazos. Se levanta y comienza a mecerlo suavemente mientras lentamente murmura una canción.

¡Mmph! Esa mujer puede hacer lo que le plazca, eso a mí no me interesa. Lo que esos estúpidos humanos hagan o dejen de hacer es algo que a mí no me importa, yo sólo estoy en este maldito planeta por una sola razón.

¡Derrotar a ese imbécil de Kakarotto!

Ésa es mi única meta y no voy a olvidarla. No debo distraerme por ese tipo de tonterías, yo soy el Príncipe de los Saiyajins. No soy como ninguno de estos patéticos humanos. Fui un tonto al creer que podía adaptarme a vivir en este planeta como uno de ellos.

Pasaron unos cuantos minutos y Trunks ya estaba dormido otra vez. Bulma lo acomodó suavemente sobre su cuna y lo arropó con mucho cuidado para no despertarlo.

En todo ese tiempo, Yamcha no había hecho otra cosa más que observarla. Todo lo que había en él le decía que no debería dejarla, no otra vez.

Bulma regresó a donde estaba Yamcha y se sentó otra vez sobre la cama. Su rostro había cambiado visiblemente, ahora estaba confundida, pero estaba alegre. Se sentía orgullosa de su hijo. El sólo estar con él le daba fuerzas para seguir adelante.

«Bulma, sobre lo que te dije hace rato, pues quiero que lo pienses bien, no quiero presionarte, no tienes que responderme ahora, tienes mucho en qué pensar…» dijo Yamcha un poco serio.

Hubo otro silencio que fue interrumpido por una helada brisa que entró impetuosamente por la ventana que aún permanecía entreabierta.

Bulma se levanta para cerrar la ventana, pero Yamcha la detiene, le sostiene de las manos. Un escalofrío recorre el cuerpo de Bulma. Algo no está bien y Yamcha está demasiado cerca.

«Bulma, nunca debí haberte dejado, eres todo para mí, todo este tiempo no he dejado de pensar en ti. Y quiero que sepas que, si me aceptas de nuevo, no te defraudaré, yo cuidaré de los dos, no puedo estar más sin ti» Dijo Yamcha en un tono casi suplicante.

Menos mal que no quería presionarme. Oh, oh, se está acercando demasiado ¿Qué hago? Kami-Sama, ayúdame, pensó Bulma, que ya estaba preocupada y ansiosa otra vez.

Mientras tanto, Vegeta había ocultado su Ki, mientras se acercaba sigilosamente a C.Corp., acechando entre las sombras, más cerca y más cerca. Si algo había aprendido mientras había estado al servicio de Freezer, era a ser sigiloso. Levitó con cuidado hacia el balcón de Bulma. Aunque no lo aceptara, Vegeta estaba celoso y tenía mucha curiosidad sobre lo que estaba pasando. Después de todo, ella era su mujer y ese mocoso era su hijo.

Se asomó con cautela por la ventana que aún seguía abierta. Aunque la luz era tenue, alcanzaba a distinguir las siluetas, y definitivamente no le gustaba lo que estaba viendo.

Ese imbécil de Yamcha estaba muy cerca de ella, demasiado cerca y además la estaba tocando, por lo que Vegeta usa todo su autocontrol para no lanzar sobre ellos un Garlic Ho.

«¡Qué demonios le está diciendo!» dice Vegeta entre dientes mientras cierra los ojos y se concentra para tratar de escuchar. Después de todo, el oído de los Saiyajins es más agudo que el de los humanos.

Vegeta alcanza a escuchar parte de la conversación. Comenzó a enfurecerse, ya estaba listo para despedazar al pobre de Yamcha, cuando Bulma se apartó de él y se dirigió a la ventana. Ella se sentía muy abrumada y tal vez el aire fresco le ayudaría a despejar su mente.

Yamcha la siguió silenciosamente hasta el balcón, mientras Vegeta buscaba donde ocultarse. Después de todo, C.Corp. era un lugar muy grande y con muchos lugares que usar como puntos estratégicos para no ser visto.

Bulma se recargó en el barandal del balcón, recordando que había sido ahí precisamente donde Vegeta le había dado aquel largo e intenso beso.

Su mente comenzó a revivir lo sucedió aquella vez.

Pasaba ya de medianoche, y ella no podía dormir. Después de todo, en esa noche se cumplía un año de su rompimiento con Yamcha, y aún estaba sola. Tenía motivos para tener insomnio, no sabía qué era lo que tenía, tal vez era el mismo vacío que sentía otras veces. No, esta vez era diferente. ¿Qué podría ser?

Era una noche muy iluminada, llena de estrellas. Ella estaba recargada en el barandal y, como en otras ocasiones, reinaba el silencio, excepto por el continuo chirriar de los grillos, pero eso no importaba. Extendió su mirada hacia el horizonte, la Capital del Oeste.

«Es sorprendente lo iluminada que está la ciudad a estas horas de la noche», se dijo a sí misma mientras sentía la fresca brisa que aliviaba su alma, después del día tan tensionado que tuvo.

Bulma, ¿qué es lo que está mal contigo?

Vaya que lo arruinaste el día de hoy. Te presentan a un buen muchacho, de modales, buena familia, y con buenas intenciones. ¿Y qué es lo que haces?, lo comparas con el asno de Vegeta. ¿Que no entiendes?, no le importas en lo más mínimo, ni tú, ni nadie.

¿Tan desesperada estoy como para fijarme en él? O es que en realidad soy un poco extraña, como me han dicho todos los pretendientes que me ha presentado mi mamá. Tal vez sea por los amigos que tengo… Goku, al igual que Vegeta, es un Saiyajin, sin modales de ningún tipo, sin oficio ni beneficio, ningún trabajo, ni escuela o preparación. Su vida, al igual que la de los demás, gira en torno a las peleas y las artes marciales. Esos brutos… Piccolo, con su sola apariencia, es suficiente para impresionar a cualquiera. Tenshinhan tiene tres ojos, no necesito decir más. Krilin se rapa la cabeza como si fuera un monje. Puar es un gato volador que, al igual que Oloong, pueden convertirse en cualquier cosa, y eso por sólo mencionar a unos cuantos del grupo, pensó tristemente.

O tal vez no eran sus amistades, tal vez era ella la del problema.

Milk, que es más joven que yo, ya está casada y con un hijo. Bueno, es cierto que casi llevó a rastras al pobre de Goku al altar, pero ella ya tiene al menos a alguien con quien estar, alguien con quien compartir su vida.

Tal vez sea mi carácter fuerte, lo terca que puedo ser a veces, lo mandona o gritona que puedo ser, lo que mantiene a los hombres a distancia, porque yo soy bonita, inteligente, con futuro. Además, papá es el presidente y dueño de C.Corp, la empresa más lucrativa de todo el planeta. Yo soy un buen partido, debería de tener miles de pretendientes, pero sólo he tenido a Yamcha en todo este tiempo, y cuando lo conocí era un ladrón en el desierto, ahora es un beisbolista famoso, que tiene muchas admiradoras, y nada de tiempo para mí. Con este último pensamiento rompió en llanto, aquella vez.

Vegeta hizo una pausa en su entrenamiento. Era más temprano que de costumbre, porque hacía poco que había salido de la enfermería y no se sentía recuperado del todo, aunque no eso le importaba mucho. Lo que sí era importante es que tenía hambre, por lo que decidió salir a buscar un pequeño refrigerio de media noche, antes de continuar con su entrenamiento.

Bulma decidió regresar a su habitación, ya estaba haciendo un poco de frío y mañana tendría que levantarse muy temprano, para seguir con la actualización de los programas de los robots. Estando ya en la habitación, comenzó a cepillarse el cabello y a prepararse para ir a dormir. Ya en su cama, Bulma no podía conciliar el sueño, por lo que decidió ir por un vaso de leche caliente como le había sugerido su mamá. Después de todo, tal vez los remedios caseros le podrían servir esta vez.

Vegeta estaba engullendo lo último de sus usuales bocadillos, cuando oyó unos pasos acercándose, por lo que decidió comer más rápido y así evitar a cualquiera de esos molestos humanos. Pero antes de que pudiera terminar de comer, Bulma entró en la cocina.

Lo que me faltaba, Vegeta está en la cocina. ¿Que no debería estar tratando de matarse a sí mismo otra vez?, pensó Bulma mientras caminaba hacia el refrigerador.

Vegeta arqueó una ceja y miró de reojo con dirección hacia donde estaba Bulma.

Grandioso. De todos los humanos que hay aquí, tenía que ser precisamente esta mujer la que viniera a molestarme. Veamos qué me va a gritar ahora, pensó Vegeta.

Bulma pasó enfrente de Vegeta, sin voltearlo a ver y sin decirle una sola palabra. No tenía ánimos de discutir con nadie, y menos con él. Además, seguía enojada por su comportamiento en la enfermería. Abrió el refrigerador, pero para su sorpresa, estaba todo revuelto y sucio. ¡Qué desastre! Se nota que aquí estuvo ese cretino. ¿Donde habrá puesto la leche?, pensó Bulma, mientras volteaba hacia la mesa y veía como Vegeta se tomaba lo último que quedaba de leche del envase.

Genial, ¿qué más puede salir mal?, pensó Bulma, mientras veía a Vegeta con unos ojos inquisitivos. Éste aún seguía confundido por la actitud de Bulma. Ella siempre le estaba gritando y ordenando qué hacer. Nunca pasaba una oportunidad para regañarlo, y hoy había sido la excepción. De hecho, lo estaba ignorando.

Iba a gritarle por sus barbáricos modales, pero se detuvo. No tiene caso, es como hablarle a la pared. De todos modos, no creo que la leche caliente sirviera de mucho, pensó Bulma mientras se dirigía a su habitación.

Algo está mal con esa humana, está muy pálida. ¿Estará enferma? Vamos a hacer una prueba para averiguarlo, pensó Vegeta maliciosamente.

«¡Oye, humana! ¿Qué haces despierta a estas horas? Tal vez estés esperando a que el inútil de Yamcha venga otra vez a pedirte que vuelvas con él. ¡Oh!, se me olvidaba que te dejó hace tiempo por unas bonitas mujeres con las que no puedes competir, y desde entonces no ha regresado» dijo Vegeta mientras se reía maliciosamente.

Eso nunca falla. Siempre se pone agresiva cuando menciono a ese inútil. Veamos qué me va a responder, pensó Vegeta.

Bulma no reaccionó como Vegeta quería. Salió corriendo a su habitación con los ojos llenos de lágrimas, mientras pensaba: No soy bonita, no puedo competir… Así que eso es por lo que estoy sola.

Vegeta se quedó boquiabierto. Siempre se lanzaban insultos, era común, y sobre todo era divertido. Era como una competencia, en la que obviamente había ganado esta vez.

«Esa mujer está mal, nunca me hubiera dejado ganar así de fácil» murmuró Vegeta mientras se dirigía otra vez a la cámara de gravedad.

Bulma salió al balcón a llorar. No le importaba que estuviera haciendo frío. De esta manera no despertaría a nadie y tal vez se calmaría más rápido.

Vegeta se sentía turbado mientras entrenaba, no podía concentrarse. Seguía pensando en el extraño comportamiento de Bulma, por lo que salió de la cámara de gravedad con dirección a la habitación de Bulma, pero la puerta estaba cerrada, y si la forzaba haría mucho ruido y despertaría a los otros humanos, que seguramente le harían muchas preguntas, por lo que decidió irse, pero escuchó unos leves sollozos que venían del balcón. Entonces salió al patio y voló hasta el balcón. Bulma estaba tan distraída que no sintió la presencia de Vegeta, hasta que estuvo cerca de ella.

Bulma optó por dejar de recordar. Aún no podía enfrentar la realidad. Además, no quería volver a llorar, pero es que aquella ocasión fue muy especial para ella. Él le dio ese primer beso, un beso como ningún otro, que hizo que todo su cuerpo se estremeciera, no lo podía olvidar…

Qué diferente había sido esa noche, parecía otra persona. Ahí fue donde por primera vez vi ese destello en sus ojos. Su mirada no era fría como en las otras veces, era intensa, profunda, hasta podría decir que cálida, y por primera vez me llamó por mi nombre y no con su usual «mujer» o diciéndome «humana», se lamentó Bulma, mientras trataba de contener las lágrimas, pero no pudo. Nunca había sentido algo así por alguien y comenzó a llorar silenciosamente. Realmente lo extrañaba, extrañaba su calor, su extraña manera de amarla, hasta extrañaba sus constantes riñas. No podía sacarlo de su cabeza, cualquier cosa le recordaba a Vegeta.

Yamcha se decidió a romper el silencio, que ya era intolerable.

«Todavía lo amas. ¿No es así, Bulma?» dijo Yamcha amargamente, su voz empezaba a quebrarse.

«Sí» respondió Bulma, casi murmurando

Yamcha se había quedado sin habla. Todas sus esperanzas se habían esfumado, sus ilusiones, ¿qué iba a hacer ahora? Tenía que convencerla, no podía dejarla, ellos estaban hechos el uno para el otro, ¿que no lo podía ver?

Vegeta no hacía otra cosa más que mirar con extrañeza. No sabía cómo debía reaccionar. Lo que sabía era que tenía hambre, su ropa estaba sucia y desgarrada, que ya quería entrenar en su cámara de gravedad, y sobre todo quería estar con ella. La extrañaba, pero no podía aceptarlo. Su orgullo era demasiado grande como para permitirse debilidades como esas, por lo que optó por irse.

«Creo que es hora de irme, se está haciendo tarde y necesitas descansar. Has tenido un día muy pesado» dijo Yamcha en un tono triste. Ya no sabía qué decir. Tal vez mañana, ya que su mente estuviera relajada al igual que la de ella, podría pensar en algo. Pero tal vez mañana sería demasiado tarde. Vegeta estuvo aquí hoy y es muy probable que regrese mañana, pensó Yamcha.

«Yamcha, espera, por favor» suplicó Bulma mientras caminaba hacia él.

Los ojos de Yamcha se iluminaron. Tal vez hubiera una oportunidad, después de todo. Bulma, por su parte, no estaba segura de qué decir para no herirlo. Además, no quería perderlo. Después de todo, era su mejor amigo, el único que la conocía lo suficientemente bien como para saber cuando algo estaba mal, el único que sabía sus gustos, el único en que podía confiar sus secretos.

Bulma sujetó las manos de Yamcha y éste la abrazó. Bulma lo abrazó y vio como se iba acercando poco a poco. Es ahora o nunca, pensó Yamcha. Y fue entonces cuando tiernamente la besó. Bulma le correspondió, pero se apartó rápidamente y Yamcha comprendió entonces que ése había sido el último beso, que ya era demasiado tarde. La había perdido, por lo que se simplemente se alejó.

«Nunca te olvidaré, Bulma-chan, y siempre estaré contigo cuando me necesites» gritó Yamcha estando ya a cierta distancia, mientras volaba lo más aprisa posible.

Bulma vio como Yamcha se alejaba en el horizonte. «Genial, otra oportunidad que se te escapa. Definitivamente has tenido días mejores» se dijo Bulma mientras caminaba de regreso a su habitación.

A Fuego Lento II

por SUSY


Este cuento está basado en mi primer fanfic en capítulos: «¿Universos Paralelos?» y pretende ser la continuación de mi relato «A Fuego Lento«. Para su mejor comprensión, se aconseja su lectura.


Sucede en un mundo paralelo donde Vegetasei no fue destruido y Bulma llegó allí llevada por el rey Vegeta II…

Era casi el mediodía, después de esa noche memorable en la que al fin el rey Vegeta II y Bulma se habían amado, al fin. Ella dormía tranquilamente todavía, rendida de cansancio por el dulce ajetreo de apenas unas horas atrás, pero el rey, mucho más fuerte y resistente, estaba ya totalmente despierto y preparado para comenzar el día.

«Vaya nochecita que pasamos» pensaba él mientras la miraba dormir «Realmente es la mejor amante que recuerdo, o por lo menos la más apasionada. Creo que fue una buena idea ir a ese planeta, después de todo, y mucho mejor idea conservarla para mí. ¡Cuando pienso que podría habérsela dado a Nappa! Hice bien en escuchar a mi hermana, ella tenía razón después de todo, ¿por qué privarme de un placer? Pero sin duda lo mejor de todo fue ese juego de indiferencia e interés que le hice, definitivamente fue maravilloso ver hasta qué punto puede llegar una mujer cuando se la sabe llevar ¡Ella hubiera hecho cualquier cosa que yo le hubiera pedido! Y en cierta forma lo hizo, olvidó todos sus pudores conmigo, ¡hasta llegó a suplicarme que me acostara con ella! Bueno, es verdad que yo no soy un hombre común, pero creo que pocas mujeres me han deseado tanto y de ese modo ¡con esa ansia febril! Bueno, ahora debo ir a ocuparme de mi reino y después entrenaré unas horas. Por ser una esclava, ya le he dedicado bastante tiempo. Es realmente absurdo, pero mis súbditos deben entender que su rey tiene sus placeres, que deben ser respetados» Vegeta terminó de vestirse y la miró por última vez. En ese momento, ella se destapó un poco y se vio parte de su cuerpo desnudo. Él, entonces, la acarició suavemente con la punta de los dedos mientras sintió que la deseaba nuevamente. En verdad estuvo tentado de quedarse a su lado para volver a poseerla otra vez, y otra, y otra, hasta saciar todos sus deseos, pero finalmente decidió retirarse antes de que su compañera despertara.

Bulma se despertó por el ruido de la puerta al cerrarse y, con una sonrisa de satisfacción, aún con los ojos cerrados, acarició el otro lado de la cama, pero su hombre ya no estaba…

Ella sintió un profundo desencanto por esa situación, pero pensó que ya lo volvería a ver, y que los momentos que habían pasado se repetirían. Y así fue, durante el día no volvió a verlo, pero esa noche y la que le siguió a esa y la próxima, él mandó a su habitación a dos lacayos para que la acompañaran hasta la puerta su habitación, adonde pasarían la noche, ambos. Bulma se sentía muy avergonzada por el asunto de los dos sirvientes que la acompañaban, hubiera preferido que la cosa pasara más desapercibida, pero Vegeta insistía en que la costumbre así lo disponía en el caso de la concubina del rey.

«Me avergüenza entrar a su habitación como una prostituta, y además con dos hombres que me acompañan. Al día siguiente no puedo mirar a nadie a la cara, me parece que todos me ven y se están imaginando lo que hicimos la noche anterior» le decía la joven.

«No tienes nada de qué avergonzarte, mujer, todos saben quién eres aquí y cuál es tu papel en palacio, complacerme, como es natural, y te digo que hasta ahora tu desempeño, tanto en el área científica como en mi cama, ha sido inmejorable, tienes mucho talento. Tú sí que sabes tratar a un hombre, ahora, dime ¿lo aprendiste en tu planeta?» le contestó él como si sus palabras fueran un elogio.

Ella enrojeció como un tomate cuando escuchó las palabras del hombre que, tal vez para su desgracia, ya amaba apasionadamente y, mordiéndose los labios para no llorar, le dijo:

«Señor, no me diga eso, por favor, se lo ruego. Me siento como un objeto, menos que eso, como un pedazo de carne… yo…»

Vegeta la miró, extrañado y repuso con indiferencia:

«En verdad no te entiendo. ¿No era esto lo que querías? Además no eres un pedazo de carne, sino mi esclava, creo que eso está claro ¿no? De todas formas, no eres una esclava común, tienes otras atribuciones y poderes aquí. Hice que los sirvientes y los científicos te obedecieran, tienes un rango, eres mi mujer, me perteneces solamente a mí»

La pobre Bulma sintió que su corazón se rompía al escuchar eso, sin embargo no tenía razones para imaginar que él la viera de diferente manera. Ella, sin duda, no era para el saiyan más que un objeto de placer… ¡Ah, cómo deseaba volver a la Tierra! Allí volvería a ver a sus padres, a sus amigos, a su novio… «¡Yamcha!» pensó. Al menos él la amaba y jamás la trató como a un objeto… Pero… ¿cómo podría volver a mirarlo a la cara después de lo que había vivido allí? Ni siquiera podía decir que él la había violado, fue ella quien se le entregó sin condiciones. Lo peor era que ni siquiera podía autoengañarse pensando que lo había hecho para evitar pasar a manos de cualquiera. Sabía muy bien que aunque ese peligro no hubiera existido, ella de todas formas se le hubiera rendido.

«Comprendo, señor», exclamó metiéndose adentro de la cama al lado de Vegeta, quien sin darse cuenta de lo que pasaba, comenzó a hacerle el amor, hasta que ella, casi odiándose a sí misma por su debilidad, hizo todo lo que él quiso y por último gritó de placer en sus brazos…

Y así pasaron dos meses, entre el trabajo cotidiano de Bulma en el laboratorio y las noches más que agitadas que pasaba en compañía del monarca… Pero un día Bulma comenzó a sentir una serie de malestares que pensó que podrían ser los primeros síntomas de un embarazo, pero… eso no era posible… él y ella pertenecían a razas distintas, lo más probable es que ni siquiera fueran compatibles genéticamente… Sin embargo, ese retraso de dos semanas, esas náuseas matinales, algo significaban… tal vez… Pero si así fuera, ¿qué diría el rey al enterarse? ¿Aceptaría tener un hijo de ella? ¿Y si la rechazaba ahora? Bueno, después de todo, él nunca se preocupó por evitarlo, pero lo mejor sería que Bulma lo averiguara por su cuenta sin decir nada y después vería. Entonces se dirigió al laboratorio y preparó un reactivo para improvisar un test de embarazo. Cuando lo tuvo listo, lo probó en sí misma… y ya no tuvo dudas, estaba embarazada. Cuando terminó su análisis, se retiró a su habitación y mandó decir que no trabajaría ese día a causa de una indisposición pasajera. Hecho esto, comenzó a pensar en las opciones que se le presentaban… muy pocas, por cierto. Era peligroso decirlo y tal vez una tontería callarlo… Su hijo… ¿tendría cola como su padre? ¿A cuál de los dos se parecería? Tal vez ni siquiera le dejaran criarlo y se lo quitaran desde su nacimiento… Seguramente, en el caso de que lo aceptara como hijo, Vegeta querría hacer de él un guerrero poderoso y sanguinario como todos los saiyanes… eso no podría tolerarlo ella. Sin duda lo mejor era callarse y ver la forma de regresar a la Tierra con sus seres queridos. Pero, ¿cómo presentarse nuevamente ante sus padres, embarazada de un extraterrestre? Ella sonrió entonces y pensó que, con toda seguridad, sus padres la perdonarían y la aceptarían tanto a ella como a su hijo, su nieto después de todo. Muy distinta era la situación de Yamcha, pediría explicaciones… aunque ella podría mentirle, decirle que fue obligada y, ¡quién sabe! tal vez él terminara aceptando al pequeño como suyo. Sin embargo, esta idea le pareció cobarde y repugnante, no solamente implicaba una mentira a alguien que la amaba, sino que además ella no creía que pudiera volver con su novio… no después de haber sido la amante de Vegeta. Por suerte, ella nunca le dijo a este último la localización exacta de su planeta… así que no había peligro de que él la fuera a buscar… no lo vería más… nunca más. Este pensamiento la angustió hasta lo indecible, porque realmente había llegado a amarlo, pero no tenía opción, debía protegerse y proteger a su hijo. Entonces comenzó a elaborar un plan: con el pretexto de un proyecto ultra secreto para mejorar el rendimiento de las naves espaciales, construiría una para ella, sin que nadie se enterara, la convertiría en cápsula y la llevaría encima y, cuando tuviera la oportunidad, escaparía.

En tanto, Vegeta concedió una audiencia a un científico saiyan, de los pocos que había de esa raza, el cual, después de una serie de cumplidos, le informó que estaba comprobado que si los saiyanes se unían con los tsufurs los hijos de esa unión serían más fuertes que el saiyan medio. El rey rió cuando escuchó esto y le preguntó si para decirle esa tontería le había pedido audiencia, ya que todos sabían que los tsufurs habían sido totalmente exterminados.

«Sin embargo, Majestad, este descubrimiento no sólo es válido para los tsufurs, sino también para las otras razas que se les parecen, en especial los humanos, especie a la que pertenece vuestra amante, la terrícola Bulma» contestó el científico.

«Oye de una vez, insecto. Ya les dije a todos que no permitiré que le falten el respeto, es mi voluntad que sea para Uds. la Sra. Bulma y así la llamarán, de otra forma se las verán conmigo. ¿Está claro?» repuso Vegeta tomándolo del cuello y levantándolo en el aire.

«Síi, Majestad. Perdón, no quise…» balbuceó el científico.

«Bien, que no se te olvide, ahora háblame de tu descubrimiento» siguió el monarca.

Y ambos hablaron largo rato hasta la noche, momento en el cual Vegeta se dirigió a sus habitaciones y fue informado por sus sirvientes de la supuesta indisposición de Bulma. A la noche siguiente la llamó, pero no le dijo nada sobre su descubrimiento, en tanto ella seguía con su plan…

Hasta que un día, él no pudo dejar de notar el aumento de su vientre, así como sus frecuentes malestares por las mañanas, razón por la cual le preguntó si estaba embarazada.

«Yo… eso sería terrible para Ud., ¿verdad?» Titubeó ella.

«Dime, ¿es cierto? No se te ocurra mentirme, porque lo averiguaré» le contestó él con tono severo.

Ella tembló de miedo y no supo qué hacer. Si le decía que no, él la llevaría a un médico, quien enseguida se daría cuenta.

«Sí, señor» contestó ella largando el llanto. «Nacerá dentro de cinco meses, según mis cálculos. Se lo ruego ¡déjeme conservarlo!»

«Naturalmente que lo conservarás, mujer, no llores. Se trata de mi hijo también.» le contestó él mientras la acariciaba.

«¿De veras? ¿No está enojado conmigo entonces? Ya verá, no lo molestaremos… nosotros…» dijo ella algo aliviada.

«Realmente ésta es una excelente noticia, es justo lo que esperaba» empezó el saiyan y fue interrumpido por una exclamación de alegría por parte de la joven quien lo abrazó y lo besó casi sin poder creer en su felicidad.

«Sí, mujer, es la mejor noticia que he escuchado porque, ¿sabes que, según un estudio científico, los hijos de uniones mixtas entre saiyanes y humanos tendrán un potencial guerrero superior al de un saiyan puro? Claro que esa mezcla no se deberá repetir en la segunda generación, a riesgo de que el vástago pierda capacidad de pelea, pero todo indica que el hijo que esperas será un poderosísimo guerrero. Lo nombraré mi heredero y tendrá rango de príncipe, así como todos los otros hijos que me des. Serás la madre del heredero del trono, ¿qué te parece? Supongo que estarás muy contenta, no tienes nada que temer ahora. Inclusive dejarás el laboratorio, si lo deseas. No quiero que nada de lo que hagas pueda debilitar a mi hijo»

Ella lo escuchó espantada ¡ahora comprendía todo! Él siempre quiso tener un hijo con ella para que fuera el más fuerte y era por eso que la había hecho suya. Sin duda, ni siquiera la deseaba como mujer. De ser un objeto de placer, pasaba a convertirse en una incubadora andante. Esto hacía que volviera a la idea de escapar como fuera, para volver a ser considerada persona. Como era su costumbre, el rey no le explicó nada más ni siquiera que cuando él la embarazó no estaba enterado de la famosa teoría, ya que ni siquiera advirtió el dolor de su compañera, porque no concebía que alguien pudiera sentirse lastimado en esa situación.

Tres meses después, el embarazo de Bulma se hizo muy notorio y los malestares la reducían a sus habitaciones casi todo el tiempo. Sin embargo, había terminado su nave y la llevaba en su bolsillo, encapsulada. Ahora sólo tenía que esperar la oportunidad de huir hacia la libertad, porque cada día se convencía más y más de que a él jamás le había importado en lo más mínimo, ya que ahora que estaba tan deformada, él ni siquiera la llamaba ni iba a verla, salvo en raras ocasiones. Un día recibió la visita de Su Alteza Real la Princesa Rya, hermana del rey. Asombrada ante el inesperado honor, Bulma intentó doblarse en una reverencia, pero… no pudo… su vientre se lo impedía. La princesa lo notó y con un gesto le indicó que no se preocupara, luego se acercó y tocó su abdomen, al tiempo que le decía con una sonrisa: «Vaya, parece que el perfume que te mandé surtió su efecto, ¿no? Dime, ahora, ¿estás contenta?»

«Sí, Alteza, tengo mucho que agradecerle, no sé qué hubiera hecho sin su apoyo» le contestó la joven.

«Bueno, no lo hice por ti. Siempre le tuve antipatía a ese infeliz libidinoso de Nappa» repuso Rya. «Por otra parte, el rey está contentísimo. Escuchó las estúpidas teorías de un tonto que le dijo que si tiene un hijo contigo será el más fuerte y no sé qué otra sarta de estupideces»

Bulma prestó atención cuando oyó que la saiyan hablaba de la famosa teoría, si bien ella, en el laboratorio, había podido comprobar su certeza, pensó que le convenía hacerse la tonta.

«Alteza, ¿cómo es eso, en verdad? ¿Cuándo lo supo el rey?» le preguntó haciéndose la inocente.

«¡No me digas que no te lo dijo! Eso sería típico de él… déjame ver… hace tres meses le concedió una audiencia a ese fracasado de Mug y fue allí que se enteró… Sí, lo recuerdo bien porque al día siguiente yo partí en esa misión de la que volví ayer… Estoy algo molesta porque a mí no me recibieron en triunfo como hicieron la otra vez con el rey, ya que, créeme, lo hubiera merecido. Las batallas fueron memorables, no dejamos a ninguno vivo. Me hubiera gustado que hubieses estado allí, creo que un día le pediré permiso a mi hermano para llevarte. Tú nunca me viste combatir y es una pena que te lo pierdas… En cuanto a esa tontería, parece que la mezcla de ambas razas produciría guerreros más fuertes… no lo sé, no entiendo mucho de eso» replicó Rya.

Bulma entonces se sintió muy feliz ¡él no sabía eso antes de embarazarla! Sin embargo, no implicaba que no siguiera siendo para Vegeta un objeto de placer, y además debía pensar en la educación de su hijo… Si Rya, que había demostrado ser tan amable y comprensiva con ella, se jactaba de no haber dejado a nadie con vida y además creía que alguien podría disfrutar viéndola matar gente… mejor ni pensarlo… No obstante, todo hubiera sido más fácil si él hubiera correspondido a su amor… Tal vez hubiera podido convencerlo sobre la forma de educar al hijo de ambos… Pero indudablemente, para el saiyan era sólo una esclava… Una esclava de lujo, pero una esclava al fin y al cabo, una especie de animal doméstico, algo parecido al gato que su padre tenía siempre con él. Esta idea hizo asomar lágrimas a sus ojos. Debía marcharse, sin duda…

En ese momento, la conversación de ambas fue interrumpida por una serie de gritos y un gran escándalo. Las dos mujeres salieron al pasillo del palacio y pudieron escuchar algo que les congeló la sangre en las venas: durante un acto oficial, cuando Su Majestad estaba en el palco real, un guerrero desconocido había atentado traicioneramente contra su vida. El ataque había sido sorpresivo, y si bien los guardias dieron cuenta del agresor inmediatamente, Vegeta estaba moribundo.

Bulma, entonces, se lanzó en medio del gentío y fue a donde estaba él y, a pesar de su avanzado estado de gravidez, insistió en cuidarlo ella misma. Así permaneció a su lado todo el día y toda la noche, y cuando el médico le dijo que ya estaba fuera de peligro, decidió descansar un poco, para lo cual se retiró a su cuarto.

Allí pensó que lo mejor era aprovechar ese momento para marcharse, ya que no se le presentaría una oportunidad mejor. No sólo el rey no la perseguiría, sino que tampoco había nacido su hijo todavía. Sin duda debía apurarse, era probable que el parto se adelantara, le había dicho el médico. Los saiyanes tenían sólo siete meses de gestación, no nueve como los humanos.

Preparó entonces sus cosas, y con lágrimas en los ojos se despidió de su habitación… de la cama… donde él la había tomado por primera vez y la había hecho tan feliz… «Adiós para siempre, Vegeta. Ahora que no me escuchas puedo llamarte así… nunca te olvidaré… es una pena que no me hayas amado como yo a ti» y salió por la puerta, conteniendo su emoción a duras penas. Pero en el último minuto antes de su partida, no resistió la tentación de volver a verlo… «por última vez» pensó. El saiyan dormía tranquilamente al parecer, a pesar de que, según el médico, todavía no recuperaría la conciencia y se podía esperar que delirara un poco. Ella se acercó suavemente y lo besó en la frente y en los labios, y cuando acarició su mano le pareció que su boca se movía: «Bulma… Bulma…» parecía decir.

La joven acercó su cara a la del hombre y pudo comprobar que él estaba despertando. «Sí, señor, dígame, aquí estoy» Él abrió los ojos y la miró mientras le decía: «No te vayas, quédate conmigo» Cuando Bulma lo escuchó, creyó que estaba soñando, él jamás le había hablado así. ¿Sería efecto del delirio? Sin embargo, no tenía mucha fiebre, comprobó tocándolo, sólo estaba muy débil… y… no le soltaba la mano… Ella entonces pensó si era posible que él hubiera adivinado su proyecto de fuga. Pero no, bastaba verlo, su rostro estaba más tranquilo que de costumbre, con una serena felicidad en sus facciones… ¿la alegría del amor, tal vez? «Te necesito, Bulma, no me dejes solo» suplicó. La joven rió, feliz, mientras intentaba en vano soltarse. Aún convaleciente, él era demasiado fuerte.

«No se preocupe, señor, jamás me iré de su lado. Tendrá que echarme, se lo prometo» le dijo ella, besándolo otra vez. «Pero ahora debo descansar un poco, no quiero dañar al principito» añadió sonriendo mientras lo miraba con amor. Él había cerrado los ojos y no se podía saber exactamente cuán consciente estaba cuando pronunció esas palabras, pero para Bulma reflejaban sus verdaderos sentimientos… ahora sí estaba segura… no lo dejaría por nada del mundo… lo amaba, y quería estar siempre a su lado… indudablemente ella no era solamente un objeto de placer para Vegeta… algún día, él le confesaría que era importante en su vida… esperaría el tiempo que fuera necesario… ése era su hogar, después de todo. Entonces se sentó en la cama, metió la mano en el bolsillo de su ropa, sacando la cápsula que tanto trabajo le había costado fabricar, la puso en el suelo y, disimuladamente, la destrozó con el pie.

A Fuego Lento

por SUSY


Dedico este fanfic a mi amiga Claudia Barrales (Vejichan) en ocasión de su primera página en Internet sobre Dragon Ball Z.

Este cuento está basado en «¿Universos Paralelos?«, mi primer fanfiction en capítulos. Para su mejor comprensión, se aconseja su lectura.


En un universo paralelo, Vegetasei no fue destruida por Freezer, sino que éste fue vencido por el joven príncipe Vegeta, Bardock y el rey Vegeta, quien murió después del combate. Su hijo subió al trono y años después conoció en un lejano planeta a la Bulma de ese universo, quien estaba en una misión científica y cuya nave se había descompuesto…

Las rocas grisáceas del planeta Grotche daban un aspecto más lúgubre al atardecer de sus dos soles gemelos. La luz mortecina del ocaso reverberaba en la nave espacial semidestruida que podía verse en el árido valle. Un poco más lejos, una mujer de cabellos azules se retorcía las manos con angustia y desesperación, mientras contemplaba la destrucción de su equipo: «¡Qué horror, este planeta está deshabitado y no creo que pueda reparar esta cápsula, no tengo los medios. Para peor es el lugar más espantoso que alguien podría imaginar, no parece haber seres vivientes. ¡¡¡No quiero morir aquí!!!» Gritó finalmente, con desesperación.

Después de llorar por largo rato, reunió los restos de su equipo y se dispuso a explorar. Caminó por espacio de un día entero, hasta que sus instrumentos le avisaron de una presencia de seres vivientes detrás de unas montañas. Ella, esperanzada, se dirigió hacia allí, preparó su traductor universal (una de las pocas cosas que logró salvar) y se preparó a encontrarse con los supuestos grotcheanos.

Detrás de las montañas había tres cápsulas pequeñas, y una mayor, con un raro emblema. Al lado había cuatro hombres y una mujer, muy similares a los seres humanos, si se exceptúa que todos ellos tenían una cola larga, similar a la de los monos. «Majestad» dijo uno de los hombres, «creo que nos equivocamos al venir aquí, no hay una población para esclavizar ni riquezas para explotar, este planeta no vale nada». A lo que contestó, furiosa, la mujer: «¡Eres un idiota, aquí no hay nada de valor! ¿Dónde nos trajiste, estúpido? ¿Crees que Su Majestad y yo no tenemos nada mejor que hacer que comprobar lo erróneo de tus teorías? ¡Pagarás por esto, ya lo verás!», terminó ella, muy enojada, apuntando con su puño al que antes había hablado.

El hombre se puso de rodillas y le suplicó: «Perdóneme, Princesa Rya, Alteza, no fue mi intención» y dirigiéndose al hombre de cabello en punta y sonrisa maligna que comandaba el grupo: «Majestad, Gran Vegeta II, suplico vuestro perdón por esta equivocación»

Vegeta, entonces, miró con desprecio al hombre e intercambió una mirada con su hermana y le preguntó:

«Qué dices, Rya, ¿quieres golpearlo tú primero o prefieres que lo haga yo?». Ella se encogió de hombros y con un gesto le indicó que le cedía esa diversión, razón por la cual el monarca comenzó a patear despiadadamente a su súbdito hasta dejarlo inconsciente, bañado en sangre. «Bueno, creo que por hoy es suficiente» dijo riendo con ganas, acompañado por todos los presentes. «¡Un momento, mi scouter registra una presencia muy débil que se acerca!» advirtió uno de los hombres. Todos verificaron en el suyo la verdad de esa afirmación y se prepararon a recibir al extraño.

Entretanto, la mujer de cabellos azules divisó las cápsulas antes mencionadas y a sus ocupantes y experimentó una mezcla de alegría y temor. Esos seres, definitivamente, le daban miedo. Todos ellos tenían un aspecto salvaje y violento, tal vez fuera conveniente esconderse hasta conocer sus intenciones. Conectó entonces su traductor y se dio cuenta de que su presencia había sido detectada. Intentó huir, pero una mano de hierro la atrapó por el brazo, y a pesar de sus esfuerzos, fue llevada por uno de los hombres ante el rey Vegeta.

«Majestad, mire lo que encontré. No está mal el hallazgo, ¿verdad? Me parece que es muy bonita y tal vez nos diga adónde están los demás. Si todas las mujeres de aquí son como ella, las podremos vender a buen precio»

Ella escuchó lo que dijo el guerrero y tembló por su libertad y por su dignidad. Estaba segura de que con esa gente le esperaba un destino tal vez peor que la misma muerte, además de que era imposible que ignorara la mirada lujuriosa de su captor. Éste era un hombre muy grande y fuerte totalmente calvo, quien la observaba relamiéndose.

«Majestad» dijo la mujer, poniéndose de rodillas y dirigiéndose a Vegeta «mi nombre es Bulma y mis intenciones son pacíficas. Vine de un lejano planeta en una nave que se destruyó casi por completo al entrar en la atmósfera, soy una científica y os ruego protección y ayuda»

Vegeta la miró, curioso e intrigado, se acercó a Bulma, se sacó los guantes y pasó sus manos por sus cabellos, tirando hacia abajo, para ver si eran naturales, a lo que ella contestó encogiéndose, atemorizada, luego él siguió tocando sus hombros y espalda hasta llegar a la cintura momento en el cual la joven intentó empujarlo, indignada por su escrutinio. Entonces el rey lanzó una carcajada, al tiempo que decía: «Vaya, mujer, qué arisca eres. Sólo quería comprobar si eras como nosotros, pero puedo ver que eres muy inferior a la gloriosa raza saiyan, a la que pertenecemos. En primer lugar tienes un poder de pelea mucho menor que el de nuestros bebés menos dotados, no tienes cola… no sé para qué puedas servir… aunque por la forma en que te mira, creo mi súbdito Nappa tiene algunas ideas al respecto» añadió, mientras señalaba al citado saiyan «¿no crees, muchacha? ¿Qué te parece, Nappa, la quieres para ti? Con ella podría quedar saldada esa deuda que sabes»

Los ojos del calvo brillaron de entusiasmo y moviéndose rápidamente levantó a Bulma entre sus brazos al tiempo que hacía una reverencia a su rey y barbotaba palabras de agradecimiento, pero una mirada de Rya lo contuvo y la depositó en el suelo.

«Hermano, Gran Vegeta II, por la lealtad que te profeso, creo mi deber advertirte que olvidas, al regalarle esa esclava a Nappa, lo que ella acaba de decir. Te dijo que es una científica, justo lo que necesitamos en Vegetasei para progresar. Sabes que nuestra gente no se destaca en la tarea científica, todos son guerreros, o intentan serlo, y los pocos que tenemos o son de otro planeta, o son como este idiota que aún sigue en el suelo. Consérvala para ti, hazme caso, trabajará para nosotros. Si la tuviera este tonto, hasta podría morir, ya sabes lo bruto que es, y ella parece muy frágil. Si eso pasara, perderíamos a alguien que tal vez nos resultara valioso.

«Desde la muerte de todos los Tsufurs, nuestra ciencia se estancó, debemos aprovechar todas las oportunidades», argumentó la princesa con elocuencia. Vegeta escuchó con atención lo que su hermana le dijo y le contestó, dudoso: «No sé, ¿y si nos mintió al decir que era científica?» Rya, entonces, le replicó calurosamente: «Yo le creo, por algo está aquí, tan lejos de su hogar, ¿no? Por otra parte, eso lo veremos pronto, y si miente siempre tendrás tiempo para dársela a él. Pero no creo que eso te convenga, es muy hermosa y podrías disfrutarla tú, ¿no es cierto?» Añadió con una sonrisa maliciosa.

«Sí, tienes razón. Supongo que así es, la conservaré para mí. Tanto si es científica o si no lo es, será mía de todos modos» afirmó Vegeta mirando a todos los presentes «¡Apártate de ella, Nappa! ¡Desde ahora aviso a todos que esta mujer me pertenece y mataré al que la toque!»

Los saiyanes obedecieron, respetuosos, y Bulma miró entre indignada y agradecida al rey y a la princesa. «Oigan, yo no soy una cosa para tener dueño…» dijo, pero fue interrumpida por Rya quien le respondió: «Cállate, imbécil, ¿prefieres ser el juguete de Nappa? Si has de ser esclava, al menos sé la esclava del rey, no de uno como él». Ella, entonces obedeció y subió a la nave grande en compañía de Vegeta y de su hermana.

Cuando llegaron a Vegetasei, el rey repitió delante de toda la Corte su advertencia con relación a su nueva esclava y además se ocupó de que su mayordomo la llevara al laboratorio y tomara nota de todas las cosas que ella necesitaría para trabajar. Bulma decidió empezar a fabricar en Vegetasei las famosas cápsulas Hoi-Poi de su padre, lo cual pareció muy bien a todos.

En esas tareas y preparativos llegó la noche, la hora de acostarse. Un lacayo llegó y condujo a Bulma a la habitación que le estaba destinada, la cual no parecía de una esclava o prisionera, sino que era bastante amplia cómoda y confortable y no tenía que compartirla con nadie. Ella se bañó y se puso la ropa que le dejaron en la cama, bastante sexy, por cierto, y con mucho miedo se resignó a su destino, esperar a su nuevo dueño. «¡Ay, Yamcha, amor mío! ¡Ya no te veré más! Pensarás que he muerto, con toda seguridad. Perdóname, esta noche te traicionaré con otro, no tengo opción» y lloró mucho mientras pensaba en sus seres queridos… sus padres, amigos… su novio… ya no volvería a verlos jamás.

Pero la noche pasó y Vegeta no entró en su habitación, ni se hizo ver de ninguna manera. Ella se levantó muy feliz por no haber tenido que acostarse con el rey, y se dirigió al laboratorio. Allí encontró a Vegeta inspeccionando todo, quien le sonrió con burla al verla y le preguntó: «¡Oh, aquí estás! ¿Dormiste bien anoche?»

Ella enrojeció al escuchar eso y se preguntó por qué él no la buscó la noche anterior, pero bajó la cabeza y no dijo nada.

«Bueno, mujer, creo no haber dicho nada para que te pongas colorada, ni mucho menos haberte hecho algo… al menos todavía no.» dijo él sonriendo con malicia. Sus palabras no hicieron más que aumentar la confusión de la joven, quien balbuceó: «No pensé en eso… lo siento… yo…»

Él la miró fijamente, luego se le acercó y la tomó del mentón, obligándola a que lo mirara. Clavó en ella sus ojos negros y pudo notar el miedo que ella le tenía, tal vez mezclado con algo más que él no supo descifrar. Por su parte Bulma sintió que no podía dejar de mirarlo, había en sus oscuros ojos como un imán, similar al de los ofidios sobre las aves. Sorpresivamente él la soltó y le preguntó en tono indiferente: «Dime, mujer, ¿cómo funcionan esas cápsulas que vas a fabricar? ¿Crees que puedas explicarme sobre ello?»

Ella despertó, bruscamente, de ese especie de encanto que él había creado, movió la cabeza y comenzó a hablar de su proyecto. Cuando terminó Vegeta aprobó sus ideas y puso el laboratorio y sus científicos a disposición de ella, de ahora en adelante tendrían que obedecerla. Al retirarse él, Bulma quedó bastante confundida, no era esto como ella lo había imaginado. Confusamente comenzó a sentir cierta alegría y tal vez algo de esperanza de no pasarla tan mal después de todo en ese extraño lugar ya que ella había imaginado recibir maltratos y vejámenes de todo tipo y en cambio su situación se asemejaba más a la de un científico contratado por el rey que a la de una esclava. Especialmente se asombraba cuando pensaba que aún él ni siquiera la había tocado, con lo que su principal preocupación pasaba a segundo término. Sin embargo, tal vez no hubiera sido tan desagradable, el rey era un hombre muy atractivo, se sorprendió a sí misma pensando. «¡Pero qué me pasa! Debo estar enloqueciendo, sin duda. Tengo que buscar un modo de volver a la Tierra»

Ese día transcurrió sin problemas ni mayores novedades, y otro, y otro más… hasta que pasaron dos meses. Bulma, en todo ese tiempo, vio muy poco a Vegeta. Los asuntos oficiales lo absorbían por completo, así como sus entrenamientos y algunas misiones especiales en las que participaba, por ser especialmente peligrosas. Una noche, en la que ella se quedó en el laboratorio, terminando trabajo atrasado, él hizo salir a todos y apareció ante la joven, vestido con su armadura y demás atuendos de batalla.

«Bulma, necesito que me fabriques estos materiales para las armaduras» dijo, mientras le entregaba un papel.

Ella lo miró y su corazón comenzó a palpitar desordenadamente. No sabía por qué su presencia la perturbaba tanto, tal vez sería que había pasado bastante tiempo desde la última vez en que él le había dirigido la palabra.

«Sí, Majestad, ahora mismo empezaré» le contestó la muchacha.

«No hay apuro, mañana salgo en una misión a un planeta lejano que se distingue por ser cuna de guerreros poderosos, no sé cuándo volveré, pero seguramente tardaré al menos un mes» replicó Vegeta, mientras observaba el efecto producido en ella por sus palabras.

Bulma sólo se inclinó en una reverencia mientras pensaba que tal vez él no volviera de esa misión, esa idea le retorció el corazón, lo cual no dejó de sorprenderla, porque después de todo él era su enemigo ¿o ya no lo era?

«Lo haré como diga Su Majestad, sólo le suplico que se cuide y que vuelva ileso, señor» añadió en un hilo de voz, mientras sentía que sus ojos se humedecían. Él lo notó y acercándose a ella secó con sus dedos las lágrimas de Bulma mientras le decía: «No te entiendo: ¿por qué demonios lloras si se puede saber? Veamos, ¿te falta algo para tus proyectos? ¿Alguien intentó violarte tal vez? Sé que hay algunos de mis hombres que gustan de ti, sólo dime quién fue y yo mismo lo mataré. Nadie debe distraerte de tu tarea específica. Para eso hay prostitutas. «Entonces ella comprendió, o creyó hacerlo, el porqué de su supuesto respeto: ¡Ella estaba allí por su cerebro! ¡Tal vez él la considerara repulsiva por eso, en la Tierra misma había hombres que consideraban que las mujeres no debían ser inteligentes! Definitivamente ella era para él como una computadora, sólo eso.

«No lloro, Majestad, sólo es algo que me entró en el ojo» contestó Bulma, algo molesta.

«Déjame ver» dijo Vegeta mientras acercaba su rostro al de ella, casi como si fuera a besarla. El cuerpo de la joven comenzó a temblar y entreabrió los labios…

«Definitivamente no se ve nada» dijo él, retirándose bruscamente mientras se dirigía a la puerta y desaparecía.

Bulma, una vez más, se quedó muy confundida. El rey era el hombre más extraño que había conocido y, tal vez… el más fascinante…

Pasado el mes, no hubo novedades, pero a los dos meses, se presentó Vegeta con todos sus guerreros, los cuales habían vencido y fueron recibidos en triunfo. Bulma estaba en un rincón cuando él la vio y le hizo un gesto para que se le acercara… ella le sonrió y comenzó a caminar hacia él… hasta que se dio cuenta de que él no se había dirigido a ella, sino a una saiyan que se hallaba justo a sus espaldas. La mujer rió, emocionada por el inesperado honor y se colocó al lado del rey, quien la tomó de la mano… Bulma, entonces, se quedó en el lugar como si la hubieran abofeteado, y cuando reaccionó al fin, salió corriendo, desesperada, derramando abundantes lágrimas de dolor y humillación. Cuando pasó por los pasillos, Rya, quien no se mostraba demasiado impresionada por las hazañas guerreras de su hermano ni por ninguna otra cosa que él hiciera, la tomó de un brazo al vuelo, y le preguntó: «Oye, ¿qué te sucede? ¿Lloras porque volvió el rey? En ese caso debo avisarte que así será siempre ¿o no sabes que hierba mala nunca muere?» Bulma rió entre sus lágrimas y le contestó: «No, Alteza, al contrario, acabo de verlo y…» un acceso de llanto le impidió seguir.

«¡Ahora entiendo!» dijo mirando por la ventana a su hermano y a la mujer «Es por esa muchacha, ¿no? Pero en verdad no entiendo, creí que entre tú y él… bueno, que no había pasado nada»

«Y así es, él siempre me despreció, Alteza, nunca siquiera me consideró digna de compartir su cama. Debo ser espantosa, asquerosa, le debo dar asco» contestó Bulma sin parar de llorar.

«Ya veo. Tú lo deseas mucho, ¿verdad?» replicó suavemente Rya.

«No lo sé, señora, yo no me había dado cuenta, pero hoy me sentí tan humillada como no encuentro palabras para expresarlo» contó la joven.

«Eso que me dices es muy raro. Yo hubiera jurado que él te deseaba también, tal es así que me asombré muchísimo cuando me enteré de que todavía no se había acostado contigo. Por otro lado, esta situación te perjudica más de lo que crees, porque ahora, según nuestras costumbres, cualquiera de los guerreros podría tomarte ¿y adivina quién está primero en la fila? Exactamente, Nappa, quien todavía no intentó nada porque le teme al rey, pero ni el mismo monarca puede desafiar por tanto tiempo las costumbres» expresó Rya, pensativa.

«Pero Su Majestad dijo que mataría a quien me tocara»

«Mira, Bulma, entre nosotros mandan más las costumbres que el mismo rey, porque somos un pueblo orgulloso y se sobreentiende que esa prohibición está condicionada a que él te haga suya. Si por cualquier razón no lo hace, cualquiera te podría reclamar. Si hay más de un interesado, podrán zanjar el problema con un combate, y el que gane se quedaría contigo. Eso, en este caso, no sería obstáculo para que el rey siguiera empleándote en el laboratorio» explicó la saiyan con paciencia inusual en ella.

«Eso es horrible, yo no quiero acostarme con cualquiera. ¡Protéjame, Alteza, por piedad!» suplicó Bulma.

La princesa miró a la joven y movió la cabeza, casi compasivamente y le dijo «¿Piedad? ¿Pides piedad aquí, en Vegetasei? Eso es algo casi inexistente por estos lados. Por otra parte, yo no puedo ayudarte en esto. La tradición deberá ser cumplida, aunque no te guste. De todas maneras, creo que tú deberías decirle a Su Majestad lo que te pasa, basta con que te haga el amor una vez, y que los demás se enteren, para que ya no corras peligro alguno» contestó Rya mientras se retiraba rápidamente.

Bulma, entonces, se dirigió a su habitación, con la resolución de jugarse el todo por el todo. Estaba dispuesta a dejar su orgullo y su pudor de lado y a ofrecerse, si era necesario, al monarca saiyan. Obraba no tanto impulsada por el miedo de que cualquier otro la tomara para sí, sino decidida a investigar el porqué de la frialdad de aquél y también ponerle remedio, si era posible. Ahora sabía lo que quería y estaba dispuesta a luchar por eso.

Al día siguiente, continuaron los festejos. Bulma se arregló lo mejor que pudo, se perfumó con una fragancia que Rya le hizo llegar y se presentó ante su señor, haciéndole una profunda reverencia. Él estaba solo, sonrió al verla y la saludó, indicándole que se sentara a su lado. Ella obedeció, muy tiesa, ante los murmullos de envidia de muchas mujeres y le dijo: «Majestad, esta noche necesito hablar urgentemente con Ud., concédame una entrevista, se lo ruego humildemente» y agregó tímidamente «lo espero en mi habitación». Vegeta la miró fijamente, sorprendido por esa inesperada invitación, hasta que ella bajó la cabeza, avergonzada, pero sosteniendo su posición.

Cuando por fin llegó la noche, ella se retiró a su habitación, se bañó, se arregló lo mejor que pudo y se puso la bata más sexy que pudo encontrar. Luego se sentó frente a su tocador, se maquilló y perfumó y se preparó a esperar a Vegeta. Él llegó después de la medianoche, se sentó en un sillón que había allí y le preguntó: «Bueno, mujer, dime, ¿qué necesitas? Aquí me tienes»

Ella tragó saliva. Esto iba a resultar más difícil de lo que había imaginado, pero decidió comenzar a hablar: «Majestad, yo… quisiera preguntarle qué opina de mí» empezó con cierta vacilación.

«Tus servicios en el área científica han sido inmejorables y has superado mis expectativas. Realmente estoy satisfecho de ti» contestó el saiyan, mientras en sus labios comenzaba a esbozarse una sonrisa maliciosa.

«No, mi señor, no es eso lo que pregunto» siguió ella. «¿No? ¿y entonces de qué se trata?» la interrumpió el rey con una inocencia fingida, mientras se levantaba del sillón y caminaba hacia ella.

«¿Le doy asco, Majestad? ¿Ésa es la causa por la cual todavía no se acostó conmigo a pesar de haber podido hacerlo a voluntad?» repuso ella, bajando la vista y comenzando a llorar.

«No llores, no tienes razón para eso. Además, hacerlo es de débiles. Vamos, te ordeno que seques tus lágrimas» le contestó Vegeta mientras acariciaba sus cabellos y su rostro.

Ella sólo le contestó abrazándose a él y repitiendo entre lágrimas: «¡Qué vergüenza, qué humillación! Debo ser muy repulsiva»

Él la apartó un poco y comenzó a acariciar su espalda, como el día en que se conocieron y le preguntó entre tanto: «Dime, ¿me deseas? ¿Es eso lo que te pasa? ¿Quieres que te haga el amor? ¿Es para eso que me llamaste?»

«Señor, yo… Ud… ¿me desea a mí? ¿Le parezco atractiva?» le contestó ella profundamente avergonzada y temerosa de un rechazo.

Vegeta rió suavemente y la tomó de los hombros, implacable hasta el último momento: «No es así como funciona. Dime si me deseas, quiero escucharlo de ti y no me iré hasta que lo hagas o hasta que digas que, como cuando me conociste, te causo horror»

Ella se sintió, completamente desarmada ante su mirada inquisitiva, intuyó que había sido parte de un juego, pero no le importó, ahora sólo quería que él la tomara en sus brazos. Entonces levantó la vista y valientemente le dijo: «Señor, lo deseo, quiero que me haga el amor ahora, por favor» Y lo besó apasionadamente, a lo que él correspondió de la misma manera. Ella suspiró cuando él la besó en el cuello y en la boca y en el momento en que el rey pasó su lengua por el lóbulo de su oreja, ella sintió que se caía, y en efecto, él la levantó antes de que se golpeara contra el duro suelo y la acostó, sin más trámite, en la cama…

Un rato después, ella descansaba con la cabeza apoyada en el pecho de su señor, muy feliz y relajada.

«Señor, quisiera hacerle una pregunta» empezó nuevamente Bulma.

«¿Otra pregunta más? ¿No te basta con la respuesta que te di? Yo hubiera pensado que sí. Estoy seguro de que todos en el palacio te escucharon, pero créeme, es mejor así, ahora estarás más segura y nadie osará tocarte porque ya saben que me perteneces»

Ella rió algo avergonzada y le contestó: «No me acordé de que Uds. tenían el oído tan fino, es sólo que no me pude contener»

«No te preocupes por eso, mujer. A mi lado estarás segura, te lo repito» repitió mientras acariciaba el cuerpo de ella.

«¿Por qué esperó tanto para esto? Yo lo deseé mucho, demasiado» protestó Bulma mientras ponía los ojos en blanco al sentir sus caricias.

«Eso es precisamente lo que yo quería, que me lo pidieras. Me pareció un juego interesante, aparte del hecho de que nunca me gustó obligar a una mujer a mantener relaciones conmigo. Prefiero verla desesperada de pasión como en este caso, ¿verdad?» repuso mientras la miraba, orgulloso.

«¡Oh, cómo pudo hacerme esto! ¡Y yo no estoy desesperada de pasión, sólo caí en una sucia trampa!» dijo ella mientras salía de la cama e intentaba vestirse, ofendida en su dignidad. Pero él la retuvo con fuerza y siguió besándola hasta que Bulma comenzó a ceder lentamente, le confesó que, en efecto, estaba loca de pasión por él, dejando de lado falsos pudores, y volvieron a comenzar el juego amoroso, hasta el amanecer.

Sombras del Pasado

por SUSY


La puerta de la habitación se abrió con un chirrido y la mujer salió al pasillo. Entretanto, del interior de aquélla se oyó una voz masculina que decía «Recuerda no ponerles demasiado queso, sabes que no me gusta».

Ella rió, muy contenta, y le dijo: «No te preocupes, Vegeta, haré los sandwichs como te gusta a ti, aunque sea por hoy, pero antes iré al dormitorio del bebé a ver cómo está». «Olvidaba lo sobreprotectora que eres con el mocoso, pero está bien. Sólo apúrate porque tengo mucha hambre» –repuso él, de mejor humor que de costumbre. «¡Oh!, ¿Por qué será?» –le contestó ella con picardía.

Entonces, se introdujo en el cuarto del pequeño Trunks, quien en ese momento ya tenía un año de edad y comenzaba a caminar solo, sin ayuda de nadie, «como un guerrero de clase alta», según decía su padre. El niño estaba durmiendo tranquilamente, todo destapado, ella lo tocó y notó lo frío que estaba su cuerpito, entonces lo acarició suavemente y lo tapó, con una sonrisa. «Es una suerte que no se haya despertado a tomar el pecho, así podremos comer tranquilos. Además Vegeta está molesto con eso, él quiere que lo destete porque dice que si no lo hago va a ser un débil, un nene de mamá. ¡Pero es tan lindo cuando se duerme prendidito al seno!».

Ella lo miró por última vez, antes de ir a la cocina a preparar algo para los dos. Una vez allí, tomó unos panes, los abrió a la mitad y comenzó a llenarlos con casi todo lo que encontró en la heladera: fiambre, carne fría, rodajas de tomate, cebolla, pepinos. Una vez armados los gigantescos sándwichs, prendió el horno para calentarlos un poquito. Para ella preparó lo mismo, sólo que en mucha menor cantidad y con el queso, que a Vegeta no le agradaba y que, en cambio, era su ingrediente favorito.

Bulma, de pronto, se sintió muy feliz, era casi la primera vez desde el Cell Game y desde la muerte de Gokú, que lo veía tan animado y tan sociable, cosa que si bien siempre fue rara en él, desde los recientes acontecimientos había sido más que inusual. Efectivamente, ella recordaba, mientras calentaba el horno, que Vegeta apareció una semana después de la derrota del androide, una noche de tormenta, con una extraña mirada en sus ojos, la abrazó, e inmediatamente la llevó a la cama, como si quisiera dejar de pensar en algo. Después de eso se quedó dormido y al día siguiente se negó a hablar de los recientes acontecimientos y ya no entrenó más, pasaba los días dando vueltas como si hubiera perdido algo y tirado en la cama, sin prestarles ninguna atención al niño ni a ella. Ante sus frecuentes preguntas, él le contestaba «No me molestes, mujer, déjame en paz», aunque un día ella recordaba que musitó, entre dientes «No volveré a pelear, ¿para qué?». Bulma intentaba, desesperadamente, que él volviera a la normalidad, pero el orgullo del guerrero ponía una barrera impenetrable entre ambos. Hasta que de unos días a esa parte, de repente y sin aviso alguno, él se despertó por la mañana y le dijo: «Prepárame la cámara de gravedad, tengo que recuperar el tiempo perdido». Ella fue entonces a hacer los preparativos, feliz de haber recuperado a su Vegeta. Y así fue, desde ese momento él volvió a ser el que había sido, con sus palabras ásperas y orgullosas, sus buenos momentos en la intimidad de ambos, y como no podía esperarse otra cosa, sus extenuantes y peligrosos entrenamientos. Fue precisamente entonces, cuando la joven comprendió finalmente la importancia de las luchas en la vida de su compañero, ya que si no entrenaba o combatía, perdía toda su fuerza y su interés por la vida. Esa noche en particular, había sido maravillosa, ambos habían disfrutado muchísimo, no sólo el sexo, sino también la mutua compañía, cosa inusual, tratándose de Vegeta. Parecía que los dos estuvieran iniciando una nueva etapa en su relación, profundizando ciertos aspectos tales como el compañerismo y por qué no decirlo, el amor. Tal vez era por eso que ella se moría por hacerle ciertas preguntas relativas a su vida pasada, cuando vivía en Vegetasei, cuando trabajaba para Freezer, pero no sabía si se animaría a formularlas ni mucho menos si él se las contestaría.

Finalmente terminó y acompañó la improvisada colación con una botella de buen vino que tenía reservada para ocasiones especiales como ésa, no pasaría esa noche sin que ella le preguntara.

«¡Bueno, al fin, ya me estaba muriendo de hambre!» –dijo él jovialmente, a lo que ella le contestó » Bien, éstos son para ti» –y apartó la mayor parte de la comida– «y esto es para mí»

La pareja comió con gran apetito, en especial el saiyan, quien comía como todos los de su raza, y cuando terminaron, ella retiró las sobras del festín y ambos se acomodaron en la cama.

«Oye, Vegeta, quisiera preguntarte algo, antes de que te duermas» –dijo ella tímidamente.

«Sí, eh, ¿Qué quieres?» –le contestó, ya medio dormido el príncipe.

«En realidad no sé cómo empezar, si quieres dormir tal vez no sea el momento adecuado… yo…» –titubeó Bulma.

«Bueno, mujer, ya estoy despierto, dime» –repuso Vegeta y al ver la actitud en apariencia temerosa de su compañera le preguntó– «¿Pasa algo grave? ¡No me dirás que me tienes miedo todavía!»

«No, claro que no, no se trata de eso, es sólo que… como hoy la pasamos tan bien, conversamos tanto, a mí me hubiera gustado que me contaras un poco de tu vida anterior, de tu infancia en Vegetasei, de Freezer» –añadió.

«Oh, de manera que se trataba de eso. ¿Y qué quieres saber, que ya no sepas?» –exclamó con cierta aspereza– «No son cosas bonitas, te aviso» –agregó de mal humor.

«Perdona si te molesté, pero no hemos hablado casi de esto, ¿no?» –dijo ella casi disculpándose, pero dispuesta a terminar lo que había empezado.

«Así es, y recuerdo que cuando te conté cómo nos divertíamos mis compañeros y yo, terminamos separados por nueve meses. No quisiera que vuelva a pasar, tú no estás preparada para eso, olvidas quién soy yo, así como las cosas que hice. Además, me parece una tontería discutir sobre el pasado» –le interrumpió él.

«No me olvido de nada, sólo que todo eso no puede impedir que te ame. En cuanto a lo que mencionas, nos peleamos porque no era el momento de hablar de aquello, pero ahora será diferente, te lo prometo, necesito saber más de ti, así como tú sabes todo de mí» –le contestó ella.

«Muy bien, no sé por dónde empezar, pero luego no digas que no te lo advertí ¿eh?» –dijo Vegeta mientras su frente se cubría de sombras, al recordar todo aquello… que parecía estar tan lejos… y tan cerca también…

«Háblame de tus padres» –pidió Bulma.

Vegeta, entonces, suspiró. ¿De qué padres hablaría ella? ¿De su padre, el Rey, a quien no le importaba nada su hijo, hasta el punto de entregárselo a Freezer, aún sabiendo que se rebelarían contra él y que el niño podría morir, como toda la corte le advertía? ¿De su madre, que había muerto en su infancia y que le había enseñado a matar? O tal vez de Freezer, quien, en cierta forma lo había educado, dada la edad de él cuando entró a su servicio. ¡Ese maldito! ¡Cómo lo usó siempre! Y lo peor fue que ni siquiera pudo darse el lujo de matarlo, aunque lo consolaba un poco la idea de que, cuando reapareció en la Tierra, su hijo del futuro fue quien lo mató, de una forma todavía más humillante que la manera en que el tirano espacial lo asesinó a él, el príncipe de los saiyanes.

«Como sabes, mi padre fue rey de Vegetasei. Mi madre, en cambio, era una poderosa guerrera que él eligió como su concubina. Físicamente, él y yo éramos muy parecidos, aunque diferíamos bastante en otros aspectos. ¡Ese bastardo no tuvo reparo en entregarme a Freezer, a pesar de saber que mi vida correría serio peligro! Todos sus consejeros se lo advirtieron, pero él dijo que no le importaba lo que me pudiera pasar. Tal vez no estuvo tan equivocado, ahora que lo pienso, seguramente este maldito planeta me ha convertido en un estúpido sentimental, lo prueba el hecho de estar hablando tanto contigo» –empezó él.

Ella lo miró, dolida por sus últimas palabras, y lo increpó:

«¡Vegeta, por qué me dices esto! Quieres lastimarme, ¿no? ¿O acaso los hombres de tu planeta no hablaban con sus mujeres?» –inquirió la muchacha.

«Claro que hablaban, pero no de cosas tan íntimas, generalmente. Mi padre, por ejemplo, siempre se estaba jactando delante de quien quisiera escucharlo, inclusive yo, que él jamás le había dedicado a mi madre, ni a ninguna otra mujer (de las cuales tenía docenas, créeme), más tiempo del que era necesario para disfrutarla, porque para eso era para lo que servían las mujeres. Si me viera aquí contigo, me diría que soy un estúpido, que ya no hay razón para estar contigo conversando, después de haberte hecho el amor, aunque él para nombrar lo que pasó utilizaría palabras más gruesas»

«Oh, qué horror! ¡Debes haber sufrido mucho!» –lo compadeció Bulma.

«Bah, no, eso era normal en mi mundo» –repuso él mientras se encogía de hombros.

Ella calló por un momento, en realidad no era de eso de lo que quería hablar, pero decidió tomar el atajo que él, sin saberlo, le estaba ofreciendo– «Y tu madre, cuéntame de ella»

Vegeta se quedó callado por un momento, recordando, realmente había cosas bastante difíciles de expresar y de todas maneras no lo entendería. Entonces volvió a experimentar esa sensación de soledad tan angustiosa ¡nadie podría entenderlo, ni siquiera su familia! Tampoco Kakarotto, a pesar de ser de su misma raza, ni aunque estuviera vivo, porque él, Vegeta, era el último saiyan verdadero que quedaba en el universo.

«Realmente no hay mucho que decir» –le contestó él, bastante reticente– «ella murió en un lejano planeta cuando yo era pequeño. Sin embargo, me enseñó mucho en lo referente a combates, era una guerrera de clase alta, como sabes. Junto a ella fui a mi primera misión.

Bulma, entonces pensó que ésa era su oportunidad, así que se animó a preguntarle tímidamente. «¿Cuándo fue la primera vez que mataste? Puedes no contestarme, si lo deseas, o si te ofendo»

Él le contestó, molesto: «Haces preguntas muy tontas y además eres indiscreta. Bien, para que me dejes en paz te contestaré: fue esa vez la primera»

Ella comenzó a retorcerse las manos, esto iba a ser mucho más difícil de lo que hubiera imaginado, casi se arrepentía de haber iniciado esa conversación tan sin sentido, pero había ciertas cosas acerca de él que la inquietaban sobremanera y que hasta la atemorizaban.

«Vegeta… perdona… yo… es sólo que, no sé, no puedo olvidar ciertas cosas, siempre me asustó el instinto asesino de ustedes los saiyanes… querías destruir nuestro planeta, matarnos a todos… en Namek vi los cadáveres de los ancianos y niños de la aldea que destruiste… no lo entiendo…»

Él la interrumpió, furioso: «¡Qué tontería! ¡No puedo creer que me eches en cara estas cosas! A ver, dime, ¿cuando te acostaste conmigo no sabías esto? ¿O es que yo era un sustituto de Yamcha? Tal vez se trataba de eso, tú debes ser una de esas mujeres que no pueden vivir sin hombres y yo era el que estaba más cerca, ¿no? Pues déjame decirte, entonces, que me divertí mucho contigo, tú también eras la que estaba más a mano, aparte del hecho que siempre me buscaste, aún cuando todavía estabas al lado de ese payaso, no creas que no me di cuenta, no soy tonto»

«¡Cómo te atreves a decirme que no puedo estar sin un hombre! Si pudiera te rompería la cara por eso» –contestó ella temblando de impotencia, a lo que él contestó con una carcajada: «Ah, pero no puedes y lo sabes, así que me tendrás que soportar. No soy yo, después de todo, el que arruinó la noche con preguntas tontas. ¿Qué seguirá después, debo irme, como la otra vez? Te informo que no lo haré, éste es mi hogar ahora, creo que me lo gané. Además, si me fuera ya irías a buscarme, porque no puedes estar sin mí» «Muy bien, tú no te irás, quédate, pero yo me voy a otra habitación. ¡Hasta mañana! ¡Ojalá que te mueras pronto, maldito saiyan!» –terminó mientras se iba a dormir a otro lado.

Vegeta se quedó solo en la cama, maldiciendo a Bulma y a todas las mujeres del universo, luego se dispuso a dormir… pero no pudo. Efectivamente, cuando cerraba los ojos, recordaba la conversación que había tenido con ella y se preguntaba por qué ella haría esas estúpidas preguntas.

«Esto es absurdo, definitivamente. ¿Qué importancia puede tener lo que yo hice o dejé de hacer hace tantos años? Mi madre… ese día… el primer enemigo que maté…»

Era un día hermoso en Vegetasei, el sol brillaba con fuerza y reverberaba en las armaduras del pequeño Vegeta y de su madre, pero ellos no parecían notarlo, ya que toda su atención estaba en el bautismo de fuego del joven príncipe, su primera batalla.

«Madre, no te desilusionaré hoy, verás como soy digno de ser un príncipe, no dejaré enemigo con vida» –decía el niño.

Ella apartó los cabellos de su rostro, en un gesto que le era característico, y le contestó mientras acariciaba sus mejillas: «Estoy segura de que te comportarás como quien eres, el hijo de nuestro rey y mío. Además has entrenado muy duro, hoy espero ver los frutos, pero quiero recordarte que no es lo mismo un entrenamiento que matar enemigos reales. No me gustaría que te comportaras como un débil en ese momento, nos deshonrarías a tu padre y a mí. Antes de tener un hijo débil y sentimental, preferiría tener uno muerto, recuérdalo»

El príncipe entonces miró a su madre con cierto temor mezclado de admiración ¡ella era tan fuerte, tan decidida! Una verdadera guerrera de clase alta, como decían por allí, por algo el rey la había elegido para que le diera un hijo. Por otra parte, era la única persona que le había dado algo de afecto. Vegeta se prometió a sí mismo morir antes de desilusionarla.

Cuando llegaron al planeta que iban a conquistar, bajaron de sus respectivas naves y el pequeño volvió a ver a su madre, quien le dijo: «Recuerda, debemos eliminar a toda la población del planeta para poder venderlo, confío en que será muy rápido, aquí no hay guerreros poderosos. Según tengo entendido, son todos una basura. Es como terminar con una plaga»

Entonces ambos comenzaron a destruir ciudades y a los habitantes de ese lugar, que eran físicamente muy similares a los saiyanes, sólo que mucho más débiles, en cierta forma parecidos a los humanos, aunque ellos, en ese momento, no sabían que esa raza existiera. Los nativos intentaron defenderse con todos su recursos militares, pero fueron vencidos inmediatamente y aniquilados sin piedad. Ya no quedaban casi personas con vida ni ciudades en pie, cuando la madre de Vegeta decidió separarse de su hijo para terminar la tarea de exterminio más rápidamente y así poder acudir a la fiesta que se le ofrecería esa noche al joven príncipe en el palacio real, muy orgullosa por el comportamiento de su vástago en batalla, el cual había superado todas sus expectativas.

El scouter de Vegeta marcó, en un lugar lleno de escombros, una débil presencia, lo que lo decidió a investigar. Se acercó, curioso, más que precavido, y con una mano removió los escombros con facilidad y pudo observar a una niña pequeña que, ignorante de la verdadera situación, lo tomó de la mano y trató de meterlo con ella en el improvisado escondrijo, al tiempo que decía: «Ven, escóndete rápido, podrían verte. Aparecieron unos monstruos que destruyeron todo y te matarían si te encontraran. No creo que vengan por aquí, sabes, ya estuvieron y mataron a mi familia y a toda la gente que yo conocía. Ahora estoy sola, igual que tú ¡Quédate conmigo!»

Él se asombró muchísimo de las palabras de la chiquilla, y no supo qué responder, limitándose a mirarla con la boca abierta. Era la niña más bonita que pudiera imaginarse, al menos eso pensó y comenzó a lamentar íntimamente tener que matarla… porque ella tendría que morir, como los demás. Un guerrero no debía conocer la piedad.

«Oye, déjame, yo no necesito esconderme, soy muy fuerte» –balbuceó él sintiéndose cada vez más incómodo. «Sí, ya me di cuenta, vi como moviste esas piedras. Por favor, protégeme de esos demonios» –suplicó mientras lo abrazaba– «Espera, tú no eres uno de los nuestros, ¡tienes una cola! Entonces… ¡eres uno de los alienígenas!» –gritó aterrorizada mientras retrocedía con los ojos clavados en él.

«Es verdad, y tengo que matarte ahora» –dijo él, bastante inseguro. Pero ella se arrodilló y le suplicó que no lo hiciera, que era muy pequeña y no representaba una amenaza para nadie y que recordara que había tratado de protegerlo cuando no sabía la verdad. Vegeta sintió que no podría hacerlo, que hubiera sido demasiado cruel e innecesario y sin contestar le dio la espalda, dispuesto a marcharse. Entonces su scouter registró la presencia de su madre, quien en un instante estuvo a su lado y le dijo: «Vaya, creo que ya está, ya terminé con mi parte de este planeta, espero que tú también con la tuya, así podremos ir a casa a festejar tu gran actuación. Un momento ¿y esa cucaracha que veo allí? ¿Cómo puede ser que siga con vida? Vamos, encárgate de ella ya mismo o lo haré yo»

La niña temblaba convulsivamente y no apartaba los ojos de los del príncipe, con la evidente esperanza de que él le perdonara la vida. Pero no tuvo opción, la mirada de su madre era clara: nada de debilidades indignas de un guerrero… Entonces, Vegeta cerró los ojos para no seguir viéndola, cargó energía en su mano y mientras pensaba «será rápido, no sentirá nada», la arrojó contra ella, la cual, en efecto, murió inmediatamente.

«Bien, muy bien, te felicito, así se hace. ¿Sabes? Por un momento pensé que no lo harías, pero veo que eres realmente fuerte, estoy orgullosa de ti. Recuerda, hijo, siempre, lo que te voy a decir: El débil es siempre una presa del fuerte, así es como es y como será siempre, y tú puedes elegir entre ser la víctima o el victimario»

Esa noche, en la fiesta, todos reían y se divertían, salvo el príncipe, quien no podía olvidar esos ojos…»

Vegeta pensó entonces: «Está claro, elegí ser el victimario, eso era lo que se esperaba de mí. Ella debería entenderme, los débiles no sobrevivían en Vegetasei, y yo, después de eso, juré ser él más fuerte. Pero todavía recuerdo esos ojos, acusadores, fijos en los míos, para siempre…»

«Sin duda era un niño en ese tiempo, después hice cosas mucho peores y no me importaron nada. Una vez escuché en uno de esos programas de sicología que le gusta ver a Bulma, que la crueldad es una forma de dejar de sentir el dolor, algo así como un anestésico. Es probable que así sea, porque cuando hacía todas esas cosas, después de ese día memorable, no sentía nada de nada. Ni la desaparición de mi planeta fue lo suficientemente importante. Especialmente después de la muerte de mi madre, que fue lo último que me desesperó. Luego, sólo matar y matar. Vivía para eso. Lo que ahora me pregunto es si podría volver a hacer ese tipo de vida. Supongo que no. Creo que, a pesar de mis esfuerzos, cada día me parezco más a Kakarotto. Aunque él no hubiera tratado a su esposa como yo traté hoy a Bulma. Realmente quisiera que esto no hubiera sucedido. Pero tampoco podría hablarle de esto a ella ni a ninguna otra persona en el mundo, nadie lo entendería, es parte de la carga de ser el último de mi raza»

Vegeta salió al pasillo, dispuesto a ubicar a Bulma para reconciliarse con ella. A causa de las numerosas habitaciones de la casa, pensó que le sería muy difícil encontrarla rápidamente, pero sollozos ahogados denunciaron su presencia. El saiyan entró a la habitación y sin decir una palabra abrazó a la joven, la cual lloraba ininterrumpidamente.

«Vegeta… abrázame… te necesito… tal vez tengas razón, soy muy indiscreta… y, sí, tienes razón, te busqué… es verdad… porque creo que te amé desde la primera vez que te vi… ¡Qué opinión tendrías de mí!» –dijo entre hipidos, mientras se cubría la cara con las manos, avergonzada.

«Shhhhhhhhh, no digas nada, ya no llores, eso no tiene importancia. Tengo la mejor opinión de ti, la mejor… Siempre estaré contigo y con el chico… dime: ¿qué sería de mí sin ustedes?… pero no llores más» –dijo él mientras la estrechaba en sus brazos.

Ella, entonces, se refugió en él al tiempo que le decía: «Perdóname, nunca debí preguntar, lo tengo bien merecido»

«No digas eso, ¡yo te hiero y la que se disculpa eres tú! Es absurdo, pero déjame decirte que te ataqué porque… porque… no podía hablarte de esas cosas, son demasiado duras para ti» –le contestó en voz baja al tiempo que añadía: «Pero si insistes, para que veas que te tengo confianza, intentaré contártelo, aun arriesgándome a que no quieras saber nada más de mí»

Bulma lo miró a los ojos en la semipenumbra de la habitación y le dijo: «Eso no sucederá, no importa lo que me digas, siempre estaré a tu lado, hasta que tú quieras»

Y él empezó a hablar, a descargar el peso de su alma, por primera vez en su vida. Al principio ella escuchó serenamente su relato, pero a medida que avanzaba, su rostro, sereno al principio, adquirió una expresión de angustia y espanto. El guerrero lo notó, sin embargo, decidió no detenerse y siguió… siguió. Y le habló de muchas cosas, de su familia, de su reino, perdido para siempre, de su vida, de sus víctimas, de todo lo que él mismo, inmerso en esa vorágine de muerte y destrucción, no sabía que le había afectado. Así estuvo hablando durante varias horas, valientemente, con absoluta sinceridad, sin golpes bajos, sin guardarse nada y sin falsos arrepentimientos… sólo la verdad… casi sin más interrupción que los estremecimientos de su compañera ante ciertas confesiones. Cuando al fin calló, Vegeta espió disimuladamente los ojos de Bulma a la luz del nuevo día, con el propósito intentar leer en ellos cuál sería el futuro de su relación. Angustiado, sintió más que pensó que no soportaría estar solo nuevamente, que la decisión que ella tomaría lo afectaría profundamente. Su mujer, su hijo… no, no era posible que los perdiera. Si así fuese, volvería a su vida anterior… un muerto que camina y que asesina seres vivientes… porque su verdadera vida había comenzado con ella. Pero la muchacha no lo rechazó con violencia, como él temía, sino todo lo contrario, lloró y lloró con abundantes lágrimas, las que él no podía derramar y que hubieran lavado sus culpas… tal vez.

«¡Oh, Vegeta! ¿Cómo pudiste pensar que te rechazaría por lo que me contaste? Tu pasado no me importa, sólo sé quién eres ahora, mi compañero, el padre de mi hijo y un valiente guerrero que ayudó a salvar este planeta, para mí eres un héroe… y te amo… de verdad… ahora más que antes, porque me abriste tu alma». En ese momento él la miró, conmovido, y le preguntó: «¿Es verdad lo que dices, de veras no te importa? Sé que represento todo lo que tú y tus amigos han combatido siempre, por eso… no entiendo. Sin embargo, no esperes que me ponga a llorar por eso. Soy un guerrero»

«Lo sé, Vegeta, lo sé. Empezaremos de nuevo, ahora te necesitamos más que nunca, tú puedes defendernos de enemigos futuros. ¿Sabes qué es lo que me consuela? Mira por la ventana, hoy es un nuevo día, ya salió el sol». Y lo besó en la boca.